miércoles, 15 de abril de 2020

El teléfono móvil y el COVID-19

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con la búsqueda de sistemas eficaces para detectar los casos escondidos, las tecnologías de la información son una alternativa a la lentitud de sistema de test masivos. El test además tiene un doble sentido: para el que se lo hace la da una tranquilidad falsa, pues puede contagiarse pocas horas después; el que los hace, por el contrario, busca detectar quiénes están infectados para aislarlos y así proteger a los demás. El planteamiento y la percepción son muy diferentes en cada caso. Es la diferencia entre la perspectiva individual y la colectiva.
Los sistemas basados en las tecnologías de la información pueden adoptar varios enfoques, desde la predicción a través del tratamiento de datos hasta el seguimiento o rastreo de las personas analizando su recorrido y su exposición y contactos con otras personas que puedan estar infectadas.
Todas estas tecnologías son perfectamente viables y solo necesitan ser desarrolladas o adaptadas. Muchas de ellas han estado limitadas hasta el momento por las leyes de protección de datos. Es el concepto de "intimidad" o de "lo privado" lo que limita nuestra percepción. Los límites no son tecnológicos, sino legales o morales.
Lo primero que el COVID-19 ha roto son nuestras condiciones jurídicas. Los estados de alarma o de gravedad, como en el que nos encontramos, implican una serie de recortes (debemos estar en casa, por ejemplo, y ser multados por estar en la calle sin justificación) o limitaciones. Esto se hace en nombre de un bien superior, que es la salud pública, que debe ser protegida. Lo que antes estaba en el punto de mira, ahora se ve como solución. Esa es la diferencia.


Recordemos que hace unos meses, en nuestra era anterior, se levantó cierto revuelo al notificar el Instituto Nacional de Estadística una recogida de datos durante una serie de días usando nuestros móviles como fuente. Las compañías telefónicas suministrarían información sobre los desplazamientos (recorridos, horas de salida y retorno, etc.). Se trataba de conocer nuestros hábitos en los desplazamientos en determinados días para tener un mejor conocimiento y poder gestionar mejor los recursos en infraestructuras y medios de transporte. Nada sospechoso, pero que suscitó debates y resistencias. Pronto surgieron iniciativas sobre cómo desactivar el teléfono móvil durante los días de recogida de datos. Había que protegerse del Gran Hermano, proclamaron muchos.
Hoy la situación es muy otra y los Gran Hermano los tenemos en algunos edificios donde se trata de expulsar a personas porque son personal sanitario y los vecinos se sienten "amenazados"; lo tenemos en los pueblos que denuncian a los que tratan de pasar la cuarentena en sus residencias al considerarse peligrosamente "invadidos"; lo tenemos en los balcones desde los que se insulta o se tiran cosas a los que pasan por debajo, de tal forma que las familias de niños autistas han tenido que crearse un código de identificación, el llevar pañuelos o lazos azules, para evitar ser insultados cuando tienen que salir con ellos para evitarles el estrés de la rutina alterada. Hay muchas formas de Gran Hermano.
El diario El País titula "El móvil avisa: “Has estado en contacto con alguien positivo de coronavirus”". La noticia nos explica:

Suena el móvil. Aparece una alerta: “Has estado en contacto con alguien positivo de coronavirus, pide las pruebas y aíslate hasta saber el resultado”. Un mensaje parecido a este puede estar circulando pronto por los teléfonos españoles. Los países europeos tienen cada vez más claro que alguna aplicación que permita el rastreo de casos va a ser una herramienta importante para controlar la epidemia una vez que podamos salir a la calle. 
La Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial anunció el lunes su participación en un proyecto europeo originado en Alemania llamado PEPP (siglas en inglés de Rastreo Paneuropeo de Proximidad para Preservar la Privacidad). “Apostamos por una app única europea. Solo logrando la interoperabilidad entre países podrá garantizarse una trazabilidad que asegure el intercambio de datos anónimos en la lucha contra la Covid-19”, dijo su responsable, Carme Artigas.
El funcionamiento, a grandes rasgos, es el siguiente: cuando una persona sabe que se ha infectado lo notifica en una app que, mediante Bluetooth, ha estado activa archivando todos los móviles con los que la persona ha tenido un contacto estrecho, como haber mantenido una distancia inferior a dos metros durante al menos cinco o 10 minutos (no está claro cuáles serían los parámetros exactos). A todos ellos le saltaría la alarma para avisarle de que se hagan las pruebas. A partir de aquí, faltan por concretar muchos detalles, que dependerán tanto de la solución tecnológica que se use como de hasta qué punto los gobiernos decidan hacer obligatorio el uso y el reporte a estas aplicaciones.*



