Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La televisión nacional nos mostraba imágenes de un entierro de un motorista, con un incumplimiento absoluto de todas las normas más elementales. La explicación sociológica, por decirlo así, es que era "un motero muy querido" y que los moteros..., ya se sabe, Easy Rider y todo eso. El entierro era una auténtica fiesta. Seguro que el difunto no lo agradece. Pero hay cierta narrativa de fondo con el estereotipo del motero como rebelde de la carretera, como forma de vida, como amistad profunda, un "nosotros somos así y nada puede con nosotros".
Aunque
en la cabecera de la noticia se afirma que el tiempo de lectura son dos
minutos, lo cierto es que llevo dos días dándole vueltas a dos párrafos que no
se me van de la cabeza. Una cosa es lo que tardas en leerlo y otra la que
tardas en recuperarte de lo leído o procesar lo que te hayan querido decir.
Hemos
entrado en una complicada fase de desescalada lingüística, de malabarismos
verbales, de bailes, incluso coreografías, de cifras. El estatismo anterior
contrasta con el vértigo de los datos sobre las recuperaciones milagrosas, las
terrazas infinitas, los cafés emocionales, los aviones cerrados en los que se
respira mejor que fuera, en los beneficios del aire libre para no contagiarse,
etc. Todo esto es luz frente al oscuro y siniestro mundo del confinado. ¡Muermo
de tío!
Los dos
párrafos que me dejaron pasmado nos los ofrecía Radio Televisión Española en su
página web:
Aunque la Consellería de Salut ha optado por
denominarlo como aumento de casos, en lugar de rebrote, sí ha admitido que
estos contagios nuevos, producidos en residencias, personal sanitario,
mataderos y en una fiesta de aniversario con 20 personas, en la que se
contagiaron todas, han motivado que la región sanitaria de Lleida no sea
propuesta para avanzar de fase.
El día 11 de mayo la tasa de incidencia
acumulada en 7 días en la provincia de Lleida era de 12,1 casos por 100.000
habitantes, mientras que el 22 de mayo era de 42,7 casos. El Departamento de
Salud ha anunciado que esperará unos días para decidir cuándo propone un avance
de fase para la región sanitaria leridana, en función de la evolución de los
nuevos contagios.*
¡Qué
dos párrafos, qué riqueza de estilos! El
arranque del primer párrafo, las dudas sobre si llamarlo "aumento de
casos" o "rebrote" me parece un buen ejemplo de cómo las
palabras nos permiten definir lo que queremos o debemos ver. ¿"Rebrote",
"aumento de casos"? ¿Qué es un "rebrote" sino un
"aumento de casos"? Pero lo más desconcertante es que los
"nuevos" casos son viejos conocidos? ¿Es posible que los "nuevos
casos" sigan siendo todavía repetición idéntica de lo que llevamos viviendo
meses? ¿Se ha parado el tiempo en Lleida? ¿Qué se ha parado? ¿Nosotros?
Sí
representa cierta novedad el caso del llamado "aniversario", el de
los veinte invitados y los veinte contagios. No ha fallado ni uno. Les deseo
pronta recuperación a todos, pero...
¿Hacia
dónde vamos? La proliferación de fiestas estos días, de botellones a
cumpleaños, revela una forma de cultura
imprudente y puede que hasta desafiante, dado el clima político con el que se
ha cargado el confinamiento y su contrapartida, la desescalada.
Una
cosa es criticar al gobierno y otra la estupidez de pensar que ser contrario
políticamente significa hacer lo contrario sanitariamente, por decirlo así. Es
la estupidez que vemos en una parte de los Estados Unidos de Trump, mentalidad de
donde provienen estas maneras, donde no llevar mascarilla es un gesto
político... un gesto estúpido y peligroso. ¿Vamos a llegar a la conclusión que
existe una "estupidez de derechas" y otra "de izquierdas"?
¿Hasta en eso es difícil coincidir?
Uno es
muy libre de ser idiota, pero en una situación de contagio, la idiotez la pagan
los demás. Los veinte celebrantes del aniversario no podían esperar a cantar el
"cumpleaños feliz" y ahora los veinte tienen una cuarentena por
delante y esperemos que no tengan que volver a reunirse por motivos más tristes.
La televisión nacional nos mostraba imágenes de un entierro de un motorista, con un incumplimiento absoluto de todas las normas más elementales. La explicación sociológica, por decirlo así, es que era "un motero muy querido" y que los moteros..., ya se sabe, Easy Rider y todo eso. El entierro era una auténtica fiesta. Seguro que el difunto no lo agradece. Pero hay cierta narrativa de fondo con el estereotipo del motero como rebelde de la carretera, como forma de vida, como amistad profunda, un "nosotros somos así y nada puede con nosotros".
