Hace unos días comentamos que el COVID-19 entraba ya de lleno en la política
norteamericana.
La personalidad de Trump y su estrategia de mostrarse como
"invencible" ante cualquier desafío, una muestra clara de su
narcisismo, no son precisamente lo mejor para los Estados Unidos. Pero es lo
que tienen y quieren.
Como
era previsible, el COVID-19 es para unos una realidad que debe ser tenida en
cuenta para evitar males mayores; para otros, en cambio, no es más que una
invención para destruir a su presidente. Los que le piden que tome medidas son
conspiradores de la "izquierda"; Trump y los suyos han definido a los
demócratas como "izquierdistas" y "socialistas", lo que
allí es una clara descalificación frente a los "valores americanos",
representados en exclusiva por los republicanos.
La CNN
titula en lugar preferente que los casos se han doblado en Estados Unidos en
tres días. Todo ello es para los republicanos y los medios que le apoyan una
gran mentira para destruir el liderazgo de Trump y sacarlo de la Casa Blanca.
Ese es el enfoque que se produce. Nada puede ser más suicida.
The
Whashington Post publica un demoledor artículo de Max Boot, uno de sus columnistas,
en el que analiza el papel que los medios afectos están jugando en el caso:
President Trump has been widely and correctly
excoriated for the way he is dealing with the novel coronavirus. By minimizing
the danger, he heightens it. Even on Monday, Trump was comparing covid-19 to
the ordinary flu, even though its mortality rate appears to be many times
higher and its economic effect infinitely greater. New York magazine’s Jonathan
Chait is right that Trump is acting like “the mayor in Jaws, blithely ignoring
reports of a gigantic shark because he didn’t want to hurt the tourism season.”
But Trump could not spread disinformation all
by himself. A herd of right-wing pseudo-journalists has jumped the shark along
with him. They are promulgating narratives so at odds with reality that they
are likely to get people killed.
Think I’m exaggerating? I only wish I were. All
you have to do is go to the Media Matters for America homepage to see how the
right-wing media continue to infect their followers with misinformation.*
La comparación con el alcalde de la ciudad en la película de
Steven Spielberg no es trivial. Es una forma clara de plantear su cobardía.
Pero hay una diferencia grande en el tamaño y el daño posible. Lo que era un
problema de una tranquila ciudad veraniega, es ahora la totalidad de los
Estados Unidos.
La cuestión relevante en este caso es el fuerte apoyo que le
está prestando la prensa más conservadora (y reaccionaria), que vive de sus
llamadas y comentarios. La irracionalidad partidista es realmente penosa e
increíble. Pero es el mismo país que pensó que el Sida era un castigo divino o,
como se señala en el artículo: " In 2014, Fox News commentators were
blaming President Barack Obama for the spread of Ebola. Now they’re blaming
everyone except the president." *
La polarización mediática en los Estados Unidos es pareja a
la política o, si se prefiere, la una es consecuencia de la otra de forma
interactiva. Los votantes de Trump se alimentan de las razones que los medios afectos al presidente le dan. Este los usa
cuando lo cree necesario para reforzar las ideas en sus votantes /
espectadores. Trump tiene una mezcla de votante/audiencia. A ellos se dirige
directamente a través de los medios que le hacen hueco, a través de sus tuits
incendiarios y completando con las presencias en los mítines que realiza. Estos
últimos son redistribuidos por los medios afectos y comienza de nuevo el ciclo.
Trump sabe que no va a convencer a muchos que ya no lo estén, pero es esencial
mantener lo que tiene para después azuzar la polémica erosionando a sus
rivales. Eso explica el caso ucraniano donde se trataba de encontrar
informaciones para debilitar a Joe Biden.
Pero la aparición del COVID-19 ha cambiado el panorama de
forma radical. En primer lugar, le ha hundido su activo presidencial, que era
el buen comportamiento de la economía. Pero había otros presentes:
especialmente el "Make America Great Again", consistente en humillar al
resto del mundo, al mundo que habla del "declive del imperio
americano". Por eso lo dos grandes objetivos han sido China
(especialmente), la Unión Europea (a través de su debilitamiento por el Brexit,
que apoyó descaradamente) y Rusia (con la que ha jugado a volver a tener un
nuevo escenario de dos grandes potencias). En este último caso, Rusia le es
necesaria para infundir el miedo suficiente como para vender armas y
protección. Su primero objetivo, aunque no se recuerde mucho, fue cobrar por la
protección de la OTAN, a la que llegó a declarar muerta.
