domingo, 3 de noviembre de 2019

Tranquilo, nadie te vigila o respetamos tu privacidad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé hasta qué punto somos conscientes del mundo que hemos creado a nuestro alrededor, lo que supone vivir en un mundo híper conectado de redes y datos, de registros de actividades y huellas digitales. No es ya que seamos "vigilados" por unas tecnologías orwellianas, por "grandes hermanos"; eso quedó superado por nuestra capacidad para ordenar los espacios caóticos de los datos perfilándolos hasta hacerlos coincidir con nosotros mismos o también por el registro de actividades. Nuestros televisores almacenan y transmiten nuestros movimientos selectivos, los programas que nos gustan, creando nuestros perfiles. El tapado de los ojos de las cámaras que conectamos a ellos viene ya de fábrica y no tenemos constancia de que la comodidad de poder darle órdenes de viva voz no implique demasiada información al exterior, es decir, que lo que el micrófono recoja sea algo más que las órdenes de subir el volumen o cambiar de canal.
Los teléfonos pueden estar abiertos transmitiendo información desde nuestros teléfonos y lo hacen de nuestros movimientos a través de la geolocalización, algo que será aprovechado por el Instituto Nacional de Estadística, como tratábamos hace unos días aquí, para saber nuestros "movimientos". Por ello pagará una buena cantidad a nuestras compañías telefónicas. La reacción de los usuarios en los medios ha sido bastante negativa, pero eso es por parte de quienes lo manifiestan, que tampoco son muchos en comparación con el total.


Hay otro elemento que se ha introducido en nuestras casas, los asistentes, de cuyo nivel de intromisión en nuestras vidas no tenemos un conocimiento claro. Ya ha habido casos en los que han quedado grabadas conversaciones de las personas en la sala. No solo las instrucciones y, como suele ocurrir, es lo más pintoresco lo que sale, como declaraciones de los que escuchan para verificar la eficiencia del sistema sobre adulterios y otros casos en las casas "vacías". La idea de que no hay nadie en casa queda convertida en una peligrosa ilusión, ya que lo que ocurre está siendo "escuchado" desde unos sistemas abiertos conectados al conjunto de nuestro espacio. ¿Qué otra cosa es la "Internet de las cosas" más que un sensor absoluto de nuestra vida?
En marzo de este año, The Guardian publicó un artículo titulado "Smart talking: are our devices threatening our privacy?"*. Era un extracto de la obra de James Vlahos, "Talk to Me: Apple, Google, Amazon and the Race for Voice-Controlled AI", anticipando la publicación del libro. En el texto se hace un repaso de lo que supone la introducción en los hogares (o llevar encima) dispositivos inteligentes que transforman nuestra vida y entorno en datos. En el artículo se explica:

There are a number of ways in which home devices could be used that challenge our ideas of privacy. One is eavesdropping to improve quality. Hello Barbie’s digital ears perk up when you press her glittering belt buckle. Saying the phrase “OK, Google” wakes up that company’s devices. Amazon’s Alexa likes to hear her name. But once listening is initiated, what happens next?
Sources at Apple, which prides itself on safeguarding privacy, say that Siri tries to satisfy as many requests as possible directly on the user’s iPhone or HomePod. If an utterance needs to be shipped off to the cloud for additional analysis, it is tagged with a coded identifier rather than a user’s actual name. Utterances are saved for six months so the speech recognition system can learn to better understand the person’s voice. After that, another copy is saved, now stripped of its identifier, for help with improving Siri for up to two years.
Most other companies do not emphasise local processing and instead always stream audio to the cloud, where more powerful computational resources await. Computers then attempt to divine the user’s intent and fulfil it. After that happens the companies could then erase the request and the system’s response, but they typically don’t. The reason is data. In conversational AI, the more data you have, the better.*



