sábado, 30 de mayo de 2020

Bulos de miedo y muerte

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La lucha en tiempos del COVID-19 es también una lucha en el campo de la información. A los efectos de la pandemia hay que añadirle los provocados por la información asociada. Esta lucha va desde los ataques informativos de los Estados Unidos a China hasta los bulos que pueden arrasar un pequeño pueblo. Estamos comprendiendo realmente qué significa "sociedad de la información", cuya cara oscura es la sociedad de la desinformación", el otro lado de la moneda. 
El equilibrio entre información y desinformación es muchas veces precario. Una mentira es siempre una mentira, pero una "verdad" puede dejar de serlo por muchos motivos. Es ese el principio de la "realidad alternativa" que tanto han manejado para su beneficio los grupos que buscan el poder, la desestabilización o ambas cosas.
Euronews nos trae una noticia sobre lo ocurrido en México, en el estado de Chiapas, donde una población salió destructivamente a la calle revolucionada por un bulo sobre el coronavirus:

Las noticias falsas sobre la pandemia están causando estragos. En México, el rumor, difundido en las redes sociales, de que el coronavirus no existe y, en realidad, se está envenenando la gente con drones, ha provocado un levantamiento en un pueblo de Chiapas.
Decenas de personas con el rostro cubierto y armadas con palos y machetes salieron de madrugada a las calles de Venustiano Carranza. Vandalizaron la sede de la alcaldía y varios inmuebles, entre ellos una clínica en la que se atiende a enfermos de covid. También atacaron viviendas y llegaron hasta la casa de la madre del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón. La protesta, salpicada de robos e incendios, duró horas, hasta que efectivos del Ejército y la Policía tomaron el control del pueblo.
La desinfección interpretada como un "ataque químico con drones contra la etnia tzotzil"
El detonante de los desmanes fue una publicación en Facebook, difundida por medios locales, en la que se aseguraba que el coronavirus no existe y que un dron había sido derribado mientras dispersaba un polvo blanco que "seca los pulmones". El texto añadía que se trataba de un "ataque químico" de los mandatarios regionales contra la etnia tzotzil, lo que en realidad era una operación de saneamiento local.
En las últimas semanas, también se han registrado desórdenes en localidades de Michoacán y Oaxaca durante jornadas de desinfección.*



Las imágenes del Ejército por las calles y de los destrozos son inquietantes. Muestran hasta dónde se puede llegar en la manipulación de las informaciones. Sorprende la falta de prevención informativa de las autoridades al no explicar suficientemente lo que estaban haciendo, pero no es suficiente.
Un bulo no surge en el vacío, espontáneamente; siempre hay una intención oculta, una intencionalidad en su creación. Por más que después pueda ser automatizado en su distribución, la difusión busca confirmar una creencia o estado anterior, un conflicto latente, que es lo que determina su eficacia final, que es destructiva.
En la noticia se nos explica que «la desinfección interpretada como un "ataque químico con drones contra la etnia tzotzil"». Ese es el marco del bulo, lo que hace que entre dentro del horizonte de expectativas, por utilizar el término de la Hermenéutica gadameriana y de la Estética de la Recepción, de H.R. Jauss y la Escuela de Constanza. Interpretamos en función de lo que esperamos y esto se construye sobre la experiencia acumulada, sobre el conocimiento de nuestro entorno y fondo cultural. Tiene que haber "ataques" anteriores, sensación de peligro y acoso, para que un dron desinfectante sea interpretado como una conspiración, como un ataque contra ellos. Como en otros casos, es el miedo el motor que se resuelve en la violencia colectiva.


Recordemos las técnicas usadas por los talibanes contra las vacunaciones: no eran vacunas, sino medios para acceder al ADN de los vacunados para rastreos. Se trata de reinterpreta la realidad en términos creíbles por parte de aquellos a los que se quiere manipular.
La cuestión detrás de todos y cada uno de los bulos que se están esparciendo es la misma: ¿a quién aprovechan?, ¿quiénes se benefician —en cualquier tipo de términos— de estas mentiras que buscan desatar estallidos de violencia o reacciones a largo plazo?
Buscando la noticia en diversas fuentes, me surge otra noticia. En otro pueblo mexicano se quemó vivos a dos hombres a los que un bulo a través de WhatsApp señaló como responsables de los crímenes de niños para extraerles los órganos. Las víctimas eran un joven estudiante de Derecho y su tío que habían acudido al pueblo a comprar materiales:

