Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hemos
tratado aquí en varias ocasiones la cuestión de las diferencias culturales y
sus efectos sobre la percepción y reacción ante la pandemia misma y sus
efectos. Las diferencias son grandes ya que si el COVID-19 es un elemento de la
naturaleza, las condiciones en las que este se propague y la forma en que se
enfrente son decididamente culturales. Dentro de las sociedades puede haber
grandes diferencias en función de una serie de factores, de la religión a la
política, de la educación al sistema sanitario, etc. que diversifiquen las
reacciones. En este sentido, parece obvio que las respuestas se pueden
confrontar en aquellas sociedades en la que existen grandes diferencias en algún
sentido que llegue a las raíces de las diferencias. Esto lo estamos viendo, por
ejemplo, en una sociedad como la norteamericana en donde la extrema
polarización provocada por la elección de Donald Trump ha hecho que la mitad
del país decidiera que la pandemia era un invento de los demócratas para
desalojar a la Casa Blanca a su actual inquilino. Las cifras de hoy mismo
demuestran que las diferencias son más reales que la realidad misma.
Me ha
llamado la atención que, en la situación mundial en la que nos encontramos, el
diario Egypt Today "Egyptian
Awqaf Min. launches initiative to promote Islam's moderate teachings". La
noticia es de agencia y escueta en sus explicaciones:
CAIRO, April 6 (MENA) - The Ministry of Awqaf
has launched an initiative that intents to promote the moderate teachings of
Islam through various media outlets, including the website of the ministry.
Titled "Towards an Enlightened Religious
Discourse", the initiative falls within the framework of the ministry's
intensified efforts to renew the religious discourse and promoting the moderate
teachings of Islam, said Minister of Awqaf Mokhtar Gomaa on Monday.
The initiative is a part of cooperation between
the ministry and the national media institutions towards promoting the wise
religious culture, correcting misconceptions surrounding Islam and boosting the
religious coexistence, the minister added.*
Como saben los hipotéticos seguidores de estas páginas, el
mensaje de la "moderación del islam" o de la "renovación del
discurso religioso" es una constante en el periodo de al-Sisi y también uno
de sus motivos de choque y enfado ante la resistencia que ofrecen básicamente
los eruditos de la Universidad de Al-Azhar, centro de orientación de todo el
islam, pero que ejerce una función importante dentro de la política religiosa y
la política a secas en Egipto, que es quien la controla.
La peticiones de modernización del discurso religioso por
parte del presidente egipcio se realizan año tras año y la institución islámica
hace oídos sordos, por lo que el gobierno usa sus propios clérigos, situados en
diversos ministerios, para poder ofrecer una serie de mensajes que
contrarresten el gran peso social de los islamistas, que continuamente tratan
de socavar el prestigio de las autoridades mostrándolas como irreligiosas o
heréticas. El control se hace a través de la red de mezquitas oficiales, que
están obligadas a impartir sermones comunes dictados desde el ministerio. No
hacerlo significa problemas.
La pandemia del COVID-19 ha afectado al turismo, como era de
esperar, pero también ha creado una serie de problemas añadidos que afectan a
los confinamientos de las personas en lo que respecta a los rezos de los
viernes en las mezquitas, que son masivos. Igualmente ha a las misas y celebraciones
de la Semana Santa de los coptos. Se ha intentando inicialmente evitar las
concentraciones, pero el aumento de los casos y la vigilancia internacional ha
hecho que se tengan que tomar medidas más allá de mostrarnos a personas
barriendo las pirámides, como se hizo, en un intento fallido de transmitir
tranquilidad hacia el exterior.
