Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me
llama la atención un titular de ayer del diario El País que reza "Lo que
saben y lo que no saben los españoles del coronavirus: el 5% cree que lo
transmiten mosquitos".* Es probable un parte que no me atrevo a estimar de
ese 5% llegue a pensar incluso que esos mosquitos forman parte de una
conspiración, que han sido liberados de algún laboratorio de alguna potencia escondido
en algún subterráneo de alguna isla recóndita. ¿Por qué no? Algo que hemos
descubierto en estas décadas de redes sociales es que para cualquier estupidez
que podamos imaginar es posible encontrar un grupo de adeptos y que esos
adeptos pueden extender su idiotez hasta niveles donde entrará en competencia
con otras estupideces. La ley general es que es mucho más difícil convencer a
alguien de una verdad, mientras que las estupideces, las maldades, los bulos
más infectos, etc. tienen sus creyentes de forma natural.
Hace
muchos años, con mucha antelación a la aparición de las redes sociales, se me
quedó grabada una frase de mi querido escritor —al que tendré que volver como
refugio— Kurt Vonnegut. En una de sus novelas en las que describía a sus
paranoicos apuntaba a que en todo país hay 40.000 locos, pero que el problema
es que están comunicados. Gran parte de nuestros problemas actuales derivan de
esta situación nueva, los locos se comunican.
La
comunicación de los locos tiene muchas consecuencias. La primera es que se
refuerzan entre ellos; la segunda es que tienen una vocación natural por
aumentar sus círculos, lo que dada la atracción natural de la estupidez y el
acceso a la tecnología que les une, pasa a ser preocupante. Hay un tercer
factor, cuando se llega a ciertos niveles, la estupidez se pone al servicio de
ciertos tipos de inteligencia, deja de ser alimento de idiotas para ser,
además, labor de interesados cocineros que se ganan la vida (no solo el cielo)
con los beneficios de la estupidez, que pasa a ser un bien en alza. Esta
rentabilidad para otros fines es el nivel en el que nos encontramos en estos
momentos.
Ejemplos
de estupidez ilustre los tenemos cada día con las ruedas de prensa del
presidente Trump, con sus conocidos mensajes sobre las inyecciones de desinfectantes
o la iluminación de intestinos con luces potentes. Las estupideces de Trump
quedarán para la historia; quedarán igualmente los seguidores de su secta, los
que han seguido la senda marcada gracias a la expansión de sus mensajes que el
cargo le permite.
Los
Estados Unidos han sorprendido por hacer buena casi cualquier estupidez sobre
el coronavirus. Para todas ellas han encontrado adeptos que se han lanzado a
las calles a defender lo contrario de lo que la experiencia científica o el
sentido común aconsejaban. No son los únicos, desde luego, pero quizá sí los
más desafiantes.
Que el
5% de los españoles crea que el COVID-19 se transmite por los mosquitos es
elocuente y nos puede parecer esa proporción incluso baja respecto al número de
idiotas que conocemos. Pero hay otras cifras más amplias sobre aspectos más
creíbles que han sido desestimados, bulos que una y otra vez se ha publicado
que no son ciertos. Son los que entran en el tercer nivel, el de interés en que
circulen porque aprovechan a terceros.
El
diario ABC titulaba hace dos días "La mitad de los ciudadanos se apuntan a
la teoría de la conspiración sobre el origen del virus"**. Aquí ya no
hablamos de mosquitos o del 5%, más bien adquirimos una visión recelosa del
mundo —¿quién conspira, qué poder malévolo se empeña en destruir el orden y
sembrar la muerte y el caos?— y le añadimos un cero al 5 hasta llegar al 50%,
que es mucha opinión y mucha conspiración.
Las
teorías de la conspiración venden teorías
y venden conspiración. Son lo
contrario de la fatalidad, la naturaleza y lo que dios quiera. Es la versión de humano, demasiado humano de Nietzsche pasado por la no-ciencia-ficción
de la credulidad.