Ricardo había vuelto recientemente para visitar a sus familiares, quienes aseguran que junto a su tío había ido a comprar material de construcción para terminar un pozo de cemento. La policía afirmó que no había pruebas de que hubiesen cometido ningún crimen y que habían sido llevados a la comisaría por "alteración del orden", después de haber sido abordados por residentes locales.
Pero la multitud estaba convencida de una versión diferente de origen desconocido que se esparció a través de la aplicación de mensajes privados WhatsApp.
"Por favor, todos estén alerta porque una plaga de secuestradores de niños entró en el país", dice el mensaje que pasó de teléfono a teléfono.
"Al parecer, estos criminales están involucrados en el tráfico de órganos... En los últimos días, desaparecieron niños de 4, 8 y 14 años, y algunos fueron encontrados muertos y con signos de que se les habían extirpado órganos. Sus abdómenes habían sido abiertos y estaban vacíos".
Ricardo y Alberto habían sido vistos cerca de una escuela primaria llamada San Vicente Boquerón, así que el miedo colectivo los convirtió en esos secuestradores de menores que habían surgido en el imaginario de los habitantes de Acatlán.
La noticia de su detención corrió tan rápido como el mensaje falso de WhatsApp.
La muchedumbre que acudió a la comisaría fue convocada en parte por Francisco Martínez, un antiguo residente del pueblo conocido como el Tecuanito.
Según los agentes, Martínez fue uno de quienes difundieron los mensajes en Facebook y Whatsapp acusando a Ricardo y a Alberto. Fuera de la estación, empezó a transmitir con su celular en directo por Facebook imágenes de lo que acontecía.
"Gente de Acatlán de Osorio, Puebla, por favor vengan a mostrar su apoyo", le dice a la cámara. "Créanme, los secuestradores están aquí ahora".**



El relato, realizado por Marcos Martínez, es espeluznante en su simplicidad en mostrarnos lo fácil que es hacer una llamada para la destrucción. En lo que Martínez llama "el imaginario de los habitantes de Acatlán" es donde reside la clave de lo sucedido. El llamado "Tecuanito" logró movilizar esa fuerza que estalla y se vuelve irracional, pero que es coherente con su propio imaginario. La falta de seguridad y la falta de confianza en las instituciones son el caldo de cultivo que llevan a estas formas explosivas de "justicia" sin juicios, a estos linchamientos populares.
Llama la atención ese "¡créanme!" del infame Tecuanito. ¿Qué le llevó a hacerlo? ¿Lo creía realmente? ¿Era una mentira intencionada o era un enfermo de miedo hasta límites extremos? ¿Venganza? ¿Odio?
Nos cuenta Marcos Martínez de otros dos protagonistas. Un segundo ciudadano que subió a tocar las campanas para concentrar al pueblo, para llamar con el viejo sistema de alarma de los tañidos, y de un tercero que comenzó a recaudar dinero para comprar la gasolina. La familia pudo ver, desde sus residencias lejos del pueblo, cómo se transmitía a través de Facebook la quema de las dos personas.
Me viene a la memoria un viejo post que hice sobre cómo una mujer afgana, Farkhunda, una joven estudiosa del islam, fue quemada viva al recriminar en la salida de una mezquita en Kabul a un vendedor de amuletos. El recriminado tardó unos segundos en lanzar acusaciones a gritos contra ella y no tardó mucho más la multitud en agredirla, lanzarla a un canal y quemarla viva. El vendedor de amuletos era más creíble que una mujer.
¿Por qué preferimos un bulo a la verdad? Quizá porque los bulos los entendemos, están hechos a nuestra medida, mientras que las verdades son incomprensibles o incómodas. Por eso es tan importante en estos tiempos del COVID-19, en los que es fácil la tentación simplificadora, la tentación reduccionista, el juego efectista con lo que ocurre tratar de adecuar los mensajes a los destinatarios.


