Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
mucho tiempo señalamos un principio: cuanto mayor fuera el empeoramiento de la
situación norteamericana más trataría Donald Trump desviar la energía negativa
hacia China para ocultar su propia responsabilidad. Es lo que estamos viendo
ahora. Recordemos que el comienzo de la epidemia, cuando se ve como algo distante
e imposible de acercamiento al espacio propio es en el momento de la lucha de
aranceles y sanciones de Trump contra China. Es el momento que marca la crisis
de Huawei, compañía contra la que se lanzan todo tipo de acusaciones debido a
sus ofertas para Europa con las redes 5G, un negocio que Estados Unidos ve que
se le escapa. Pese a los informes de los servicios de Inteligencia británicos y
alemanes diciendo que no encuentran nada extraño en la tecnología de Huawei,
Trump sigue presionando con lo que mejor se le da, la insinuación.
La
insinuación es lo que ha hecho contra Joe Biden en Ucrania, donde presionó al
gobierno con no liberar los fondos comprometidos si no se anunciaba (con eso le
bastaba) que el gobierno de Ucrania investigaba a los Biden y los negocios de
su hijo allí. El escándalo saltó y fue uno de los motivos esenciales para el
impeachment, del que se libró solo por los votos de los republicanos en el
Senado.
Trump
lleva toda su vida haciendo lo mismo. No necesita actuar hasta que las
insinuaciones han creado la corriente de opinión suficiente como para que se dé
por hecho. Ahora que su situación es catastrófica y que ha tenido que suspender
sus ruedas de prensa por la vergüenza internacional por sus afirmaciones sobre
el papel de los desinfectantes o la iluminación interior para esterilizar ante
la pandemia, los ataques a China se recrudecen.
En la CNN,
firmado por Matt Egan y con el titular "It's an insane time for Trump to
pick (another) fight with China" se explica:
President Donald Trump has picked the worst
possible time to relaunch his trade battle with China.
The coronavirus pandemic is crushing the US and
global economies. Unemployment is soaring. GDP is collapsing at an
unprecedented pace. Corporate profits are plunging. Manufacturing is
contracting.
Welcome to the most expensive US stock market
in two decades
Welcome to the most expensive US stock market
in two decades
Yet Trump could amplify that financial pain by
attempting to use tariffs or other sanctions to punish China for its role in
the health crisis. Economists warn that such a strategy could badly backfire,
potentially turning what is now a deep recession into a full-blown depression.
"This is pure folly. It's exactly what the
US economy doesn't need," Joe Bruselas, chief economist at RSM, told CNN
Business.
Wall Street is not happy about the return of
Tariff Man, as Trump calls himself. The Dow tumbled 600 points, or 2.4%, Friday
afternoon on concerns about renewed US-China tensions.*
Pero de poco van a servir las advertencias. Trump no escucha más que su eco, en voz propia o ajena.
Recordemos un momento el eslogan más famoso entre los partidarios de Trump (sin contar el "¡encarcélala!" aplicado a Hillary Clinton o más recientemente a la gobernadora demócrata de Michigan), me refiero al "¡Construye el muro!", aplicado a México país al que había definido de forma xenófoba, como exportador de delincuentes, narcotraficantes y violadores, los famosos "bad hombres" de sus proclamas. Pero lo que tiene interés en este caso es que no solo acusa a un país sino el añadido: son "ellos los que van a pagar el muro".
La promesa de Trump no solo es construir, sino hacer pagar la factura al otro. Es la forma de vencer resistencias y de crear una imagen atractiva para sus votantes: la del matón que impone su ley del más fuerte ante todos los que sabe más débiles. Eso desarrolla el ego de una parte del país al que se le ha convencido que la decadencia norteamericana solo es un problema de su candidez y generosidad a la hora de negociar con el mundo. Aquí es donde entre Trump, definiéndose como el experto el tratos, el artista del "deal". En una primera fase, la potencia bruta de los Estados Unidos rompe los tratados (Irán, Oriente Medio, Corea del Norte, China, sobre el medio ambiente, la OTAN, México y Canadá, La Unión Europea...), eleva el nivel de tensión en la zona respectiva parar después, en un punto determinado, aparecer como el "gran negociador" y reunirse con el dictador coreano o bailar con los autócratas de Oriente Medio la Danza de la Espada. Como"renegociador", Trump es de los que juegan al póker con el revólver encima de la mesa.
