domingo, 24 de mayo de 2020

El maestrillo egipcio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Leer la prensa egipcia es un ejercicio muchas veces complicado. Un país de cien millones de habitantes construido sobre una idea monolítica del estado salvador, pero con un estado que es más retórico que eficaz. Al convertir en "verdad oficial" su propia narrativa, la exaltación se vuelve una pasmosa circularidad en donde solo cabe felicitarse por los éxitos no alcanzados, pero pregonados.
En el momento de estallido de la pandemia del COVID-16 Egipto estaba en una crisis doble, por un lado la económica, con la depreciación de la libra, que redujo a menos de la mitad los ahorros en un país en el que una mayoría vive al día; la segunda crisis no proclamada pero real es la de la seguridad, una amenaza constante y cuya negación no anula. La fe en el "amigo americano", prácticamente el financiador del Ejército egipcio, se ha complicado cuando al-Sisi empezó a jugar a triple banda, con la Rusia de Putin y China, que es quien le está haciendo la nueva capital y financiando para mantener la ruta sur del proyecto chino de rehacer una economía euroasiática incorporando parte de África. De poco le sirve a al-Sisi presumir de ser el primero que felicitó a Trump por su elección cuando Estados Unidos ven que ellos ponen el dinero y el resultado se lo llevan otros. Tampoco, es cierto, la política de Trump para Oriente Medio y el llamado "acuerdo del siglo", que no ha llegado más que a enunciarse, o el apoyo al cambio de la capitalidad en Israel a Jerusalén ha ayudado mucho, la verdad sea dicha.


La pandemia ha herido a Egipto en los tres aspectos básicos de su economía: 1) ha hundido el turismo; 2) ha hundido el precio del petróleo; y 3) ha reducido dramáticamente el tráfico mundial de mercancías, reduciendo los ingresos del Canal de Suez. Son sus tres principales activos, en los que además se habían volcado ingresos y expectativas.
La pérdida de credibilidad del régimen egipcio —ganada a golpe de silencios, cierres masivos de medios y encarcelamientos de periodistas independientes— hace que las informaciones que surgen sean tomadas con pinzas ya que muchas son mera propaganda o versiones adaptadas a los intereses gubernamentales.
Todo esto es comúnmente aceptado. El episodio de ataques al epidemiólogo canadiense —aquí lo tratamos— que se atrevió a publicar un artículo (como se publicaron cientos) sobre las estimaciones de cómo podía evolucionar el número de contagiados en Egipto partiendo de los datos existentes es un episodio de cómo, dentro y fuera, el gobierno egipcio vive de la "reputación". Las cartas firmadas en pocas horas contra el académico, dirigidas a sus jefes en la Universidad, denunciando y exigiendo medidas disciplinarias contra él por "difamar a Egipto" muestran las malas maneras gubernamentales, la necesidad de mantener una imagen de firmeza ante los egipcios y... la inutilidad de todo ello. El episodio recuerda los ataques a la cantante Sherine cuando gastó la broma en un concierto de que "no bebería el agua del Nilo" (alusión a una canción patriótica), lo que le llevó a sanciones por parte del Sindicato de Artistas y ataques por parte de muchos ciudadanos que se rasgaron las vestiduras ante tamaño insulto a la patria. ¡El agua se bebe, aunque sea metafóricamente, por muchos parásitos que pueda tener! El ejemplo es muy representativo de lo que es la propaganda y cómo sanciona a los que van en su contra, máxime con el control prácticamente absoluto de los medios, muchos de los cuales no pueden verse dentro de Egipto.


Estos episodios de intentos de control de su imagen exterior siguen ofreciendo ejemplos que dejan en ridículo al gobierno esencialmente. Los intentos de controlar exteriormente la imagen son brindis al sol, especialmente destinados a hacer creer a los egipcios que el gobierno es la verdad y que el mundo está equivocado. En efecto, este es el principio básico de la excepcionalidad del poder egipcio, no se equivoca nunca. Por algo en Egipto se inventó el "monoteísmo", con el faraón como intermediario.
En el diario Egypt Today encontramos de nuevo las mismas pretensiones de decir a la gente cómo debe escribir, pensar y de qué debe informar. Con ello, el régimen egipcio vuelve a quedar en evidencia. Esta vez el caso va contra The Washington Post, cuyas informaciones  no gustan. La primera carta está dirigida al responsable de la corresponsalía en El Cairo:

CAIRO – 24 May 2020: The chairman of State Information Service (SIS) Dia Rashwan met Saturday with the Cairo Bureau Chief for “The Washington Post” newspaper, Sudarsan Raghavan, to brief the latter on professional misconduct and misinformation carried out by the newspaper’s latest reports on Egypt.
Rashwan criticized the newspaper’s dependency on anonymous sources for information without resorting to direct and transparent sources, adding that the newspaper gave biased reports that neglect balance and transparency.
Rashwan handed Raghavan two letters, one sent the Washington Post’s editor in chief, Martin Baron, which includes all the professional violations carried out by the newspaper’s Cairo’s team.
Rashwan’s letter to Raghvan read as the following:

“May 23, 2020
Dear Mr. Sudarsan Raghavan,
Cairo Bureau Chief for “The Washington Post” newspaper

Kindly find attached a copy of the letter from the Chairman of the State Information Service to the Editor-in-Chief of the Washington Post, refuting the disinformation and misinformation contained in your report published on 10 May 2020 titled “As coronavirus spreads in Egypt, Sissi sees an opportunity to tighten his grip”.
SIS Chairman’s letter also includes a warning to you to abide by the professional rules of journalism that you have overstepped in numerous reports and media materials that you have sent from Cairo and were published by The Washington Post.
Kindly be advised that in case of continuation of such approach violating all established journalistic rules and standards that The Washington Post declares tobe compliant with, measures permitted by the laws and regulations in force in Egypt and all countries of the world will be taken in such cases.

Sincerely,
Diaa Rashwan
Chairman, State Information Service”*



El tono de la carta rezuma pretenciosidad y el constante autoritarismo por parte de un habitual en estos casos, Diaa Rashwan, al que se puede considerar el comisario de Información del régimen y al que le toca dar estas lecciones de Periodismo al mundo, en este caso a The Washington Post. 
El "kindly" que precede a las amenazas es un ejercicio más de cinismo de un régimen que apoyo abiertamente el asesinato de estado cometido contra el periodista saudí Jamal Khashoggi, una vergüenza de la que no han tenido que dar explicaciones de Periodismo. Supongo que ordenar la muerte del periodista crítico está más cerca del concepto del régimen sobre cómo debe ser el Periodismo para ajustarse a sus estándares.
Evidentemente, el manejo de fuentes anónimas no es más que una medida de protección de las mismas. En un país en el que puede ir a la cárcel (y no salir sin llegar a juicio) por hacer un chiste o un meme sobre el presidente al-Sisi, es obvio que publicar los nombres es poner en peligro a los que se atrevan a hablar, que no son muchos.


Los periodistas independientes se callan o se van. Irse puede conllevar riesgos para sus familias, que serán visitadas con alguna frecuencia. Eso ya se advirtió en una rueda de prensa celebrada en Alemania hace unos años, los críticos "ya tendrán que volver"; o no hace mucho por el gesto de la ministra en su visita a los egipcios fieles en el extranjero, los que gustan de denunciar a los críticos y piden que se les castigue por "difamar" el nombre de Egipto y el de su presidente, un regalo divino.
Un régimen que encierra en prisión a todos los candidatos a las elecciones presidenciales, rivales de al-Sisi, no puede dar lecciones de lo que está bien o mal dicho. Es quedar en ridículo y en evidencia mundial, como de hecho ocurre. Las condenas de las instituciones, de la Asamblea de Derechos Humanos al Parlamento Europeo se acumulan, por lo que acoso y amenazas contra The Washington Post solo debilitan al gobierno.


Al igual que Trump, al-Sisi necesita de enemigos a los que echarle las culpas y redirige hacia ellos sus problemas. Si el turismo no va a Egipto (como tampoco va a ningún sitio), la culpa es de la prensa, que solo debe servir para transmitir las visiones y logros del gobierno disciplinadamente.
La segunda de las cartas que Egypt Today reproduce está dirigida al editor jefe del mismo diario dentro de esa tendencia egipcia a llegar a las instancias más altas, como hicieron con los ataques al epidemiólogo canadiense que osó aventurar las cifras que hoy son oficiales.
La carta, fechada el 23 de mayo, es una larga relación de agravios hechos a Egipto por la "falta de profesionalidad" de los periodistas en El Cairo a los que acusa y señala como responsables. 
La carta es larga y no contiene casi nada nuevo que no hayan tenido las anteriores. Por su extensión la incluimos al final del texto para la lectura detallada.


