Radio Televisión Española mostraba el futuro del turismo recuperando, ¡qué gran
ironía!, imágenes en blanco y negro del Parque Sindical madrileño, de sus
inmensas piscinas; imágenes viejas de gente recorriendo la sierra marchando por
los senderos, entre pinos. Son imágenes adecuadas para la celebración del 600
que marcó la España de la movilidad
que nos acercaba modestamente a Europa y que acercaba masivamente a Europa a
España con millones de turista. Lo nuestro era todavía el turismo interior
frente al verdadero "turista", el que veía de fuera, el
"guiri", que iba abriendo caminos a los ojos hispánicos de finales de
los 50 y de los sesenta.
¿Es ese
pasado nuestro futuro? Pues puede que
sí. El nuevo plan europeo de vacaciones es como sigue: fase 1) salgo de
pongamos Londres y llego a Palma (paso 14 días de cuarentena); fase 2) voy dos
días a la playa, y estoy separado dos metros en mi tumbona; fase 3) tras dos
días de sol y sangría distanciada, salida al aeropuerto; y fase 4) regreso a
Londres donde pasaré otros catorce días. Las cuentas salen perfectas: 14+2+14,
¡el mes de vacaciones!
No sé
cómo habrán sentado al colorista sector vacacional, turístico y del ocio
entretenido ver las imágenes del Parque Sindical. Puede que no lo hayan vivido
muchos, claro. Para muchos era el veraneo urbano, masivo, el de los que no
tenían casa en el pueblo o apartamento en la playa. En Benidorm, el veraneo sí
que era masivo y hoy llevaría —como en las imágenes que nos han servido desde
Texas— a la disolución playera por las fuerzas de Orden Público a tiro limpio.
En
términos realistas y ajustados al momento de la secuencia, nuestro turismo debe
ser: a) interior (incluso provincial, según los casos); b) distanciado (dos
metros, nada de saraos, ligues veraniegos, bailar congas, ni practicar idiomas;
c) con reserva (la CNN decía que en España nos estábamos planteando la "reserva"
playera, nada de ir con la sombrilla a lo que salga). Ante estas perspectivas,
el sector turístico se ha sublevado. "A eso no se le puede llamar turismo",
dicen.
En
algunas zonas el turismo incluye cosas como el "balconing", el
derecho a roce intensivo veraniego, la cogorza, los despertares en la playa y
la música que no gusta a los vecinos a todo volumen. En otras zonas, en cambio,
apuestan por la calma y el relax. Algunos combinan haciendo primero el
intensivo y luego unos días del relajante para recuperarse.
Otros pensarán
que, con el plan del 14+2+14, el negocio está en organizar bien la cuarentena
activa, que es donde está el aburrimiento. De hecho, lo que ha crecido es el
ocio digital, al igual que el teletrabajo. ¿Y si el negocio estuviera en
ofrecer lugares paradisiacos para teletrabajar en vez de sitios en los que al
encierro le llamas "vacaciones"?
Los
millones de turistas que llegaban seguramente serán cosa del pasado (por un
tiempo, es forzado decir), no porque el gobierno lo haga mal, sino porque los
otros gobiernos, los de otros países, no quieren que sus nacionales salgan a
coger el virus y a soltar los euros. Y así no hay ganancia.
¿Y el turismo?
¿El tur... qué? De eso nos hablaban
en la apertura del telediario: el modelo "Juan Palomo". Si turismo viene
de "tour", las vueltas habrá que darlas sobre nuestros propio eje, a
la manzana todo lo más, quizá la provincia si todo va bien, dentro de un tiempo. Pasito a pasito.
De lo
que se trata ahora es de cultivar lo que
hay y no tanto de esperar lo que no
vendrá. Al menos por ahora. Reactivar la economía solo es posible si el
modelo económico se reajusta a las nuevas circunstancias. La política de la
subsistencia es un error a medio y largo plazo y lo que hay que promover es la
adaptación, modelos que no nieguen la realidad sino que la asuman y la estiren
hacia lo posible. Lo demás son lamentaciones sin muro en el que apoyarnos.
