miércoles, 29 de abril de 2020

La otra pandemia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Me llama la atención un titular de ayer del diario El País que reza "Lo que saben y lo que no saben los españoles del coronavirus: el 5% cree que lo transmiten mosquitos".* Es probable un parte que no me atrevo a estimar de ese 5% llegue a pensar incluso que esos mosquitos forman parte de una conspiración, que han sido liberados de algún laboratorio de alguna potencia escondido en algún subterráneo de alguna isla recóndita. ¿Por qué no? Algo que hemos descubierto en estas décadas de redes sociales es que para cualquier estupidez que podamos imaginar es posible encontrar un grupo de adeptos y que esos adeptos pueden extender su idiotez hasta niveles donde entrará en competencia con otras estupideces. La ley general es que es mucho más difícil convencer a alguien de una verdad, mientras que las estupideces, las maldades, los bulos más infectos, etc. tienen sus creyentes de forma natural


Hace muchos años, con mucha antelación a la aparición de las redes sociales, se me quedó grabada una frase de mi querido escritor —al que tendré que volver como refugio— Kurt Vonnegut. En una de sus novelas en las que describía a sus paranoicos apuntaba a que en todo país hay 40.000 locos, pero que el problema es que están comunicados. Gran parte de nuestros problemas actuales derivan de esta situación nueva, los locos se comunican.
La comunicación de los locos tiene muchas consecuencias. La primera es que se refuerzan entre ellos; la segunda es que tienen una vocación natural por aumentar sus círculos, lo que dada la atracción natural de la estupidez y el acceso a la tecnología que les une, pasa a ser preocupante. Hay un tercer factor, cuando se llega a ciertos niveles, la estupidez se pone al servicio de ciertos tipos de inteligencia, deja de ser alimento de idiotas para ser, además, labor de interesados cocineros que se ganan la vida (no solo el cielo) con los beneficios de la estupidez, que pasa a ser un bien en alza. Esta rentabilidad para otros fines es el nivel en el que nos encontramos en estos momentos.


Ejemplos de estupidez ilustre los tenemos cada día con las ruedas de prensa del presidente Trump, con sus conocidos mensajes sobre las inyecciones de desinfectantes o la iluminación de intestinos con luces potentes. Las estupideces de Trump quedarán para la historia; quedarán igualmente los seguidores de su secta, los que han seguido la senda marcada gracias a la expansión de sus mensajes que el cargo le permite.
Los Estados Unidos han sorprendido por hacer buena casi cualquier estupidez sobre el coronavirus. Para todas ellas han encontrado adeptos que se han lanzado a las calles a defender lo contrario de lo que la experiencia científica o el sentido común aconsejaban. No son los únicos, desde luego, pero quizá sí los más desafiantes.
Que el 5% de los españoles crea que el COVID-19 se transmite por los mosquitos es elocuente y nos puede parecer esa proporción incluso baja respecto al número de idiotas que conocemos. Pero hay otras cifras más amplias sobre aspectos más creíbles que han sido desestimados, bulos que una y otra vez se ha publicado que no son ciertos. Son los que entran en el tercer nivel, el de interés en que circulen porque aprovechan a terceros.
El diario ABC titulaba hace dos días "La mitad de los ciudadanos se apuntan a la teoría de la conspiración sobre el origen del virus"**. Aquí ya no hablamos de mosquitos o del 5%, más bien adquirimos una visión recelosa del mundo —¿quién conspira, qué poder malévolo se empeña en destruir el orden y sembrar la muerte y el caos?— y le añadimos un cero al 5 hasta llegar al 50%, que es mucha opinión y mucha conspiración.