Los medios egipcios tratan de centralizar todo en la figura
de al-Sisi, como el líder que vela y se preocupa por la salud de sus hijos, el
pueblo egipcio. Las informaciones resaltan que es él quien está al mando para
reforzar la figura presidencial. Las noticias se dan con sordina con unas
cifras bastante "atípicas", teniendo en cuenta que se han puesto
decenas de aldeas en 10 provincias bajo aislamiento total, habiéndose producido
en alguna de ellas manifestaciones, como salieron a la luz a través de las
redes sociales y de los propios medios que tuvieron que sacarlas a la luz. Las
protestas, se nos dice, son debidas a la estigmatización
que supone para esas poblaciones respecto al resto. La imagen del pueblo como
"marcado" hace mucho en un sistema social de estas características.
En el diario estatal Ahram Online apareció ayer domingo un
artículo que vinculamos con la noticia de la modernización del pensamiento
islámico. Lo firma Ahmed Kamel Al-Beheiri, un experto en terrorismo del "Centro
de Estudios Políticos y Estratégicos Al-Ahram" lleva por título "Extremist
exploitation of Covid-19". En
su inicio se señala:
Natural disasters and epidemics bring out many
people’s tendency to search for divine explanations and cures. The phenomenon
creates ideal soil for extremist religious groups which leap upon the
opportunity to exploit such crises for recruitment, mobilisation and
disseminating their ideologies. The phenomenon is particularly prevalent in the
Third World, and the Arab region above all, where fundamentalist groups
proliferate and general educational levels are low. As the numbers of Covid-19
infections and victims rise in the Middle East and elsewhere, the region has
seen a growth in both Sunni and Shia radical groups’ attempts to exploit the
novel pandemic.
Many Islamist fundamentalist groups have
attributed it to the wrath of God for straying from strictures, and issued
calls for religious processions of penance and divine adoration (as have been
seen in Morocco, Algeria, Egypt, Iraq, Iran, Afghanistan and Pakistan). Radical
groups have also rejected the temporary closures of mosques, suspension of mass
prayers and other such measures taken by Arab governments in order to prevent the
spread of the virus. They even rejected the fatwas from major religious
authorities sanctioning such measures, such as those issued by Al-Azhar and the
International Federation of Muslim Scholars supporting the legality under
Islamic law of suspending prayers and Friday sermons in mosques until the
coronavirus epidemic is brought under control. Some extremist and fanatical
preachers issued counter fatwas claiming that the suspension of prayers and
sermons helped the spread of the virus, it being a manifestation of divine
wrath for deviating from God’s Law that only struck non-believers. The counter
fatwas have lured some believers into doing exactly the opposite of what
government and health authorities advise.**
Hemos tratado aquí las dos variantes, con una misma raíz,
que es la aceptación (Dios lo
quiere). La primera es la que anotamos del islamista egipcio que desde Nueva
York lanzaba llamamientos a contagiar a los enemigos, a correr a abrazarlos, a
estrechar sus manos aprovechando aquel "regalo" que Dios les enviaba.
"¡No mueras solo!", les pedía a los infectados. La otra variante es
considerarla un castigo contra aquellos que no siguen los mandatos claros de
Dios. De ahí el temor a la estigmatización de las aldeas aisladas y sus
protestas por ser "marcadas".
Las cifras egipcias no tienen mucha lógica, sobre todo
teniendo en cuenta que ha sido lugar de infección, como mostraba The Washington
Post, siguiendo el rastro del crucero del Nilo, en el que se dieron muchos
infectados. La contabilidad egipcia puede estar alterada o ser poco fiable por
diversos motivos, no todos achacables al celo gubernamental.
Las noticias de hoy hablan de haber llegado a los mil
infectados. Egipto es un país con cien millones de personas y un intenso
tráfico turístico y comercial; con una ciudad, El Cairo, con más de veinte
millones de personas. Esos mil contagios no son nada. Pero el gobierno avisa
que hay que prepararse para una avalancha de casos.
En Egypt Independent se da la noticia del cierre y
aislamiento de un hospital, el Instituto Nacional para el Cáncer (NCI) debido a
la detección de contagiados entre su personal. El cierre del artículo es en
estos términos:
Egypt on Saturday confirmed five additional deaths
and 85 new coronavirus cases, bringing the country’s number of confirmed total
cases so far to 1,070. Seventy-one people have died from the virus in Egypt.
