Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hoy, 3
de mayo, declarado por la UNESCO, es el Día Internacional de la Libertad de
Prensa, que a luz del contexto en el que nos encontramos adquiere un sentido
propio, específico, acorde con nuestra crisis actual, en la que la información
se ha convertido en algo imprescindible y ha dejado al descubierto nuestras
virtudes junto a nuestras miserias y carencias.
En la
lucha contra el COVID-19, la prensa es un factor más, una variable, dentro de
un marco global. La globalidad de la pandemia actual no lo es solo por su
extensión geográfica, la totalidad del planeta. Lo es también porque afecta a
todas las dimensiones de la vida privada, pública, instituciones e
internacional. No hay nada que no se haya visto afectado por el COVID-19, todo
se ha visto sacudido. De la educación al deporte, de los ritos funerarios a las
sesiones parlamentarias, de los juzgados a los hospitales, del comercio
minorista a la producción mundial... todo.
Es la
primera vez que esto ocurre y que ocurre a esta velocidad. Solo hay algo que
viaje a la misma o a mayor velocidad: la información. Pero la velocidad de la
información en un mundo globalmente interconectado se ve afectada por el otro
aspecto, la calidad de la información, un concepto pragmático, no objetivable
como lo es la calidad de la transmisión y su velocidad. La calidad de la información
depende de nuestras necesidades, su capacidad de anticipación a los problemas y
de la adecuación de las respuestas. La información no solo tiene que ser
verdadera, sino que —en este y en otros contextos— debe ser "útil",
ayudarnos a resolver las situaciones de conflicto.
La
racionalidad de muchos principios generales se sostiene en ideas que son cada
vez más complicadas en un mundo de intereses y conflictos. En esta situación
actual, se ve mejor que nunca, con más claridad, que el concepto de
"libertad de prensa" que algunos tienen excede la información y entra
de lleno en la "desinformación", es decir, el uso de la información
para crear situaciones en las que la opinión pública reciba información no
veraz con la intención de sacar algún provecho particular en contra del
conjunto, crear el caos y la falta de entendimiento.
En el
contexto de una pandemia de este tipo, en el que la información veraz es
esencial para la supervivencia personal y social, estamos comprobando la lucha
entre la información y la desinformación en muchas esferas, de la política a la
salud, de la economía a vida privada. Los viejos principios siguen siendo
claros en su dimensión ética, pero la información se da en un mundo mucho más
complejo precisamente y quizá debido a la propia circulación de la información.
La
mayor parte de nuestros principios, en la teoría tienden al bien; en la
práctica en una sociedad definida como el escenario de intereses y conflictos
generalizados la información se convierte en una forma más de lucha. Es ahí
donde si sitúan muchos de los conflictos a los que asistimos, que están siendo
amplificados porque la pandemia clarifica algunos conceptos que en otros
contextos son menos verificables. De ahí la importancia que se le da al combate
de los "bulos" informaciones que no se corresponden con la verdad o,
al menos, con las informaciones de fuentes fiables e independientes, como
suponemos a las fuentes sanitarias o científicas.
Entendemos
precisamente que la información que nos hacen llegar obedece a criterios
objetivos y, sobre todo, carentes de otro interés que no sea el frenado de la
pandemia y nuestra salud. En otra dimensión situamos a aquellos que entendemos
sí tienen algún interés al margen de nuestra salud y anteponen el propio o de
grupo al conjunto. Es difícil manejar esto en la realidad, aunque
conceptualmente sea claro.
Lo que
sí podemos ver en los extremos los casos más claros —la información fidedigna y
carente de interés privado frente a la partidista y que busca el daño ajeno—
mientras que conforme nos alejamos de ellos se van oscureciendo los casos. No
es tan sencillo. ¿Cómo podemos considerar, por ejemplo, lo dicho por Donald
Trump sobre los desinfectantes? Es un caso extremo, pero a la vez, proviene de
alguien que se supone debería ser responsable buscando el bien de los
norteamericanos. Pero quizá es ahí donde empiezan las discrepancias.
Lo que
está claro es que quizá la idea de "libertad de prensa" y de
"prensa libre" no sean exactamente lo mismo o, incluso, que puedan
estar en oposición, como vemos a través de los que reivindican la libertad de
prensa para difundir bulos. Cada día se producen este tipo de conflictos que
ponen a prueba los conceptos y el sistema mismo. La cuestión es compleja y se
debe debatir y tener de forma permanente sobre la mesa.
En su
página sobre el Día de la Libertad de Prensa, la UNESCO señala los siguientes puntos:
- Apoyemos el periodismo independiente para que los trabajadores de los
medios puedan informar sin temor y de manera imparcial. Las salas de redacción
deben ser libres para tomar decisiones editoriales que favorezcan el interés
público y preserven la rendición de cuentas.
- Una prensa libre e independiente es esencial en todo momento, pero es
particularmente importante durante una crisis de salud como la que estamos
viviendo. En un momento en que muchos buscan información principalmente en
línea, el papel de los periodistas profesionales, que están capacitados para
ayudar a ordenar el flujo de la información y proporcionar la orientación
necesaria, es vital.
- Ninguna crisis se resuelve sin información precisa y fiable. En todos
los niveles, desde los gobiernos hasta los individuos, las decisiones que
tomamos pueden ser una cuestión de vida o muerte y deben estar basadas en
hechos y en la ciencia.
