Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
estaba previsto, los madrileños son los nuevos apestados, los visitantes no
deseados desde hace una semana, los mismos a los que se atendía con un sonrisa
solícita no hace mucho. Conforme se va extendiendo el miedo, se va instalando
el egoísmo de los que se van pensando que huyen de lo que pueden ya llevar
dentro extendiéndolo y de los que les reciben, que ya no los ven con tan buenos
ojos. Vienen a contagiarles y a robarles
su turno en la sanidad pública. La psicosis se extiende y hay que
combatirla de forma eficaz, tanto para evitar las huidas como para evitar los
conflictos por las llegadas. Sigue en muchos la idea de que ellos tienen su propio plan de fuga de
esta Alcatraz coronavírica en la que nos encontramos. Es lamentable que tras
tanta información estemos todavía así.
Como ya
hemos dicho, primero fueron los chinos lo peligrosos; después han sido los
italianos y ahora son los madrileños. La psicología de la negación ve en los
otros el riesgo y no se considera riesgo a sí misma.
Acabo
de ver un vídeo en donde a un médico de urgencias solo le faltaba sacar un
cuchillo dirigiéndose a la "gente joven" que acude a los Servicios de
Urgencia a pedir que les hagan un test por si acaso mientras "están con sus
móviles jajaja-jijiji". Estaba francamente irritado, contundente en
lenguaje y con ganas de mandar a alguien a las propias Urgencias sin necesidad
de test alguno. Un enfado que es comprensible si se tiene en cuenta la presión
bajo la que se trabaja ahora en hospitales, centros de salud y muchos otros
espacios sanitarios que deben estar ahí para todos. Es un acto de generosidad
que choca con el egoísmo del que llega con exigencias sin urgencia.
Ya no
son tiempos de bromas y el que no lo haya entendido habrá que hacérselo entender
de alguna otra forma. Estamos viendo los ejemplos de la falta de madurez, del
egoísmo de muchas personas al pensar solo en ellos, en sus miedos, como
factores prioritarios.
Es
cierto que no estamos social ni mentalmente preparados para esto, que requiere
un aprendizaje traumático. Como sociedad, estamos acostumbrados a tener en
nuestra mano lo que pase por nuestra imaginación, pensamos que tenemos derecho
a que nuestros deseos se cumplan y que las pesadillas se acaban encendiendo una
luz. Esta pesadilla no se desvanece por muchas luces que encendamos. La única
luz es la solidaridad, mantener las normas recomendadas y no hacer lo contrario
de lo que se está diciendo a todos. El no
va conmigo es frecuente en el país del listillo.
Hay
mucha gente que lo entiende y otra que, en cambio, sigue viviendo en su espacio
mental unidimensional. El mundo es como lo ve y da igual cómo lo vean otros
porque nada va a hacerle cambiar. Habrá que hacerlo.
Los
medios de comunicación están pasando por otra fase. La tentación del
sensacionalismo se ve en algunas portadas y los enfoques de algunos medios no
transmiten la seriedad general sino la anécdota personal, algo que se eleva a
categoría, cuando no es así. Seguimos sin darnos cuenta que la información en
esta crisis no se puede construir a base de hechos curiosos o de enfermos
relevantes; para los virus solo existen medios favorables o desfavorables. De
nada sirve contar "una historia particular" cuando estamos
necesitando responder como una "comunidad". No hay caso más
importante que otro, solo gravedad mayor o menor.
La
tentación mediática es salirse de la norma, hacer lo diferente, encontrar —como
suele hacerse tradicionalmente— lo curioso, lo anecdótico, lo llamativo. Cuando
se refleja un caso, la tendencia al leerlo es considerarlo relevante y general.
Puede que no lo sea, que sea uno más. Entonces los recursos del discurso entran
en juego convirtiéndolo en caso especial, único, relevante.
Esta
forma de transmitir información es negativa. Los medios se "aburren"
de repetir lo que se dice una y otra vez. Por eso empiezan a buscar las
discrepancias o lo negado por la versión oficial. Con eso se crea un gran
problema de confusión en unos estados colectivos que están sometidos a mucha
presión, a la tensión del miedo, que se ve aumentado si hay versiones
contradictorias.