Ahora Trump (y los estrategas republicanos) se enfrentan a
un problema inesperado que le arruina todo el tinglado montado. Al haber
concentrado su energía en el "orgullo americano", en su capacidad de
doblegar al mundo mediante las armas, los aranceles a quien le moleste o la
capacidad de establecer sanciones sobre quien le plazca (¿ha habido un poder
más amenazante para sus propios aliados?), el fracaso en la cuestión del
COVID-19 le deja fuera de juego.
Queda en evidencia especialmente ante China, la segunda
potencia económica mundial. China ha sido la obsesión de Trump porque era el
país que concitaba todos los males del planeta: asiático, comunista y
"destructor de empleos". ¡Qué fácil era vender todo esto al pueblo
norteamericano y a los sectores industriales de algunos países que se apuntaron
a este juego a través de los medios de su propiedad!
El pico de Trump llega cuando el COVID-19 se encuentra en
plena explosión en China y lejos de Occidente. Coincide con el momento de mayor
tensión con China por la guerra del 5G y la amenaza a Europa por hacer negocios
con Huawei. Pero una vez llegado a ese punto de convertir el coronavirus en el
caso que le sirve para aislar a China rompiendo la posibilidad de que se
establezca una "zona asiática" entre países aliados, algo que daría
demasiada fuerza a China y debilitaría la presencia norteamericana en el área.
Los ataques a China han sido compartidos por todos los
medios norteamericanos. El pico de estos ataques se produce cuando en Estados
Unidos empiezan a darse cuenta —como ocurre en otros países— que lo que se
pensaba nunca llegaría estaba a las puertas o, en muchos caso, ya dentro.
La negativa de Trump y la prensa conservadora norteamericana
es un reflejo de la estrategia mantenida hasta el momento. Pero conforme van
llegando noticias positivas sobre el control de la enfermedad en China, los
países se enfrentan a una realidad: si no se toman medidas drásticas, esto
puede ser incontrolable. El punto clave, en mi opinión, fue la construcción de
un hospital en 10 días, que fue ampliamente mostrada por la prensa. Ya no se
trataba solo de hablar de China como una "cárcel comunista", sino de
las medidas para combatir la enfermedad. Y la perspectiva fue cambiando
conforme aparecen casos en los distintos países y se dan cuenta que no es
cuestión de "política", de buenos y malos, sino de eficacia,
responsabilidad institucional y sentido cívico.
Cuando la OMS empieza a ponderar el trabajo realizado por
China para intentar frenar la expansión, muchos medios comienzan a darse cuenta
que aquello no es algo distante, por muchas imágenes de China que se manejen,
que el coronavirus está aquí.
Italia ha tomado medidas drásticas cuando ya no tenía más
remedio que hacerlo. España lo está haciendo y esperemos que funcionen. Pero
Estados Unidos no es un país sencillo para este tipo de medidas y menos si se
han politizado con un emergente negacionismo del COVID-19.
La necedad de Trump es extensiva a todos aquellos que
piensan que con él en la CASA Blanca o, como ironizaban el otro día, el vicepresidente
Mike Pence diciendo sus oraciones, se van a librar de lo que ya tienen y puede
extenderse más.
Unos medios irresponsables, como ocurre ahora en los Estados
Unidos, es la mejor garantía de que quien se llevará por delante a Trump no
serán los demócratas sino los propios republicanos con su ceguera.
El artículo de la CNN se cierra comentando el caso de un positivo
entre los políticos republicanos que Trump frecuenta:
If you want more concrete evidence that
right-wing conspiracy-mongering is endangering America, look no further than
the Conservative Political Action Conference (CPAC) held in National Harbor,
Md., Feb. 26 to 29. Mick Mulvaney, then the acting White House chief of staff,
played down the virus impact during his remarks, saying, “The reason you’re
seeing so much attention to it today is that they think this is going to be the
thing that brings down the president. That’s what this is all about it.” Now
it’s been discovered that one of the CPAC attendees has coronavirus, leading
other attendees, including Sen. Ted Cruz (R.-Tex.) and Rep. Paul A. Gosar
(R.-Ariz.), to self-quarantine. Oh, the irony.