Afirmar
teorías de la conspiración nos permite aparentar una superioridad frente a los
demás —¡pobres estúpidos convencionales!—, a los que se creen lo que dicen los
científicos —¡esos mismos que quieren que te creas que los seres humanos
llegamos a la Luna!—, a los que leen los medios de comunicación convencionales
—¡pagados con capital judío!—. Los que difunden las teorías de la conspiración
lo hacen con una cierta sonrisa de "si yo te contara" y un
levantamiento de ceja mediante el que muestra su duda sobre si estás preparado
para conocer la verdad oculta. Conforme la "verdad oculta" va
circulando tiende a perder detalles, la coherencia se pierde por el camino, y
se concentra en afirmaciones rotundas, fácilmente transmisibles. "¡Todo
esto es intencionado!", te dicen en llamada telefónica y no entran en más
detalles porque habrá alguien escuchando. Te sientes un poco la escéptica Scully
frente al visionario Mulder, que por supuesto tiene razón.
El tercer
momento es aquel en el que la sin razón llega a ser una razón. Son las pinceladas del sinsentido que adquieren sentido en la distancia en la que
aparece la forma, la gestalt, que
reconocemos. El tercer momento es el de la manipulación interesada, es el de la
recogida de la estupidez sembrada para ponerla al servicio de un fin
determinado, el del grupo político, económico, religioso, etc. que busca actuar
aprovechando el momento de confusión creado.
Para
ello hace falta descalificar las fuentes fiables, encontrar explicaciones sobre
lo que ocultan y sus motivos, que forman parte de la misma conspiración. Ellos te engañan y te ocultan la verdad.
Se provoca en el mejor de los casos la duda, después el miedo y, si todo
funciona, la adhesión al grupo con la aceptación de las verdades ocultas que
hay que transmitir. ¡Enhorabuena, ya eres un adepto! Ya estás en condiciones de
convertirte en parte de la cadena y convencer a otros repitiendo el proceso de
captación.
Estamos
descubriendo en estos "desilustrados
días", por parafrasear irónicamente al poeta Wordsworth, que hay enormes similitudes
entre la falta de información y el exceso de información, ya que ambos estados
nos dejan en manos de otros. Ya se habla de "infodemia", la epidemia
de la información. En algunos países se debaten entre la propaganda del régimen
y los bulos, sin esperanza de que la "verdad" pueda sobrevivir a unos
y a otros.
El nuevo
adepto es un fanático de la información, pero no por ello mejora su situación.
Simplemente se refuerza. Cada día es alimentado por aquellos que ven en esta
situación un beneficio propio, ya sea porque la venden (ciertos medios) o
porque la rentabilizan políticamente con el doble movimiento de
erosión/adhesión.
La
diferencia con otros tiempos es que ya podemos hablar de "desinformación
oficial" en el mismo sentido que hablamos de "información
oficial". Lo que está haciendo la Casa Blanca la equipara a lo que hacen
otros grupos insignificantes. Los que se han envenenado son los creyentes
ciegos. Pero si se llegan a tomar desinfectantes, ¿cómo no van a creer en que
es una maniobra de los demócratas, los medios y China? Las insinuaciones de Trump
sobre "cobrar a China" por lo ocurrido son una informa clara de
propagar las teorías de la conspiración a las que ABC nos dice se suscriben la
mitad de los españoles. Es más fácil pensar en un "accidente" o en un
"ataque" que comprender qué diferencia hay entre el ADN y ARN. Y
además es mucho más divertido. Tus amistades se quedan impresionadas ante tu
nivel de información.
En su
momento se jugó con la idea de que Barack Obama era un agente del Estado
Islámico infiltrado. La totalidad de Oriente Medio está convencido que el
Estado Islámico es una creación de los "Occidente" para desacreditar
al Islam. A Juan Pablo I lo asesinaron las fuerzas de la Iglesia para
deshacerse de sus reformas... Las teorías de conspiración se mantienen y
expanden. A veces no logran llegar al tercer momento, del de la recogida y se
conforman con seguir vivas. Es el tercer momento el peligroso, cuando se
integran dentro de un plan de asalto.
Junto a
la guerra contra la pandemia, contra el COVID-19, existen otras muchas guerras,
las de la política, de la economía, etc. en las que se trata de tomar
posiciones para el momento futuro, para dar un salto en la opinión pública.
