Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Con la
búsqueda de sistemas eficaces para detectar los casos escondidos, las
tecnologías de la información son una alternativa a la lentitud de sistema de
test masivos. El test además tiene un doble sentido: para el que se lo hace la
da una tranquilidad falsa, pues puede contagiarse pocas horas después; el que
los hace, por el contrario, busca detectar quiénes están infectados para
aislarlos y así proteger a los demás. El planteamiento y la percepción son muy diferentes
en cada caso. Es la diferencia entre la perspectiva individual y la colectiva.
Los
sistemas basados en las tecnologías de la información pueden adoptar varios
enfoques, desde la predicción a través del tratamiento de datos hasta el
seguimiento o rastreo de las personas analizando su recorrido y su exposición y
contactos con otras personas que puedan estar infectadas.
Todas
estas tecnologías son perfectamente viables y solo necesitan ser desarrolladas
o adaptadas. Muchas de ellas han estado limitadas hasta el momento por las
leyes de protección de datos. Es el concepto de "intimidad" o de
"lo privado" lo que limita nuestra percepción. Los límites no son
tecnológicos, sino legales o morales.
Lo
primero que el COVID-19 ha roto son nuestras condiciones jurídicas. Los estados
de alarma o de gravedad, como en el que nos encontramos, implican una serie de
recortes (debemos estar en casa, por ejemplo, y ser multados por estar en la
calle sin justificación) o limitaciones. Esto se hace en nombre de un bien
superior, que es la salud pública, que debe ser protegida. Lo que antes estaba
en el punto de mira, ahora se ve como solución. Esa es la diferencia.
Recordemos
que hace unos meses, en nuestra era anterior, se levantó cierto revuelo al
notificar el Instituto Nacional de Estadística una recogida de datos durante
una serie de días usando nuestros móviles como fuente. Las compañías
telefónicas suministrarían información sobre los desplazamientos (recorridos, horas
de salida y retorno, etc.). Se trataba de conocer nuestros hábitos en los
desplazamientos en determinados días para tener un mejor conocimiento y poder
gestionar mejor los recursos en infraestructuras y medios de transporte. Nada
sospechoso, pero que suscitó debates y resistencias. Pronto surgieron iniciativas
sobre cómo desactivar el teléfono móvil durante los días de recogida de datos.
Había que protegerse del Gran Hermano, proclamaron muchos.
Hoy la
situación es muy otra y los Gran Hermano
los tenemos en algunos edificios donde se trata de expulsar a personas porque
son personal sanitario y los vecinos se sienten "amenazados"; lo
tenemos en los pueblos que denuncian a los que tratan de pasar la cuarentena en
sus residencias al considerarse peligrosamente "invadidos"; lo
tenemos en los balcones desde los que se insulta o se tiran cosas a los que
pasan por debajo, de tal forma que las familias de niños autistas han tenido
que crearse un código de identificación, el llevar pañuelos o lazos azules,
para evitar ser insultados cuando tienen que salir con ellos para evitarles el
estrés de la rutina alterada. Hay muchas formas de Gran Hermano.
El
diario El País titula "El móvil avisa: “Has estado en contacto con alguien
positivo de coronavirus”". La noticia nos explica:
Suena el móvil. Aparece una alerta: “Has
estado en contacto con alguien positivo de coronavirus, pide las pruebas y
aíslate hasta saber el resultado”. Un mensaje parecido a este puede estar
circulando pronto por los teléfonos españoles. Los países europeos tienen cada
vez más claro que alguna aplicación que permita el rastreo de casos va a ser
una herramienta importante para controlar la epidemia una vez que podamos salir
a la calle.
La Secretaría de Estado de Inteligencia
Artificial anunció el lunes su participación en un proyecto europeo originado
en Alemania llamado PEPP (siglas en inglés de Rastreo Paneuropeo de Proximidad
para Preservar la Privacidad). “Apostamos por una app única europea. Solo
logrando la interoperabilidad entre países podrá garantizarse una trazabilidad
que asegure el intercambio de datos anónimos en la lucha contra la Covid-19”,
dijo su responsable, Carme Artigas.