Hay que reconocerle imaginación a algo que decide denominarse "Rastreo Paneuropeo de Proximidad para Preservar la Privacidad", aunque no tenga sentido. Lo que se busca en un sistema que trate de evitar que no sepas que aquellos con quienes has estado te pueden haber contagiado o son un riesgo para ti.
Si el primer paso en la defensa contra el COVID-19 trataba de evitar que se colapsara el sistema sanitario. La nueva fase de la defensa trata de evitar tener que testar a toda la población, algo inútil en un cierto sentido: no hay garantías de que no te infectes. Por eso los test primeros van destinados a las personas en máximo riesgo, los que nos atienden en primera línea (médicos, policías, dependientes...). Ahí sí es esencial la realización de test para evitar que su labor de protección se vuelva contra los protegidos.
Pero en la fase siguiente se trata de evitar otro colapso, el del sistema económico. Para ello se va ahora la detección de aquellas personas que puedan estar infectadas, especialmente aquellos asintomáticos, los que no presentan ningún tipo de síntomas y pueden estar haciendo estragos infectado a los que tienen a su alrededor. Por eso la aplicación que se propone, una vez confirmado que alguien está efectivamente infectado, manda el aviso a su red de contactos, para lo que el móvil es importante.
Démonos cuenta que el aspecto clave está en la primera frase de la descripción: "cuando una persona sabe que se ha infectado lo notifica en una app". Esto implica que una persona debe 1) tener instalada una aplicación; 2) tener activado el bluetooth; 3) que los otros tengan activado el bluetooth; 4) que la aplicación envíe la información a todos aquellos que han estado cerca del teléfono; y 5) que las personas que reciben la notificación reaccionen tomando medidas y vayan a realizarse un test para comprobar su estado. Finalmente, debe haber algún sistema de recogida de resultados o verificación, que podría ser que aquellos que han sido infectados hagan lo mismo, lo notifiquen, con lo cual vuelve a empezar el proceso.


Como todo sistema basado en la idea de red (el infectado es el centro de una red de contactos) y de red de redes, como se llamaba a Internet, depende de que esa red esté efectivamente conectada y sea fluida. Habrá personas, por ejemplo,  que no lleven teléfono móvil o que solo lo activen para realizar algunas llamadas si sienten que estas tecnologías son invasivas de su privacidad. Son "cortes" en el flujo informativo, están bloqueando la recogida de datos.
La pregunta que surge es, efectivamente, si tengo derecho a moverme sin algún tipo de protección propia y de los demás. Es como plantarse el derecho a llevar mascarilla o si es una obligación. El ministro Illa lo dijo muy claramente hace unos días, "el gobierno no puede exigir lo que no se puede tener". Si no hay mascarillas para todos la cuestión se queda, como tantas otras, en "recomendaciones". Esto también tiene consecuencias pues puede crear conflictos en los que se aplique la "ley de la calle" al que no lo lleve frente a los que sí lo hagan. Cuando hay peligro, la fuerza tiende a sobrepasar a las leyes.
El artículo del diario recoge la cuestión a través de diversos expertos, pero la coincidencia sobre el problema ético es general. La tecnología de la información se nutre precisamente de nuestra vida traducida en datos. Lo que hay tras ellos somos nosotros mismos.


Lo que es indudable que este camino se debe emprender, por eso es esencial un debate social y una comprensión de los riesgo. Ahora mismo nuestra vida está muy limitada, por más que a alguna le dé por hacer senderismo nocturno y tenga que ser rescatada y posteriormente detenida por los mismos que la rescataron. Creo que el caso, como decíamos ayer del de Boris Johnson, tiene algo de fábula, algo de ejemplo de lo que puede ocurrir.