Lejos de los laboratorios y hospitales, los agitadores de bulos y
desinformaciones tratan de mostrarnos su mundo para que lo aceptemos, con sus
reglas e implicaciones. Se trata de imponer un vocabulario ("virus
chino"...) y una narrativa (la teoría conspiratoria elegida).
En el
diario El País, con el titular " Manual de la ultraderecha para
desinformar"", se nos dice:
Precisamente en torno al origen del nuevo
coronavirus hay al menos una decena de teorías de la conspiración que niegan,
en general, que el SARS-CoV-2 haya pasado de un animal al ser humano y apuestan
por que ha nacido en algún laboratorio, ya sea de China, Estados Unidos o
incluso Canadá, pese a que no existe ningún tipo de prueba al respecto. Es el
discurso que apoyan los dirigentes de Vox cuando aluden al “virus chino”, con
el que subrayan que este país está detrás de la nueva pandemia —más allá de las
implicaciones racistas de usar tal denominación, que estigmatiza a una
población—. El dirigente del partido ultranacionalista Javier Ortega Smith, que
enfermó de covid-19, se refirió en Twitter al SARS-Cov-2 como los “malditos
virus chinos” y aseguró que sus “anticuerpos españoles” lucharían contra ellos
“hasta derrotarlos”. El tuit ya ha sido borrado. También Macarena Olona,
diputada del mismo partido, hizo las siguientes declaraciones el pasado 13 de
abril durante una entrevista en Los Desayunos de TVE: “China nos ha traído dos
cosas: en primer lugar, la peste del siglo XXI, y en segundo lugar, el caldo de
cultivo propicio para que los postulados comunistas que no han sido votados por
los españoles mayoritariamente se impongan finalmente en nuestro país”.***
El
artículo recoge la idea de que la ultraderecha mundial está creando sus
conexiones para difundir la narrativa del "miedo al comunismo". La
articulación de estos grupos populistas es muy evidente, pues se repiten en
argumentos y en fines: nacionalismo, anti emigración, neoliberalismo local,
sinofobia, antieuropeísmo, xenofobia. Esto es válido para los Estado Unidos de
Trump, el Brasil de Bolsonaro, para los grupos de ultraderecha europeos...
Conforme
varían las noticias según los países y se habla en muchos de la
"desescalada" y se manifiesta el miedo natural a salir a la calle
tras más de un mes de confinamiento, aumentan las noticias sobre las teorías
conspiratorias. Se trata de rentabilizar la incertidumbre sanitaria, económica,
social introduciendo factores que circulen a la velocidad de las redes. Crecen
los miedos y se es más receptivo, por lo tanto más influenciable. El miedo anula
el juicio, ¿y si es verdad?
El
Confidencial publica hoy mismo sobre una de las teorías conspiratorias en la
que confluyen los diversos niveles de lucha, político, económico, tecnológico.
Con el titular "Un informe de Interior alerta de planes para esparcir el
coronavirus y atacar torres de 5G" manifiesta la preocupación por este
persistente bulo:
El Ministerio del Interior ha recibido un
informe de Inteligencia que advierte de que se han detectado mensajes de grupos
extremistas que proponen ataques para amplificar la sensación de crisis que
está provocando el coronavirus y difunden teorías conspiranoicas sobre el origen de la pandemia. Una de estas
versiones alternativas ya ha provocado sabotajes a torres de telefonía móvil 5G
y 4G en Países Bajos, Reino Unido, Irlanda y Chipre.
El documento, al que ha tenido acceso El
Confidencial, ha sido elaborado por la Oficina de Coordinación Cibernética
(OCC), una célula de ciberpatrullaje integrada por agentes de Policía Nacional
y Guardia Civil que se encuadra en el Centro Nacional de Protección de
Infraestructuras y Ciberseguridad (CNPIC) del Ministerio del Interior y que
reporta directamente al Departamento de Seguridad Nacional (DSN) del Ministerio
de Presidencia. El encargado de coordinar toda la cadena de mando es Iván
Redondo, jefe de gabinete y asesor áulico de Pedro Sánchez.****
El
artículo es tan inquietante que quizá supere a los propios bulos ya que
manifestar la preocupación porque algo ocurra significa elevarlo al estatus de
que es posible que pueda ocurrir. Es el problema de informar sobre
"rumores", "bulos" o preocupaciones de alguien. La
desinformación parasita a la propia información, que contagiada, la esparce.
