martes, 10 de marzo de 2020

La hora de la responsabilidad ciudadana o no es no

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay días en los que cometo el imperdonable error de no ir escuchando música en el transporte público camino de la Universidad. Te permite un conocimiento no solicitado del ser humano. Estos días ha sido especialmente preocupante al escuchar conversaciones especialmente absurdas sobre la cuestión del COVID-19. Sigues escuchando, por ejemplo, que ha sido creado para vender vacunas después con distintas variantes sobre quién lo ha creado y quién se beneficiará. Es ya un clásico de la desinformación tóxica, junto a las teorías sobre las Torres Gemelas o la creación del Estado Islámico.
Pero, con todo, lo más preocupante es el tono que escuchas en personas, especialmente jóvenes (no son los únicos), que creen que las medidas no van con ellos, que es el momento de aprovechar. Hace un par de días escuchaba a una pareja de chicas contarse una a otra sus viajes programados a Logroño y después la preparación para irse con su padre a las Fallas, porque ¡cómo se lo iban a perder! Ayer, ya de regreso, un grupo de cinco o seis estudiantes comentaban muy divertidos que si se cerraba la universidad, ¡cómo iban a estar sin verse los colegas!, que se llamarían para quedar todos.

  
Podría citar muchos otros comentarios de este tipo. Mucho me temo —lo he insinuado en alguna ocasión— que el hecho de tratar de transmitir cierta "tranquilidad" diciendo que la mayor parte de las muertes producidas hasta el momento son de personas por encima de los 65 con patologías previas estaban transmitiendo la sensación de que todos los que no se encontraran en ese grupo son invulnerables. Al dar solo las edades de las muertes, se olvida mostrar los grupos de edad. Sería útil empezar a dar esa información de esos miles de personas que están en cuarentena, las de los contagiados, para que entiendan que esto también va con ellos. Especialmente con ellos.
Si se cierran las escuelas y Facultades no es para aprovechar e irse de viaje, ahora que están más baratos. No hemos escarmentado de lo que supuso irse a un simple partido a Italia.
¿Puede entender todo el mundo el concepto de aislamiento y lo que se trata de hacer con ello?


Mucho me temo que no. Creo que hay que empezar a cambiar la estrategia de comunicación hacia los grupos más reacios a entender lo que pasa. Hasta el momento la idea de comunicación ha sido ceñirse a la institucional y dar imagen de responsabilidad. Pero creo que esto no funciona con total efectividad para todos y que ha de redirigirse a los grupos más reacios a este tipo de información. Habrá que adaptarse a los medios y destinatarios. Mandar a la gente a casa, sin más, es darles tiempo libre, algo que algunos aprovecharán para viajar, irse a ver a los colegas, etc. Justo lo contrario de lo que se espera. Se acabarán reuniendo en otra parte.
Me limito a lo que escucho.
Por el contrario, mis alumnos chinos han saludado la medida con un "¡por fin!". Les resultaba incomprensible que no se tomaran medidas, que aquí todo siguiera igual. Esta cuestión la tratamos hace unos días en el texto "El miedo inverso". Ayer les mande a mis doctorandos un aviso sobre la supresión de las clases en la Universidad. Nosotros suspendimos actividades hace una semana. No era tanto nuestro seminario, sino el hecho del transporte público y moverse por la universidad lo que les intranquilizaba más. Hace tiempo que —¡gracias!— empezaron a traerme geles desinfectantes y hasta una caja de mascarillas. Algunos habían llegado de China y habían pasado dos semanas en sus residencias, encerrados voluntariamente, pese a haber pasado todo tipo de controles y medidas cautelares cuando salieron de su país. Se llama "responsabilidad" y para mí representa lo contrario de lo que escucho en el metro cuando dicen que aprovecharán el cierre para viajar o reunirse con los amigos.
Transmitir "tranquilidad" no es garantizar que podemos hacer lo que queramos. Significa que hay que tomar ciertas medidas personales y grupales para evitar la propagación. No todos lo entienden así.



Hay un miedo. Pero también hay un miedo a llamar a ciertas cosas por su nombre y a decir que hay riesgos en una concentración o en una manifestación callejera. Lo vimos aquí al hablar de la respuesta de Fernando Simón a las preguntas sobre la manifestación del domingo en Madrid.
¿Cómo se van a afrontar las próximas elecciones autonómicas? Espero que el miedo a perder a sus votantes por las cuarentenas haga que la campaña se haga a distancia. Más barato y más sano. Los peligros de los mítines, manifestaciones son obvios,
Hay que preservar la vida diaria todo lo que se pueda con medidas de protección eficaces, pero hay cosas que no se deben realizar, para lo que es importante la ciudadanía. Pero también es importante saber que hay una parte de esa ciudadanía que es la del "yo paso". Solo esa explicación se encuentra ante que la Policía tenga que estar rondando los barrios en cuarentena para evitar que la gente salga. Cuarentena es cuarentena. El cierre de las instituciones educativas no es una cuarentena, pero tampoco unas vacaciones, como algunos piensan.
Habrá que llegar a ellos con las medidas, con las voces necesarias, con el lenguaje adecuado... si no acaban de entender que esto no es una broma, que no es cuestión de me apetece o de no va conmigo, que es una cuestión de algo un tanto olvidado: responsabilidad social, sentido comunitario responsable.
El gran aumento de casos en solo un día en Madrid -el domingo- es un signo claro de que no se estaba haciendo todo lo que se debía hacer. Hemos pasado del terror informativo cuando la situación tenía carácter chino y nos hemos hartado de reproducir imágenes olvidándonos de que los virus no tienen fronteras y que nuestro mundo global está lleno de atajos de un lugar a otro en cuestión de horas.


