Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
COVID-19 es también una prueba para las instituciones, un ejercicio práctico
sobre los límites del poder, sobre a quién le corresponden las decisiones en
cada caso y sobre las ideas de comunidad e individualidad. La salud misma se
divide en personal y pública, ya no es algo que me afecte a mí solo, por lo que
los demás puede que tengan algo que decir.
En
España y otros países europeos descentralizados, con estructuras federales o
autonómicas, como en España, se producen todos los días conflictos de
competencias, negociaciones de presupuestos o ayudas y diferencias de criterios
en función de las características propias. En nuestro caso, el estado central
asumió debido a la declaración del "estado de alarma" una serie de
funciones extraordinarias que iban de la sanidad al orden público, unificando
una serie de normas.
Pero
por muy complicada que nos pueda parecer nuestra situación, es una balsa de
aceite en comparación con lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde se
está produciendo una auténtica guerra institucional con varios frentes, dos
verticales que enfrentan el primero a la Casa Blanca con los estados según su
base política y otro con las cámaras de representantes y el senado. Y los
enfrentamientos horizontales, los que afectan a los estados entre ellos.
El
espectáculo que los Estados Unidos están dando al mundo es insólito. Se está
quedando aislado, distante de la mayoría de los países e instituciones
internacionales que miran asombrados las rabietas del presidente Trump (contra
los acuerdo climáticos, los países que no le gustan o, la última por ahora,
contra la Organización Mundial de la Salud), vieron incrédulos la guerra entre
representantes y senadores por el "impeachment" del presidente y su
vergonzosa resolución, y asisten ahora a la lucha contra los estados y de los
estados entre sí.
El
espectáculo por el COVID-19 ha acabado por hundir la imagen de los Estados
Unidos en el exterior. Mientras la mayoría de los países siguen unas pautas
para evitar la expansión del coronavirus en sus espacios, el mundo observa
asombrado el incumplimiento generalizado de las normas más elementales por
parte de los representantes, de la presidencia a los gobernadores, empeñados en
ignorar las cuestiones más evidentes, empezando por el propio coronavirus que
hasta hace muy poco solo era el resultado de "la histeria" creada por
los medios y los demócratas para sacar de la Casa Blanca al mejor presidente de
la historia del país, según su propia definición.
The Washington Post recogía hace unos días lo ocurrido en
Dakota del Sur, un estado con gobernadora republicana:
As governors across the country fell into line
in recent weeks, South Dakota’s top elected leader stood firm: There would be
no statewide order to stay home.
Such edicts to combat the spread of the novel
coronavirus, Gov. Kristi L. Noem said disparagingly, reflected a “herd
mentality.” It was up to individuals — not government — to decide whether “to
exercise their right to work, to worship and to play. Or to even stay at home.”
And besides, the first-term Republican told
reporters at a briefing this month, “South Dakota is not New York City.”
But now South Dakota is home to one of the
largest single coronavirus clusters anywhere in the United States, with more
than 300 workers at a giant pork-processing plant falling ill. With the case
numbers continuing to spike, the company was forced to announce the indefinite
closure of the facility Sunday, threatening the U.S. food supply.*
Tras los ataques y desprecios a "la mujer de
Michigan", tal como llamó Trump a la gobernadora demócrata del estado de
Michigan, uno de los más castigados, la atención se centra en Dakota del Sur.
La gobernadora Kristi L. Noem es trumpista, variante personalista
del republicanismo actual. Eso significa que para ella lo que el presidente
dice se convierte automáticamente en una verdad probada. Si los votantes del
estado han votado por Trump, la estrategia de mantenerse en línea con lo que él
afirme desde la Casa Blanca es una medida partidista eficaz, pero suicida
desde la sanidad pública, que ha llevado al desastre del contagio masivo, con ese
centro de distribución de carne enlatada y de coronavirus al natural. Ahora el centro, con 300 trabajadores contagiados ha sido cerrado, pero el mal ya está hecho.
Una vez más, nos cuenta el reportaje, las condiciones sociales
son importantes, ya que la mayoría de los contagiados en la fábrica son
inmigrantes, en condiciones precarias y a los que sus contratistas no han
dotado de las medidas de seguridad adecuadas. La suma de malas condiciones de
trabajo (incapacidad de mantener las distancias de seguridad) y falta de medias
de protección es el cóctel perfecto para el COVID-19, que si pudiera votaría
por la reelección de Trump.
Siendo lo peor los contagios de las personas, llama la
atención la filosofía política que se
despliega:
Noem is one of five governors representing
relatively rural states — North Dakota, Iowa, Nebraska and Arkansas are the
others — still resisting such calls. All are Republicans, and all have used
similar justifications for going against the national grain.
In Arkansas, Gov. Asa Hutchinson has boasted of
his state’s “very targeted response” and argued that other states have so many
exemptions to their stay-at-home orders that they “override the rule.”