En el
artículo, por ejemplo, se habla de cómo la ultraderecha y anarquistas tratan de
responsabilizar a "judíos y musulmanes". La cuestión del 5G, en
cambio tiene otras connotaciones, pues ha sido uno de los desencadenantes más
importantes del ataque de la administración Trump a China a través de Huawei,
tratando de bloquear que Europa pueda realizar sus infraestructuras con
tecnología de la empresa china. Lo mismo se está haciendo, por ejemplo, con la
empresa de videoconferencias china Zoom, que ha sido utilizada por muchos sin
problemas hasta que desde Estados Unidos se ha esparcido el bulo de que era
"poco segura".
El
Confidencial señala:
[...] el informe de la OCC destaca la
importancia de una teoría alentada por un pseudocientífico estadounidense
llamado Thomas Cowan, que asegura que el coronavirus no es una enfermedad sino
una alteración en el cuerpo de los seres humanos por la creación de nuevos
campos electromagnéticos que ha ocasionado la implantación de la tecnología de
comunicaciones 5G. Cowan sostiene que estas redes afectan al sistema
inmunológico o pueden contribuir de alguna manera a la propagación del
SARS-Cov-2.
La teoría es disparatada, pero ha encontrado
adeptos en todo el mundo, sobre todo entre grupos anarquistas. En Reino Unido,
se han producido al menos 60 ataques contra postes 5G y 4G. Estos últimos, al
confundirlos con los de la siguiente generación. “Debido a las acciones que ya
han sucedido y que siguen sucediendo en nuestro entorno cercano”, apuntan los
expertos de las Fuerzas de Seguridad, “las torres y otros sistemas de
comunicaciones que dan soporte a la tecnología 5G son objetivos de riesgo”.
Alentar
más allá de los círculos habituales es extender la desinformación, que se va
adueñando de cada vez más personas, que ante la falta de explicación y la
presión de los grupos van aumentado sus creyentes.
La
credibilidad de una teoría, en este punto, se basa en el grupo y en las
convicciones previas, en la tendencia a creer. Por eso lo diseñadores de buenas
teorías de la conspiración suelen ser buenos psicólogos sociales, comprenden
los mecanismos del miedo y de la coherencia de lo incoherente. Todo se engarza
para permitir remitir de una idea a otra, apuntalándose ambas. El nuevo mundo
de la Sociedad de la Información se basa en gran medida en la fabricación de
los canales. Pero hay muchos interesado en lo que circula por ellos como forma
de hacerse con las narrativas y las explicaciones. Son armas muy efectivas y
difíciles de combatir. Como señalamos al inicio, las mentiras se reproducen
como conejos, mientras que las verdades son como embarazos de elefantes, largos
y costosos.
Se necesita
un esfuerzo mayor para eliminar las mentiras y no hay garantías de que no dejen
secuelas. Probablemente duren más que el COVID-19.
*
"Lo que saben y lo que no saben los españoles del coronavirus: el 5% cree
que lo transmiten mosquitos" El País 28/04/2020
https://elpais.com/espana/madrid/2020-04-28/lo-que-saben-y-lo-que-no-los-espanoles-del-coronavirus-el-5-cree-que-lo-transmiten-mosquitos.html
**
"La mitad de los ciudadanos se apuntan a la teoría de la conspiración
sobre el origen del virus" ABC 27/04/2020
https://www.abc.es/espana/abci-mitad-ciudadanos-apuntan-teoria-conspiracion-sobre-origen-virus-202004270220_noticia.html
***
"Manual de la ultraderecha para desinformar" El País 28/04/2020
https://elpais.com/elpais/2020/04/27/hechos/1587976083_338830.html
****
"Un informe de Interior alerta de planes para esparcir el coronavirus y
atacar torres de 5G" El Confidencial 29/04/2020
https://www.elconfidencial.com/espana/2020-04-29/informe-interior-alerta-planes-esparcir-coronavirus-atacar-torres-5g_2565723/
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