El titular que preside la página de la CNN dice: "Total lockdown in Italy, but hope rising in China". ¡Terrible ironía! Conte, el presidente italiano, ha dejado claro que no tomar las medidas que se han tomado habría sido una irresponsabilidad "criminal".
Madrid ha cerrado sus centros educativos y algunas autonomías lo están haciendo. Un par de semanas, en principio, deberían servir para cortar el desarrollo del COVID-19, al que se lo hemos puesto muy fácil con nuestra negativa a ir más allá de la información.  Este tiempo debería haberse empleado en desarrollar elementos de ayuda para esta lucha. 
La información no puede ser la misma porque la ciudadanía se ha segmentado y hay grupos que han tomado sus propias respuestas. Pero es la hora de combatir al coronavirus y a la irresponsabilidad por partes iguales, a cada una con sus armas más eficaces. Si la información era importante antes, lo es más ahora.
Lo decíamos el otros día: es el momento de que las autoridades tomen las decisiones que saben que van a molestar, que van crear problemas de otro orden. Pero es esencial que lo hagan y que nos demos cuenta que es necesario hacerlo y no aprovechar que la universidad ha cerrado para irse a las Fallas. El concepto de "viaje innecesario" no entre las mismas categorías según las personas y su responsabilidad.
La reducción de la expansión del COVID-19 está, sobre todo, en las acciones individuales, en la reducción de los riesgos de exposición. Eso es una evidencia que solo los irresponsables niegan. La cuestión ahora es saber cuánto irresponsable hay.
Se creó miedo cuando el COVID-19 estaba lejos. Se trataba de atacar a China en plena guerra comercial con estados Unidos. Cuando está cerca se el tono cambia a la confianza, a la gripe, a los casos con patologías previas, etc. Ya no se puede disfrazar porque está aquí. Hay que evitar un caso a la italiana, sí o sí.
Se trata ahora de ver si el laberinto político español es capaz de responder con la unidad necesaria no solo para  transmitir confianza sino también para llevar la idea de responsabilidad a la ciudadanía. Eso se hace dando ejemplo, suprimiendo lo innecesario, haciendo pedagogía a pie de calle, más allá de los discursos oficiales, predicando con el ejemplo.


Llega la noticia del positivo de Javier Ortega Smith. La imágenes nos los muestran tosiendo con un pañuelo en el acto masivo del domingo en Madrid. Vox, su partido, ya ha pedido perdón. Un poco tarde y no son los únicos que deberían hacerlo. A veces, como decimos, cometemos irresponsabilidades.
El "perdón" pedido por VOX es muy peculiar y es una acusación porque les han dejado celebrar el mitin. El despropósito es enorme porque la responsabilidad es suya más allá de los permisos administrativos. Nadie dijo "no" a VOX como tampoco se lo dijeron a la manifestación. No deja de ser cierta hipocresía esa forma de razonamiento. ¿Qué hubieran dicho si se les hubiera dicho, a unos y a otros, que no podían celebrar sus actos? Sin embargo, el mensaje de Fernando Simón era claro para quien quisiera entenderlo.


No es no. No a las manifestaciones, a los mítines, a los centros de mayores, a los funerales, a los festejos... No es no a todo aquello que atente contra la seguridad de las personas, que aumente innecesariamente el riesgo de propagación del COVID-19 y las vidas de las personas. Sea un funeral o un aquelarre, un congreso científico o un partido de Liga. Llegados a este punto No es no... para que no haya que pedir perdón a nadie por las irresponsabilidades de concentrar gente. Todos tendremos que renunciar a muchas cosas, aunque nos duela, perjudique o fastidie.
Pero el no es no debe ir seguido de alternativas, de medidas,  a lo que ahora no se puede hacer. Ahí es donde está gran parte de la eficacia de las medidas. De otra forma son brindis al sol. Es la vida cotidiana lo que se ve alterada, la vida laboral. Habrá que dar soluciones. Es ahí donde hay que ir más allá de las medidas sanitarias y empezar las sociales inmediatas, a pie de calle.
No estamos acostumbrados a una crisis de este tipo, que hemos visto como lejana, como en el caso del ébola. Hoy nos preguntamos si la avanzada Europa será también la responsable Europa.



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