viernes, 6 de marzo de 2020

Ahora se juega en USA

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El enfrentamiento a la crisis del COVID-19 tiene en los Estados Unidos una peculiaridad y algunas circunstancias. La peculiaridad es que tiene por presidente a una persona cuya relación con la verdad es, por decirlo técnicamente, bastante problemática. En cuanto a las circunstancias, me refiero a la peculiar posición que la sanidad tiene en la política norteamericana; basta con pensar el odio (realmente odio) al llamado "Obamacare" de los republicanos con la llegada de Trump al poder.
Con estos dos puntos de partida, los Estados Unidos, en pleno año electoral, se enfrenta a la crisis lejana que se fue acercando. Es una crisis sobre la que su papel de potencia mundial ha ejercido de juez, fiscal y jurado, verdugo en ocasiones. También es el escenario de un desafío mundial entre dos potencias, una que está logrando salir de una crisis durísima mediante férreas medidas de control de la población, de autodisciplina y muchísimo sacrificio, con la reducción de casi un punto en su crecimiento. En la otra esquina del cuadrilátero, el país al que le está tocando saltar a demostrar que, además de hablar, es capaz de combatir en su propio terreno los efectos de esta crisis.


Pero las armas de los Estados Unidos, en este tipo de crisis —las que no se solucionan con drones o mandando portaviones a la zonaؙ—, no van a funcionar con la eficacia que se presumía.
En la CNN se ha publicado el artículo, "Coronavirus testing crunch exposes White House to fierce backlash"*, firmado por Stephen Collinson, en el que se recogen parte de las críticas a la Casa Blanca por la gestión hasta el momento y el papel jugado por el presidente Trump. El artículo se cierra así:

Despite all the grim news, Trump is continuing to downplay the sense of crisis, in a way that contrasts with Pence's reliance on scientific and government experts.
"With approximately 100,000 CoronaVirus cases worldwide, and 3,280 deaths, the United States, because of quick action on closing our borders, has, as of now, only 129 cases (40 Americans brought in) and 11 deaths. We are working very hard to keep these numbers as low as possible!" the President tweeted, before the numbers rose later in the day.
Later, in a Fox News town hall in Pennsylvania, he boasted about poll numbers related to his management of the crisis that are now three weeks old.
"We've gotten the highest poll numbers of anybody for this kind of a thing," Trump said. "We were given tremendous marks -- you look at Gallup polls, you look at other polls."
Earlier in the day, the President was fuming about a backlash to his remarks of a day before that had appeared to indicate he was relaxed about people with the virus going to work. In a phone call with Sean Hannity on Fox News, he also suggested that World Health Organization estimates of the death rate for the coronavirus of 3.4% were wrong. "I think the 3.4% is really a false number," Trump said. "Now, this is just my hunch."
It is possible that when all the post-epidemic data is evaluated the death rate will be below the WHO estimate.
But it was another example of Trump speaking imprecisely at best, misleadingly at worst and offering disinformation about a crisis that could have profound reverberations for him in his reelection year if it causes a major economic downturn.*


Trump tienen muchos problemas, pero el principal es que no puede dejar de ser "Donald Trump". "Ser" Donald Trump significa, en términos políticos, "soy  el arregla todo", "nadie puede hacerlo mejor que yo", "soy la máxima garantía", etc. En circunstancias normales, esto le funciona ante su electorado, que quiere creerle. Pero —la psicología lo explica bien— conforme creer lo que dice el presidente pone en riesgo real la vida de las personas o hace aumentar el miedo al peligro, es más difícil creer en él. El miedo, con el que Trump ha jugado a lo largo de su campaña y presidencia, se vuelve contra él cuando las noticias informan que existe un riesgo real diferente al que quiere hacer creer. La credibilidad se derrumba.


Este problema no es ajeno a otros políticos, pero en el caso de Trump tiene los agravantes de la mentira reiterada, el uso constante del miedo y la sobrevaloración de su persona. Al "dios Trump" le pueden estar abandonando sus creyentes, sencillamente, por instinto de conservación.
Con la economía encogiéndose, a Trump le empiezan a surgir conflictos que difícilmente podrá resolver solo con palabras. En el artículo de Collinson leemos:

Trump met airline executives at the White House on Wednesday and they asked him not to publicly discourage Americans from taking planes since their business were at risk, a person familiar with the meeting told CNN's Kevin Liptak.
The plea by the CEOs points to the difficult challenge the administration faces. It wants to keep America moving, to shield the economy from damage and to keep life as normal as possible.
But it also has a duty to tell the American people the truth at a time of an emergency. And it must must weigh every word that could cause a stock market slump or have devastating commercial reverberations.*


Difícil tesitura, desde luego, pero que un dirigente en su sano (y recto) juicio debería sopesar desde el "deber", que no es la economía, sino el control de la enfermedad.
Todos los países se están enfrentando a este dilema, en niveles que va desde los ayuntamientos a los gobiernos nacionales. Pero es evidente que si se decantan por los intereses comerciales, lo único que se generará es un pánico caótico que arrastrará igualmente la economía y hasta el orden público.
Las críticas a Trump se están volviendo más virulentas cada día que pasa. La experiencia nos dice que el hecho de haber pasado a Mike Pence la gestión de la crisis será incapaz de dejar de intentar subirse al escenario, entre otras cosas porque se lo exigirán. Va a ser difícil preservarlo del desgaste que pueda suponer todo esto. Es especialmente claro que los ataques contra el sistema sanitario anteriormente le van a pasar factura si no se la están pasando. Es algo que dará, además, alas a los demócratas que traten de ampliar los servicios sanitarios.


En The New York Times, por ejemplo, tenemos titulares de este cariz en estos momentos: "Trump’s Calamitous Coronavirus Response" (Michelle Goldberg), "When Coronavirus Quarantine Is Class Warfare" (Charlie Warzel), "Coronavirus Could Threaten U.S. Economy Even More Than China’s", "The Rich Are Preparing for Coronavirus Differently"...
Como puede apreciarse, le abren tres frentes: el personal (calamitosa gestión), la cuestión del dinero (los ricos se buscan su propia protección y aislamiento pero exigen que los pobres mantengan la vida normal para sostener la economía), China se recuperará antes.


Conforme sus palabras dejen de tranquilizar, Trump tendrá que ir aumentando su nivel de declaraciones, creando sus propios conflictos. Ahora es la prensa enemiga la que le ataca, pero pronto la conservadora no podrá defenderle si esto sigue así.
Ahora China le está devolviendo el golpe propagandístico y el presidente Xi Jinping se siente más fortalecido por el creciente orgullo nacionalista debido a los ataques exteriores, como era previsible.
No va a haber ganadores en esta crisis que afectará a todos, pero sí puede haber grandes perdedores: los que queden ante las opiniones públicas como inoperante, falsos y tendenciosos. Si la crisis sigue creciendo en los Estados Unidos, si lo hace más que en otros lugares o si, simplemente, la versión de Donald Trump difiere cada día más de la realidad, está claro quién habrá perdido más. 


* Stephen Collinson "Coronavirus testing crunch exposes White House to fierce backlash" 6/03/2020 https://edition.cnn.com/2020/03/06/politics/coronavirus-mike-pence-donald-trump-politics-congress/index.html




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