- Sólo mediante esfuerzos multilaterales se pueden abordar con éxito
estas cuestiones cruciales. Comprometámonos con este esfuerzo mundial.
- Ayudemos a los medios de comunicación y a los periodistas a informar
sobre la crisis de manera eficaz y segura, y promover el pensamiento crítico
para limitar la propagación de rumores y la desinformación.
- Este 3 de mayo, el Día Mundial
de la Libertad de Prensa, la UNESCO hace un llamamiento a los gobiernos,
los medios de comunicación y la sociedad civil para unirse a este movimiento
mundial para llamar la atención sobre estas cuestiones esenciales para la
supervivencia de nuestras democracias. Juntos, nos aseguraremos de que nuestra
respuesta a la crisis sea eficaz. Esta crisis sanitaria sin precedentes tiene
el potencial de reconstruir la confianza de los ciudadanos en los medios de
comunicación.*
Los
puntos son asumibles claramente. El problema es que algunos de ellos parten de
supuestos que no son fáciles de reivindicar, cuando la información se ha convertido
en un escenario de conflicto como prolongación de otro tipo de conflictos. Al
final, tras cada lucha están las mentes y estas deciden y actúan en función de la
información de que disponen.
Muchos
aceptan hoy el hecho de la manipulación como una forma "natural" de
actuar sobre el otro para conseguir unos objetivos. Se enseña en nuestras
facultades en un tiempo en que los conceptos de "verdad" o
"hechos" han pasado a formar parte de "narrativas" naifs.
Los gobiernos actúan sobre la opinión estudiando los efectos a través de los
sondeos constantes y prueban los mensajes, actitudes, modos, etc. más rentables
para conseguir sus niveles de aprobación. Investigan para saber cómo deben
decir lo que los demás esperan escuchar.
El
periodismo independiente, preocupado por la verdad, los hecho y el bien común,
del que habla la UNESCO puede que pertenezca a las mentes románticas en mitad
de unas luchas partidistas en las que los profesionales no buscan la verdad sino
la eficiencia de la versiones más ajustadas a los intereses de quienes les
pagan. Esta "eficiencia" se mide en términos de retornos, de
respuestas adecuadas a lo que se esperaba.
Lo
vemos cada día en este gigantesco rifirrafe universal que es la lucha a través
de la información. No, no es sencillo encontrar la objetividad, independencia y
la libertad de informar que hace libres de pensar a los otros. Quizá nos hemos
vuelto demasiado cínicos en estos tiempos de manipulación. Quizá todos lo hayan
sido, pero ahora tenemos las más grandes herramientas de manipulación que han
existido, cubriendo cada rincón del globo. No es casual que desde hace tiempo
se use el término "infodemia" para describir la "epidemia
informativa".
La
lucha por la libertad de prensa es cada día más importante. Las fuentes ya no
son solo los medios. La extensión de la información y su conversión en un panorama
global ha hecho que estemos rodeados de estímulos informativos, no solo de los
medios sino de otros muchos que se han transformado en sus propias fuentes,
controlando al menos su propia emisión. La gran trasformación de la
información, merced a la digitalización, es precisamente la
"medialización" social, es decir, la conversión de todos, de un
gobierno a un ciudadano, de una institución pública a una empresa privada, en pseudomedios.
Lo que antes era tarea de los medios de comunicación es realizado por cada uno,
de los micromedios a las redes sociales. La sociedad se ha horizontalizado
informativamente, al menos en las democráticas y se ha convertido en propaganda
allí donde se quiere seguir manteniendo el control, censurando y vigilando,
restringiendo, los medios sociales.
En este
contexto globalizado y mediatizado, el problema de la información falsa, de la
desinformación, de los bulos intencionales, etc. se intensifica llegando a su
máxima amplitud cuando es un solo tema el que se vuelve central, el COVID-19,
del que derivan todos los demás, que se van distribuyendo a su sombra.
Hoy,
por todo ello, es esencial la formación de los profesionales no solo
técnicamente, sino fortalecer su sentido de la independencia y recuperar la
idea esencial de la información como un bien público, volver a desarrollar el
sentido de lo común, lo que todos compartimos y lo que a todos nos afecta, por
encima —como se ha estado haciendo— un concepto conflictivo y fraccionado de la
sociedad en todos los niveles. ¿Si no somos capaces de ponernos de acuerdo en
nuestra salud, en el riesgo de nuestras vidas, sobre qué lo podemos hacer? Todo
lo demás está sujeto a disputa.
La
pandemia ha tenido un efecto importante sobre la información: muchos han
comprendido la importancia de estar bien informados sobre lo esencial. Hay que
desmercantilizar la información para poder compartir lo básico. No es fácil
determinar lo esencial porque
anteponemos el punto de vista propio al romper cada vez más lazos sociales.
Hay que
tener las libertades como reivindicación, como motor que nos haga movernos
hacia delante, no acostumbrarnos a su ausencia o vacío. La Prensa es
importante, pero para que lo sea más debe recuperar mucho del camino perdido a
cambio de platos de lentejas o en crisis para sobrevivir de mala manera.
Quizá
haya que empezar por el principio y, sí, reclamar un periodismo valiente e
imparcial, como hace la UNESCO en este día de hoy y para todos los demás días del
año. En tiempos de bulos y medias verdades, es lo mejor.
*
"Por un periodismo valiente e imparcial" UNESCO 3%05/2020
https://es.unesco.org/commemorations/worldpressfreedomday/2020/mediaresources
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