Recordemos un momento el eslogan más famoso entre los partidarios de Trump (sin contar el "¡encarcélala!" aplicado a Hillary Clinton o más recientemente a la gobernadora demócrata de Michigan), me refiero al "¡Construye el muro!", aplicado a México país al que había definido de forma xenófoba, como exportador de delincuentes, narcotraficantes y violadores, los famosos "bad hombres" de sus proclamas. Pero lo que tiene interés en este caso es que no solo acusa a un país sino el añadido: son "ellos los que van a pagar el muro".
La promesa de Trump no solo es construir, sino hacer pagar la factura al otro. Es la forma de vencer resistencias y de crear una imagen atractiva para sus votantes: la del matón que impone su ley del más fuerte ante todos los que sabe más débiles. Eso desarrolla el ego de una parte del país al que se le ha convencido que la decadencia norteamericana solo es un problema de su candidez y generosidad a la hora de negociar con el mundo. Aquí es donde entre Trump, definiéndose como el experto el tratos, el artista del "deal". En una primera fase, la potencia bruta de los Estados Unidos rompe los tratados (Irán, Oriente Medio, Corea del Norte, China, sobre el medio ambiente, la OTAN, México y Canadá, La Unión Europea...), eleva el nivel de tensión en la zona respectiva parar después, en un punto determinado, aparecer como el "gran negociador" y reunirse con el dictador coreano o bailar con los autócratas de Oriente Medio la Danza de la Espada. Como"renegociador", Trump es de los que juegan al póker con el revólver encima de la mesa.
Como potencia, los Estados Unidos han ido comprando su
influencia desde la II Guerra Mundial con una mezcla de poder y ayudas. Su
participación en las grandes instituciones internacionales siguen ahora el
patrón que acabamos de comprobar con la Organización Mundial de la Salud: si no
me gusta lo que dice o no respalda lo que digo, retiro la financiación norteamericana
de la institución.
En los grandes centros de decisión, Trump amenaza con
retirarse y, lo que es peor, actuar unilateralmente, por lo que aumenta la
inseguridad internacional, que se basa en la colaboración y discusión conjunta
en los temas graves. Pero las reuniones de los distintos "G" han sido
un fracaso por la cerrazón unilateral de Estados Unidos, representados por
Trump. Pero hay algo peor: Trump regresa a casa y se reúne en esos mítines de
fin de semana para ser aplaudido por ello. Les cuenta que ha metido en cintura
a los parásitos extranjeros que se han burlado, debido a los "malos
presidentes anteriores" a él, de los Estados Unidos.
Trump lleva un tiempo, cuando crece la desesperación y el
conflicto, cuando hay millones de desempleados y se le hunde la economía,
cuando los cadáveres se amontonan ante las funerarias, como ha ocurrido estos
días, porque no pueden incinerarlos, cuando se ha pasado ya el millón de infectados,
etc. redirigiendo hacia China esa frustración que obedece solo a su propio
fracaso y desvarío, alejado del sentido común. Con su bravuconería no se para
nada; solo se acelera el desastre.
Ahora Trump tiene el plan de canalizar el odio hacia China,
como hizo al principio con la historia del "virus chino", que obligó
a la OMS (a la que ha rechazado y sancionado) a explicar que no hay virus con
nacionalidad. Pero como eso lo llevaba haciendo anteriormente en sus sesiones
de tira y afloja sobre los temas arancelarios en la guerra previa al COVID-19,
necesita añadir esa coletilla, el "lo pagarán ellos" que ya exhibió
con el muro que se iba a construir en la frontera con México.
Hay una enorme ironía en esta historia (que hemos señalado
anteriormente): Trump había cerrado el país por dos veces: con la inmigración,
estableciendo prohibiciones de entradas desde países (árabes, por ejemplo), con
expulsiones, etc. y lo cerró económicamente con la política arancelaria de
gravar todo lo que llegaba de fuera o prohibir incluso ciertos productos desde
China bajo la improbada acusación de que atentaban contra la seguridad.
Las insinuaciones de Trump, por ejemplo, causaron una crisis
mundial para la marca Huawei, "simplemente" imponiendo que las
compañías como Google (y otras más) dejaran de permitir el sistema Android en
sus teléfonos. Con ello Trump pretendía simplemente hundir a un rival que, como
otros (desde China o desde Corea del Sur o Japón) han adelantado en el sector
que implica más control mundial: las tecnológicas de la telefonía y las
comunicaciones. Los precios de Huawei descendieron ante la perspectiva de no
poder utilizar las aplicaciones y los servicios de Google. Pero la empresa no
se amedrentó y planteó nuevos sistemas operativos y servicios propios para sus
teléfonos.
