miércoles, 25 de marzo de 2020

Ya podemos entender mejor la xenofobia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No vemos los coronavirus, vemos a las personas. Uno de los mayores problemas que está planteando esta epidemia es cómo separar al COVID-19 de las personas que lo portan y, más concretamente, de identificar a las personas con los países. Las representaciones del coronavirus no son inocentes, como empezamos a señalar en enero. Se empezó con el "virus chino", después con el "virus de Wuhan" hasta que se vieron las consecuencias que esto tenía, esencialmente sociales y políticas difundidas a través de los medios de comunicación y convertidas en una especie de condena de 1.400 millones de personas, las englobadas bajo el término "los chinos".
En plena guerra comercial de Estados Unidos con China es cuando se produce la rápida explosión de la epidemia. Las imágenes identifican el escenario como "China" y el coronavirus como un "producto chino", especulando algunos incluso con el posible escape de algún laboratorio en Wuhan. Las imágenes mediáticas no nos muestran virus, muestran personas, en su totalidad ciudadanos chinos. Nos los muestran con mascarillas. Médicos con mascarillas, paseantes con mascarillas, soldados con mascarillas... Las imágenes que muestran símbolos del régimen chino se asocian con las mascarillas mediante sutiles y no tan sutiles ejercicios de composición fotográfica. Aquí lo hemos documentado en varias ocasiones. Cuando los contagios comienzan a aparecer en Europa, esencialmente en Italia, se siguen representando con fotografías de ciudadanos chinos. Ya no es un problema lejano, está aquí.


Los medios comienzan una segunda fase en la que se van introduciendo los nuevos escenarios. Hay una interesante fotografía en la que se dice en su pie "unas jóvenes en Valencia" que muestran a dos jóvenes chinas con mascarillas. La mascarilla sigue siendo la que representa la enfermedad simbólicamente y quienes las llevan, los asiáticos.
Esto genera una peligrosa asociación que ha llevado a múltiples incidentes de xenofobia y racismo al convertir a cualquier persona con rasgos asiáticos en un peligro potencial o, peor todavía, en responsable.
El editorial de hace un par de días en The New York Times lleva por título "Call it Coronavirus". Explica que la "enfermedad y los prejuicios han ido siempre de la mano" (23/03/2020) y desea que en este momento se pueda hacer mejor que en otros tiempos. Es cierto, pero quizá sea una reflexión tardía para paliar los efectos. El presidente norteamericano sigue empeñado en hablar de "virus chino". Hace unos días las cámaras de televisión captaban la tachadura en las notas de su rueda de prensa. Mostraban la tachadura de la expresión "COVID-19" y escrito a mano "virus chino". El sentido del editorial de The New York Times es claro.


Los efectos sociales de todo esto son los de la xenofobia y el racismo en mucha gente que ha aceptado esa asociación intencionada en unos y rutinaria en otros. Pero sus efectos los están pagando personas inocentes.
En Infobae podemos leer sobre los efectos en Estados Unidos de estas políticas xenófobas:

Yuanyuan Zhu caminaba hacia su gimnasio en San Francisco el 9 de marzo pensando en que esa rutina de ejercicio podría ser la última en un rato, cuando se dio cuenta de que un hombre le estaba gritando. Le gritaba insultos sobre China. Entonces, pasó un autobús, según recuerda ella, y el hombre le gritó al vehículo: “Atropéllalos”.
Ella intentó mantener su distancia, pero, cuando el semáforo cambió, tuvo que esperar junto a él en el cruce peatonal. Podía percibir cómo la miraba fijamente. Y entonces, repentinamente, sintió la saliva del hombre cayendo en su rostro y su suéter favorito.
Impactada, Zhu, quien tiene 26 años y se mudó a Estados Unidos de China hace cinco años, corrió el resto del trayecto para llegar al gimnasio. Encontró una esquina donde nadie la podía ver y lloró en silencio.
“Esa persona no se veía rara ni enojada ni nada, ¿saben?”, dijo sobre quien la atormentó. “Solo se veía como una persona normal”.*


Lo que sorprende finalmente a Yuanyuan Zhu es la falta de enojo, la normalidad del insulto, su falta de emocionalidad, la expresión controlada del odio. Quizá habría entendido que el miedo hiciera perder los nervios a quien la insultó, pero es la parsimonia en el ataque lo que la descoloca en la interpretación. Ese grito de "¡atropéllalos!" es una llamada a la comunidad, un intento de salir de la civilidad y regresar a estados anteriores. Es un imperativo: ¡mátalos! Cuando se llega a este estado, es necesario pararse y reflexionar sobre las consecuencias sociales y sobre la conexión entre las políticas de información y lo que ocurre en la calle; es una llamada como la de The New York Times, "Call It Coronavirus!", al presidente de los Estados Unidos.
No es el único. Aquí comentamos la expresión de ese intelectual español por los cuatro costados, Javier Ortega Smith, difundiendo en las redes cómo sus "anticuerpos españoles" se enfrentaban a los "malditos virus chinos". Cada uno se retrata a su manera.