Las teorías de la conspiración venden teorías y venden conspiración. Son lo contrario de la fatalidad, la naturaleza y lo que dios quiera. Es la versión de humano, demasiado humano de Nietzsche pasado por la no-ciencia-ficción de la credulidad.
Afirmar teorías de la conspiración nos permite aparentar una superioridad frente a los demás —¡pobres estúpidos convencionales!—, a los que se creen lo que dicen los científicos —¡esos mismos que quieren que te creas que los seres humanos llegamos a la Luna!—, a los que leen los medios de comunicación convencionales —¡pagados con capital judío!—. Los que difunden las teorías de la conspiración lo hacen con una cierta sonrisa de "si yo te contara" y un levantamiento de ceja mediante el que muestra su duda sobre si estás preparado para conocer la verdad oculta. Conforme la "verdad oculta" va circulando tiende a perder detalles, la coherencia se pierde por el camino, y se concentra en afirmaciones rotundas, fácilmente transmisibles. "¡Todo esto es intencionado!", te dicen en llamada telefónica y no entran en más detalles porque habrá alguien escuchando. Te sientes un poco la escéptica Scully frente al visionario Mulder, que por supuesto tiene razón.
El tercer momento es aquel en el que la sin razón llega a ser una razón. Son las pinceladas del sinsentido que adquieren sentido en la distancia en la que aparece la forma, la gestalt, que reconocemos. El tercer momento es el de la manipulación interesada, es el de la recogida de la estupidez sembrada para ponerla al servicio de un fin determinado, el del grupo político, económico, religioso, etc. que busca actuar aprovechando el momento de confusión creado.
Para ello hace falta descalificar las fuentes fiables, encontrar explicaciones sobre lo que ocultan y sus motivos, que forman parte de la misma conspiración. Ellos te engañan y te ocultan la verdad. Se provoca en el mejor de los casos la duda, después el miedo y, si todo funciona, la adhesión al grupo con la aceptación de las verdades ocultas que hay que transmitir. ¡Enhorabuena, ya eres un adepto! Ya estás en condiciones de convertirte en parte de la cadena y convencer a otros repitiendo el proceso de captación.


Estamos descubriendo en estos "desilustrados días", por parafrasear irónicamente al poeta Wordsworth, que hay enormes similitudes entre la falta de información y el exceso de información, ya que ambos estados nos dejan en manos de otros. Ya se habla de "infodemia", la epidemia de la información. En algunos países se debaten entre la propaganda del régimen y los bulos, sin esperanza de que la "verdad" pueda sobrevivir a unos y a otros.
El nuevo adepto es un fanático de la información, pero no por ello mejora su situación. Simplemente se refuerza. Cada día es alimentado por aquellos que ven en esta situación un beneficio propio, ya sea porque la venden (ciertos medios) o porque la rentabilizan políticamente con el doble movimiento de erosión/adhesión.
La diferencia con otros tiempos es que ya podemos hablar de "desinformación oficial" en el mismo sentido que hablamos de "información oficial". Lo que está haciendo la Casa Blanca la equipara a lo que hacen otros grupos insignificantes. Los que se han envenenado son los creyentes ciegos. Pero si se llegan a tomar desinfectantes, ¿cómo no van a creer en que es una maniobra de los demócratas, los medios y China? Las insinuaciones de Trump sobre "cobrar a China" por lo ocurrido son una informa clara de propagar las teorías de la conspiración a las que ABC nos dice se suscriben la mitad de los españoles. Es más fácil pensar en un "accidente" o en un "ataque" que comprender qué diferencia hay entre el ADN y ARN. Y además es mucho más divertido. Tus amistades se quedan impresionadas ante tu nivel de información.


En su momento se jugó con la idea de que Barack Obama era un agente del Estado Islámico infiltrado. La totalidad de Oriente Medio está convencido que el Estado Islámico es una creación de los "Occidente" para desacreditar al Islam. A Juan Pablo I lo asesinaron las fuerzas de la Iglesia para deshacerse de sus reformas... Las teorías de conspiración se mantienen y expanden. A veces no logran llegar al tercer momento, del de la recogida y se conforman con seguir vivas. Es el tercer momento el peligroso, cuando se integran dentro de un plan de asalto.
Junto a la guerra contra la pandemia, contra el COVID-19, existen otras muchas guerras, las de la política, de la economía, etc. en las que se trata de tomar posiciones para el momento futuro, para dar un salto en la opinión pública. Lejos de los laboratorios y hospitales, los agitadores de bulos y desinformaciones tratan de mostrarnos su mundo para que lo aceptemos, con sus reglas e implicaciones. Se trata de imponer un vocabulario ("virus chino"...) y una narrativa (la teoría conspiratoria elegida).
En el diario El País, con el titular " Manual de la ultraderecha para desinformar"", se nos dice:

