martes, 3 de marzo de 2020

Políticos verdaderos en crisis verdaderas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Probablemente nunca lo han pasado tan mal los políticos. Por mucho que se mande, una parte de la sociedad va sola, tiene su propia capacidad de movimiento. Lo mejor que se ha inventado hasta el momento es el aislamiento y eso implica mucha responsabilidad social. Hay un aislamiento impuesto por la evidencia del contagio; pero está el otro, el propio, el que mantiene las distancias, el que surge de la responsabilidad y del sentido común. Este es más complicado porque necesita de la cooperación de todos.
A los políticos les toca la responsabilidad de tener que desconvocar partidos, carreras de coches y motos, carnavales, congresos, escuelas, etc., es decir, desmontar la vida diaria. Para poder hacer esto, que tiene enormes riesgos, necesitan perder su propio miedo y hacer aquello para lo que en última instancia han sido elegidos o nombrados: proteger a la gente, asegurarse de su bienestar.
Tomar decisiones en estos momentos es difícil porque afecta al otro miedo, al miedo político a cargar con responsabilidades. Pero la política necesita asumir responsabilidades y es algo más que el arte de insultarse unos a otros. En algún momento tendrán que tomarse medidas que gusten a pocos, ya sea de tipo general o en ámbitos restringidos. Llegados a ese punto, es esencial el respaldo y la responsabilidad de todos, no convertir las medidas sanitarias en debate electoralista, dejando que el desgaste que conllevan se concentre en quien tiene la responsabilidad. Más allá de las urnas, está la responsabilidad histórica de tomar decisiones que afectan a la totalidad.


Se corre el riesgo que por un lado vayan las líneas oficiales sobre el COVID-19 y sus efectos y por otro vayan las líneas sociales. Es importante mantener ambas en paralelo porque como comiencen a divergir, los efectos no serán buenos.
El caso empieza a preocupar socialmente y los discursos necesitan de acciones convincentes que aseguren cuáles son las prioridades claras. Todos deben percibir que la salud general es la primera.
En el diario El Mundo se recogen algunas de las críticas a la gestión Italiana:

Aumentan las críticas a Italia por su actuación frente a la epidemia de coronavirus. El país, que acumula un saldo de casi 1.600 casos (con 34 fallecidos) y el domingo registró más de 500 nuevos contagios, está en el punto de mira de todo el planeta, después de haberse convertido en uno de los principales focos de infección del patógeno.
Aunque las autoridades sanitarias italianas han tomado medidas para tratar de controlar la expansión del brote, varios expertos señalan que ha existido cierta descoordinación y empleo de medidas contradictorias en el manejo de la crisis a la que se enfrenta. Así lo sugirió el domingo Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, quien calificó de «extraño» el hecho de que Italia no permita celebrar eventos masivos en el interior de sus fronteras y, sin embargo, haya permitido que ciudadanos italianos salieran del país para asistir a encuentros deportivos sin ningún tipo de medida de control.*



Es un ejemplo sencillo, claro y contundente. La política frente al COVID-19 no puede ser tomar una medida y la contraria por temor al rechazo social. Las medidas deberán ser tomadas en una sola dirección y sin pensar más que en el objetivo final. Todas deben estar encaminadas al mismo fin. De la misma manera, más de 3.000 aficionados de la Juventus fueron a Lyon recientemente, a pesar de las quejas de la alcaldía francesa que no entendía muy bien que le llegaran aficionados de la zona más peligrosa de Italia.
Criticar es fácil, pero el caso de los infectados valencianos por su viaje a otro encuentro en el norte de Italia, muestra que no se ha asimilado la cuestión central del problema. Una cosa es la vida cotidiana que hay que tratar de preservar y reorganizar para mantenerse estables y otros los movimientos al centro del conflicto sin necesidad y por puro placer.


Las especulaciones sobre la celebración de los Juegos Olímpicos, por ejemplo, son de una enorme temeridad porque tienen un efecto sobre otros muchos eventos que una vez que se acerque su fecha se presionará para que se celebren o se tenderá a ver el vaso medio lleno. Es ingenuo pensar que el  coronavirus habrá desaparecido en unos meses. La esperanza en una vacuna tampoco es realista a efectos de planificación. Puede encontrarse, pero eso no significa que desaparezca, simplemente que el temor del contagio se reducirá, por lo que aumentarán los casos.
La función de los políticos no es solo tranquilizarnos, sino tomar decisiones que nos tranquilicen. Para eso tienen a los expertos en el área a los que deberían hacer caso. La respuesta valenciana de "somos sanitarios y no tenemos porqué saber que hay un partido en Italia" no es la más adecuada, como señalamos. Por más que sea poco política, hay que avisar del grado de riesgo de las zonas para que todos lo sepan y, si es necesario, hablar con clubes y peñas para evitar los traslados advirtiendo del riego. Ahí se ve el detalle y la firmeza para combatir al COVID-19.


Las normas básicas de higiene y evitar grandes concentraciones siguen siendo las mejores bazas de que disponemos. Por supuesto, evitar ir a las zonas de riesgo y controlar a los que viene de ellas para asegurar la situación. Se evitarán muchos males si esas concentraciones se posponen al momento en que haya garantías. Cuidemos la vida cotidiana, pero evitemos lo innecesario por más que haya sectores de la economía implicados.  Lo primero es lo primero.
Los verdaderos políticos son los capaces de enfrentarse a crisis verdaderas. 

* "Críticas a Italia por la gestión de la epidemia de coronavirus" El Mundo 2/02/2020  https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2020/03/02/5e5c0bb0fc6c838e278b4683.html

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