Health officials in Egypt have warned of the
dangers of hitting 1,000 cases. The head of the Egyptian Cabinet’s Crisis
Management Chamber, Mohamed Abdel Maksoud, has said that Egypt would enter the
third stage of coronavirus transmission soon afterwards.
Once the number of infections reaches 1,000 and
Egypt enters into stage three, he said, infection rates will skyrocket. Worse
still, infection sources will become untraceable to diagnosed cases.***
La conversión del número 1.000 de casos en una especie de
frontera mágica no tiene demasiado sentido, dado lo que vamos sabiendo de la
evolución en otros países. No puede decirse que las condiciones egipcias sean
especialmente buenas por muchos factores. Los médicos han contestado con
demandas de aumentos de sueldo como respuesta a las demandas de más acciones
para frenar la extensión, lo que no es un buen síntoma ni ejemplo, y muestra
una actitud que puede determinar el grado de la extensión. Ponerse a negociar
los sueldos en estas condiciones no parece lo más adecuado. Al principio de la
pandemia, el gobierno egipcio decidió subir el sueldo a los funcionarios, que
suele ser una práctica ante conflictos a la vista, una forma de acallar y sobre
todo de controlar lo que puede hacer estallar la vida social.
La situación social de Egipto hace complicadas las medidas
de control y pueden llegar a un punto que sean, como siempre, de fuerza. El
artículo de Ahram Online hablando de cómo los islamistas pueden tratar de
aprovechar la situación usando la idea del "castigo" al régimen por
su impiedad no es una novedad. Ya fue algo que hicieron para arremeter contra
Nasser cuando este fracasó militarmente contra Israel. La derrota era un castigo,
según la interpretación islamista fomentada por los Hermanos Musulmanes.
¿Ocurrirá ahora lo mismo, se venderá como un castigo contra el gobierno?
De hecho, el régimen ya ha tenido mucha contestación con la
supresión de las concentraciones de la oración de los viernes o cualquier otra
concentración con fines religiosos (musulmanes o coptas), desde el 11 de marzo.
Ha tenido que obtener apoyo de los religiosos para contrarrestar tanto el
"Dios lo quiere" como la acusación de impiedad cada vez que se
suprimen rituales y celebraciones religiosos, como ha ocurrido con la supresión
de las tradicionales comidas comunales caritativas del Ramadán. Las fuerzas
religiosas de apoyo sirven para convencer a todos de que estas medidas son
excepcionales, pero acordes a la ley islámica. De otra manera, los problemas
crecen, como ha ocurrido también en otras comunidades islámicas, tanto del
mundo chiita como del suní. Ahmed Kamel Al-Beheiri escribe al final de su
artículo tras repasar las contestaciones radicales:
Similar responses came from radical Sunni
leaders. In response to the Egyptian government’s decision to suspend mass
prayers until the virus is brought under control, Wagdi Ghoneim, a Salafi
preacher close to the Muslim Brotherhood, announced: “I ask people to worship
collectively in the streets in front of the mosques.” Salafi sheikhs in
Alexandria issued similar calls. Some also advocated religious processions, a
call supported by some Muslim Brotherhood leaders abroad as part of their bid
to exploit the crisis, attract new followers and pressure ruling regimes.
The current exploitation of the Covid-19 crisis
by radical Islamist groups (both Shia and Sunni) follows a historical pattern
that sometimes culminates in the rise of extremist groups. The Muslim
Brotherhood, for example, emerged from the womb of the 1920s global economic
crisis that struck in the aftermath of the Spanish flu pandemic (1919-1921).
