Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
ataque terrorista perpetrado en Londres hace apenas unas horas por una persona
que ya había sido condenada anteriormente, cumplida su condena y puesta en
libertad hacer una vez más tener que plantearse la adecuación del sistema ante
el problema de radicalismo islámico y su traducción a actos de violencia. Como
siempre, el que realiza el acto terrorista es el final de una larga cadena de
formación. El asesino terrorista es una pieza de artesanía a manos de muchos
talladores que le van dando forma. Y el sistema de occidente no está preparado
para tratar este tipo de programación de las personas para fines de destrucción
y autodestrucción.
Cada vez
que se produce un ataque de este tipo se producen una serie de preguntas que
suelen llevar a pocos sitios de interés. La principal y más importante es si el
autor actuó solo o como miembro de un grupo con diferentes tipos de
participación. Es comprensible que este sea el principal foco de interés pues
afecta a la posibilidad de posteriores atentados.
En este
caso, el terrorista había estado encarcelado. Esta es la información que la BBC
ha suministrado:
Khan was known to the authorities, having been
convicted for terrorism offences in 2012, according to Met Police Assistant
Commissioner Neil Basu.
"He was released from prison in December
2018 on licence and clearly, a key line of enquiry now is to establish how he
came to carry out this attack," he said in a statement.
The Times reported that Khan's release from
prison last year came after he agreed to wear an electronic tag and have his
movements monitored.
The Parole Board said it had no involvement in Khan's
release, saying he "appears to have been released automatically on licence
(as required by law)".*
Las informaciones que se suministran posteriormente empiezan
a desvelar desajustes en el sistema, los que han posibilitado el ataque a una
personas que ha pasado siete años en la cárcel y que tras un año fuera busca el
"martirio" llevándose por delante, en este caso, a dos personas y
herido con distinto grado de gravedad, a tres más.
El problema con este tipo de presos es que no se sabe qué
hacer con ellos después de que han cumplido sus condenas, pues son personas programadas y no se ha conseguido desprogramarlas. No tenemos más
información aquí, pero muchas veces han sido programadas dentro de las cárceles
en las que entraron por delitos menores. Son allí mismo reclutadas y formadas a
la vista de todos. Suponemos que esta situación habrá mejorado en algún momento
ante la evidencia abrumadora de que los centros penitenciarios eran centros de
formación en el terrorismo islamista. Pero tampoco tenemos muy claro que sea realmente así.
En este caso, lo que sí parece evidente es que la prisión
solo sirvió para retrasar sus deseos de matar y ser muerto, que es la segunda y
trascendental fase. No se entiende el terrorismo de este tipo, a pecho
descubierto, sin la idea del "martirio" y las promesas del paraíso.
Se busca la "muerte" (el concepto significa otra cosa para usted que
para ellos) a través de la muerte de otros (que tampoco significa lo mismo que
su propia muerte).
Es esta relación entre estos tres tipos de muerte (lo que
percibimos nosotros, lo que percibe él la propia y cómo ve la de los que mata) lo
que hay que tratar de desentrañar y de deshacer. Desgraciadamente no es fácil
y, lo que es peor, no está en nuestras manos.
Los sistemas carcelarios no están pensados para estas
diferencias. El que ha decidido matarse matando, no ve la cárcel más que como
un paréntesis. Probablemente no tenga siquiera el sentimiento de estas siendo
castigado, sino solo retenido. Su fe en que es el deseo de Dios que mate le
hace aceptar la cárcel como cuestión de tiempo. Ya llegará el momento de matar,
cuando Dios lo quiera, expresión común en la que se concentra su fuerza.
El terrorismo islamista no se eliminará mientras las
sociedades musulmanas no se abran a la diversidad, mientras no se abran a los
que en sus propias sociedades quieren un cambio y que son hoy perseguidos por
ellos mismos. Lo ocurrido con el secuestro, tortura, asesinato y descuartizamiento
del periodista saudí Jamal Khashoggi es una muestra (que podría ampliarse a
otros países) de este proceder.
Los intentos de crear un "islam moderado" (como
proponen algunos) puede ser algo bienintencionado, pero no es garantía de que
se pueda evitar la radicalización que lleve a la muerte. Puede que se reduzca
el número, pero no se acabará el problema. Hay suficientes focos de radicalismo
repartidos por el mundo como para pensar en que va a desaparecer. La violencia
empleada, además, solo ayuda a creare nuevos focos más radicales.
Por lo que respecta al caso de ayer, la cuestión es
diferente. No tiene solución fácil, si es que tiene alguna. Qué hacer con
personas que creen estar actuando en nombre de Dios es un problema real por
mucho que lo infravaloremos en ese aspecto. No tiene más salida que su propia salida. La desprogramación solo puede hacerse desde dentro de la propia doctrina que la ha generado. Por eso son los propios cambios sociales la única garantía posible. El problema es que esos cambios no se ven por ningún lado. Es más, se ve nuevo radicalismo para evitar ser acusados de "occidentalistas". Muchos practican este rentable doble juego.
El terrorismo lo padecen las propias sociedades en las que
se produce, donde la gran mayoría no siente el deseo de ir al paraíso por la
vía de matar a otros. Hay que profundizar en el fenómeno del radicalismo (y en quienes lo fomentan y manipulan) y sobre
todo pensar en la forma en que hay que actuar con personas que no ven ningún
problema en matar "infieles". De no ser así, el nuevo atentado solo será cuestión de tiempo una vez que han decidido dejar este
mundo llevándose por delante a otros.
No tiene solución buena ni sencilla, pero hay que buscar alguna. Especialmente hay que eliminar las bases de adoctrinamiento, que es de donde todo surge.
*
"London Bridge: Attacker had been convicted of terror offence"
30/11/2019 https://www.bbc.com/news/uk-50610215
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