Los habitantes del pueblo de México prefirieron creer lo que entendían. Los negacionistas del COVID-19, de los ilustrados y tecnológicos Estados Unidos a los de un ignorante, tienen a su favor que es más fácil aceptar lo que ya sabes que tener que abrir la mente. La experiencia del coronavirus no es inmediata ni evidente. Incluso las más retorcidas teorías de la conspiración, logran conectar con la experiencia común, con la que las personas han desarrollado en su vida.
Cuando comenzó el aislamiento propuse a mis alumnos de doctorado que, dado que no íbamos a poder realizar nuestras habituales jornadas anuales, podíamos trabajar sobre problemas de la comunicación relacionados con el COVID-19, un fenómeno algo más que "global", al que cabría calificar como "integral", ya que afecta a todos los niveles y dimensiones, individuales y colectivas. Nada ha impactado tanto en el amplio abanico de nuestras culturas. Nada escapa al efecto del COVID-19 en gran medida por la abundancia de información y la contrapartida de la desinformación.
Cada vez más, el miedo aparece como un factor esencial, explicativo, en gran parte de las circunstancias que se dan en los casos. El miedo no es solo falta de información, sino también el resultado de la manipulación de la información. Es el estado más manipulable.

Es el miedo el que ha arrancado la mayor o menor racionalidad disponible en cada uno y colectivamente. Quizá haya que volver a la distinción entre "masas" y "multitudes" y añadir unas nuevas variables tecnológicas, la de "masas virtuales" (creo que ya la tenemos con las redes) y "muchedumbres virtuales" con capacidad de "localizarse", es decir, de pasar de la virtualidad de las redes a la materialidad de un linchamiento, un proceso complejo. Esta capacidad de empaquetar el miedo como información, codificarlo convirtiéndolo en mensaje ajustado a sus receptores, para después manifestarse como acción, violencia descodificada, explosiva, debe ser analizada y comprendida en sus orígenes psicosociales para tratar de prevenirla tratando de evitar reordenando el caos que provoca.
Al confinamiento físico le sigue la expansión informativa que la tecnología posibilita. Somos uno, pero se crea ese concepto que sorprendió a los investigadores y filósofos, de Le Bon a Freud y de Ortega a David Riesman a los teóricos de los medios de masas.
Estamos aislados y conectados; la ansiedad del aislamiento crece con la presión grupal que la virtualidad nos crea. Una mezcla explosiva en la que el miedoso  está ansioso por encontrar información que le permita confirmar sus propias fantasías y temores, muchas veces manipuladas desde fuera, una vez que se ha comprendido el principio que lo genera. De los estudios de Comunicación a la Neurociencia, de la Política a Sociología, aprendemos cómo manipular. Y se nos ha escapado de las manos.


El uso de drones para desinfectar, la noticia con la que comenzábamos, es un fenómeno que no ha sido explicado y ha sido manipulado dentro del enfrentamiento con las autoridades locales. Las iras contra el palacio demuestran que existen dos puntos que son unidos por el bulo. El periodista de la BBC nos hace un largo recorrido por casos similares en todo el mundo, casos en los que los bulos han sido difundidos a través de las plataformas sociales. La violencia de la respuesta dependen de muchas cosa, pero sobre todo de la capacidad crítica, que solo es posible con educación y formación en el uso. La violencia estalla allí donde la violencia ha anidado.

En tiempos del COVID-19 no se han inventado los bulos, pero su alcance está siendo demoledor en una situación como esta. El problema existía antes y seguirá, pero el grado de credulidad ante ellos es seriamente preocupante como desencadenante de violencia que acaban resultando difíciles de controlar o que obstaculizan políticas sanitarias y de prevención. No hace mucho, los negacionistas conspiratorios mantienen que son las torres 5G las que producen la enfermedad. Conozco personas inteligentes que están abiertas a este tipo de teorías y solo basta que la teoría adecuada para pulsar su miedo les ponga en marcha.
Asustan los efectos de los bulos, sí, pero me asustan más esas decenas de manos sosteniendo teléfonos móviles grabando los cuerpos de dos inocentes arder. Se hace cierto de forma terrible la idea del "prosumidor" sobre la que tanto se teorizó: ya no solo consumimos información, sino que la producimos. Triste protagonismo de la muchedumbre solitaria, de la muchedumbre aterrada por lo que recibe y desahogándose esparciendo al mundo sus miserias. Masa compulsiva movida a golpe de terror.




* "Un pueblo de México se levanta al creer que la pandemia es un 'ataque químico' con drones" Euronews 29/05/2020 https://es.euronews.com/2020/05/29/un-pueblo-de-mexico-se-levanta-al-creer-que-la-pandemia-es-un-ataque-quimico-con-drones
** Marcos Martínez "'Fake news' en México: cómo un mensaje de WhatsApp llevó a un pequeño pueblo a quemar vivos a dos hombres inocentes" BBC 12/11/2018 https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-46178633

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