Hablábamos
ayer del nefasto modelo proyectado desde nuestras televisiones, el de la
nostalgia, el de "el pasado año en ese balcón cantaban una saeta y este
año no canta nadie", el de "el año pasado había aquí una falla y este
año no hay falla...". Pura nostalgia sentimentaloide,
inútil y carroñera. Los medios audiovisuales pueden vivir de archivos, reponer
todas las temporadas de Friends, de Cuéntame cómo pasó, de partidos
estelares de todas las ligas anteriores... Pero la realidad no admite
reposiciones sustitutorias. No hay mirada al pasado, hay que dejar la nostalgia.
En
crisis anteriores, se habló mucho de superar los modelos que nos habían llevado
a ellas. ¡Cuánto se habló de la "España del ladrillo"! Pues ahí
sigue, dispuesta a la especulación y a tragarse todo lo que pille entrampando a
una generación mal pagada y de empleo precario.
La
crisis no es por el coronavirus. La crisis real es por nuestra debilidad y por
el conformismo ante los males que no solucionamos, las injusticias que
admitimos como "nueva normalidad" y todo lo que tapamos con
eufemismos. El la falsificación de la realidad con las grandes cifras y
conceptos y el olvido de las cosas pequeñas, como la vida de las personas. No
es de extrañar el éxito de una película como El hoyo y su significado social en estos tiempos de encierro, los
que mejor podían entenderla.
Ayer llovía
con fuerza cuando regresaba de hacer la compra. Pedaleando bajo el chaparrón se
acercaba un repartidor a domicilio, con su gran caja amarilla a la espalda.
Había parado un coche de Correos en el paso de peatones, que supongo iba a
recoger las cartas del buzón al otro lado de la calle. Cuando el repartidor
estaba a unos pocos metros, se abrió la puerta del coche y él tuvo que
esquivarla. Iba calado, con pantalones cortos y un chaleco sobre una simple camisa.
La cartera se pudo dar cuenta y cerró la puerta para evitar el choque.
"¡Hijo mío, pasa tú que yo voy en coche!". Faltó poco para el
desastre, para la caída.
Llegue
triste a casa. Me pareció una imagen dramática e ilustrativa de esta España que
se ha centrado en los que tienen vacaciones, en el ocio, en los espectáculos,
pero se preocupa poco de los que tienen que jugarse la vida repartiendo comida
bajo la lluvia en bicicleta porque no hay mucho más que ofrecerles. Me vinieron
a la memoria las discusiones para considerarlos como "asalariados" y
no, como querían sus patronos, "autónomos".
Hemos
hecho las apuestas equivocadas al depender demasiado de un modelo centrado en
que las cosas les vayan bien a algunos, a los suficientes, a los que se lo
pueden permitir, mientras ignoramos o despreciamos a los que han ido quedando
al margen.
Vamos a
volver a quejarnos por lo mismo mientras que ignoraremos las miserias que hemos
provocado. Las cifras de gente apuntada a los comedores sociales, que va a los
bancos de alimentos, deberían preocuparnos más que las distancias de las mesas
en las terrazas o de si los turistas van a poder hacer balconing o no este verano.
Esta
crisis es especial. Simplemente se ha parado todo, una parada en seco. Pero la
foto resultante de esa parada es muy fea, desagradable. Volver al movimiento,
para muchos, es volver a lo mismo e ignorar los desajustes, desigualdades,
miserias que han quedado en evidencia. Y, sinceramente, no sé si vale la pena
porque llegarán otras y no aprendemos.
Lo hemos visto ayer en el Día Mundial de la Enfermería. Agradecemos tu aplauso, nos dicen, pero necesitamos "derechos", reconocimiento, más personal, defensas... Esto se repite una y otra vez. Los que más han dado, son los que menos tenían y tendrán. Ahora sabemos que vivimos bien porque los usamos, los explotamos y tiramos. Si no nos damos cuenta de esto es que hemos perdido más de lo que pensábamos. Nuestro problema no es la economía; es que no nos importan ya los demás, aunque a veces lo finjamos.
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