Una cosa es muy clara: la guerra la empezó Trump, como
tantas otras guerras. Ahora quiere entremezclar la cuestión del COVID-19 cuando
la economía se le escapa de las manos y la sociedad se le rebela en el debate
entre las vidas humanas (que le importan poco) y las presiones económicas.
La idea de cobrar a China es una idea absurda pero
atractiva. Pero Trump sabe que las probabilidades son nulas, que el mundo no ha
funcionado así. El problema es que la factura no es más que una iniciativa que
está teniendo algunos apoyos en lo internacional de países que van a cerrar sus
fronteras para lo que llegue de China recrudeciendo el sistema arancelario.
China no va a pagar una factura porque es inaceptable, pero
puede verse "cobrada" a través de un plan arancelario que se
justifique como un "impuesto al desastre" responsabilizándola.
Algunos países, al igual que hace Trump, pueden ver un desvío de las
responsabilidades en sus inacciones, hacer que sus ciudadanos dejen de acusar a
sus gobernantes por sus malas o desafortunadas gestiones de estas crisis para
dirigir su frustración hacia China. La segunda parte del plan, por supuesto, es
tratar de compensar con ingresos extras las debilitadas arcas de los estados y
acelerar la recuperación con ese dinero extra.
Pese a que todos los indicadores científicos, todas las
pruebas y laboratorios del mundo, señalan que el coronavirus es un fenómeno de
la naturaleza, Trump sigue insistiendo en que se investigue el origen, que lo
hagan los servicios de Inteligencia, que es la fórmula para crear esa
insinuación que sus seguidores toman como una confirmación.
Ya son conocidas las circunstancias en las que la guerra
contra China previa al coronavirus recortó un proyecto de más de treinta años
de duración para la investigación conjunta de estos temas, retirándose a la
investigadora norteamericana al cortarse los fondos en julio de 2019, justo
cuando estaban a punto de producirse los primeros casos. Se ha insistido en que
este habría sido un punto capital, pues todos habrían tenido información
directa antes.
La guerra comercial emprendida contra China no contribuyó
precisamente a una comunicación más fluida, algo que hubiera sido esencial en
cualquier problema de salud pública. Pero para Trump aquello no tenía más que
dos aristas: era una colaboración que había que romper y era un dinero que
había que recortar. Los dos enfoques, el político y el neoliberal del recorte
en investigación, se han notado.
Igualmente, en cualquier crisis, se irá notando el fraccionamiento
de las instituciones internacionales, incluida la OMS, por el abandono de la
presencia norteamericana y por la pérdida de los fondos que aportan, algo que
algunos norteamericanos —como la Fundación del matrimonio Gates— tratan de
compensar con ayudas que permitan su funcionamiento, cuando es más necesaria
que nunca. Ahí se revela no solo la forma de actuar de Trump, sino la maldad
intrínseca detrás de sus acciones. Para Trump es más importante eliminar
aquello que no le sigue la corriente que los efectos que esto pueda causar.
Las advertencias sobre lo que puede suponer abrir una nueva
Caja de Pandora iniciando una guerra arancelaria o simplemente de rumores y
seguir enrareciendo las maltrechas relaciones vienen de los propios medios
norteamericanos que señalan las consecuencias catastróficas. En el plano
internacional, Trump intenta cerrar a China para hacer lo que ya ha intentado
en otras ocasiones: meter obligatoriamente los productos estadounidenses. Está
cerrando y abriendo mercados.
En la CNN están repasando su actuación desastrosa, aquello
que le molesta que le recuerden. Pero la desvergüenza de Trump es una ofensa a
la inteligencia ajena, como ha ocurrido tras sus ideas sobre el uso de
desinfectantes y luces para frenar la pandemia. Entre los varios casos sobre
los que le han preguntado en las ruedas de prensa, se recoge esta:
In the East Room event, CNN's Jim Acosta asked
Trump about his wildly incorrect prediction from February that the number of
confirmed coronavirus cases in the United States would soon reach zero.
For context, here's what Trump said in
February: "When you have 15 people, and the 15 within a couple of days is
going to be down to close to zero, that's a pretty good job we've done."
On Tuesday, Acosta invoked Trump's faulty
prediction from February while asking for his reaction to the news that the
United States officially surpassed 1 million confirmed cases.
"It will go down to zero,
ultimately," Trump responded.
Facts First: Trump's prediction was wrong and
contradicted warnings from doctors that the disease would become widespread.
He's now saying his prediction was right, because there will eventually come a
time without new cases. This is dishonest because by saying it would drop from
15 to zero in a few days, he couldn't have meant that cases would climb to 1
million in late April before it eventually reaches zero.