Pero en España no nos escapamos. Mientras se pudo ver la pandemia de lejos, se asociaba con China esencialmente. Pero conforme el foco más importante en el exterior se trasladó a Italia primero y después a España, también nosotros hemos empezado a padecer el estigma del apestado, de la persona peligrosa a la que nadie se quiere acercar ni tener contacto con ella. El diario El País nos da cuenta de las dificultades de muchos españoles que por motivos diversos no pueden regresar ahora y lo que les ocurre en sus lugares de espera:

Como “apestados”. “Asustados”. “Desamparados”. “Impotentes”. “Confinados de manera clandestina”. “Sin salida”. Así están viviendo muchos españoles desplazados en el extranjero la crisis sanitaria del coronavirus. “Para ellos nosotros somos el coronavirus”, dice Kati Martín, encerrada desde este domingo junto a su marido y otros tres españoles en un hotel de la ciudad india de Rishikesh. “Nos han dicho que no podemos salir para nada, que el Gobierno no quiere ver turistas y si nos pillan les pueden cerrar el hotel y quedarnos todos en la calle. Hay españoles en Delhi que han sufrido hasta agresiones”, asegura esta barcelonesa de 52 años, que dice que “tras días de muchos intentos” la respuesta de la embajada llegó este sábado. El correo electrónico de la legación diplomática decía: “Sentimos mucho la situación. La embajada está haciendo todo lo posible para ayudar a los españoles. Registramos sus datos y adjuntamos información de utilidad”.**


El español que se fue de vacaciones por el mundo o cualquier otra circunstancia se da cuenta que en muy poco tiempo el escenario ha cambiado y que ahora somos los malos de la segunda temporada, un giro de guión del que no ha habido tiempo para darse cuenta.
Una vez que se crea el estado de miedo es muy fácil y rápido cambiar el foco hacia un nuevo punto. Basta con un par de titulares sensacionalistas o simplemente una foto de un hospital, etc. para que comience a verse a una comunidad como apestados. En un mundo híper sensibilizado a la pandemia, los cambios se producen gran rapidez. No se trata de saber cómo funciona una enfermedad, se trata de distanciarse de quien son sospechosos por el simple hecho de venir de fuera o solo aparentarlo, como es el caso de Yuanyuan Zhu, tan residente en los Estados Unidos como cualquier supremacista blanco de Alabama.
La enfermedad debe humanizarnos y no esclavizarnos con nuestros prejuicios y fobias. El problema es que llevamos mucho tiempo manipulados emocionalmente a través de los medios, redes sociales, políticos, etc. Nuestro estado es actuar primero y pensar después o incluso no pensar, una forma de conductismo social frente a ciertos estímulos que nos lanzan. Es lo que hace Trump con su machacona fórmula del "virus chino", crear en nosotros una asociación negativa; es lo mismo que hacían las fotografías con imágenes de mascarillas y banderas y símbolos de China.


Y hoy nos toca a nosotros, a los españoles, ser los apestados en muchas partes del mundo. Donde éramos felices turistas bienvenidos, somos ahora un peligro en ciernes y se nos señala con el dedo de la misma manera que lo hemos hecho anteriormente.
Tenemos que aprender que esas no son las maneras. Solo hay el camino de la cooperación, de la ayuda y de la comprensión hacia el que no es un criminal sino una víctima de una enfermedad. Hoy, con medio mundo en cuarentena (un tercio de la población, si atendemos a lo que nos dicen los medios), deberíamos aprender que estas políticas son muy negativas para todos y pasarán factura.
La prevención no significa estigmatizar a los otros; el cuidado no significa odio ni violencia hacia las personas. Fomentarlo desde los medios o desde las tribunas políticas es irresponsable y mezquino. 

The New York Times
* "Les escupen, les gritan, los atacan: los chinoestadounidenses temen por su seguridad" Infobae 24/03/2020 https://www.infobae.com/america/the-new-york-times/2020/03/24/les-escupen-les-gritan-los-atacan-los-chinoestadounidenses-temen-por-su-seguridad/
** "Españoles en el extranjero: “Nosotros somos el coronavirus para ellos”" El País 23/03/2020 https://elpais.com/espana/2020-03-22/espanoles-en-el-extranjero-nosotros-somos-el-coronavirus-para-ellos.html


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