Precisamente en torno al origen del nuevo coronavirus hay al menos una decena de teorías de la conspiración que niegan, en general, que el SARS-CoV-2 haya pasado de un animal al ser humano y apuestan por que ha nacido en algún laboratorio, ya sea de China, Estados Unidos o incluso Canadá, pese a que no existe ningún tipo de prueba al respecto. Es el discurso que apoyan los dirigentes de Vox cuando aluden al “virus chino”, con el que subrayan que este país está detrás de la nueva pandemia —más allá de las implicaciones racistas de usar tal denominación, que estigmatiza a una población—. El dirigente del partido ultranacionalista Javier Ortega Smith, que enfermó de covid-19, se refirió en Twitter al SARS-Cov-2 como los “malditos virus chinos” y aseguró que sus “anticuerpos españoles” lucharían contra ellos “hasta derrotarlos”. El tuit ya ha sido borrado. También Macarena Olona, diputada del mismo partido, hizo las siguientes declaraciones el pasado 13 de abril durante una entrevista en Los Desayunos de TVE: “China nos ha traído dos cosas: en primer lugar, la peste del siglo XXI, y en segundo lugar, el caldo de cultivo propicio para que los postulados comunistas que no han sido votados por los españoles mayoritariamente se impongan finalmente en nuestro país”.***



El artículo recoge la idea de que la ultraderecha mundial está creando sus conexiones para difundir la narrativa del "miedo al comunismo". La articulación de estos grupos populistas es muy evidente, pues se repiten en argumentos y en fines: nacionalismo, anti emigración, neoliberalismo local, sinofobia, antieuropeísmo, xenofobia. Esto es válido para los Estado Unidos de Trump, el Brasil de Bolsonaro, para los grupos de ultraderecha europeos...
Conforme varían las noticias según los países y se habla en muchos de la "desescalada" y se manifiesta el miedo natural a salir a la calle tras más de un mes de confinamiento, aumentan las noticias sobre las teorías conspiratorias. Se trata de rentabilizar la incertidumbre sanitaria, económica, social introduciendo factores que circulen a la velocidad de las redes. Crecen los miedos y se es más receptivo, por lo tanto más influenciable. El miedo anula el juicio, ¿y si es verdad?
El Confidencial publica hoy mismo sobre una de las teorías conspiratorias en la que confluyen los diversos niveles de lucha, político, económico, tecnológico. Con el titular "Un informe de Interior alerta de planes para esparcir el coronavirus y atacar torres de 5G" manifiesta la preocupación por este persistente bulo:
El Ministerio del Interior ha recibido un informe de Inteligencia que advierte de que se han detectado mensajes de grupos extremistas que proponen ataques para amplificar la sensación de crisis que está provocando el coronavirus y difunden teorías conspiranoicas sobre el origen de la pandemia. Una de estas versiones alternativas ya ha provocado sabotajes a torres de telefonía móvil 5G y 4G en Países Bajos, Reino Unido, Irlanda y Chipre.
El documento, al que ha tenido acceso El Confidencial, ha sido elaborado por la Oficina de Coordinación Cibernética (OCC), una célula de ciberpatrullaje integrada por agentes de Policía Nacional y Guardia Civil que se encuadra en el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras y Ciberseguridad (CNPIC) del Ministerio del Interior y que reporta directamente al Departamento de Seguridad Nacional (DSN) del Ministerio de Presidencia. El encargado de coordinar toda la cadena de mando es Iván Redondo, jefe de gabinete y asesor áulico de Pedro Sánchez.****


