El
sentido común, que no siempre lo es tanto, aconseja pensar que en los momentos
de dificultades y peligros, la gente tendería a aparcar sus diferencias y a
trabajar unidas. Sin embargo, la realidad es otra. Las crisis son utilizadas
para ganar posiciones en cualquier nivel, de la política local a la mundial.
Ejemplos tenemos en todas partes y todos los días. De ahí que comiencen a
reactivarse con energías renovadas los conflictos que habían quedado latentes.
De nuevo comienza a escucharse más a los políticos que a los expertos en salud
y se vuelve a la vieja retórica tratando de deslizar descontento y frustración
debajo del asiento del rival. A todo el mundo le urge liderar las recuperaciones
y dejar al otro los problemas.
Pero en
algunos países, el conflicto no ha tenido ni un momento de respiro. Bajo Trump,
Estados Unidos está dando una imagen lamentable con una América partida en dos.
Lo que Trump había logrado romper, no ha habido coronavirus que lo repare. Es
más, Trump —como siempre— se ha encargado de ahondar en las divisiones,
lanzando a los seguidores a conflictos en los estados. Lo está haciendo
especialmente en aquellos lugares en donde prevé que puede haber candidatos a la
vicepresidencia, creando conflictos que erosionen sus posiciones más adelante. Es lo que ha
ocurrido en Michigan con su gobernadora, en el momento en que empezó a hablarse
de que podía ser una buena elección para acompañar a Joe Biden, los ataques se
recrudecieron, convirtiéndose en un estado en conflicto permanente.
¿Casualidad? Hay que conservar a Trump en la casa Blanca como sea
En la
CNN podemos leer sobre los disturbios de Michigan:
On April 30, some 400 to 700 protesters
descended on the Michigan Capitol building to demonstrate against Democratic
Gov. Gretchen Whitmer's stay-at-home order, which was issued in March following
the declaration of a state of emergency that was set to expire at the end of
the day. (She later signed executive orders that put in place a new state of
emergency through May 28.)
Conspicuously, most weren't wearing face masks.
Speaking with CNN's Jake Tapper on Sunday, Whitmer
said that the protesters, whom President Donald Trump sided with, dredged up
"some of the worst racism and awful parts of our history in this
country."
"The Confederate flags and nooses, the
swastikas, the, you know, behavior that you've seen in all of the clips, is not
representative of who we are in Michigan. And the fact of the matter is, I
mean, we're in a global pandemic," she said, adding that "we need to
listen to the expertise and our institutions of higher learning and our health
system and make decisions that are going to protect the lives of
everyone."
This cultural and political divide has been
apparent even beyond the extreme protests occurring across the country.*
Con sus tuits y declaraciones, Trump dirige desde la Casa
Blanca la irritación nacional poniendo a gobernadores y a estados en su punto
de mira. Algunos políticos republicanos aplauden las manifestaciones de
Michigan, mientras que otros tratan de salvar la cara rechazando el uso de
esvásticas y armas en las manifestaciones. El uso de los signos nazis es una
curiosa pero reveladora forma de "defender" la constitución americana
y sus libertades. Es curioso, pero también revelador (por si había dudas) de
las fuerzas que Trump ha estado manejando desde la presidencia.
Trump es el nuevo macartismo en su dimensión plena,
actualizado a los nuevos tiempos y dinamizado a golpe de tuit. En realidad, la
enorme astucia de Trump es haber conseguido convencer a sus seguidores que él
no es el gobierno; que el único gobierno es el que pone restricciones que deben
ser rechazadas. La simpleza republicana se contenta con creer que Trump es un
outsider, una especie de antisistema para evitar que el sistema les controle.
Pero, ¿hay alguien que represente lo peor del sistema norteamericano que Donald
Trump? El rico por parte de padre, mujeriego, amoral, inculto e ignorante, mentiroso
patológico, carente de empatía Donald Trump ha conseguido ser idolatrado por la
ultraderecha cristiana, por los supremacistas blancos, por los nostálgicos de
Dixie, por los antivacunas, los negadores del cambio climático y de la ciencia
en general, por los enemigos de la libertad de prensa, por los que llenan sus
casas de armas y las convierten en búnkeres... por citar solo algunos grupos.