Cada vez que pasamos a una página web, esta nos ofrece una declaración de amor en la que expresa que se queda con nuestros datos para que "tengamos una mejor experiencia" o "lo preocupada que está por nuestra privacidad". No son más que excusas para quedarse con nuestros datos de navegación y lo que es peor, quedarse en el interior de nuestro ordenador con intenciones —siempre por nuestro bien— poco claras y desde luego desconocidas para el que sirve de alojamiento. Esto lo están haciendo hasta los diarios que realizan campañas en contra de la invasión de la privacidad en un ejercicio de esquizofrenia o de hipocresía verdaderamente insólito. Pero es indicativo de esta situación de control en la que parece que, por una causa u otra, todos tienen derecho a introducirse en nuestras vidas y almacenar datos de diferente tipo. Somos la nueva materia prima en esta sociedad de la información. Somos el bosque, el mar, la mina... de donde sale la riqueza que otros hacen con ello, analizando, vendiendo y revendiendo a todo el que quiera comprar los datos para hacer con ellos su propio negocio. Por definición, la información es inagotable, solo puede quedar "obsoleta", es decir, ser cada vez menos representativa del universo que la produce. Mientras lo sea, su valor es enorme para aquellos que saben cómo explotar nuestros datos. Siempre nos dirán que son anónimos en un océano de datos, pero lo cierto es que entre la "persona" y el "océano" el paso es sencillo y la tentación grande.


Somos conscientes de lo que puede estar ocurriendo cuando salta a la prensa algún caso que involucra a los asistentes. The Washington Post trae hoy mismo a los titulares el siguiente caso "Police think Amazon’s Alexa may have information on a fatal stabbing case".** Este tipo de casos tienen el doble interés del caso en sí, la resolución de crímenes, junto con la demostración de los problemas legales que se plantean.

On the night of July 12, Adam Reechard Crespo and his girlfriend, Silvia Galva, got into a fight in the bedroom of his condominium, the South Florida Sun Sentinel reported. The argument ended with the blade of a spear protruding from Galva’s chest, and Crespo has been charged with murder.
A friend of Galva’s reportedly told authorities she overheard the pair arguing in the bedroom, but police wanted to hear from another source: Alexa.
Police in Hallandale Beach, Fla., have obtained a warrant for recordings from Amazon Echo devices they say were in the house at the time of Galva’s death, the Sentinel reported.
The devices allow users to instruct a virtual assistant, referred to as Alexa, to perform commands such as playing music or reading the news. Law enforcement officials have turned to the devices’ data and recordings to solve crimes.
Hallandale Beach Police Department spokesman Sgt. Pedro Abut confirmed to the Sentinel that “we did receive recordings, and we are in the process of analyzing the information that was sent to us.”**


No sé si estos casos habrían dado para una película del maestro Alfred Hitchcock, pero sí para muchas en las que se nos muestra un futuro que ya no merece ese nombre, pues está aquí.  No hay mucho interés en que lo percibamos, pero estamos sobre él como en una cinta transportadora pensando que solo caminamos.
Si el Alexa de turno puede haber recogido datos reveladores del crimen, puede haberlos recogido de cualquier otra cosa, registrando y enviando los datos hacia un mundo gris del que apenas sabemos nada. Solo sabemos de los dispositivos inteligentes aquello que nos interesa saber, pero no manifestamos tanto interés por todos aquellos aspectos que podrían ser intromisiones en nuestra vida y privacidad. Este último concepto que disuelto en la comodidad de la vida y en la aceptación sin preguntar de aquello que nos cuentan. ¿Por qué hacerlo?
El artículo de The Washington Post se cierra con una opinión legal y una descripción del mundo que estamos creando:

The use of such devices for investigations will only increase as the technology becomes more pervasive in everyday life, said Andrew Ferguson, a law professor at the University of the District of Columbia.
Ferguson warned that judges, who assess whether police have probable cause to obtain such warrants, will increasingly need to decide whether there’s a valid reason to obtain a person’s personal data, which can be “incredibly revealing of who we are.” Because Alexa is only supposed to activate and record when given a specific voice command, it was unclear whether obtaining a blanket warrant to examine a device’s transmissions could amount to a “fishing expedition,” Ferguson said.
“We live in a world where we have these little digital spies listening to us in our homes, in our cars, in our phones,” Ferguson said. “It is going to become pretty commonplace that law enforcement is going to request as much digital evidence as they can about us using the legal means available.”
“We have really created a privacy-invasive world because of consumer convenience,” he said.**