Son
importantes las redes personales, las verdaderas, el apoyo de unos y otros, liberar tensiones. Me
emociona cuando me llegan mensaje de antiguos alumnos y alumnas preguntando cómo
estoy. Me da fuerza y alegría. Todos estamos viendo el reflejo de las preocupaciones de unos y otros.
Debemos aprovecharlas para transmitir solidaridad, confianza y firmeza. Lo que hay que hacer necesita de mucha fuerza
de voluntad, de resistencia y fe los unos en los otros.
Pero
debemos aprender sobre los riesgos, los verdaderos riesgos, especialmente el
debilitamiento de la sanidad pública desde hace tiempo, con protestas y avisos
de esos profesionales a los que ahora consideramos héroes con todo
merecimiento, pero que estaban muchos de ellos pendientes de padecer recortes y
privatizaciones. Creo que es esta la enseñanza colectiva que debemos sacar. El
riesgo somos nosotros con nuestra imprudencia... y esos señores que hacen
cuentas para saber cuánto cuesta tres o cuatro días de gripe o similar.
La
sanidad son las personas que trabajan por la salud de todos. Tenemos una
población mayor que crece ante la falta niños, producida esencialmente por
problemas de empleo y precariedad, de vivienda, etc. Hemos especulado con casi
todo lo especulable y lo seguimos haciendo. Los ancianos son solo una nueva oportunidad de
negocio para muchos a falta de niños. Reducimos la sanidad pública para que se
ocupen de ellos instituciones que cuando ocurre algo los meten en una ambulancia
y los mandan a la Seguridad Social.
Es sobre esto, ahora que tenemos tiempo
libre y preocupación por los mayores, sobre lo que queremos para el futuro.
Demasiada "eficiencia" y poco sentido comunitario. Llevamos mucho
tiempo considerando a las personas como parte de un balance y ahora nos
enfrentamos a una crisis impensable que muestra los valores particulares y
sociales, nuestras desnudeces y vergüenzas. También valores de personas que
siguen ahí, de los médicos a los farmacéuticos o los empleados de transportes y
supermercados, gente por la que hemos pasado con indiferencia en nuestra vida y
ahora comprendemos que se juegan mucho por nosotros.
He dejado para el final la tercera categoría, que algunos echarían en falta. Se la reservamos al señor Ortega Smith, secretario general de Vox contagiado y probablemente contagiante, en su mitin de VOX del domingo pasado, al que el diario ABC nos los muestra haciendo pesas bajo el titular "Ortega Smith nos enseña su día a día luchando contra «los virus chinos» con «anticuerpos españoles»"*. Mucho me temo que el señor Ortega Smith está muy mal informado o que no le gusta informarse, lo que es un gran problema personal y para los que le siguen. El ABC ha sido suave en su titular, pero el primer párrafo es reflejo de lo que hay: "El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha publicado un vídeo en el que muestra su día a día en su domicilio, donde se recupera del coronavirus. «Mis anticuerpos españoles luchan contra los malditos virus chinos», proclama."*
Esto, viniendo de un señor que se llama Smith, es un gran avance nacional. Lo de los "malditos virus chinos" y de los "anticuerpos españoles" nos habla del nivel en que nos movemos. Le deseamos pronta recuperación y que siga en forma, dando tiros y cerrando España, como nuevo apóstol Santiago. Nos quedamos todos más tranquilos con que esté en su casa haciendo pesas.
Los héroes, en cambio, están hoy en urgencias, en supermercados, en farmacias, llevando autobuses o el metro.
Sacar a la gente de su egoísmo, de su inconsciencia o de su temeridad no es fácil. Danos fuerza, paciencia, solidaridad e inteligencia. De todo necesitamos para avanzar a buen fin.
* "Ortega Smith nos enseña su día a día luchando contra «los virus chinos» con «anticuerpos españoles»" ABC 14/03/2020 https://www.abc.es/espana/abci-ortega-smith-muestra-luchando-contra-virus-chinos-anticuerpos-espanoles-202003141112_noticia.html
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