Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer
hablábamos de la educación y los retos que tiene por delante. El COVID-19 ha
cambiado toda nuestra vida y la enseñanza forma parte esencial de ella. En
estos momentos, la preocupación parece trasladada al Turismo y qué pasa con las
terrazas, playas y hoteles, pero cuando pase la temporada, la realidad nos
pasará factura si no hemos sido capaces de resolver, no los grandes
planteamientos, sino el momento crucial de abrir la primera puerta para dar
clases... o no abrirla.
Como en
cualquier toma de decisiones (tenemos hasta importantes teorías para la toma de
decisiones), esa primera va haciendo descender toda una serie de alternativas
hasta llegar a la última de las que deben ser tomadas. Cada decisión abre una
nueva decisión y esta otra y otra y otra. La cuestión problemática, claro está,
que las decisiones de la cadena se reparten de forma descendente, es decir, los
de arriba cierran unos caminos mientras que nos dejan menos posibilidades
abajo.
La
Vanguardia publica hoy un artículo sobre las consecuencias de las decisiones y
quién debe tomarlas (una cuestión de poder), cómo se deben aplicar y quiénes
las deben ejecutar. Son niveles distintos del problema, máxime en una sociedad
democrática en la que se toman muchas decisiones en medio de conflictos sobre
quiénes tiene las competencias de ida y vuelta (y cuándo deben volver a sus
habituales decisores). Cuanto más arriba se toman las decisiones suelen
alejarse más de la realidad, ya que tienden a ser muy generales. Es el riesgo
de tomar decisiones que afectan a los que están por debajo en la cadena sin
contar con ellos. Es cierto que tratar de satisfacer a todos no suele ser
posible, pero al menos sí escucharlos y tratar de que las decisiones se ajusten
a la realidad y no al contrario. Describen así algunos de los problemas
planteados:
El plan de desconfinamiento establece ratios
de 5 alumnos por profesor hasta 3 años; de 13, de 3 a 12; y de 15, para el
resto. Aunque es posible que estas ratios no sean definitivas. Bargalló
advirtió ayer que las clases de P-3, P-4 y P-5 podría pasar a ser de 5 alumnos.
Las escuelas no daban crédito. Ya no solo es cuestión de espacio sino también
de profesores. Porque el aula de 25 niños necesitará 5 profesionales para
atender a niños pequeños, precisamente los que no van a llevar mascarilla y los
que menos van a entender la cuestión de las distancias.
En todo caso, las escuelas, ante la
advertencia, ya han calculado sus carencias (a razón de 4 m2 por niño) y están
ingeniando las readaptaciones internas en todos los espacios de uso colectivos,
incluidos patios y pasillos. Otras contemplan tirar paredes, poner carpas o,
incluso, montar barracones.
Aún así los números no salen, especialmente en
la ciudad de Barcelona y su área metropolitana. “Puede que después del verano
se relajen estas medidas, pero si este es un escenario posible, hay que empezar
a actuar porque esto no se improvisa”, sostiene la directora del colegio
Virolai, Coral Regí, que ha contactado con un club de tenis cercano.*
La
mayor parte de las opiniones expresadas en el artículo tienden a hablar de
conflictos de este tipo o de otros. Hay conflictos de intereses, claro, pero
hay conflictos con la realidad, con lo posible o incluso con lo deseable.
Muchas
decisiones se toman pensando en futuros cambios. Otras se toman de cara a la
galería. Y otras muchas, sencillamente, están mal tomadas, una posibilidad que
al poder —al que tiene la capacidad de tomarla— se le suele escapar gracias al
exceso de confianza.