El funcionamiento, a grandes rasgos, es el
siguiente: cuando una persona sabe que se ha infectado lo notifica en una app
que, mediante Bluetooth, ha estado activa archivando todos los móviles con los
que la persona ha tenido un contacto estrecho, como haber mantenido una
distancia inferior a dos metros durante al menos cinco o 10 minutos (no está
claro cuáles serían los parámetros exactos). A todos ellos le saltaría la
alarma para avisarle de que se hagan las pruebas. A partir de aquí, faltan por
concretar muchos detalles, que dependerán tanto de la solución tecnológica que
se use como de hasta qué punto los gobiernos decidan hacer obligatorio el uso y
el reporte a estas aplicaciones.*
Hay que
reconocerle imaginación a algo que decide denominarse "Rastreo Paneuropeo
de Proximidad para Preservar la Privacidad", aunque no tenga sentido. Lo
que se busca en un sistema que trate de evitar que no sepas que aquellos con
quienes has estado te pueden haber contagiado o son un riesgo para ti.
Si el
primer paso en la defensa contra el COVID-19 trataba de evitar que se colapsara
el sistema sanitario. La nueva fase de la defensa trata de evitar tener que
testar a toda la población, algo inútil en un cierto sentido: no hay garantías
de que no te infectes. Por eso los test primeros van destinados a las personas
en máximo riesgo, los que nos atienden en primera línea (médicos, policías, dependientes...).
Ahí sí es esencial la realización de test para evitar que su labor de
protección se vuelva contra los protegidos.
Pero en
la fase siguiente se trata de evitar otro colapso, el del sistema económico.
Para ello se va ahora la detección de aquellas personas que puedan estar
infectadas, especialmente aquellos asintomáticos, los que no presentan ningún
tipo de síntomas y pueden estar haciendo estragos infectado a los que tienen a
su alrededor. Por eso la aplicación que se propone, una vez confirmado que
alguien está efectivamente infectado, manda el aviso a su red de contactos,
para lo que el móvil es importante.
Démonos
cuenta que el aspecto clave está en la primera frase de la descripción: "cuando
una persona sabe que se ha infectado lo notifica en una app". Esto implica
que una persona debe 1) tener instalada una aplicación; 2) tener activado el
bluetooth; 3) que los otros tengan activado el bluetooth; 4) que la aplicación
envíe la información a todos aquellos que han estado cerca del teléfono; y 5)
que las personas que reciben la notificación reaccionen tomando medidas y vayan
a realizarse un test para comprobar su estado. Finalmente, debe haber algún sistema
de recogida de resultados o verificación, que podría ser que aquellos que han
sido infectados hagan lo mismo, lo notifiquen, con lo cual vuelve a empezar el
proceso.
Como
todo sistema basado en la idea de red (el infectado es el centro de una red de
contactos) y de red de redes, como se llamaba a Internet, depende de que esa
red esté efectivamente conectada y sea fluida. Habrá personas, por
ejemplo, que no lleven teléfono móvil o
que solo lo activen para realizar algunas llamadas si sienten que estas
tecnologías son invasivas de su privacidad. Son "cortes" en el flujo
informativo, están bloqueando la recogida de datos.
La
pregunta que surge es, efectivamente, si tengo derecho a moverme sin algún tipo
de protección propia y de los demás. Es como plantarse el derecho a llevar
mascarilla o si es una obligación. El ministro Illa lo dijo muy claramente hace
unos días, "el gobierno no puede exigir lo que no se puede tener". Si
no hay mascarillas para todos la cuestión se queda, como tantas otras, en
"recomendaciones". Esto también tiene consecuencias pues puede crear
conflictos en los que se aplique la "ley de la calle" al que no lo
lleve frente a los que sí lo hagan. Cuando hay peligro, la fuerza tiende a sobrepasar
a las leyes.
El
artículo del diario recoge la cuestión a través de diversos expertos, pero la
coincidencia sobre el problema ético es general. La tecnología de la
información se nutre precisamente de nuestra vida traducida en datos. Lo que
hay tras ellos somos nosotros mismos.
Lo que
es indudable que este camino se debe emprender, por eso es esencial un debate
social y una comprensión de los riesgo. Ahora mismo nuestra vida está muy
limitada, por más que a alguna le dé por hacer senderismo nocturno y tenga que
ser rescatada y posteriormente detenida por los mismos que la rescataron. Creo
que el caso, como decíamos ayer del de Boris Johnson, tiene algo de fábula,
algo de ejemplo de lo que puede ocurrir.
Es un
debate en el que entran muchos factores más allá de nuestros deseos. Nadie
desea el COVID-19, pero está transformando nuestra vida y nuestra percepción.
En la medida en que consigamos racionalizar las medidas y evitar el imperio de
la ley de la calle, el grado de aceptación será mayor. Influyen mucho los
factores culturales, el sentido de comunidad y de responsabilidad colectiva.
Por eso hay enormes diferencias entre las respuestas de los países, unos lo
explican por calvinistas y otros por confucianos, pero lo cierto —en esto hemos
insistido múltiples veces— que nuestra respuesta está condicionada por nuestra
percepción cultural.