Algunos levantará una ceja con cara de ¿y qué ha de malo en todo esto? Trump ha
conseguido precisamente que todos estos grupos se canalicen hacia una
reivindicación del "¡somos América!", lo que constituye un problema
real hacia el futuro.
La apropiación de los símbolos la hemos visto ya.
Precisamente el artículo de la CNN se centra en cómo el uso de la mascarilla o
no se ha convertido en una forma política de distinción política. El
enfrentamiento en las escalinatas de la sede del gobierno en Michigan con
trabajadores sanitarios con sus trajes de faena y las mascarillas, en silencio,
frente a los vociferantes disfrazados de banderas andantes reclamando el
derecho constitucional a que nadie les diga lo que tienen que hacer representan
no solo dos Américas políticamente, sino dos mundos opuestos. Las próximas
elecciones serán decisivas, pero no van a reducir el conflicto ni la tensión
subyacente entre lo más retrógrado del país y algo que ya es difícil de
nombrar, pero que representa la civilidad razonable más allá del derecho a
morir estúpidamente. Que en el siglo XXI entrado ya en años se debatan ciertas
cosas hace sonrojarse a medio mundo ante el declive moral e intelectual de un
país manipulado por una serie de fuerzas para arrastrarlo a la sinrazón. Es la
resistencia a la modernidad de un país que la representaba. Es el regreso a los
peores momentos de su historia saludados esta vez con complacencia. ¿Cuál es la
"grandeza"?
Para los que tratan de imitar la estrategia de la división
frontal, debería servir todo esto como forma de aviso. El COVID-19 tiene muchas
lecturas por las reacciones que suscita y los principios que revela. Hay que
tener cuidado con no ser arrastrados por las tentaciones de la demagogia y el
provecho. La pandemia es una gigantesca desgracia cuyos efectos deben ser paliados
por la unidad, ya sea la de Europa o sea la nacional, y con necesidad de
ampliarse al mundo, que debe trabajar conjuntamente.
La estrategia de divisiones y enfrentamientos no debe ser
imitada porque sus efectos sociales son desastrosos en todos los órdenes, en
los sociales, políticos, económicos, sanitarios, etc. Ahora menos que nunca,
dividir es bueno. Los que tengan esa estrategia deben ser atentamente
vigilados.
En la situación actual hay que tener mucho cuidado en no dejarse
arrastrar por la demagogia de Trump y su administración que trata de enrolar
países en campañas que solo buscan fortalecer sus posiciones internas
presentándose como líder mundial. El
mundo se ha dado cuenta que, con Trump al frente, Estados Unidos ha perdido su liderazgo moral por sus propias
estrategias fallidas. De potencia a prepotencia, podríamos decir.
Pero lo que el mundo tiene delante, es demasiado importante para
dejarse arrastrar hacia la nada por una política divisiva y ostentosamente
partidista, enfocada a su propio mantenimiento en el poder para, desde allí,
seguir imponiendo la sinrazón previa al coronavirus, con guerras comerciales contra
todos, y seguir desmontando el mundo para hacerlo más fácil de manejar y
controlar.
El mundo se ha unido para desarrollar una vacuna, para unir esfuerzos, donando fondos. Los Estados Unidos se han quedado fuera, en su propio camino hacia el desastre orgullos. Mientras el mundo controla sus cifras de infectados y muertos, el los Estados Unidos de Trump siguen creciendo incontrolables y solo se acierta a lanzar teorías conspiratorias.
La política de Trump y sus ruidosos seguidores solo está
consiguiendo aumentar el número de muertos mientras asistimos estupefactos a sus
explicaciones. El desvarío es también contagioso.
*
"Coronavirus, face masks and America's new fault line" CNN 5/05/2020
https://edition.cnn.com/2020/05/04/politics/coronavirus-face-masks-new-fault-line-trnd/index.html
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