Una de
las personas entrevistadas, asistente al concurrido entierro, comentaba que como
había "autoridades" en el entierro, dudaba mucho que tomaran medidas.
Por supuesto, lo que ocurra en el
entierro no se queda en el entierro. Las imágenes serán usadas para hacer
ver lo poco seguras que son las medidas
de seguridad ahora que todo el mundo pretende ser "ejemplar" en la
desescalada y —¡palabrita!— mostrar que se respetan las medidas. Es el turista
nacional o internacional el que está en juego.
Las
imágenes de nuestros desmadres y alegrías, ya sea en cumpleaños o en entierros,
son difundidas como parte de la guerra mundial para evitar que salgas de tu
país, reactives la economía de otros y después te tengan que ingresar en la UCI
más cercana de tu pueblo, si es que hay sitio. Nadie quiere perder el beneficio
y hacerse cargo del gasto. No lo dicen así, pero es así.
Las
imágenes de las playas abarrotadas que muestran los medios de otros países (no
solo las de España, no hay conspiración contra nosotros, pero sí somos fuertes
candidatos al desplazamiento como potencia turística), tienen una doble función:
muestran lo que no hay que hacer y donde no hay que ir.
El
mundo se ha dividido entre los que piden que les llegue gente y los que no
quieren que salga nadie. Nosotros somos de los necesitados de visitas, país
estacional, festivo, que mira al cielo para pedir turistas y para comprobar el
buen tiempo. La idea de "buen tiempo" ha estado presente en todos los
países como un factor peligroso, como una llamada a salir cuando había que
quedarse. Con lluvia, la gente se queda en casa; el sol nos manda a la calle o
al extranjero.
Se han
quitado la mayoría de las medidas de precaución reduciendo hasta el 50% lo que
era una especie de undécimo mandamiento, los 15 días de cuarentena. Lo más
increíble es cómo los países han negociado entre ellos con el "tú dejas
pasar a los míos y yo dejo pasar a los tuyos". Los gobiernos del norte —¡siempre
la división norte/sur!— advierten que es mejor quedarse en casa, donde
"casa" es su ámbito nacional. Nosotros, los del sur, sonreímos y
sonreímos con un aquí no pasa nada
institucional. Pero puede pasar, de ahí las dudas sobre si hablar del aumento
de casos o del rebrote, como se planteaba en la noticia de RTVE, una cuestión
que no es baladí hacia el exterior.
¿Qué
efectos tendrán sobre Tenerife, sobre Canarias, el funeral festivo del motero,
funeral descarado, del aquí estamos y nos
da igual? ¿Pasará como en el aniversario de Lleida, veinte de veinte? En
Tenerife eran varios cientos de personas.
En el
diario canario Atlántico Hoy, se nos cuenta el caso y también hay que procesarlo con
sosiego:
Tras el fallecimiento de un vecino, la
corporación, reconocen en la nota de prensa, recibió una solicitud por parte de
una asociación de motoristas para rendirle un homenaje. Se permitió –mediante
autorización- el acompañamiento del féretro siempre exigiendo el cumplimiento
de la normativa, con un número limitado de vehículos, en una zona anexa al
cementerio y a la plaza de la Iglesia.
La corporación encargó entonces –en
cumplimiento de la normativa para la fase 2- un dispositivo de seguridad para
dos entierros que tenían previsto celebrarse ese día en el municipio y la
Policía Local acudió e informó en todo momento a los asistentes de la necesidad
de tomar las medidas de distanciamiento social para prevenir el contagio de la
COVID 19, con el apoyo de AEA.
Según se detalla en el comunicado, desde la
corporación se reconoce que fue una situación que se desbordó de forma
imprevista y que en todo momento se ha intentado actuar desde el respeto a los
familiares del fallecido, sin dejar de velar al mismo tiempo por el
cumplimiento estricto de la normativa tal y como han acatado otras personas del
municipio desde el inicio del Estado de Alarma. Se lamenta también la molestia
que esta situación excepcional pueda haber causado a la ciudadanía, finaliza.**
No
acabamos de entender lo que se presenta como un conflicto de intereses, el respeto a los familiares y el
cumplimiento de las normas. Lo que está claro es que la falta de respeto es la
que han tenido los asistentes. Las normas no iban con ellos. Los avisos de la
Policía Municipal parece que nos les importaron mucho. ¿No se pudo regular,
hacer que se separaran, controlar la entrada al cementerio, que no es un parque
público? ¿Se puede controlar la entrada en unos grandes almacenes y no en un
cementerio? O lo más importante: ¿solo se pueden rendir homenajes de esta
forma? Porque, en el fondo, es eso lo que está encima de la mesa, nuestra
voluntad de ajustarnos a una situación que, nos guste más o menos, es insoslayable:
el contagio. Motero, obispo, atleta o vicetiple... carne de contagio.