The terrorist Islamic Jihad organisation took off in the aftermath of the Arab
defeat in the 1967 War which the organisation’s ideologues also attributed to
deviation from the faith. The Muslim Brotherhood in Egypt was quick to take
advantage of the 1992 earthquake, creating relief committees in the syndicates
it controlled and that served as a major vehicle for recruitment. Indeed, that
crisis marked the beginning of the resurgence of the Egyptian Muslim
Brotherhood, which exploited it for mobilisation and electoral purposes.
Because of the impetus that extremist religious
trends and groups stand to gain from exploiting major crises of this sort, the
urgency of focussing on fighting the spread of Covid-19 should not blind
authorities in the Arab region or elsewhere to the need to monitor developments
in that end of the political spectrum. In light of historical precedents, there
is a possibility that some Salafi groups’ exploitation of the coronavirus
crisis could precipitate an organisational and ideological shift giving rise to
the emergence of new and possibly fiercer jihadist organisations or militias
after the crisis passes.**
El artículo plantea cuestiones razonables e históricamente
ciertas: los islamistas aprovechan cualquier circunstancia externa para
presentarla como un desafío. El nivel de ignorancia solo es superado por el
maquiavelismo mostrado. Lanzar a la gente al incumplimiento de las normas para
evitar contagios es un ejercicio perverso que revela la mentalidad que impera
en ellos: nadie vale nada, solo conseguir el fin. Las víctimas son mártires y
ya tienen bastante premio con llegar al paraíso. Desde ese presupuesto, todo lo
que pueda hacer caer al régimen es considerado positivo, incluidos los miles de
muertos que pueda haber por delante. Son meros sacrificios para obtener el
objetivo final.
Se entiende desde esta perspectiva los esfuerzos del régimen
en tratar de "moderar" el discurso religioso, es decir, evitar el
atractivo de los que se presentan como defensores de la "voluntad de
Dios" y aceptan sumisamente sus designios. La locura islamista no tiene
fin y, como señala Al-Beheiri, se crece en estas situaciones de dificultad
reinterpretando las situaciones.
Hemos visto otras formas de "integrismo" cristiano
en los que predican la misma forma de aceptación en grupos norteamericanos. Si
se tratara de suicidarse, allá ellos; pero la falta de medidas no es solo un
suicido, sino una transmisión de la enfermedad a otros que pueden tener otro
sentido de la vida y que se ven contagiados. El islamista, en cualquiera de sus
formas, lo da por hecho y lo ve bien.
En estos días puede haber un cambio de rumbo en la pandemia
en Egipto y ese miedo a lo que pueda pasar tras los 1.000 primeros contagios
parece una forma de prevenir por aviso lo que pueda llegar. Las medidas
egipcias, que siempre se atribuyen a las decisiones presidenciales, son dudosas
en muchos casos en cuanto a su eficacia e intensidad. Esperemos que no se
paguen entre todos con una avalancha de casos, en cuyo caso el problema social
podría tener dimensiones grandes y de enorme gravedad. Por eso, estas
informaciones nos parecen avisos de este futuro que puede ser muy complicado al
entremezclarse todos los conflictos, es decir, sanitarios, políticos,
económicos y religiosos.
Habrá que seguir con cuidado las noticias de Egipto y tratar
de encontrar entre ellas las líneas de los escenarios posibles. Como siempre, desear lo mejor a Egipto.
*
"Egyptian Awqaf Min. launches initiative to promote Islam's moderate
teachings" Egypt Today - MENA 6/04/2020
https://www.egypttoday.com/Article/1/83398/Egyptian-Awqaf-Min-launches-initiative-to-promote-Islam-s-moderate
** Ahmed
Kamel Al-Beheiri "Extremist exploitation of Covid-19" Ahram Online
5/04/2020
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/366327/Opinion/Extremist-exploitation-of-Covid.aspx
***
"President Sisi orders coronavirus testing for staff and patients at
Egypt’s National Cancer Institute" Egypt Independent 5/04/2020
https://www.egyptindependent.com/president-sisi-orders-coronavirus-testing-for-staff-and-patients-at-egypts-national-cancer-institute/
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