viernes, 20 de marzo de 2020

Wellsville, Kansas, con Dios es suficiente

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No es sorpresa ni incredulidad lo que produce otro buen reportaje de The Washington Post, firmado por la periodista Annie Gowen. El texto lleva como titular "Coronavirus deniers and hoaxers persist despite dire warnings, claiming ‘it’s mass hysteria’"*, que ya nos anticipa el marco general en el que nos vamos a encontrar en el paseo que nos da por una comunidad de Kansas, en Wellsville, una población de 1.809 habitantes.
El recorrido que la periodista nos hace por este pueblo es bastante desolador. Nos va mostrando cómo la vida diaria se ha convertido en un acto de negación incluso de la existencia misma del coronavirus, una maquinación izquierdista para destruir su economía y forma de vida, para sacar a Trump de la Casa Blanca.
Se están pagando las consecuencias de la frivolidad de Trump y los republicanos en su forma de tratar la cuestión de la pandemia. Ahora es difícil mover a los que se les pidió que no se movieran; ahora es difícil mentalizar para seguir las instrucciones de protección cuando anteriormente se les enseñó a ridiculizarlo. Las palabras constantes de Trump sobre la inmunidad de los Estados Unidos se vuelven ahora contra todos, ya que el hecho —y esta es la clave— de que unas personas dejen de protegerse es un peligro para los demás. Ha costado mentalizar a Europa, pero lo va a ser mucho más en los Estados Unidos por su propia mentalidad, por sus actitudes y motivaciones y por su muy variable sentido de lo que les llega de los gobiernos en cualquier nivel.


Las teorías de la conspiración suelen salir desde los propios Estados Unidos, un país en donde millones tienen la obsesión de que los gobiernos les engañan y quieren quitarles sus derechos y libertades. Eso vale desde los que almacenan armas hasta los negacionistas de cualquier tipo.
Lo especial del caso ahora es que es a una parte importante de sus propios votantes a los que tiene que convencer el propio Trump. Señala Annie Gowen en el artículo citado:

Even as President Trump has asked Americans to stay at home and has called on the nation to come together to fight the “invisible enemy” known as the illness covid-19, virus doubters like Donovan and Crist persist. They call reports of more than 200,000 sickened and 9,000 dead worldwide a sham. Republican legislators have continued to brag about their dinners out, some beaches remain packed with spring breakers and Hollywood starlet Vanessa Hudgens was forced to apologize for complaining on Instagram that “people are going to die, which is terrible, but like, inevitable?”*



Las campañas constantes contra la prensa pasan factura ahora. Durante estos tres años de mandato Trump no ha hecho más que hablar contra la prensa. Ayer mismo, en una rueda de prensa, un informativo recogía lo que les había dicho a los periodistas reunidos: "De los presentes, solo me gustan dos medios". Esa ha sido su línea de trabajo, socavar la credibilidad de los medios y conseguir que solo se le escuche a él a través del ejército de acólitos de diverso pelaje que se actuado como amplificador y difusor de sus ataques, en especial la FoxNews, que se han visto a cambiar de sentido en plena curva de la crisis, como recogían el otro día los propios medios norteamericanos. Corrían el riesgo de que el presidente se bajara en marcha y les dejara defendiendo lo indefendible. Han preferido apostar a algo más seguro y, sobre todo, menos cambiante y contra el sentido común. Con todo, la semilla de la desconfianza y el desprestigio hacia los medios ha sido sembrada y crece robusto porque encontró la tierra bien abonada.
Trump está preso ahora por ambos lados: los que no le creyeron antes y los que no le creen ahora. El presidente de las decenas de embustes, falsedades, insinuaciones, omisiones, etc. quiere ser convincente. El presidente que acusó a la casi totalidad de los medios de ser los "enemigos del pueblo" se ve ante la indiferencia de sus seguidores por las alertas dadas. Prefieren seguir creyendo que van camino de la "grandeza", que no hay nada que un norteamericano no pueda frenar con las armas indicadas, que una valla alta y un buen perro sirven de algo.
El analista Stephen Collinson, en el artículo publicado hoy mismo en la CNN, con el titular "Trump peddles unsubstantiated hope in dark times", señala:

To fight the coronavirus, President Donald Trump is adopting the audacity of false hope.
For the past two days, Trump has said he is dispensing "game changer" breakthroughs on treatments and a wartime-style effort to mass produce medical supplies that appear as rays of light amid America's darkening battle against the coronavirus pandemic.
His eagerness for remedies no doubt reflects a sincere desire to deliver Americans from the nightmare of lockdowns, fear for loved ones and atmosphere of national trauma.
But it is also becoming clear that the President's rhetoric is part of an emerging political strategy. He can't hold the campaign rallies that are his political lifeblood any more -- so he's just moved them into the White House briefing room.
Big footing Vice President Mike Pence's sober, informative task force briefings, Trump exaggerates facts, bashes China, blames the Obama administration, lauds his once soaring economy and baits reporters while shoveling any blame away from himself.
As the pandemic spreads like quicksilver across the US and questions mount about the federal government's response amid chronic shortages in hospitals, the White House seems to be trying to get everyone to look the other way.
It's holding out the promise of hope and optimism to shift attention from the reality of alarming rises in infections, a building economic crisis, a shortage of ventilators, the federal government's botched coronavirus testing roll-out, and revelations that doctors were told to use bandanas as masks.
The approach, which contrasts with Trump's serious, impressively focused behavior as recently as Monday, is beginning to stir a familiar question inseparable from his presidency. Is he most dedicated to the national interest and reflecting the true state of the crisis or his own political vitality?
For the last two days, Trump's breakthrough announcement was later revealed to be far less dramatic than its initial billing by an official in his own administration. But in the permanent coronavirus campaign, Trump has his soundbite and conservative media has a new peg for evening shows puffing his leadership.**



