Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No sé
si les está bien empleado a ellos o a nosotros. Las urnas hablan de manera
matemática, fría, dan números... y disgustos. Lo más claro del resultado es que
no hay resultado. El estropicio lo ha pagado Ciudadanos, pero eso no quiere
decir nada en este mundo loco. Solo un poco de voto "útil". Lo
entretenido ahora es saber si los votos de Vox le han llegado de Ciudadanos o
si los de Ciudadanos han ido al PP y los del PP a Vox en un toma y daca irónico
pero real.
En un
día desapacible, con nieve en muchos lugares, se ha ido a votar con
motivaciones muy distintas para un país estancado con una política de bajo
nivel y problemas de máximo nivel que requieren solución.
Pero
¿qué solución tiene "esto"?
Ninguna
fácil o una muy fácil, según se mire. Podemos estar repitiendo elecciones hasta
que no vaya nadie a votar, que con bajadas del 4-5% cada vez nos da para una
década. O podemos dejarnos de tonterías y afrontar que este país está dividido,
pero que necesita de todos los que quieran arrimar el hombro con buena
voluntad. No estamos, por decirlo así, para ir de gallitos. Las urnas no dejan.
Humildad,
mucha humildad.
Lo más
preocupante no es el resultado en sí, sino la actitud que una y otra vez nos
lleva (y nos llevará) al mismo sitio. Mientras no nos preguntemos por el camino
recorrido nos seguirá sorprendiendo el destino del viaje. Es como comprar un
billete a Madrid y sorprenderse por llegar a Barajas.
Dios me
libre de sacar más conclusiones que aquellas del chiste de que si las cosas no
cayeran por efecto de la gravedad lo harían por su propio peso. Todo tiene su
lógica y mientras esta se ignore no hay nada que hacer, solo empeorar las
cosas. Hay algo difícil de medir más allá de la abstención: el enfado.
Mientras
no se depure la actual oferta política, es poco probable que se produzca algo
parecido a un resultado estable para el gobierno. La política a cara de perro
practicada hasta el momento, la llamada a urnas y barricadas que padecemos no
hacen demasiado factible una solución "civilizada".
Seguimos
olvidando que España es un país moderno con políticos antiguos, que miran más
al pasado frentista que al presente o al futuro. El panorama apocalíptico que
nuestros queridos políticos tienen en mente se utiliza para forzar las
situaciones. Se olvida que estamos en una Europa en la que hemos sido ejemplo
hasta hace muy poco tanto de "europeísmo" como de
"moderación". Puede que España tenga problemas (los tiene), pero los
políticos no deben convertirse en problema ellos mismos, sino solucionarlos. Y quieren ser ombligo.
La
pasada campaña electoral —la mini— ha
servido para ver que solo había una estrategia: la de intentar desmoronar a los
que les restan votos. Eso le ha funcionado al PP a costa de crear lo que no
teníamos: algunos votos han pasado al PP, pero el crecimiento ha sido el de
VOX, el menos deseado para el panorama actual. No tienen fuerza suficiente,
pero sí muchas ganas de tenerla. Lo que ha desaparecido ha sido la moderación,
algo que nos es esencial por muchos motivos.
No
quiero hacer un análisis electoral. Solo señalar que esta situación no es
buena para el país en su conjunto; quedamos debilitados y con un voto más
repartido con las nuevas incorporaciones. Mientras nuestras soluciones sean
crear más partidos políticos en vez del entendimiento y la concordia hacia la
moderación política, estaremos condenados a seguir tirándonos los trastos a la
cabeza. Hoy hay tres partidos más en el arco parlamentario, todos con pleno derecho a estar donde están porque las urnas lo han querido y el sistema electoral lo permite.
Las
urnas siempre tienen razón. El voto es libre, pero la "oferta"
electoral puede ser de muchas formas. Y es ahí donde radica la sensatez o lo
contrario, como es el caso. Mientras sigamos haciendo este tipo de política, tendremos este tipo de resultados. Mucha inestabilidad, demagogia a raudales y aburrimiento soberano.
Hasta
la próxima.
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