No deja de ser una frustración que las compañías manejen nuestros datos sin que podamos resistirnos o que sepamos el fin real que se le da (siempre existe esa frase, "ofrecerle una mejor experiencia", que lo justifica todo), mientras que se pueden encastillar legalmente para negar esa información a un juez.


La idea supone una cierta perversión. Nos fiamos más de una compañía, que no comunicaría nada "raro" que hiciéramos en nuestro hogar (un crimen, por ejemplo) y que se resistiría hasta el final a que un juez, como es el caso, intentara investigar. La ficción es que los datos "no existen" para unas cosas, pero sí para "otras". La idea de que todo lo que hacemos acabara en manos de un juez convertiría a las compañías en  inservibles. Nadie querría tener en casa a un "chivato" o delator. En cambio, en muchas ocasiones, lo que se necesita es un "testigo"; en ese caso, la compañía se cierra en banda resguardando lo que ha usado en cierta manera, nuestra "privacidad".
El concepto de privacidad se convierte en algo muy distinto, en algo que se viola y se defiende simultáneamente, válido solo si se usa para el beneficio de la compañía (rentabilidad) o usuario (comodidad). Lo malo es que esos dos concepto están sujetos a los intereses cambiantes, según el caso.


Nuestra comodidad tiene un precio. Pese a la información de que disponemos hoy sobre lo que se hace con nuestros datos, no hay una regulación clara de la cuestión. Y creo que no la hay porque hay una aspiración no confesada por parte del mundo de la política de poder acceder a esa información que les da mejores perspectivas. Hay indicios de ello en los últimos tiempos. Si las empresas se benefician para determinar nuestro comportamiento, ¿por qué no hacerlo ellos? Si esta percepción es correcta, estaremos cada vez más desprotegidos pues las leyes se harán cada vez más flexibles. Nos darán datos "anónimos", pero la capacidad de computación permitirá cruzar datos y hacer perfiles cada vez más claros. En esa línea es en la que avanza la industria y las empresas del ramo, en la identificación final, en el cero margen de error en el mensaje respecto al destinatario. Pero se han dado pasos más allá del "servicio" adecuado. Los datos se recogen y ya se verá su utilidad.


La ambición de los partidos —todo por el poder— hará el resto. Y si no, mirarán para otro lado mientras alguien les hace el trabajo. Siempre habrá alguien que acepte y nadie querrá perder esa ventaja. 
Es probable que cuando ha accedido a este blog, se le haya pedido aceptar cosas que no sabe para qué son. Yo tampoco y ellos probablemente tampoco. El principio del Big Data es "guarda que ya saldrá algo". Más preocupante son los fallos de seguridad, la liberación de datos, etc. que hace que las garantías que nos dan sean papel mojado en la realidad. Las noticias sobre esto son abundantes y cuanto más valioso sea el paquete, más tentaciones habrá de violar la seguridad. Esto sin contar el jaqueo de datos específicos de personas de interés. 
Un mundo de Barbies cotillas, ositos simpáticos, asistentes fieles, etc. dispuestos a vigilarnos por nuestra comodidad nos esperan en casa, oficinas o calles. Nos hemos rodeados de ellos y no será fácil silenciarlos en su misión.



* James Vlahos "Smart talking: are our devices threatening our privacy?" 26/03/2019 https://www.theguardian.com/technology/2019/mar/26/smart-talking-are-our-devices-threatening-our-privacy
** Kayla Epstein "Police think Amazon’s Alexa may have information on a fatal stabbing case" The Washington Post 3/11/2019 https://www.washingtonpost.com/technology/2019/11/02/police-think-amazons-alexa-may-have-information-fatal-stabbing-case/









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