sábado, 14 de marzo de 2020

De apestados, héroes y tontos

Joaquín Mª Aguirre (UCM) 
Como estaba previsto, los madrileños son los nuevos apestados, los visitantes no deseados desde hace una semana, los mismos a los que se atendía con un sonrisa solícita no hace mucho. Conforme se va extendiendo el miedo, se va instalando el egoísmo de los que se van pensando que huyen de lo que pueden ya llevar dentro extendiéndolo y de los que les reciben, que ya no los ven con tan buenos ojos. Vienen a contagiarles y a robarles su turno en la sanidad pública. La psicosis se extiende y hay que combatirla de forma eficaz, tanto para evitar las huidas como para evitar los conflictos por las llegadas. Sigue en muchos la idea de que ellos tienen su propio plan de fuga de esta Alcatraz coronavírica en la que nos encontramos. Es lamentable que tras tanta información estemos todavía así.
Como ya hemos dicho, primero fueron los chinos lo peligrosos; después han sido los italianos y ahora son los madrileños. La psicología de la negación ve en los otros el riesgo y no se considera riesgo a sí misma.


Acabo de ver un vídeo en donde a un médico de urgencias solo le faltaba sacar un cuchillo dirigiéndose a la "gente joven" que acude a los Servicios de Urgencia a pedir que les hagan un test por si acaso mientras "están con sus móviles jajaja-jijiji". Estaba francamente irritado, contundente en lenguaje y con ganas de mandar a alguien a las propias Urgencias sin necesidad de test alguno. Un enfado que es comprensible si se tiene en cuenta la presión bajo la que se trabaja ahora en hospitales, centros de salud y muchos otros espacios sanitarios que deben estar ahí para todos. Es un acto de generosidad que choca con el egoísmo del que llega con exigencias sin urgencia.
Ya no son tiempos de bromas y el que no lo haya entendido habrá que hacérselo entender de alguna otra forma. Estamos viendo los ejemplos de la falta de madurez, del egoísmo de muchas personas al pensar solo en ellos, en sus miedos, como factores prioritarios.


Es cierto que no estamos social ni mentalmente preparados para esto, que requiere un aprendizaje traumático. Como sociedad, estamos acostumbrados a tener en nuestra mano lo que pase por nuestra imaginación, pensamos que tenemos derecho a que nuestros deseos se cumplan y que las pesadillas se acaban encendiendo una luz. Esta pesadilla no se desvanece por muchas luces que encendamos. La única luz es la solidaridad, mantener las normas recomendadas y no hacer lo contrario de lo que se está diciendo a todos. El no va conmigo es frecuente en el país del listillo.
Hay mucha gente que lo entiende y otra que, en cambio, sigue viviendo en su espacio mental unidimensional. El mundo es como lo ve y da igual cómo lo vean otros porque nada va a hacerle cambiar. Habrá que hacerlo.

Los medios de comunicación están pasando por otra fase. La tentación del sensacionalismo se ve en algunas portadas y los enfoques de algunos medios no transmiten la seriedad general sino la anécdota personal, algo que se eleva a categoría, cuando no es así. Seguimos sin darnos cuenta que la información en esta crisis no se puede construir a base de hechos curiosos o de enfermos relevantes; para los virus solo existen medios favorables o desfavorables. De nada sirve contar "una historia particular" cuando estamos necesitando responder como una "comunidad". No hay caso más importante que otro, solo gravedad mayor o menor.
La tentación mediática es salirse de la norma, hacer lo diferente, encontrar —como suele hacerse tradicionalmente— lo curioso, lo anecdótico, lo llamativo. Cuando se refleja un caso, la tendencia al leerlo es considerarlo relevante y general. Puede que no lo sea, que sea uno más. Entonces los recursos del discurso entran en juego convirtiéndolo en caso especial, único, relevante.
Esta forma de transmitir información es negativa. Los medios se "aburren" de repetir lo que se dice una y otra vez. Por eso empiezan a buscar las discrepancias o lo negado por la versión oficial. Con eso se crea un gran problema de confusión en unos estados colectivos que están sometidos a mucha presión, a la tensión del miedo, que se ve aumentado si hay versiones contradictorias.


