No sé
hasta qué punto somos conscientes del mundo que hemos creado a nuestro
alrededor, lo que supone vivir en un mundo híper conectado de redes y datos, de
registros de actividades y huellas digitales. No es ya que seamos
"vigilados" por unas tecnologías orwellianas, por "grandes
hermanos"; eso quedó superado por nuestra capacidad para ordenar los
espacios caóticos de los datos perfilándolos hasta hacerlos coincidir con nosotros
mismos o también por el registro de actividades. Nuestros televisores almacenan
y transmiten nuestros movimientos selectivos, los programas que nos gustan,
creando nuestros perfiles. El tapado de los ojos de las cámaras que conectamos
a ellos viene ya de fábrica y no tenemos constancia de que la comodidad de
poder darle órdenes de viva voz no implique demasiada información al exterior,
es decir, que lo que el micrófono recoja sea algo más que las órdenes de subir
el volumen o cambiar de canal.
Los
teléfonos pueden estar abiertos transmitiendo información desde nuestros
teléfonos y lo hacen de nuestros movimientos a través de la geolocalización,
algo que será aprovechado por el Instituto Nacional de Estadística, como tratábamos
hace unos días aquí, para saber nuestros "movimientos". Por ello
pagará una buena cantidad a nuestras compañías telefónicas. La reacción de los
usuarios en los medios ha sido bastante negativa, pero eso es por parte de
quienes lo manifiestan, que tampoco son muchos en comparación con el total.
Hay
otro elemento que se ha introducido en nuestras casas, los asistentes, de cuyo
nivel de intromisión en nuestras vidas no tenemos un conocimiento claro. Ya ha habido
casos en los que han quedado grabadas conversaciones de las personas en la
sala. No solo las instrucciones y, como suele ocurrir, es lo más pintoresco lo
que sale, como declaraciones de los que escuchan para verificar la eficiencia
del sistema sobre adulterios y otros casos en las casas "vacías". La
idea de que no hay nadie en casa queda convertida en una peligrosa ilusión, ya
que lo que ocurre está siendo "escuchado" desde unos sistemas
abiertos conectados al conjunto de nuestro espacio. ¿Qué otra cosa es la
"Internet de las cosas" más que un sensor absoluto de nuestra vida?
En
marzo de este año, The Guardian publicó un artículo titulado "Smart
talking: are our devices threatening our privacy?"*. Era un extracto de la
obra de James Vlahos, "Talk to Me: Apple, Google, Amazon and the Race for
Voice-Controlled AI", anticipando la publicación del libro. En el texto se
hace un repaso de lo que supone la introducción en los hogares (o llevar
encima) dispositivos inteligentes que transforman nuestra vida y entorno en
datos. En el artículo se
explica:
There are a number of ways in which home
devices could be used that challenge our ideas of privacy. One is eavesdropping
to improve quality. Hello Barbie’s digital ears perk up when you press her
glittering belt buckle. Saying the phrase “OK, Google” wakes up that company’s
devices. Amazon’s Alexa likes to hear her name. But once listening is
initiated, what happens next?
Sources at Apple, which prides itself on
safeguarding privacy, say that Siri tries to satisfy as many requests as
possible directly on the user’s iPhone or HomePod. If an utterance needs to be
shipped off to the cloud for additional analysis, it is tagged with a coded
identifier rather than a user’s actual name. Utterances are saved for six
months so the speech recognition system can learn to better understand the
person’s voice. After that, another copy is saved, now stripped of its
identifier, for help with improving Siri for up to two years.
Most other companies do not emphasise local
processing and instead always stream audio to the cloud, where more powerful
computational resources await. Computers then attempt to divine the user’s
intent and fulfil it. After that happens the companies could then erase the
request and the system’s response, but they typically don’t. The reason is
data. In conversational AI, the more data you have, the better.*
Cada vez que pasamos a una página web, esta nos ofrece una
declaración de amor en la que expresa
que se queda con nuestros datos para que "tengamos una mejor experiencia"
o "lo preocupada que está por nuestra privacidad". No son más que
excusas para quedarse con nuestros datos de navegación y lo que es peor,
quedarse en el interior de nuestro ordenador con intenciones —siempre por
nuestro bien— poco claras y desde luego desconocidas para el que sirve de alojamiento.
