Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Situaciones
diferentes, tiempos diferentes, medidas diferentes. El COVID-19 no admite el
café para todos ni se puede permitir el desarrollo a la carta como algunos
pretenden. Por mucho que nosotros estemos bien, si los demás no lo están.
"Estar bien" es un concepto relativo y frágil.
ABC nos
dice que ha aumentado el número de casos infantiles desde que se autorizó las
salidas a la calle de los niños porque nos preocupaba la salud física y mental.
Recordamos la explosión de júbilo de los niños jugando y los padres comentando
lo bien que se lo pasaban sus hijos. El porcentaje que dan del aumento de casos
entre menores de 9 años es significativo, el 37%. Las explicaciones no son claras:
El director del Centro de Coordinación de
Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, reconoció su «preocupación»
por el aumento de contagios de coronavirus en menores de 10 años. Sin embargo,
señaló que esta información le llegó de «hospitales que sí lo han comentado».
«Nosotros no hemos detectado una diferencia significativa. Siempre hay
oscilaciones en las cifras y descensos, aunque sí puede haber un aumento que
tendrá que valorarse con cuidado», señaló el experto ayer en rueda de prensa.
Respecto a este incremento y su posible
relación con las medidas de alivio para los menores que entraron en vigor el
pasado 26 de abril, Simón dijo que, de deberse a ello, «se tendría que haber
observado ya hace casi una semana». «Con lo cual –añadió– debemos tener cuidado
a la hora de valorarlo».*
Toda
decisión implica elegir entre unos elementos y otros; es lo que conocemos
cuando valoramos. Pero hay muchos otros factores que podemos desconocer, que se
tienen en cuenta. Los modelos que se usan no son la realidad, mucho más
cambiante y caprichosa. Nos gusta pensar que nos regimos por leyes férreas,
pero en el caso humano o social son mucho más proyecciones para evitar el temor
a lo "azaroso", es decir, a lo que no controlamos, el gran enemigo.
Si el
dato del aumento es cierto da igual que hayan sido los niños los que lo hayan
cogido o sus paseantes quienes se lo hayan transmitido. La salida de los niños
no es algo aislado, sino algo dentro de un conjunto de acciones o situaciones.
Cualquier contagio se debe a proximidad o a compartir algo que actúa de
transmisor.
Lo
cierto es que se están descubriendo por todo el mundo algo que se desestimaba:
que los niños se contagiaran. Vemos que no es así, que los niños se contagian y
que presentan cuadros específicos en muchos casos, algo que antes no se
consideraba vinculado al COVID-19. Hoy muchos piensan que sí, aunque no se sepa
por qué o cómo.
Lo que
lleva a la preocupación por lo que ocurrirá con las escuelas. Todo se acaba
convirtiendo en un problema espacial, de distancias: cómo mantener a los niños
separados, cuántos pupitres debe haber por aula... Los expertos hablan desde
una realidad hipotética. Luego el que lleva una guardería o una escuela, un
instituto o una facultad, tienen que traducir a la realidad de sus propios
espacios lo que los expertos han dicho en el vacío, Esos "dos metros"
son ya reales... posibles o imposibles, rentables o ruinosos.
Lo que
la palabra "desescalada" escondía eran muchas restricciones, que son
frustraciones en la realidad. Muchos se imaginaban la desescalada como una Julie
Andrews descendiendo por la loma en "Sonrisas y lágrimas", cantando y
con muchas flores en los prados. Por eso lo cosas como la exigencia de
cuarentena a los turistas o la prohibición de las rebajas en el comercio han
sentado como jarras de agua fría, a algunos como manguerazo de agua helada en
psiquiátrico de película de los 50, mucha camisa de fuerza y celdas de
aislamiento, algo como "Corredor sin retorno", por usar otra imagen
cinematográfica. De los colores vistosos, la música alegre y los niños cantando
en las montañas, al blanco y negro sórdido y expresionista de Samuel Fuller en
su filme.
ABC
trae otra noticia inquietante en una realidad inquietante y contextual: la
proliferación de colchones amontonados junto a los contenedores de basuras,
algo que califica como "plaga" en su titular:
Apoyados junto a los contenedores o tirados
en la propia acera. Decenas de colchones viejos permanecen en la vía pública a
la espera de ser retirados por los servicios de limpieza viaria del
Ayuntamiento de Madrid. La situación afecta sobremanera a zonas de los
distritos de Usera, Puente de Vallecas, Vicálvaro o Ciudad Lineal, donde los
vecinos han observado la aparición de estos enseres en los últimos diez días.
Pese a que las teorías sobre su procedencia son diversas, es una la que cobra
fuerza entre los operarios encargados de su recogida: la mayor parte
pertenecían a personas fallecidas durante la crisis del coronavirus. Por ello,
resulta esencial desinfectarlos antes de proceder a su traslado.**
No
vamos a especular sobre si los colchones son de los que han abandonado este
mundo o solo su casa. Sea por lo que sea, la imagen causa miedo; esperemos que
no le dé a nadie por ponerse a quemarlos en plena calle, que hay mucho pirado
desconfinado ya.