El artículo es tan inquietante que quizá supere a los propios bulos ya que manifestar la preocupación porque algo ocurra significa elevarlo al estatus de que es posible que pueda ocurrir. Es el problema de informar sobre "rumores", "bulos" o preocupaciones de alguien. La desinformación parasita a la propia información, que contagiada, la esparce.
En el artículo, por ejemplo, se habla de cómo la ultraderecha y anarquistas tratan de responsabilizar a "judíos y musulmanes". La cuestión del 5G, en cambio tiene otras connotaciones, pues ha sido uno de los desencadenantes más importantes del ataque de la administración Trump a China a través de Huawei, tratando de bloquear que Europa pueda realizar sus infraestructuras con tecnología de la empresa china. Lo mismo se está haciendo, por ejemplo, con la empresa de videoconferencias china Zoom, que ha sido utilizada por muchos sin problemas hasta que desde Estados Unidos se ha esparcido el bulo de que era "poco segura".
El Confidencial señala:

[...] el informe de la OCC destaca la importancia de una teoría alentada por un pseudocientífico estadounidense llamado Thomas Cowan, que asegura que el coronavirus no es una enfermedad sino una alteración en el cuerpo de los seres humanos por la creación de nuevos campos electromagnéticos que ha ocasionado la implantación de la tecnología de comunicaciones 5G. Cowan sostiene que estas redes afectan al sistema inmunológico o pueden contribuir de alguna manera a la propagación del SARS-Cov-2.
La teoría es disparatada, pero ha encontrado adeptos en todo el mundo, sobre todo entre grupos anarquistas. En Reino Unido, se han producido al menos 60 ataques contra postes 5G y 4G. Estos últimos, al confundirlos con los de la siguiente generación. “Debido a las acciones que ya han sucedido y que siguen sucediendo en nuestro entorno cercano”, apuntan los expertos de las Fuerzas de Seguridad, “las torres y otros sistemas de comunicaciones que dan soporte a la tecnología 5G son objetivos de riesgo”.

Alentar más allá de los círculos habituales es extender la desinformación, que se va adueñando de cada vez más personas, que ante la falta de explicación y la presión de los grupos van aumentado sus creyentes.


La credibilidad de una teoría, en este punto, se basa en el grupo y en las convicciones previas, en la tendencia a creer. Por eso lo diseñadores de buenas teorías de la conspiración suelen ser buenos psicólogos sociales, comprenden los mecanismos del miedo y de la coherencia de lo incoherente. Todo se engarza para permitir remitir de una idea a otra, apuntalándose ambas. El nuevo mundo de la Sociedad de la Información se basa en gran medida en la fabricación de los canales. Pero hay muchos interesado en lo que circula por ellos como forma de hacerse con las narrativas y las explicaciones. Son armas muy efectivas y difíciles de combatir. Como señalamos al inicio, las mentiras se reproducen como conejos, mientras que las verdades son como embarazos de elefantes, largos y costosos.
Se necesita un esfuerzo mayor para eliminar las mentiras y no hay garantías de que no dejen secuelas.  Probablemente duren más que el COVID-19. 



* "Lo que saben y lo que no saben los españoles del coronavirus: el 5% cree que lo transmiten mosquitos" El País 28/04/2020 https://elpais.com/espana/madrid/2020-04-28/lo-que-saben-y-lo-que-no-los-espanoles-del-coronavirus-el-5-cree-que-lo-transmiten-mosquitos.html
** "La mitad de los ciudadanos se apuntan a la teoría de la conspiración sobre el origen del virus" ABC 27/04/2020 https://www.abc.es/espana/abci-mitad-ciudadanos-apuntan-teoria-conspiracion-sobre-origen-virus-202004270220_noticia.html
*** "Manual de la ultraderecha para desinformar" El País 28/04/2020 https://elpais.com/elpais/2020/04/27/hechos/1587976083_338830.html
**** "Un informe de Interior alerta de planes para esparcir el coronavirus y atacar torres de 5G" El Confidencial 29/04/2020 https://www.elconfidencial.com/espana/2020-04-29/informe-interior-alerta-planes-esparcir-coronavirus-atacar-torres-5g_2565723/




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