No es fácil digerir la carta, una más que actúa contra el régimen egipcio, que tira de nuevo piedras a su tejado internacional, demostrando con su tono y palabras lo que pretende negar, que es un gobierno autoritario, algo en lo que están de acuerdo prácticamente todas las instituciones sobre la libertad de expresión, los derechos humanos en su conjunto o muchos países que condenan al régimen a través de sus foros e instituciones internacionales, como se ha señalado antes.
Hay una novedad en el cinismo, el párrafo en el que se señala los motivos para las prohibiciones de las visitas a los presos:

[...] your correspondent in the aforementioned report accused officials in Egypt of exploiting amendments to the emergency law to grant the country's security institutions additional powers. It is a false accusation as the amendments to the emergency law were necessitated by the country's need to take extraordinary measures to counter the spread of the "Coronavirus". These are appropriate measures, considerably mitigated than those that all the nations of the world, including the United States itself, have had to take.*

Es difícil leer esto sin recordar la detención de la periodista Lina Attalah, editora jefe de Mada Masr, bloqueada en Egipto desde hace tiempo, hace apenas unos días, la incautación de su material, teléfonos, etc. cuando trató de interesarse por la suerte de uno de los activistas presos que más tiempo lleva en las cárceles egipcias. También es difícil aceptarlo después de la muerte —también dimos cuenta de ello— hace también unos pocos días del director de cine encarcelado por haber realizado un vídeo satírico sobre al-Sisi. Falleció por la ingesta de alcohol desinfectante, algo que no debe faltar en una cárcel siniestra.


En la carta se desacredita al periodista por llamar "coup" al oficialmente "no-coup", una de las cosas que más irrita al régimen, que sigue diciendo que las muertes se produjeron por petición popular, fue el pueblo quien autorizó al que fuera ministro de Defensa de Mohamed Morsi (también muerto en la cárcel, como tantos) al baño de sangre. La falsedad de la "democracia" del régimen se la han resaltado hasta los Comités de las cámaras norteamericanas al señalar los incumplimientos graves de los derechos humanos y cuestionar las ayudas a Egipto por su uso represivo contra su pueblo. La lista sería grande, pero el principio es el mismo: la pretensión del régimen de imponer dentro y fuera una visión beatífica de un régimen autoritario.
No se pueden dar lecciones de Periodismo cuando se ha creado una estructura represiva tripartita para controlar a los profesionales que ha convertido los medios egipcios en cuna de alabanzas y olvido de hechos.
El aparato mediático egipcio, tanto el estatal como el privado puesto al servicio del poder, trata de mantener una visión única de la realidad, de la que está bastante alejado.


Es una opinión casi unánime (a Trump, le encanta), la condena del régimen egipcio por sus violaciones de los derechos humanos, una larga lista de personas desparecidas, demasiadas muertes en las cárceles, demasiada gente esperando juicio durante años, demasiados medios cerrados, demasiados periodistas exiliados... Es el régimen del asesinato en plena calle de la poeta y "mártir de las flores" Shaimaa Al-Sabbagh (acusando inicialmente a sus compañeros del crimen); del secuestro, tortura y asesinato de Giulio Regeni, un estudiante italiano de doctorado, del que la familia e Italia al completo esperan una explicación más allá de burlarse de todos con esa peculiar sorna que se gastan los que están acostumbrados a salirse siempre con la suya desde el poder de la fuerza y la arbitrariedad. No, no se pueden dar muchas lecciones. 


Dice el refrán español que "cada maestrillo tiene su librillo". El problema del régimen egipcio es que pretende convertir su librillo en manual universal. Es un problema que no tiene solución porque al autoritarismo de sus regímenes se añade la soberbia de la verdad absoluta tratando de convencer así a los que escuchan que Egipto da lecciones al mundo. Eso halaga el ego popular y convence que el futuro no es más autoritarismo como ha ejemplificado la historia.


Con un lenguaje de soberbia, el régimen queda en evidencia ante los medios mundiales, pese a que siga negando inútilmente una valoración general: que es mucho más represivo que el de Hosni Mubarak. 
La reproducción de los datos del epidemiólogo canadiense antes citado ya le costó la salida de Egipto a la corresponsal de The Guardian, uno más de los periodistas que tienen que abandonar ese paraíso de la libertad de expresión y de los derechos humanos. Son muchos los silenciados que han tenido que irse. Muchos más los que se han tenido que autocensurar y muchos medios bloqueados. 
La verdad oficial del librillo siempre tiene valor único, no se discute. El régimen no solo se tira piedras a su tejado, como hemos dicho. Ha establecido una peligrosa didáctica de la información a manos de Diaa Rashwan, el maestrillo encargado enseñar a todos cómo deben leer y escribir, dentro y fuera de Egipto. 