Lo
cierto es que el desconfinamiento ya no es una etapa de esperanza, sino más
bien de frustraciones, del descontento del que esperaba todo y solo tiene un
poquito. La llegada de la dura y lenta realidad no satisface a nadie. Los que
estaban satisfechos hace unos días por ese primer café en la terraza, una vez
pasado el primer momento, comenzarán a exigir otros primeros momentos, más
intensos, más variados, una escalada.
Los
expertos están asustados y no lo callan. O se tiene cuidado o nos volvemos
todos a casa. Pero ¿es esto posible? Las fuerzas oscuras se encargan de
extender el descontento al grito de "libertad" tratando de
convencernos de que estos es una cuestión constitucional. Están calcando el
modelo de Trump y sus trumpistas armados.
La
lentitud debería ser mesura. Desgraciadamente se ha sido lento en cosas que
tenían que haber sido rápidas y viceversa. Lo ha expresado muy bien en La Vanguardia
el catedrático de Ingeniería Informática y Matemáticas de la Universidad Rovira
i Virgili, el profesor Álex Arenas, que forma parte de grupos de trabajo sobre el
COVID-19: “En esta enfermedad, dos semanas lo son todo. Dos semanas es lo que
tardamos de más en confinar, y dos semanas es el tiempo en el que nos hemos
precipitado en iniciar el desconfinamiento”. Bien descrito, pero nos trae
cierto pesimismo al ver el estado de ánimo, más bien impaciente, de muchos
sectores que quieren recuperar lo que creen que han perdido al estar parado
todo. Cuidado con las prisas. El mismo investigador señala respecto al temor
que manifiestan todos los expertos, del doctor Fauci (a Trump le ha sentado
fatal) a los españoles, franceses, alemanes... en todas partes:
Ahora mismo, los modelos matemáticos no
pueden predecir cuándo puede producirse ese temido rebrote. Hay datos que
todavía se desconocen. “El problema es saber cuánta movilidad está comportando
la salida de los niños y el resto de personas. Necesitamos conocer cómo se
están restableciendo estas cadenas de contactos”, arguye Arenas.
Todo este escenario es lo que le hace pensar
que llevar a cabo las distintas fases de desescalada dentro de los tiempos
previstos resultará toda una quimera. “Será imposible estar dentro de la última
fase de desescalada en junio. ¿Qué la isla de La Gomera sí podrá estar?
Posiblemente, pero, ¿de qué le sirve a La Gomera estar en esa fase si el resto
no lo está?”, se pregunta. Y añade: “Es hacer un mal favor a la población
pensar que Madrid y Barcelona podrán hacer una vida pseudo normal en junio. No
es realista”.***
No, no
es realista. El mayor miedo que se tiene en estos momentos es ese, la confusión
de los deseos y la realidad. Que los sueños se conviertan en pesadillas de las
que sea mucho más difícil salir socialmente. El término "nueva
normalidad" ha servido para que muchos se hagan ilusiones sobre su
significado y lo que van viendo no les gusta. Pero no se trata de gustos, sino de
conseguir un objetivo claro: mantener el sistema en un número de contagios
asumibles por los recursos que tenemos. Tenemos límites que han sido
desbordados y de poco han servido mostrar los hacinamientos en las UCI,
hospitales, funerarias, morgues, ataúdes por calles (Guayaquil) o camiones frigoríficos
repletos de muertos (Nueva York), de cifras terribles en las residencias de
mayores, etc. Hoy nos sorprenden los colchones en las aceras; mañana...
Las avalanchas para todo, deporte, perros, niños, mayores, compras..., son peligrosas porque esto tiene otro ritmo que es necesario atender. Un par de semanas, como decían, puede marcar una enorme diferencia. Correr demasiado no es bueno; supeditar la realidad al deseo, tampoco. Realismo, sensatez... por muy mala que sea la situación, mejora con lentitud y empeora a enorme velocidad. Es lo que hay. Podemos comprobar los estragos en países que, como Estados Unidos, han hecho del deseo error.
*
"Los contagios en menores de 9 años crecen más rápido que la media desde
que se autorizaron los paseos" ABC 14/05/2020
https://www.abc.es/sociedad/abci-contagios-menores-9-anos-crecen-mas-rapido-media-desde-autorizaron-paseos-202005140224_noticia.html
** "Plaga de colchones tirados en la calle tras las muertes por Covid-19" ABC 14/05/2020 https://www.abc.es/espana/madrid/abci-plaga-colchones-tirados-calle-tras-muertes-covid-19-202005132155_noticia.html
**
"Científicos avisan: no hay suficientes rastreadores para contener un
posible rebrote" La Vanguardia 14/05/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20200514/481132988024/coronavirus-modelo-matematico-necesidad-mas-test-contener-rebrote.html
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