Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
sociabilidad, mientras no haya una vacuna, estará bajo observación mutua, es el
nuevo pacto social. Si los estados se
resisten por la cuestión del derecho a la privacidad, la protección de datos,
etc., pronto surgirá un gran negocio que es el de la certificación privada, el
de la extensión de los test que permitan una comunidad de iguales, la de los
"sanos" con los que poder mantener relaciones seguras, de las
sexuales a la charla informal en un restaurante. Si no baja el nivel de
peligros, el miedo obligará a muchos a la exigencia de la comprobación.
El
estado sano es un estado precario;
necesita de constante actualización. El sano puede pasar en cualquier comento
al estado de contagiado y convertirse en el rechazado. No es una distopía, es
la realidad que está viviendo el personal sanitario que se juega la vida por
sus pacientes para ser luego rechazados por personas de egoísmo implacable.
El
coronavirus infecta a ricos y pobres, a reyes y plebeyos. Los
grandes números dicen también otra cosa: que son los trabajadores hacinados en Singapur
los que enferman; que son los afroamericanos y los latinos de Estados Unidos
los que presentan cifras apabullantes de contagios en cuanto al tamaño real que
tienen en sus poblaciones. El coronavirus es igualitario cuando tiene
condiciones iguales. Pero es la riqueza la que mantiene las condiciones de
desigualdad. Unos pueden crearse mejores condiciones que otros.
Veamos
algunas condiciones extremas. El diario El País titulaba hace un par de días
"Una prisión de Ohio se convierte en el mayor foco de coronavirus en
Estados Unidos".** El diario nos informaba:
Una prisión estatal de Ohio se ha convertido
en el mayor foco de coronavirus de Estados Unidos con al menos 1.828 casos
confirmados entre los reclusos, lo que supone casi tres cuartas partes del
total de la población carcelaria del Correccional de Marion, una penitenciaría
de mínima y mediana seguridad al norte de Columbus, la capital del Estado.
Según las autoridades de Ohio, la puesta en
marcha de un programa muy agresivo de realización de pruebas dentro de la
cárcel es la responsable de la cifra. Dentro del correccional, 109 miembros del
personal también han dado positivo de la covid-19. Sin embargo, no se ha
registrado ninguna muerte en la prisión. El Gobernador de Ohio, Mike DeWine, ha
recomendado que se ponga en libertad a unos 300 de los 49.000 reos que están en
manos del sistema penitenciario, número que queda muy lejos de las miles de
personas que pide que se liberen la Unión Americana de Libertades Civiles
(ACLU, siglas en inglés).**
¿Se hará o se considerará al COVID-19 como parte de
la condena? Lo visto hasta el momento en los Estados Unidos no da mucha
esperanza de que las cárceles vayan a mejorar a corto plazo.
La
desigualdad de los guetos es la misma que reflejan las cárceles. No parece muy
probable que se hagan propuestas como las realizadas para las playas y
restaurantes, para los lugares turísticos. Muchas cárceles en Estados Unidos son privadas, ¿les compensarán
los cambios necesarios o dejarán de ser rentables? No sabemos quiénes son esos
300 presos que el gobernador de Ohio quiere liberar, ¿son los sanos o los más
enfermos, un gasto para el sistema?
En
Turquía, Erdogan liberó a muchos presos, pero a ninguno de los enemigos
políticos a los que ha encarcelado en sus purgas. El dirigente islamista no a
sus críticos y rivales fuera y si dentro
Dios decide que se mueran, habrá que aceptar su santa voluntad. En Colombia, hace un mes, tuvimos noticias de múltiples motines en la cárceles, con manifestaciones de las familias en las puertas. Las condiciones de hacinamiento llevaban a la desesperación de los que estaban dentro y a los que estaban fuera.
Sabemos que algunos "presos ilustres", incluidos amigos y ex amigos del presidente Trump, han movilizado a sus abogados para poder obtener el arresto domiciliario. Pero no todos tienen el privilegio de tener caros abogados que les saque de lo que ya se prevé como un agujero mortal. La CNN nos habla de un preso que ha fallecido en una cárcel de Michigan por el coronavirus. Le faltaban unos días para salir.
Pero, más allá de los casos conocidos, el
modelo norteamericano de encarcelamiento tiene unas características que lo
hacen diferente a otros países. En The Guardian leemos:
America’s addiction to mass incarceration could
almost double its number of deaths from coronavirus, with jails acting as
incubators of the disease and spreading a further 100,000 fatalities across the
US.
The startling warning comes from groundbreaking
modeling by the American Civil Liberties Union (ACLU) and academic researchers,
released on Wednesday.
The analysis found that unless instant action
is taken to reduce jail populations, a terrible price will be paid. Jails,
which house men and women not yet convicted, will act as mass vectors of the
contagion.
As many as 99,000 more people could die in the
US as a result of the virus being contracted behind jail walls, the study
predicts. Of those, 23,000 are projected to succumb behind bars and 76,000 in
surrounding communities as a result of inmates spreading the virus upon
release.
The projection would almost double last month’s
White House modeling of Covid-19’s grim legacy in terms of lives lost.
“When it comes to Covid-19 deaths, mass
incarceration is our achilles heel,” said Udi Ofer, director of the ACLU’s
justice division.
The US is truly exceptional among countries
grappling with the coronavirus in that no other nation incarcerates people on
such a scale, which in turn has critical implications for the threat posed by
such an outbreak. The US accounts for 4% of the world’s population, but 21% of
its incarcerated population.**
En cierto sentido, los sistemas carcelarios son el espejo del alma, al menos de alma
social, de una cierta forma de ver el mundo que, por lo que vemos, está polarizada en los Estados Unidos y que se refleja en las diferencias entre los propios estados. Ya nos dicen mucho las cifras
señaladas por The Guardian en el informe sobre el rechazo virulento al aislamiento para tratar de frenar la enfermedad que hemos
visto estos días en las calles de ciertas ciudades.
Una sociedad que tiene tal "adicción" al encierro, como
señala The Guardian, se manifiesta en contra del aislamiento preventivo. No es
lo mismo encerrar a los otros que recluirse uno mismo para evitar males mayores.
Los carteles y pancartas con rechazo del confinamiento, incluso rechazo de las
mascarillas (hay fotos de manifestantes desfilando con mascarillas rotas como
rechazo), hacen ver que el encierro es visto desde una óptica particular,
específicamente norteamericana.
Las probabilidades de que se produzcan excarcelaciones para
evitar que el COVID-19 se cebe en las cárceles, son muy bajas. Es más probable
que se eleve la altura de sus muros, por decirlo metafóricamente, que se
redoble la vigilancia, aislando las prisiones, dejándolas a su suerte. La gran
duda es si el sistema carcelario norteamericano es su "talón de
Aquiles", como afirma el director de la ACLU en The Guardian, o si por el
contrario forma parte de su columna vertebral.
*
"Una prisión de Ohio se convierte en el mayor foco de coronavirus en
Estados Unidos" El País 21/04/2020
https://elpais.com/sociedad/2020-04-21/una-prision-de-ohio-se-convierte-en-el-mayor-foco-de-coronavirus-en-ee-uu.html
** "FBI concerned about potential for hate
crimes during coronavirus pandemic" CNN 21/04/2020
https://edition.cnn.com/2020/04/21/politics/fbi-hate-crimes-coronavirus/index.html
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