Por eso
es tan peligrosa la deriva política de desafío a la que se está llegando,
porque sustenta un clima de justificación de lo que es una imprudencia
manifiesta pero se presenta como un acto de libertad frente a supuestas opresiones y derechos que nos roban.
Los que
me oprimen y me roban son los que me he encontrado en el supermercado sin
mascarillas y no manteniendo la prudencia de los dos metros. Son seres, sí, muy
libres y hacen ostentación de ello. Las recomendaciones no van con ellos ni
para un cumpleaños ni para un entierro. Los resultados de la libertad en Lleida
ya los sabemos, veinte de veinte, ¿sabremos dentro de unos días cómo ha
evolucionado, si es "rebrote" o "aumento de casos" lo
ocurrido en el municipio tinerfeño? ¿"Rebrote", "nuevos casos",
error estadístico, anomalía local...?
Lo
ocurrido en el cumpleaños de Lleida es demoledor y debe alejar cualquier
metáfora o representación de una situación de debilidad del coronavirus. Está
claro que la estupidez y la imprudencia forman parte de la lucha por la
supervivencia, ¡pero en nuestra contra!
En
estos días se refuerzan los mensajes televisivos con campañas de prudencia tras
comprobar que hablar de desescalada y empezar a perder el sentido común es todo
uno; que fue mostrar una terraza y desatarse la estampida; que el primer día
que se autorizaron las salidas empezaron a producirse los incumplimientos, los
botellones, las fiestas domiciliarias; que dices 10 y le añaden un cero...
No
puedo verificar si la infame gresca política a la que hemos vuelto —¡eso sí que
es normalidad!— contribuye con el mal
ejemplo a esta situación. Es más que probable que los ataques a la credibilidad
de expertos defenestrados por exceso de uso, al trapicheo político para sacar
estados de alarma, etc. estén pesando en la mente de muchos que interpretan mal
los signos, olvidando que la inoperancia de algunos no nos exime de velar por
nuestra salud y por la ajena. Sabemos lo básico, distancia e higiene. No voy a
ofender a nadie dudando de lo segundo, pero sí de lo primero.
Señalaban
acertadamente que la gresca política se ha trasladado a la gente, que a las
ocho se aplaude a los sanitarios y personas de primera línea, para una hora
después —como ya ha ocurrido— liarse a bofetadas en la calle. ¡Se echaba de
menos la gresca! Han vuelto a dividirnos. No fallan.
Nos engañábamos
con el bonito panorama de cultura para
todos en una cuarentena ilustrada, de meditación zen y cultivo de la vida
interior. Es probable que a algunos eso de la vida interior les hay sonado a eco siniestro. Lo único que parece
importar, y en lo que los medios focalizan, son las terrazas y chiringuitos, las
fiestas y saraos. Para salir hemos usado perros, niños y difuntos. Nunca he
visto tanta ropa deportiva.
No
vamos a dejar un cumpleaños sin celebrar, un difunto sin homenajear, un gol sin
cantar cuando se abra la siguiente gran espita, que son los estadios. Van a ser
los goles más celebrados de la historia del fútbol. Ruego porque haya mucho
empate a cero, aunque haya que amañar los partidos. Me asombra el llanto por la
procesión cancelada, por la extinción del toro de lidia a falta de corridas.
Seguro que las santas patronas nos perdonarán la falta y no digo nada los
toros, que habrán ganado al menos unos días antes de llegar a su destino.
Recordemos
que esto empezó con turistas, fútbol y funerales. Y estamos igual que antes. ¿Echaremos de menos el confinamiento como otros echaban de menos el estar "desconfinados"? A este paso, me lo estoy temiendo.
Me siento el "confinado por desconfiado". Si es triste no celebrar un cumpleaños, más triste es que sea el último que celebras. Si es triste no tener una despedida de esta vida, es más triste que te tengan que despedir a ti. Piensa y actúa con sentido común. No es mucho pedir, aunque si cada vez más difícil de encontrar.
* "Lleida se mantendrá en la Fase 1 tras detectar un rebrote de 187 nuevos contagios" RTVE 26/05/2020 https://www.rtve.es/noticias/20200526/lleida-se-mantendra-fase-1-tras-detectar-rebrote-187-nuevos-contagios/2014944.shtml
** "Un entierro multitudinario en Tenerife se saltó las normas de la desescalada" Atlántico Hoy 27/05/2020 https://atlanticohoy.com/front/post/tag/un-entierro-multitudinario-en-tenerife-se-salta-las-normas-de-la-desescalada
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