Even Trump may be in danger because he not only
attended CPAC but shook hands with Matt Schlapp, the chairman of the American
Conservative Union, who was in direct contact with the infected man. Yet that
hasn’t stopped Trump from continuing to shake hands and hold rallies and
fundraisers. The president is endangering not only his own supporters but the
entire country — and he is doing so with the active complicity of his media
cheerleaders.
The “conservative” media have long shown their
contempt for facts and science — for instance, by playing down the danger of
climate change or Russian election attacks. Never has their contempt for the
truth been more dangerous than it is today. To defeat coronavirus, we must
first combat the mental afflictions — irrationality, conspiracy-mongering and
Dear Leader-like devotion to Trump — spread by exposure to right-wing media.*
Sí, es una ironía. Pero es sobre todo un "hecho". Y
es lo suficientemente claro como para que salte el aviso más allá de la
política.
Hay que verse reflejados en escenarios distintos, unos
positivos y otros negativos. Esa es la base de la experiencia: copiar aciertos
y no repetir errores. Hay espejos chinos, italianos, alemanes y ahora
norteamericanos, en los que podemos mirarnos para actuar tomando las medidas
adecuadas. Pero mientras se siga extendiendo está claro que las medidas deben
ser evitar todo aquello que lo propague. La cancelación de la Fallas es una
buena señal. Lo es en el sentido de que, al contrario que el alcalde de
Tiburón, se toma en serio la crisis y no se ponen por delante los intereses
políticos y económicos.
Por ahora, los Estados Unidos de Trump están haciendo muy
poco por contenerla. A ello se añade la verdadera debilidad del sistema
norteamericano, con una sanidad recortada por los propios poderes públicos que
la ven como un objetivo de lucha política. Cuando se dijo que Trump había puesto
al frente de Educación a personas que no creían en la educación pública y que
en Sanidad había hecho lo mismo, poner personas que la debilitaran
recortándola, ahora comprendemos el alcance de sus efectos.
No tengo dudas sobre que esto le estallará a Trump en las
manos. Puede hacerlo de forma masiva (elevado número de contagios y muertes) o
de forma puntual, con algún otro "negacionista" que dé positivo. Pero
lo hará. El problema no es solo que él se equivoque, sino el coste social, económico
y sanitario, que esto va a tener en los Estados Unidos.
Los medios norteamericanos libran su batalla en la opinión
pública. Los medios conservadores consideran que el COVID-19 es una campaña
política. Los medios demócratas, o sencillamente de sentido común, advierten
sobre los efectos. Pero sirve de poco.
En estos momentos me entra a través del muro de Facebook un
mensaje en chino. Le doy al traductor y dice literalmente: "El coronavirus
demuestra que los demócratas liberales del capitalismo occidental no pueden
salvar a la humanidad. Francia, España, Alemania, Italia despiertan". La
propaganda cambia de dirección, igual que el miedo. El miedo está aquí y nos llega la propaganda
de los que aprovecharon para atacar a China. El presidente Xi Jinping ha
conseguido transmitir la sensación de eficacia y firmeza y los ataques
exteriores han reforzado el patriotismo chino y la unidad, como era evidente. En este sentido, China se puede crecer y contraatacar con los datos sobre lo conseguido. Volvemos a la guerra de la información, pero con las tornas cambiadas.
La politización que Trump hizo del coronavirus regresa en
forma de pelota en su tejado. Ahora es él quien tiene que demostrar a sus ciudadanos
su capacidad de enfrentarse a una crisis y, al mundo, su capacidad de liderazgo
en diversos campos, de la investigación a la tecnología, pasando por la sanidad.
Hoy por hoy, está perdiendo la batalla a los ojos de todos.
Y el nuevo negacionismo no va a servir de mucho si no le pone freno al COVID-19 en casa. Seguir echando la culpa a los que avisan, seguir hablando de conspiración de los demócratas, etc. solo va a acabar acrecentando el patetismo de la figura presidencial. Esto no se arregla con tuits de medianoche.
* Max Boot
"Fox News is putting lives at risk" The Washington Post
10/03/2020
https://www.washingtonpost.com/opinions/2020/03/10/right-wing-medias-contempt-truth-has-never-been-more-dangerous/
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