Trump's comments in February came when he was
downplaying the dangers of coronavirus. He never came close to suggesting that
there would be a massive swell in the number of cases, as we've seen in recent
weeks. Instead, he said the virus might "disappear."
And while it would be good news if the number
of new cases "ultimately" hits zero, like Trump said, that milestone
won't bring back the nearly 58,000 Americans who died from the virus.
The back-and-forth on Tuesday is the latest
example of Trump defending his wrong predictions.**
Esto es algo más que mentir. Es elevar la mentira al rango
de la estupidez amparada en el poder. Trump no siente ni la necesidad de hacer
una defensa creíble; le basta con hablar y retirar la palabra, con intimidar al
que pregunta cuando se siente acorralado. Pero una rueda de prensa no es uno de
esos mítines a los que está deseando volver. Lo hará sin máscara, imagino, como
su vicepresidente Pence lo ha hecho en la Clínica Mayo, ganándose la recriminación
de todo el mundo, incluida la propia Clínica que ha expresado que el protocolo
lo exige, pero él lo ignoró. Trump es el perfecto ejemplo de poder como
"verdad oficial", una imposición que cambia a su voluntad
reescribiendo el pasado cuando no se cumplen sus expectativas. Y no lo hacen, pero
eso es fracasar, palabra que no existe, aunque sea un hecho.
No se puede desligar la personalidad de Trump de sus
acciones en la presidencia. Creo que no ha habido un presidente de los Estados
Unidos que haya pretendido, desde la máxima ignorancia, tener respuestas para
todo. Habrá habido muchos presidentes ignorantes en muchas cosas, pero creo que
ninguno que hiciera alarde de su ignorancia y tratara de situarse como un genio
(no por cerebro, sino por estómago,
como él dice) por encima de cualquier experto. Trump dijo una vez que la
ventaja de ser rico era poder cambiar de mujer cuando quisieras; la ventaja de
ser presidente es que puedes cambiar las mentiras en verdades oficiales. Si no,
¿para qué sirve ser presidente? La respuesta ya la sabemos.
Ahora, las calles norteamericanas asisten a la mayor
división vista en décadas gracias a que ha convencido a sus seguidores de que
las normas de prevención que mantienen los países son atentados contra la
libertad y los derechos constitucionales. Armados con rifles, símbolo de la
autodefensa, salen a la caza de los coronavirus, por cuyas cabelleras les esperan
recompensas, en este mundo o en el otro.
La Organización Mundial de la Salud acaba de felicitar a
Wuhan por haber logrado controlar la pandemia y poder empezar a vivir lo que se
llama ya un "nueva normalidad". Nadie va a felicitar a los Estados
Unidos; solo Trump se felicita a sí mismo cada día.
El mundo no necesita más enfrentamientos sino más
colaboración, más unidad, más instituciones globales y no abandonarlas a su
suerte para que vuelva a resurgir el peligroso unilateralismo y el empleo de la
fuerza, ya sea física, tecnológica o económica. Sin embargo, la estrategia de
Trump siempre es la negación y la huida hacia adelante cueste lo que cueste en vidas. Ha pasado del negacionismo del coronavirus a las insinuaciones y a las amenazas contra todos, interna y externamente. Le ha servido para atacar a sus enemigos y rivales y para canalizar el odio, el miedo y la frustración, las peores energía sociales.
No solo no funciona ni en economía ni en salud, sino que es arriesgado seguir su ejemplo, aunque algunos ya lo están haciendo. Ya no es solo el COVID-19 lo que está en juego, sino una recuperación económica del mundo en la que Trump, al grito, de nuevo, de "America First!" no es de fiar.
No solo no funciona ni en economía ni en salud, sino que es arriesgado seguir su ejemplo, aunque algunos ya lo están haciendo. Ya no es solo el COVID-19 lo que está en juego, sino una recuperación económica del mundo en la que Trump, al grito, de nuevo, de "America First!" no es de fiar.
* Matt Egan "It's an insane time for Trump to pick
(another) fight with
China" CNN 1/05/2020
https://edition.cnn.com/2020/05/01/business/trump-china-coronavirus-trade-war/index.html
* Matt Egan
"It's an insane time for Trump to pick (another) fight with China"
CNN 1/05/2020
https://edition.cnn.com/2020/05/01/business/trump-china-coronavirus-trade-war/index.html
** Tara Subramaniam, Daniel Dale, Marshall Cohen
and Nathan McDermott "Fact check: Trump falsely suggests he was right when
he predicted 'close to zero' virus cases in February" CNN 29/04/2020
https://edition.cnn.com/2020/04/28/politics/fact-check-trump-remarks-april-28/index.html
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