Son importantes las redes personales, las verdaderas, el apoyo de unos y otros, liberar tensiones. Me emociona cuando me llegan mensaje de antiguos alumnos y alumnas preguntando cómo estoy. Me da fuerza y alegría. Todos estamos viendo el reflejo de las preocupaciones de unos y otros. Debemos aprovecharlas para transmitir solidaridad, confianza y firmeza.  Lo que hay que hacer necesita de mucha fuerza de voluntad, de resistencia y fe los unos en los otros.
Pero debemos aprender sobre los riesgos, los verdaderos riesgos, especialmente el debilitamiento de la sanidad pública desde hace tiempo, con protestas y avisos de esos profesionales a los que ahora consideramos héroes con todo merecimiento, pero que estaban muchos de ellos pendientes de padecer recortes y privatizaciones. Creo que es esta la enseñanza colectiva que debemos sacar. El riesgo somos nosotros con nuestra imprudencia... y esos señores que hacen cuentas para saber cuánto cuesta tres o cuatro días de gripe o similar.


La sanidad son las personas que trabajan por la salud de todos. Tenemos una población mayor que crece ante la falta niños, producida esencialmente por problemas de empleo y precariedad, de vivienda, etc. Hemos especulado con casi todo lo especulable y lo seguimos haciendo. Los ancianos son solo una nueva oportunidad de negocio para muchos a falta de niños. Reducimos la sanidad pública para que se ocupen de ellos instituciones que cuando ocurre algo los meten en una ambulancia y los mandan a la Seguridad Social. 
Es sobre esto, ahora que tenemos tiempo libre y preocupación por los mayores, sobre lo que queremos para el futuro. Demasiada "eficiencia" y poco sentido comunitario. Llevamos mucho tiempo considerando a las personas como parte de un balance y ahora nos enfrentamos a una crisis impensable que muestra los valores particulares y sociales, nuestras desnudeces y vergüenzas. También valores de personas que siguen ahí, de los médicos a los farmacéuticos o los empleados de transportes y supermercados, gente por la que hemos pasado con indiferencia en nuestra vida y ahora comprendemos que se juegan mucho por nosotros.


He dejado para el final la tercera categoría, que algunos echarían en falta. Se la reservamos al señor Ortega Smith, secretario general de Vox  contagiado y probablemente contagiante, en su mitin de VOX del domingo pasado, al que el diario ABC nos los muestra haciendo pesas bajo el titular "Ortega Smith nos enseña su día a día luchando contra «los virus chinos» con «anticuerpos españoles»"*. Mucho me temo que el señor Ortega Smith está muy mal informado o que no le gusta informarse, lo que es un gran problema personal y para los que le siguen. El ABC ha sido suave en su titular, pero el primer párrafo es reflejo de lo que hay: "El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha publicado un vídeo en el que muestra su día a día en su domicilio, donde se recupera del coronavirus. «Mis anticuerpos españoles luchan contra los malditos virus chinos», proclama."* 


Esto, viniendo de un señor que se llama Smith, es un gran avance nacional. Lo de los "malditos virus chinos" y de los "anticuerpos españoles" nos habla del nivel en que nos movemos. Le deseamos pronta recuperación y que siga en forma, dando tiros y cerrando España, como nuevo apóstol Santiago. Nos quedamos todos más tranquilos con que esté en su casa haciendo pesas.
Los héroes, en cambio, están hoy en urgencias, en supermercados, en farmacias, llevando autobuses o el metro.  
Sacar a la gente de su egoísmo, de su inconsciencia o de su temeridad no es fácil. Danos fuerza, paciencia, solidaridad e inteligencia. De todo  necesitamos para avanzar a buen fin.


* "Ortega Smith nos enseña su día a día luchando contra «los virus chinos» con «anticuerpos españoles»" ABC 14/03/2020 https://www.abc.es/espana/abci-ortega-smith-muestra-luchando-contra-virus-chinos-anticuerpos-espanoles-202003141112_noticia.html












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