¿Vamos
a desaprovechar nuestra potencia tecnológica? Cuidado no nos pase como a Boris
Johnson, que las teorías le desaparecieron en la UCI. Es mejor usar nuestros conocimientos
ajustadamente, tratando de hacerlo lo menos invasivos posible, manejando los
recursos y buscando las garantías necesarias de que se usan bien.
Hay
otras muchas línea de investigación, como la desarrollada en la Universidad de
Cambridge a través del European Reseach Council, que investiga los sonidos
específicos en la voz humana: «As COVID-19 is a respiratory condition, the
sounds made by people with the condition – including voice, breathing and cough
sounds – are very specific. A hopefully large, crowdsourced data set, collected through a mobile
app, will be useful in developing machine-learning algorithms that could be
used for automatic detection of the condition.»** ¿Es
más invasiva que la señalada anteriormente? Depende de cómo se aplique. Si se utiliza para el diagnóstico
a distancia de los pacientes puede ser eficaz o actuar como un test rápido.
Pero, obviamente, puede ser tremendamente invasiva si se aplica sin conocimiento
de los usuarios telefónicos.
Si no
se desarrollan fórmulas rápidas de detección, se corre el riesgo de que ocurra
lo señalado: que la ley se traslade a la calle y se empiecen a poner carteles
en las puertas de los pisos de los sospechosos o ser simplemente denunciados
por ir por la calle o estar en tu segunda residencia. En tiempos de epidemias
lo más peligroso es el vigilantismo.
Un
aviso en el teléfono diciendo que has estado en contacto con una persona
infectada no me parece una invasión de la privacidad. Notificar a amigos o
familiares, a conocidos o desconocidos, que se realicen test porque han estado
en contacto con alguien que ha dado
positivo es avisarles de un riesgo para ellos y los suyos. Son tiempos
extraordinarios y se necesitan soluciones pensadas, meditadas y eficaces. Lo
peor es no hacer nada o improvisar de mala manera.
El mayor problema que veo es la personalización del contagio, es decir, que una persona pueda ser identificada como la fuente. Esto plantea riesgo reales, pues una cosa es saber que estás infectado y otra saber quién te ha contagiado. La información puede crear una situación conflictiva y llegar a extremos imprevisibles. Algún caso hemos conocido ya de responsabilizar personalmente a quien consideraba que le infectó. Esto es peligroso porque no todos reaccionan igual.
De
seguir la pandemia así, caminamos hacia la idea de "pasaporte
sanitario" o "salvoconducto", que al igual que otras
aplicaciones haga que los otros sepan de nuestro estado para el acceso a la
vida común: espacios, actividades, etc. Hasta hace poco, los movimientos antivacunas preocupaban por sus efectos nocivos sobre la comunidad. Hoy ese debate
es absurdo porque luchamos por conseguir una vacuna en todas partes del mundo.
Siempre habrá personas que se aíslen voluntariamente, que se alejen de los
demás; la diferencia es que ahora serán alejados si no tienen una mentalidad
comunal de la pandemia.
El teléfono móvil es ya un apéndice de nosotros mismos. Es una interfaz con el mundo y un compañero de viaje. Es la vía más fácil de entrada y salida en nuestras vidas, las que comparten. Tiene lógica que se encaminen hacia él los esfuerzos. Es una vía rápida y accesible, pero es precisamente ese papel que juega en nuestras vidas lo que nos hace vulnerables. No tendría sentido, en nuestra urgencia, desechar los datos que nos ofrece. Pero por su presencia en la vida cotidiana es fundamental que se tengan garantías.
Una
iniciativa europea es una buena idea porque estamos en esto juntos. Formamos
parte de un mismo espacio y esta es una buena forma de demostrarlo. Si pensamos
en común será más fácil y probablemente mucho mejor. Igualmente, hay que avanzar en las garantías y en la custodia de los datos para evitar que a los males de la enfermedad se sumen los sociales de la discriminación que ya comienzan a aparecer.
*
"El móvil avisa: “Has estado en contacto con alguien positivo de
coronavirus”" El País 15/04/2020 https://elpais.com/sociedad/2020-04-14/el-movil-avisa-has-estado-en-contacto-con-alguien-positivo-de-coronavirus.html
** "AI APP, PART-FUNDED BY EU, COLLECTS THE SOUNDS OF COVID-19" European Research Council 6/04/2020 https://erc.europa.eu/news/ai-app-part-funded-eu-collects-sounds-covid-19
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