 * "State Information Service criticizes Washington Post’s reporting on Egypt" Egypt Today 24/05/2020 https://www.egypttoday.com/Article/1/87993/State-Information-Service-criticizes-Washington-Post%E2%80%99s-reporting-on-Egypt

Anexo

“May 23, 2020

Dear Mr. Martin Baron
Editor-in-Chief, The Washington Post

The State Information Service (SIS) conveys its highest regards to you and your esteemed newspaper and wishes to notify you of the following:
Based on our appreciation of the Washington Post, and its known adherence to professional rules in journalism, we wish to inform you that the newspaper’s Cairo Bureau Chief Mr. Sudarsan Raghavan has often encroached on the rules of the press profession, which are recognized throughout the world and are endorsed by your esteemed newspaper. The latest example of such encroachment is the report by Mr. Raghavan titled “As coronavirus spreads in Egypt, Sissi sees an opportunity to tighten his grip”, which was published in The Washington Post on 10/5/2020 and contained numerous professional violations as follows:
The report attributed to what it calls “human rights activists”, an anonymous source, very serious accusations to the Egyptian government, describing it as a “military-backed government”. Such words are mere rhetoric and are at odds with the reality of Egypt’s established civil State with all its legitimate institutions, governed by a constitution approved by the people in a referendum. Officials of State institutions (the Presidency and Parliament) came into power through free elections monitored by hundreds of reporters from around the world, including the correspondent of your esteemed newspaper.
At the same time, your correspondent in the aforementioned report accused officials in Egypt of exploiting amendments to the emergency law to grant the country's security institutions additional powers. It is a false accusation as the amendments to the emergency law were necessitated by the country's need to take extraordinary measures to counter the spread of the "Coronavirus". These are appropriate measures, considerably mitigated than those that all the nations of the world, including the United States itself, have had to take.
The correspondent based his report on a highly politicized statement by Human Rights Watch, which was rejected by Egypt. Besides, what your reporter has said about giving the State's official authorities the powers to “ban or limit public and private gatherings, to shut down schools, and to restrict people from owning, transporting, selling, buying or exporting any goods or services, as well as control their prices” are necessary measures taken by all the countries of the world in the face of the pandemic.
Your correspondent, who resorted to mere platitude by what he labeled “activists” and a tendentious statement by HRW, lives in Cairo and could have followed the rules of journalistic work by resorting to the relevant sources and taking their views into account when publishing the report, as well as following up on the reality in the Egyptian street, where citizens roam in much greater freedom than other countries despite the spread of the pandemic; a matter reflecting that the intervention of all official authorities in the lives of individuals is at a lower level than any measures in other countries.
The correspondent claimed that “the government did not respond to a request for comment”. Unfortunately, the State Information Service has not received any communication from the correspondent in this regard. In fact, the correspondent consistently has not contacted SIS to communicate with stakeholders in Egypt for most of his reports abundant in allegations and fallacies.
Your correspondent made false claims that the Egyptian people's revolution in 2013 to get rid of religious fascism was a “military coup”, While ignoring the armed terrorism that our country has been subjected to so far by these terrorist groups invoking the Islamic religion, and claiming that terrorists who are being fairly tried in public for their crimes are political opponents.
Your correspondent ignored all the rules of the journalism profession when he turned to a researcher at the Washington-based Tahrir Institute for Middle East Policy, and an unknown researcher said to be from Amnesty International. It would have been prudent for him to witness firsthand the situation on the ground, rather than propagating their baseless claims and ignoring the views of the concerned parties on these allegations, thus violating press rules requiring that the views of all parties be taken on an equal footing.
In his report, your correspondent criticizes the temporary suspension of prison visits and sees it as a way to “silence political prisoners”, while it is a measure to protect the prisoners themselves from the pandemic. Prison visits have been replaced by other means of communication between prisoners and their relatives. Present-day realities confirm that this measure has so far helped to protect the lives of prisoners.
This biased, unprofessional and subjective report is a continuation of the excesses of your correspondent in Cairo, based in its entirety on raising the most serious accusations against the State institutions in Egypt, resorting to the same type of sources, either anonymous sources labelled as "activists", or researchers, harboring well-known negative stances against Egypt, who do not reside in it and even have not entered it for years.
The presence of the reporter in Cairo and granting him accreditation as a foreign correspondent means, under journalistic customs worldwide, that the correspondent has to apprise himself of the reality and to communicate with all parties, not to poll the opinions of everyone who has antagonism with the Egyptian State around the world. In light of all the above, we wish to inform you that the State Information Service has met with Mr. Sudarsan Raghavan and warned him of the need to adhere to the proper professional standards when practicing his journalistic work in Egypt, in accordance with his accreditation as a foreign correspondent. Otherwise, we will have to take measures, permitted by law in Egypt and the guidelines regulating the work of accredited foreign correspondents, and which are applied not only in Egypt but also globally.
In conclusion, we wish to express to you our sincere appreciation to the esteemed "The Washington Post" newspaper, which undoubtedly would not tolerate such professional violations by its Cairo bureau chief, which are inconsistent with the newspaper’s status and credibility.

Sincerely,

Diaa Rashwan
Chairman, State Information Service”




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