Iowa Gov. Kim Reynolds has said that keeping
people at home takes a toll on their mental health and that “suicides and
domestic abuse” would rise.
Noem has perhaps gone even further than others,
however, citing the principle of individual liberty and the limitations of
government to dictate people’s behavior — even when public health may depend on
it.
Citing scientific modeling, the governor
acknowledged this month that up to 70 percent of residents in her state may
ultimately fall ill with covid-19. But, she suggested, it wasn’t up to
government to tell them how to behave.
“The people themselves are primarily
responsible for their safety,” she said. “They are the ones that are entrusted
with expansive freedoms.”
Noem on Monday continued to defend her
approach, saying the state had high levels of voluntary participation in social
distancing strategies — “much greater than some of those states that issued
shelter-in-place orders.”*
Pura filosofía del individualismo específicamente
norteamericano. El problema es que esto no funciona así en una pandemia. La
salida acabará, no hay otra, en la ley de la selva en cuanto aumenten las
cifras de contagios. Al derecho a tomar decisiones individualmente y que nadie
te diga lo que tienes que hacer ("¡liberad Michigan!"), le seguirá
cuando aumenten los casos el derecho a defenderse, el de autodefensa, frente a
las amenazas. No es casual que desde que empezaron los casos en los Estados
Unidos, aumentaran las ventas de armas. Es el reflejo anticipativo de una
mentalidad y del cálculo de lo que puede ocurrir. Cuando se renuncia a las
instituciones, a su función ordenadora, lo que queda es la fuerza.
Los trabajadores mejicanos que se hacinan en la fábrica de
carne de Dakota del Sur carecen de esa fuerza; solo les queda el contagio si
quieren sobrevivir. En el reportaje de The Washington Post hablan bajo
condición de anonimato. Lo hacen de las condiciones en las que se encuentran.
Pero ellos son sustituibles. El gran invento del capitalismo norteamericano ha
sido siempre unir el seguro médico al puesto de trabajo. El que quiera estar
sano depende de cómo se comporte y de lo que quiera su jefe. Muchos trabajan
enfermos porque no tienen más remedio. Esto no es nuevo, pero sí crucial en la
actual situación, con una pandemia que puede acabar con tu vida y la
transmisión a otros:
Before the closure, workers had complained that
they were not given sufficient access to protective gear, such as masks. The
company said Thursday that it had taken steps to reduce the spread, including
“adding extra hand sanitizing stations, boosting personal protective equipment,
continuing to stress the importance of personal hygiene.” But workers said they
were required to work so closely together that it was impossible to stay
healthy.
“There is no social distance,” said Lily, a
30-year-old Mexican immigrant who had worked at the plant for nearly 13 years
but quit because she feared bringing the coronavirus home to her husband and
young daughter.
Lily, who spoke on the condition that her last
name not be published for fear of retribution, said it is not only at work
where she feared the virus. “Many people are sick. Not only in the plant — in
the whole city,” she said.*
Sí, los Estados Unidos están convirtiéndose en el modelo
negativo de cómo no hay que reaccionar, de lo que no hay que hacer. Muchos
países cometen errores en este momento, pero solo la mentalidad norteamericana
los presenta como virtudes y valores nacionales. Los trumpistas que se
manifestaron en los estados demócratas lo hacían vestidos como para un carnaval
patriótico y eso es lo que parece visto desde el exterior. Los "patriotas"
gritando "Lock her up!" ante las puertas de la residencia oficial de
la gobernadora del estado de Michigan, el paseo de muchos con armas y los
ruidos del claxon, etc. son difíciles de olvidar y quedarán como recuerdo de
los efectos sociales del trumpismo.
A los norteamericanos que esto les horroriza, que son
muchos, les queda una dura tarea por delante. Son los "anti
americanos", los "izquierdistas", "histéricos",
"conspiradores", los "no creyentes", etc. Es difícil
mantener la cordura en esta batalla que ha desencadenado el gran divisor. Trump
sigue alentando a la desobediencia y al negacionismo de lo evidente. Mientras,
como señalamos, sigue tratando de dirigir la fuerza del miedo hacia el exterior,
amenazando a China con "consecuencias", y hacia el interior, lanzando
a la calle contra los gobernadores o autoridades que no le sigan en su ignorancia
interesada e irresponsable.
Es difícil encontrar un caso igual. La batalla de los estados seguirá porque Trump necesita a sus seguidores en la calle.
* Griff
Witte "South Dakota’s governor
resisted ordering people to stay home. Now it has one of the nation’s largest
coronavirus hot spots." The Washington Post 14/04/2020 https://www.washingtonpost.com/national/south-dakotas-governor-resisted-ordering-people-to-stay-home-now-it-has-one-of-the-nations-largest-coronavirus-hot-spots/2020/04/13/5cff90fe-7daf-11ea-a3ee-13e1ae0a3571_story.html
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