Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
los animales heridos, las respuestas del presidente Trump suelen ser revolverse
y morder. Cuanto mayor sea la presión que siente —una presión que viene de la
inestabilidad de sus propios escenarios—, más necesita revolverse y atacar. Tras
los medios, ahora le ha tocado a la Organización Mundial de la Salud y su
estilo, el característico, la amenaza de recortar a la mitad los fondos que
Estados Unidos envía para sostenerla. En la mente simple de Trump, si la OMS es
vista como un "enemigo", ¿por qué financiarla? Es mejor callarla y si
no se calla, hundirla. No es la primera vez que hace algo así, amenazando con
retirarse de organismos internacionales que no le gustan o le gusta lo que
dicen.
Los
ataques a la OMS se concretan en una acusación de "estar al lado de
China", algo que muestra su mentalidad y, sobre todo, sus objetivos. De
nuevo, Trump necesita que la recuperación de China sea oscurecida por su propia
estrategia de conflicto. Cuantas mejores noticias lleguen de la recuperación
China, de su salida del confinamiento y el regreso a la normalidad, más
presionado se siente Trump. Si esto, además, coincide con las horas bajas
estadounidenses, la reacción es la que estamos viendo.
China
ha pasado a convertirse en una obsesión para Trump. Es el espejo negativo en el
que se mira. Su intención, obviamente, es convertir su fobia en colectiva,
tratar de arrastrar a todos a verla como el problema central. El mundo, en
cambio, trata de sobrevivir no dejándose arrastrar por la desastrosa gestión de
Trump cuyos efectos han hecho que todo se dispare allí. La excusa del origen ya
no funciona pasados los meses. Estados Unidos es de los primeros países que se
aisló porque, entre otras cosas, había comenzado su aislamiento político meses
antes evitando que entraran ciudadanos de una lista creciente de países. Tenían
los ejemplos de Italia primero y de España después; tenían todo un muestrario
de posibilidades con distinto grado de eficacia, pero ni la retórica de Trump
—pese a lo que él cree— puede parar nada. Los estados han empezado a darse
cuenta de ello.
El
dinero, las inyecciones monetarias o políticas fiscales solo sirven para la
economía, pero no para salvar las vidas de las personas. Esta es la gran
lección que no ha aprendido. La preocupación por la economía —esas eran las
presiones de los lobbies empresariales y financieros— no es lo mismo que la
preocupación por la salud. En este sentido, las medidas norteamericanas no han
sido eficaces porque han quedado a la discreción de Estados en los que se han
producido reacciones que van de las oraciones para frenar la pandemia a
declarar los campos de golf como actividades esenciales. Cuando los gobernadores
de algunos estados han mostrado discrepancias con la administración Trump o han
solicitado lo que no les daban, Trump les ha atacado tan ferozmente. A finales
del mes pasado, The Guardian titulaba "How US governors are fighting
coronavirus – and Donald Trump"* describiendo la lucha que había
comenzado. Trump teme que destaque cualquier figura política que se muestre más
eficaz que él, por lo que los ataques se han dirigido sobre todo contra el
gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, que ha mostrado una forma de
liderazgo muy distinto.
Pero el
objetivo ahora es el Organización Mundial de la Salud, lo que suscitado
reacciones de mucho estratos mundiales. La política de Trump es una política
centrada exclusivamente en él y su presencia doméstica. Los ataques a la OMS
forman parte de una estrategia local, personal para frenar su propio deterioro.
Trump necesita personas, países o instituciones a las que culpar para eludir
sus propias responsabilidades en la gestión desastrosa que hace. Le guía su
propia presión electoral, la necesidad de crearse una imagen determinada y
asegurarse unos apoyos de los sectores a los que tiene que convencer de su
propia utilidad. Y eso una tarea muy difícil.
Los
ataques interesados a la OMS crean un conflicto de dimensión mundial porque es
la referencia exterior que los países necesitan para salvaguardar la entidad de
sus propias estrategias; es, por decirlo así, la referencia esencial. Ir contra
ella es ir contra las medidas aplicadas y, lo peor, tener que desarrollar las
propias con una responsabilidad absoluta y sin coordinación con otros. Ir ahora contra la OMS es suicida.
Michael Bociurkiw, ex portavoz de la OSCE (Organización para
la Seguridad y la Cooperación en Europa, escribe en la CNN sobre los ataques de
Trump a la OMS:
Trump's unexpected tirade against the WHO --
delivered on World Health Day, which honors frontline health workers -- may be
written off by some as just another crass attempt by the President to throw his
base red meat. If that is the case, doing so in the midst of an unprecedented
global public health emergency is disgusting and dangerous.
The attack may further erode the moral
authority of the WHO at a time when the world's leaders, many of whom have been
caught woefully unprepared, require leadership and coordination.
But many will undoubtedly note with irony that
as the world economy has ground to a halt, recording almost 1.5 million
confirmed Covid-19 cases and more than 80,000 deaths, China lifted its 76-day
lockdown Wednesday on Wuhan -- the city where the virus is believed to have
originated.
That may have irked Trump and his circle,
especially after the most recent US unemployment figures point to unprecedented
dislocation for the US economy ahead of November, when Trump will seek
reelection.**
Los dos aspectos, la necesidad de mantener una institución
de referencia exterior que —pese a los errores que pueda haber cometido, como
todos—, por un lado, y la puesta vista en los efectos para la reelección de
noviembre enmarcan bien la situación. Nada podría ser peor que minar la
credibilidad de la OMS, especialmente en los Estados Unidos. Las locuras de
Trump se irán acrecentando en este sentido. Si los medios estaban en manos de
izquierdistas y demócratas, llevando la "histeria" (un término usado
casi en exclusiva por los políticos y medios, como la Fox News, adeptos a
Trump) a la sociedad, ahora es la OMS la que es acusada de estar
"manipulada" por China. Hacer que los estadounidenses recelen de la
OMS es dejarlos en manos de predicadores y millonarios. No son, desde luego, las mejores manos en las que estar en estos momentos.
Recortar los fondos de la OMS en estos momentos es un gesto que define, una vez más, la actitud y las maneras del presidente norteamericano. Lo malo es que tratará de arrastrar a parte de la sociedad norteamericana a ignorar los consejos de los expertos mundiales. Las consecuencias pueden ser enormes. Aunque no lo haga finalmente, ha puesto en marcha el ejército de comparsas mediáticos que le jalean y siguen sus directrices, por ridículas que sean. La campa del desprestigio ha comenzado.
* Daniel
Strauss "How US governors are fighting coronavirus – and Donald
Trump" The Guardia 27/04/2020
https://www.theguardian.com/us-news/2020/mar/27/us-governors-coronavirus-trump
* Michael
Bociurkiw "Trump has targeted the WHO when we need it most" CNN
8/04/2020
https://edition.cnn.com/2020/04/08/opinions/coronavirus-who-criticism-opinion-bociurkiw/index.html
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