El cambio era previsible —y así lo señalamos hace días— en la estrategia de Trump. Y esto lo hace peligroso en varios sentidos, ya que tendrá que elegir entre esos "enemigos" —Obama, China, los medios, los izquierdistas...— para redirigir las preguntas sobre la mesa. Y las contestaciones, que el propio Trump no puede controlar, son muchas veces humo, más que esperanza. La esperanza implica realismo y sinceridad y eso con Trump  es casi un imposible. La retórica de Trump funciona con aquellos que la aceptan sin cuestionarla porque les dice lo que esperan escuchar. Es difícil que Trump pueda cambiar de estilo y de pensamiento ahora. Trump es Trump y su narcisismo requiere de público de su propia obra, no de la ajena.
Collinson habla en su artículo de "una estrategia para evitar que se culpe a Trump" (A strategy to spare Trump from blame). Los republicanos se encuentran de repente en una situación impensable tras evitar —a fuerza de mayoría en el Senado— el "impeachment" del presidente. Pero no queda literalmente tiempo para poder llegar a unas elecciones presidenciales en donde, parece claro, la gestión del COVID-19 está dejando en evidencia muchas cosas, de su liderazgo al liderazgo de los Estados Unidos. Aquí no hay donde mandar la flota.


Los halcones republicanos, el equipo presidencial y aquellos que en la sombra apostaron por Trump tienen un reto político que el coronavirus y sus riesgos epidémicos parece que no consiguen mitigar. El poder es la apuesta.
En el pueblo de menos de dos mil habitantes en Kansas, la religión se ha convertido en el antídoto contra aquello en lo que dicen no creer, el coronavirus:

Services went on as scheduled at Wellsville Baptist Church, though Pastor Bill Hendricks is trying to move the gatherings online. Hand sanitizer was placed on tables in the back, and residents jokingly tried to bump elbows rather than greet each other with hugs.
In his sermon, Hendricks said he had but one message for his flock this day — turn off the television.
“What’s being played over and over again,” he said, “is stoking fear.”
Some church members said their health is in God’s hands.
“We just need to trust the Lord to solve this,” said Ted Buckley, 73, a retired salesman. “I don’t know anybody personally with coronavirus. We shouldn’t be thrown into a state of panic because of what we hear, rather than what we see and witness.”
He was passing out little cards that read “C.O.V.I.D. 19” with the acronym “Christ over viruses & infectious diseases” and a comforting Bible verse. **



Estos pacíficos ciudadanos, llenos de fe, pueden ser responsables de extender la pandemia más allá de sus hogares. Desgraciadamente, esto no es cosa de uno mismo, sino de la protección de los demás al protegerme yo. Al quedar voluntaria y orgullosamente al descubierto, cuando se encuentren enfermos será ya demasiado tarde y habrán expandido la enfermedad a otros.
Para los que dicen no conocer a nadie con el coronavirus, como se decía por parte de unos tan incrédulos para unas cosas y tan crédulos para otras, sería bueno otro tipo de comunicación, más eficaz y directa que les sacara de dudas, si es que son capaces de hacerlo.
Hasta qué punto una comunidad de menos de dos mil personas es representativa de los Estados Unidos es algo que cada uno decidirá. Hay muchas así, son las que han dado la victoria a Donald Trump con su mezclado mensaje de promesas de futuros grandiosos y victimismo norteamericano ante al mundo.


El cierre del país es la única solución para un presidente que ha demostrado que no tiene otra. Trump lleva ya varios cierres: primero la inmigración ("¡levanta el muro", gritaban), la economía después ("¡sube aranceles!", gritaban). Este es su tercer intento de cierre del país. Quizá ya sea demasiado tarde. Lo malo ya lo tienen dentro y pueden echar la culpa a quien quieran, pero eso servirá de poco.
Quizá el señor Ted Buckley, de 73 años, residente en Wellsville, Kansas, conozca pronto a alguien que padezca el coronavirus. Será una experiencia que preferirá no haber tenido. 
Aquí, en la lejana España, llevamos ya mil muertos.



* Annie Gowen "Coronavirus deniers and hoaxers persist despite dire warnings, claiming ‘it’s mass hysteria’" The Washington Post 20/03/2020 https://www.washingtonpost.com/national/coronavirus-deniers-outbreak-hoax/2020/03/19/46bc5e46-6872-11ea-b313-df458622c2cc_story.html
** Stephen Collinson "Trump peddles unsubstantiated hope in dark times" CNN 20/03/2020 https://edition.cnn.com/2020/03/20/politics/donald-trump-coronavirus-false-hope/index.html


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