Es un debate en el que entran muchos factores más allá de nuestros deseos. Nadie desea el COVID-19, pero está transformando nuestra vida y nuestra percepción. En la medida en que consigamos racionalizar las medidas y evitar el imperio de la ley de la calle, el grado de aceptación será mayor. Influyen mucho los factores culturales, el sentido de comunidad y de responsabilidad colectiva. Por eso hay enormes diferencias entre las respuestas de los países, unos lo explican por calvinistas y otros por confucianos, pero lo cierto —en esto hemos insistido múltiples veces— que nuestra respuesta está condicionada por nuestra percepción cultural.
¿Vamos a desaprovechar nuestra potencia tecnológica? Cuidado no nos pase como a Boris Johnson, que las teorías le desaparecieron en la UCI. Es mejor usar nuestros conocimientos ajustadamente, tratando de hacerlo lo menos invasivos posible, manejando los recursos y buscando las garantías necesarias de que se usan bien.
Hay otras muchas línea de investigación, como la desarrollada en la Universidad de Cambridge a través del European Reseach Council, que investiga los sonidos específicos en la voz humana: «As COVID-19 is a respiratory condition, the sounds made by people with the condition – including voice, breathing and cough sounds – are very specific. A hopefully large, crowdsourced data set, collected through a mobile app, will be useful in developing machine-learning algorithms that could be used for automatic detection of the condition.»** ¿Es más invasiva que la señalada anteriormente? Depende de cómo se aplique. Si se utiliza para el diagnóstico a distancia de los pacientes puede ser eficaz o actuar como un test rápido. Pero, obviamente, puede ser tremendamente invasiva si se aplica sin conocimiento de los usuarios telefónicos.


Si no se desarrollan fórmulas rápidas de detección, se corre el riesgo de que ocurra lo señalado: que la ley se traslade a la calle y se empiecen a poner carteles en las puertas de los pisos de los sospechosos o ser simplemente denunciados por ir por la calle o estar en tu segunda residencia. En tiempos de epidemias lo más peligroso es el vigilantismo.
Un aviso en el teléfono diciendo que has estado en contacto con una persona infectada no me parece una invasión de la privacidad. Notificar a amigos o familiares, a conocidos o desconocidos, que se realicen test porque han estado en contacto  con alguien que ha dado positivo es avisarles de un riesgo para ellos y los suyos. Son tiempos extraordinarios y se necesitan soluciones pensadas, meditadas y eficaces. Lo peor es no hacer nada o improvisar de mala manera.
El mayor problema que veo es la personalización del contagio, es decir, que una persona pueda ser identificada como la fuente. Esto plantea riesgo reales, pues una cosa es saber que estás infectado y otra saber quién te ha contagiado. La información puede crear una situación conflictiva y llegar a extremos imprevisibles. Algún caso hemos conocido ya de responsabilizar personalmente a quien consideraba que le infectó. Esto es peligroso porque no todos reaccionan igual.


De seguir la pandemia así, caminamos hacia la idea de "pasaporte sanitario" o "salvoconducto", que al igual que otras aplicaciones haga que los otros sepan de nuestro estado para el acceso a la vida común: espacios, actividades, etc. Hasta hace poco, los movimientos antivacunas preocupaban por sus efectos nocivos sobre la comunidad. Hoy ese debate es absurdo porque luchamos por conseguir una vacuna en todas partes del mundo. Siempre habrá personas que se aíslen voluntariamente, que se alejen de los demás; la diferencia es que ahora serán alejados si no tienen una mentalidad comunal de la pandemia.
El teléfono móvil es ya un apéndice de nosotros mismos. Es una interfaz con el mundo y un compañero de viaje. Es la vía más fácil de entrada y salida en nuestras vidas, las que comparten. Tiene lógica que se encaminen hacia él los esfuerzos. Es una vía rápida y accesible, pero es precisamente ese papel que juega en nuestras vidas lo que nos hace vulnerables. No tendría sentido, en nuestra urgencia, desechar los datos que nos ofrece. Pero por su presencia en la vida cotidiana es fundamental que se tengan garantías.
Una iniciativa europea es una buena idea porque estamos en esto juntos. Formamos parte de un mismo espacio y esta es una buena forma de demostrarlo. Si pensamos en común será más fácil y probablemente mucho mejor. Igualmente, hay que avanzar en las garantías y en la custodia de los datos para evitar que a los males de la enfermedad se sumen los sociales de la discriminación que ya comienzan a aparecer.


* "El móvil avisa: “Has estado en contacto con alguien positivo de coronavirus”" El País 15/04/2020 https://elpais.com/sociedad/2020-04-14/el-movil-avisa-has-estado-en-contacto-con-alguien-positivo-de-coronavirus.html
** "AI APP, PART-FUNDED BY EU, COLLECTS THE SOUNDS OF COVID-19" European Research Council 6/04/2020 https://erc.europa.eu/news/ai-app-part-funded-eu-collects-sounds-covid-19


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