La
sociedades democráticas hablan, precisamente, para resolver los problemas de la
mejor manera posible y teniendo en cuenta todas las opciones que se van a
establecer. Pero los "estados de alarma" pueden llegar a ser "estados
alarmantes" o "estados alarmados" si se piensa en el espectáculo
político al que asistimos. La aceptación de las decisiones tiene mucho que ver
con la credibilidad y el prestigio, algo que la práctica política se encarga de
lapidar, ya sea como estrategia contra alguien lo hace bien o como crítica justificada
al que lo hace mal. Pero el efecto tiende a ser el mismo: se resienten las
decisiones tomadas porque se siembra la desconfianza.
La
posibilidad de que el Consejero de Educación, el criticado en el texto Sr.
Bargalló, desconozca las cuatro reglas de aritmética básica, efectivamente,
siembra el desconcierto y tras ello la crítica y el temor de aquellos que van a
tener que dar la cara en los centros ante padres, profesores y niños.
Ayer
hablábamos de los problemas en la educación superior, que se ve también
amenazada por los criterios actuales y las expectativas de los futuros. Toda
decisión, por definición, se toma pensando en el futuro, lo que implica
expectativas, pero estas se deben centrar en los recursos (de todo orden, como
el espacio disponible, el número de maestros, etc.) y la evolución de las
situaciones desde las perspectivas de hoy.
Un
condicionante muy fuerte —aunque no se manifieste— es el grado de confianza en
el cambio de situación. Muchos sectores hacen ejercicio de contención o de
ralentización de sus decisiones pensando que antes de poder llevarlas a la
práctica la situación puede cambiar tan radicalmente como llegó.
Esto es
precisamente lo que ha hecho que muchos gobiernos no hayan tomado las
decisiones cuando podían tomarlas y haberlas tomado con retraso, cuando ya
había mucho terreno perdido y la bola de nieve rodaba ya imparable. Los países
que muestran ahora los peores estados por el COVID-19 eran los que estaban
mejor informados, pero han seguido manteniéndose en la inacción pensando
precisamente que cuanto más tarde les llegara la enfermedad más probabilidades
de vencerla antes había. La desesperación esperanzada de Trump por la llegada
de una vacuna o de un medicamente es la mejor muestra de cómo se siguen tomando
decisiones equivocadas porque no se tomaron las adecuadas cuando era el
momento. Porque, sí, las decisiones tienen su momento, su instante en el que
son eficaces y toda la eternidad para ser tomadas a destiempo. Tenía mucha
razón la persona que citábamos hace unos días "tomamos decisiones dos
semanas tarde y ahora estamos tomando decisiones dos semanas antes". Se
refería, por supuesto, a los que tardaron mucho en cerrar y ahora se quieren
dar mucha prisa en abrir.
En la educación,
las decisiones se deben tomar ahora porque, ocurra lo que ocurra, hay que
garantizar mínimos para cuando llegue
septiembre, como pregonaba el título de la famosa y divertida película con Rock
Hudson y Gina Lollobrigida, la dirigida por Robert Mulligan en 1961.
El 12
de marzo, el diario argentino Página12
reproducía un artículo de Tomás Pueyo, publicado en Medium, en inglés, dos días antes con el título "Coronavirus:
Why You Must Act Now"**, donde planteaba los problemas de la decisión y su
momento de una forma muy directa y clara. El artículo en Medium, nos dicen,
tuvo 30 millones de visitas en la semana. Las fechas de publicación son
importantes porque muestran ya que en ese momento los ciegos se había arrancado
previamente los ojos.
Escribía
Tomás Pueyo al comienzo del artículo en su versión española en Página 12, que
han considerado de enorme importancia por su efecto:
Este artículo incluye las siguientes
cuestiones, acompañados de múltiples gráficas, datos y modelos con abundantes
fuentes de referencia:
¿Cuántos casos de coronavirus habrá en tu
zona?
¿Qué pasará cuando estos casos se
materialicen?
¿Qué deberías hacer?
¿Cuándo?
Cuando termines de leer el artículo, esto es
con lo que deberías quedarte:
El coronavirus está yendo hacia a vos.
Lo está haciendo a velocidad exponencial:
primero gradualmente y luego repentinamente.