Esto lo están haciendo hasta los diarios que realizan campañas en contra de la
invasión de la privacidad en un ejercicio de esquizofrenia o de hipocresía
verdaderamente insólito. Pero es indicativo de esta situación de control en la
que parece que, por una causa u otra, todos tienen derecho a introducirse en
nuestras vidas y almacenar datos de diferente tipo. Somos la nueva materia
prima en esta sociedad de la información. Somos el bosque, el mar, la mina...
de donde sale la riqueza que otros hacen con ello, analizando, vendiendo y
revendiendo a todo el que quiera comprar los datos para hacer con ellos su
propio negocio. Por definición, la información es inagotable, solo puede quedar
"obsoleta", es decir, ser cada vez menos representativa del universo
que la produce. Mientras lo sea, su valor es enorme para aquellos que saben
cómo explotar nuestros datos. Siempre nos dirán que son anónimos en un océano
de datos, pero lo cierto es que entre la "persona" y el
"océano" el paso es sencillo y la tentación grande.
Somos conscientes de lo que puede estar ocurriendo cuando
salta a la prensa algún caso que involucra a los asistentes. The Washington Post trae hoy mismo a los
titulares el siguiente caso "Police think Amazon’s Alexa may have
information on a fatal stabbing case".** Este tipo de casos tienen
el doble interés del caso en sí, la resolución de crímenes, junto con la
demostración de los problemas legales que se plantean.
On the night of July 12, Adam Reechard Crespo
and his girlfriend, Silvia Galva, got into a fight in the bedroom of his
condominium, the South Florida Sun Sentinel reported. The argument ended with
the blade of a spear protruding from Galva’s chest, and Crespo has been charged
with murder.
A friend of Galva’s reportedly told authorities
she overheard the pair arguing in the bedroom, but police wanted to hear from
another source: Alexa.
Police in Hallandale Beach, Fla., have obtained
a warrant for recordings from Amazon Echo devices they say were in the house at
the time of Galva’s death, the Sentinel reported.
The devices allow users to instruct a virtual
assistant, referred to as Alexa, to perform commands such as playing music or
reading the news. Law enforcement officials have turned to the devices’ data
and recordings to solve crimes.
Hallandale Beach Police Department spokesman
Sgt. Pedro Abut confirmed to the Sentinel that “we did receive recordings, and
we are in the process of analyzing the information that was sent to us.”**
No sé si estos casos habrían dado para una película del
maestro Alfred Hitchcock, pero sí para muchas en las que se nos muestra un
futuro que ya no merece ese nombre, pues está aquí. No hay mucho interés en que lo percibamos,
pero estamos sobre él como en una cinta transportadora pensando que solo caminamos.
Si el Alexa de turno puede haber recogido datos reveladores
del crimen, puede haberlos recogido de cualquier otra cosa, registrando y
enviando los datos hacia un mundo gris del que apenas sabemos nada. Solo
sabemos de los dispositivos inteligentes aquello que nos interesa saber, pero
no manifestamos tanto interés por todos aquellos aspectos que podrían ser
intromisiones en nuestra vida y privacidad. Este último concepto que disuelto
en la comodidad de la vida y en la aceptación sin preguntar de aquello que nos
cuentan. ¿Por qué hacerlo?
El artículo de The Washington Post se cierra con una opinión
legal y una descripción del mundo que estamos creando:
The use of such devices for investigations will
only increase as the technology becomes more pervasive in everyday life, said
Andrew Ferguson, a law professor at the University of the District of Columbia.
Ferguson warned that judges, who assess whether
police have probable cause to obtain such warrants, will increasingly need to
decide whether there’s a valid reason to obtain a person’s personal data, which
can be “incredibly revealing of who we are.” Because Alexa is only supposed to
activate and record when given a specific voice command, it was unclear whether
obtaining a blanket warrant to examine a device’s transmissions could amount to
a “fishing expedition,” Ferguson said.
