martes, 5 de noviembre de 2019

Desinformación y democracia, un desafío

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La sociedad actual parece haber tomado haber tomado un rumbo orwelliano de inversión en el que la mayor cantidad de información crea más desinformación. Las luchas que vemos hoy sobre el papel están pasando ya a las mentes de los ciudadanos y será difícil sobrevivir sin consecuencias en un mundo en el que los hechos son solo ecos de mentiras diseñadas en laboratorios de comunicación. Así, podemos ver titulares como los del diario El País de ayer mismo: "Una nueva guerra de desinformación amenaza la campaña presidencial de Estados Unidos".*
La nueva religión es la de la manipulación informativa eficaz, la mentira de laboratorio bien diseñada como cualquier acción de invasión o de asalto a las mentes de los receptores. A su servicio tienen los centros de investigación del comportamiento, la recopilación masiva de datos (Big Data), los micro objetivos comunicativos y la posibilidad de los perfiles, entre otras tecnologías.
El nuevo campo de batalla está creado sobre un espacio informativo muy diferente al de los medios clásicos, donde la ética profesional y los límites legales eran capaces de definir los estándares y sancionar la ruptura de sus límites. Ya no se necesita a los viejos medios como antes. Hoy las ruedas de prensa son una molestia parea quienes, como Donald Trump, mueven al país a golpe de tuit, mienten, manipulan, insinúan.


El famoso concepto del "cuarto poder" ha quedado destruido precisamente por el desequilibrio que supone hoy la información. Los tres poderes tradicionales han quedado sometidos al escrutinio constante de lo que algunos llaman una "democracia de opinión", en la que el foco se ha desplazado de donde estaba.
El 2 de julio de 2018, el catedrático de Filosofía Política de la Universidad del País Vasco, Daniel Innerarity, escribía un artículo titulado "Una política que se entienda", en el que señalaba:

Nuestras instituciones políticas han sido pensadas para hacer frente a la escasez de información y hemos atendido muy poco a la posibilidad de que lo que estuviera dificultando el juicio político fuera, por el contrario, el exceso de información. Lo que hoy tenemos es más bien una proliferación de datos e informaciones, spam político, publicidad omnipresente, solicitaciones de atención, opiniones múltiples y contradictorias, comunicación en todas las direcciones. El ciudadano corriente vive hoy la política como un exceso de ruido que no le orienta, pero sirve para irritarle; tenemos una especie de calentamiento global de la ciudadanía que dificulta hacerse una opinión de lo que pasa e imprimir a la sociedad la dirección deseable.**


Son diversos los avisos en este sentido. Lo son en intención y claridad de objetivos. El foco parece dirigirse hacia la creación de un estado de permanente efervescencia política en el que el fraccionamiento de las campañas electorales se ha transformado en un estado continuo, sometido a constantes estímulos en el que cada instante forma parte de una lucha por el control. La forma de actuar sobre ese continuo es la información, los mensajes cuya función es mantener la irritación del sistema receptivo, la opinión pública, que es la manejada a través de los medios a su alcance.
La lucha por la conquista y control de ese estado de opinión hace que sean imposibles los diálogos políticos horizontales, pues el objetivo es solo uno, la consecución del poder, es decir, del control de los recursos del sistema formal, que es lo que la opinión pública pone en tus manos cuando llega el momento electoral.
El ejemplo político más destacado lo tenemos en los Estados Unidos en donde la presidencia de Donald Trump lo ha cambiado todo. Lo que ocurra con el proceso de "impeachment" tiene una trascendencia planetaria pues mostrará, como ya lo ha hecho, el camino a muchos. El resultado es esencial pues se tratad de decidir entre las reglas del sistema viejo y las osadías destructivas del sistema nuevo, en el que todo vale y contra el que no habrá defensas, pues el problema del sistema es que lleva a la muerte de la propia democracia tal como la conocemos: ¿qué ocurre con un sistema en el que se elige a un mentiroso y manipulador? ¿En qué estado queda un pueblo que elige en estas condiciones?
Escucho los reproches: ¿es que es la democracia tradicional perfecta, con sus propio demagogos? La respuesta es claramente "no", pero existe una enorme diferencia entre ser engañados por políticos corruptos y corromper nosotros mismos la democracia eligiendo un mentiroso. Nadie está libre del engaño, pero es distinto ser tonto a ser elegido a sabiendas de la maldad.


Por eso, en Estados Unidos se está produciendo una batalla trascendente, la que comenzó el día en que Donald Trump declaró a los medios como los "enemigos del pueblo". Ese día comenzó oficialmente la lucha por el papel de la opinión y el cambio del valor sustancial de la instituciones. Trump y sus tuits diarios y sus mítines semanales no son anécdota, sino un cambio profundo del modelo. Y ese modelo no solo será norteamericano, sino un (mal) ejemplo para muchos países que ya están produciendo sus versiones locales y, lo que es peor, están siendo visitados por los mismos que desarrollaron estas estrategias, recibidos como gurús de la comunicación política.
En esta nueva forma de comunicarse, la novedad es la potencia de actuación sobre el cuerpo social hasta convertirlo en medio reactivo, sensible a esas variaciones que se le aplican. Han pasado a enorme velocidad los tiempos en los que se decía del primer mandato de Barack Obama que había sido el candidato que mejor había usado los nuevos medios, simplemente porque los había usado. El salto en estos años ha sido grande, como podemos aprender cada día.
Unos optarán por protegerse mientras que otros han conectado con esta forma "excitante" de vivir la política. El diario ABC titula "Profesores para combatir la desinformación en la era de las «fake news»" y nos da cuenta de las iniciativas de los que pretenden prevenir las situaciones futuras en las que la desinformación sea nuestro entorno constante:

Los alumnos de la escuela de secundaria de Algonquin Regional High School, situada a una hora de la ciudad de Boston en el estado de Massachusetts (Estados Unidos), se han acostumbrado a cuestionarse la veracidad de la información. Desde este curso, todos los estudiantes de 14 años tienen que matricularse de forma obligatoria en una asignatura que les enseña –a través de una plataforma llamada Checkology- a contrastar los mensajes que les llegan desde todos los frentes, con especial atención a las redes de internet. Los alumnos más mayores, en un instituto que cubre de los 14 a los 18 años, participaron hace años en el proyecto piloto.***



Muchos medios han tratado de extender los estándares de la información mediante "certificaciones" de que se adhieren a determinados principios para no difundir falsedades. En esto es mejor prevenir y acostumbrar a las audiencias a separar la información de lo que ese ruido constante que busca crear una situación de dependencia de determinados sectores.
La pasividad que se deja arrastrar por lo que le llega no es casual, pues están perfectamente diseñados los mensajes para obtener el descrédito de unos y la ganancia de otros. Los medios norteamericanos se han hartado de denunciar, como hace The Washington Post, las falsedades de la presidencia contabilizándolas y dejándolas en evidencia. La erosión que esto produce es mucho menor de la obvia. La democracia de opinión no es virtuosa, no busca ser ejemplar; solo desea ser "eficaz", un concepto que se define desde la consecución del fin último, la conservación del poder. No se trata de decir la verdad, sino de saber qué quiere el otro escuchar. Una vez descubierto en los laboratorios, el segundo paso es darle forma comunicativa y lanzarlo.


La iniciativa sobre la defensa ante la información manipuladora es necesaria, siempre lo ha sido. Pero siempre se ha mantenido en una segunda línea, a la sombra. Hoy es un negocio floreciente, con sus asesores pagados o con gobiernos detrás influyendo sobre los destinos de terceros países.
El titular de la CNN nos podría sorprender "Republican presidential candidate Joe Walsh says Fox News and conservative radio are lying to Americans"****, pero a estas alturas es difícil (aunque no imposible) que pueda sorprendernos algo. En la entrevista realizada a Walsh, este señala: «"This is an absolute shame and I think you've got to call it out for what it is," Walsh told CNN's Brian Stelter on "Reliable Sources" Sunday. "The Americans who listen to Fox News and conservative talk radio are being lied to and manipulated every day when it comes to impeachment."»****


Pero la cuestión va más allá del papel de Fox News y otros medios de apoyo a Trump. Hay una arquitectura de apoyo, pero es sobre todo un modelo. Este se fundamente en los principios de agitación mencionados anteriormente y en su necesidad de traducirse en una serie de acciones que concuerden. Los ataques a la inmigración, la exaltación nacionalista, la conversión del mundo en enemigo, la polarización interior, etc. afectan a la efectividad de los mensajes y deben ser traducidos a hechos para satisfacer el modelo.
La decisión del patrón de Facebook de no entrar en la polémica de la falsedad que pudieran contener los anuncios políticos pagados es una enorme decepción, pero también nos habla de la aceptación del modelo que llega. Aceptar las mentiras como parte del sistema no solo tiene implicaciones políticas claras sino morales., ya que implica una subversión de los fines y del papel de las instituciones. Es fácil quejarse del sistema y someterlo a crítica. Pero no habrá esa posibilidad cuando el nuevo sistema reemplace al antiguo. Las nuevas posibilidades son nuevas tentaciones y se acaban usando.
En España nos avisan de los peligros del "aburrimiento político". Una democracia joven se pierde en el hartazgo de un espectáculo continuo, despertando todos los elementos que nos nos llevan a ningún sitio pero que permiten ganar titulares. No hay diálogo político constructivo, solo un agujero en el que se compite por ver quién se entierra antes.
Si no somos conscientes de los peligros que este modelo político y mediático produce en las democracias, corremos el riesgo de pronto ser incapaces de salir de él.  Educar en un modelo en el que decir la verdad o buscarla es mucho menos productivo y rentable que usar las mentiras y la desinformación no será fácil, pero cuanto antes empecemos mejor. Si es lo que realmente queremos.




* "Una nueva guerra de desinformación amenaza la campaña presidencial de Estados Unidos" El País 4/11/2019 https://elpais.com/internacional/2019/11/03/actualidad/1572812258_302179.html
** Daniel Innerarity  "Una política que se entienda"
El País 2/07/2018 https://elpais.com/elpais/2018/05/31/opinion/1527782271_932604.html
*** "Profesores para combatir la desinformación en la era de las «fake news»" ABC 4/11/2019 https://www.abc.es/sociedad/abci-profesores-para-combatir-desinformacion-fake-news-201911040212_noticia.html
**** "Republican presidential candidate Joe Walsh says Fox News and conservative radio are lying to Americans" CNN 3/11/2019 https://edition.cnn.com/2019/11/03/media/joe-walsh-fox-news-reliable-sources/index.html





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