Es cuestión de días. Quizás una semana o dos.
Cuando llegue, tu sistema sanitario estará
saturado.
La gente tendrá que ser atendida en los
pasillos.
El personal sanitario estará agotado. Algunos
de ellos contagiados, otros morirán.
Tendrán que decidir qué pacientes reciben el
oxígeno y cuáles dejan morir.
La única manera de prevenir esto es el
aislamiento social hoy. No mañana. Hoy.
Esto significa mantener a cuanta más gente
posible en casa, desde ya.
Como político, empresario o representante de
tu comunidad, tienes el poder y la responsabilidad de prevenir esta catástrofe.
Puede que te asalten las dudas: ¿Y si estoy
exagerando? ¿Se va a reír la gente de mí? ¿Se van a enfadar? ¿Estoy provocando
el pánico? ¿No será mejor esperar a que otros hagan algo primero? ¿Estaré
causando un daño irreparable a la economía?
Pero en 2–4 semanas, cuando el mundo entero
esté en aislamiento, cuando estos pocos y tan preciados días de distanciamiento
social te hayan permitido salvar vidas, nadie te va a criticar: te agradecerán
que hayas hecho lo correcto.***
Creo
que es difícil explicar con mayor claridad lo que, visto desde hoy (siempre es
un hoy), hemos visto cómo se repetía, escenario tras escenario, país tras país.
Los que proponían modelos abiertos y felices, hoy están entrando en crisis de
distintos grados y velocidades en función de sus características sociales,
hábitos, pirámide de edad, demografía, movilidad, etc. Nos preguntamos entonces
si se tomaron las decisiones correctas.
Es
necesario ganar tiempo para decidir evitando perder tiempo para discutir. El
tiempo se echa encima y si las vacaciones son importantes para el sector del turismo,
la educación afecta a todos los ciudadanos como conjunto y a una mayoría por
las circunstancias personales y familiares.
De nada
sirve tomar decisiones sobre los espacios si no se toman sobre el profesorado y
su número. De nada sirve tomar decisiones sobre las ratio si después no hay
presupuestos, espacios adecuados, personal suficiente, alumnos u ordenadores
para asistir a distancia.
Si queremos ser eficaces, podríamos tener en cuenta estos sencillos consejos que ofrezco gratis:
1) las decisiones tienen su momento adecuado;2) necesitan el máximo de información disponible;3) no pueden satisfacer a todos, pero hay que buscar el máximo de acuerdo;4) no mezcles en ellas lo que no se debe mezclar;
5) calcula los efectos colaterales, que necesitarán nuevas decisiones que habrás de negociar;
6) y escucha, escucha, escucha..., pero a los que tienen algo interesante que aportar, no a los que se escuchan a sí mismos.
No tengo mucha esperanza, porque por algo estamos enseñando a las máquinas a tomar decisiones, pero puede que ayudara tener en cuenta esos principios elementales
El
COVID-19 deja una vez más nuestros límites y carencias al descubierto. También
nuestra obcecación, maldad y poco estilo político. Es lo que creo que demanda
la mayoría ciudadana. Que se dedique el tiempo a decidir bien, que quiere decir
escuchar, debatir y tomar la mejor decisión. El resto es politiquería (no
confundir con el noble arte, cuando le dejan).
*
"Las escuelas buscan espacios para dar clases en septiembre" La
Vanguardia 22/05/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20200522/481318059362/escuelas-buscan-espacios-clases-septiembre.html
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Pueyo, Tomás "Coronavirus: por qué tenemos que actuar ahora" Página12
12/03/2020
https://www.pagina12.com.ar/253133-coronavirus-por-que-tenemos-que-actuar-ahora
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"Pueyo, Tomás "Coronavirus: por qué tenemos que actuar ahora"
Página 12 15/03/2020
https://www.pagina12.com.ar/253133-coronavirus-por-que-tenemos-que-actuar-ahora
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