“We live in a world where we have these little
digital spies listening to us in our homes, in our cars, in our phones,”
Ferguson said. “It is going to become pretty commonplace that law enforcement
is going to request as much digital evidence as they can about us using the
legal means available.”
“We have really created a privacy-invasive
world because of consumer convenience,” he said.**
No deja de ser una frustración que las compañías manejen
nuestros datos sin que podamos resistirnos o que sepamos el fin real que se le
da (siempre existe esa frase, "ofrecerle una mejor experiencia", que
lo justifica todo), mientras que se pueden encastillar legalmente para negar
esa información a un juez.
La idea supone una cierta perversión. Nos fiamos más de una
compañía, que no comunicaría nada "raro" que hiciéramos en nuestro
hogar (un crimen, por ejemplo) y que se resistiría hasta el final a que un
juez, como es el caso, intentara investigar. La ficción es que los datos
"no existen" para unas cosas, pero sí para "otras". La idea
de que todo lo que hacemos acabara en manos de un juez convertiría a las
compañías en inservibles. Nadie querría
tener en casa a un "chivato" o delator. En cambio, en muchas
ocasiones, lo que se necesita es un "testigo"; en ese caso, la
compañía se cierra en banda resguardando lo que ha usado en cierta manera,
nuestra "privacidad".
El concepto de privacidad se convierte en algo muy distinto,
en algo que se viola y se defiende simultáneamente, válido solo si se usa para
el beneficio de la compañía (rentabilidad) o usuario (comodidad). Lo malo es
que esos dos concepto están sujetos a los intereses cambiantes, según el caso.
Nuestra comodidad tiene un precio. Pese a la información de
que disponemos hoy sobre lo que se hace con nuestros datos, no hay una
regulación clara de la cuestión. Y creo que no la hay porque hay una aspiración
no confesada por parte del mundo de la política de poder acceder a esa
información que les da mejores perspectivas. Hay indicios de ello en los
últimos tiempos. Si las empresas se benefician para determinar nuestro
comportamiento, ¿por qué no hacerlo ellos? Si esta percepción es correcta,
estaremos cada vez más desprotegidos pues las leyes se harán cada vez más
flexibles. Nos darán datos "anónimos", pero la capacidad de computación
permitirá cruzar datos y hacer perfiles cada vez más claros. En esa línea es en
la que avanza la industria y las empresas del ramo, en la identificación final,
en el cero margen de error en el mensaje respecto al destinatario. Pero se han dado pasos más allá del "servicio" adecuado. Los datos se recogen y ya se verá su utilidad.
La ambición de los partidos —todo por el poder— hará el
resto. Y si no, mirarán para otro lado mientras alguien les hace el trabajo. Siempre
habrá alguien que acepte y nadie querrá perder esa ventaja.
Es probable que cuando ha accedido a este blog, se le haya pedido aceptar cosas que no sabe para qué son. Yo tampoco y ellos probablemente tampoco. El principio del Big Data es "guarda que ya saldrá algo". Más preocupante son los fallos de seguridad, la liberación de datos, etc. que hace que las garantías que nos dan sean papel mojado en la realidad. Las noticias sobre esto son abundantes y cuanto más valioso sea el paquete, más tentaciones habrá de violar la seguridad. Esto sin contar el jaqueo de datos específicos de personas de interés.
Un mundo de Barbies cotillas, ositos simpáticos, asistentes fieles, etc. dispuestos a vigilarnos por nuestra comodidad nos esperan en casa, oficinas o calles. Nos hemos rodeados de ellos y no será fácil silenciarlos en su misión.
* James
Vlahos "Smart talking: are our devices threatening our privacy?"
26/03/2019
https://www.theguardian.com/technology/2019/mar/26/smart-talking-are-our-devices-threatening-our-privacy
** Kayla
Epstein "Police think Amazon’s Alexa may have information on a fatal
stabbing case" The Washington Post 3/11/2019
https://www.washingtonpost.com/technology/2019/11/02/police-think-amazons-alexa-may-have-information-fatal-stabbing-case/
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