viernes, 1 de noviembre de 2019

La fábula de las águilas viajeras y los investigadores

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando comenzamos el curso y llegan los primeros estudiantes que van a comenzar sus doctorados, la primer palabra que les enseñas es "límites". Deben delimitar perfectamente lo que van a hacer. Los límites son los de su objeto de investigación, aquello que quieren estudiar. Pero hay otros límites de los que les hablas: de los temporales (el tiempo de que disponen para realizar su trabajo, que no es ilimitado) o los recursos, que tampoco lo son. Su investigación será finalmente aquello que pueden investigar en un tiempo determinado con unos recursos. Investigar, como tantas otras cosas, es hacer lo que se puede con lo que se tiene. Sueños tenemos todos, pero no nos piden sueños cuando hay que rendir cuenta de los resultados. ¡Felices los poetas, que pueden soñar sin límite! Ni siquiera todos las artes tienen la misma suerte.


Esto me ha venido a la mente tras leer la información del diario El País titulada " Unas águilas localizadas por SMS arruinan a los investigadores por el ‘roaming’", firmada por María R. Sahuquillo, corresponsal en Moscú. La historia que nos cuenta es muy interesante, tiene mucho de fábula y desde ahora la incluiré en mi repertorio de historias sobre los que no hay que hacer cuando se dedica uno a la investigación o a casi cualquier otra cosa. ¡Si los científicos no piensan en los detalles! La historia es la siguiente:

Cuando un grupo de científicos siberianos inició un programa especial de rastreo de águilas en peligro de extinción, no pensaban que el seguimiento a través de GPS iba a llevar su proyecto casi a la bancarrota. Pero el roaming les jugó una mala pasada y unas cuantas de esas aves --que llevan transmisores de su localización por SMS— gastaron en su ruta hacia las zonas cálidas del sur el equivalente a más de 3.300 euros en mensajes. Sobre todo Min, un águila esteparia hembra que estuvo semanas en Irán.
Las 13 águilas esteparias, que forman parte del proyecto del Centro para la Recuperación de la Vida Silvestre, pasaron el verano en Kazajistán. Pero la mayor parte del tiempo en zonas sin cobertura. Cuando se fue el calor, volaron hacia el sur, a India, Pakistán, otras zonas de Asia, África u Oriente próximo. “Durante su ruta, abandonaron la zona rusa o kazaja, donde los SMS son baratos, y cuatro de ellas entraron a fondo en la zona cara”, explica la investigadora Elena Shnayder, una de las responsables del programa. Así que, al paso de las águilas por Afganistán, Turkmenistán o Irán, los SMS acumulados durante el tiempo sin red con la información de las ubicaciones atrasadas empezaron a enviarse con un coste mucho mayor de lo esperado.
Una auténtica avalancha de mensajes que dejó atónitos a los investigadores. La deuda ha puesto en peligro el proyecto para la conservación de estas aves, declaradas en peligro de extinción en 2015. Así que la red inició una campaña de crowfunding para recaudar fondos y cubrir la factura. Con el lema Recarga el móvil del águila, han logrado reunir más de 1.000 euros.*



¡Fascinante historia de las relaciones entre la Naturaleza, la Cultura y los sistemas de tarifación, culturales pero ciertamente salvajes!
Una de las primeras cosas que se aprenden en este caso es precisamente que cuando estudias algo es porque no lo conoces. Y si no lo conoces, tienes que tener cuidado porque se puede pagar caro si no se va con cuidado. Si los investigadores querían conocer los caminos de las águilas esteparias (aquí el lenguaje nos hace confiarnos en que no se van a mover muchos de allí). Además de ser "esteparias", según se comprueba a golpe de factura, las águilas tienen algunos deseos viajeros que les pueden llevar muy lejos y sin saber muy bien dónde acabaría. Unas se fueron a Irán y otras acabaron en Afganistán, la India, Arabia Saudí, etc. Pero eso son "nombres" para nosotros, no para las águilas, libres de esas cosas que nos preocupan a nosotros. Lo suyo es sobrevivir, esquivar tendidos eléctricos y encontrar comida. Su mundo es el que sobrevuelan.


Nuestro mundo, en cambio, han aprendido los investigadores ruso siberianos, ya no es solo el que nos muestran los mapas, sino que está dividido en zonas de tarifas de telefonía y si le colocas un emisor de mensajes, antes que tu estudio llegue a las conclusiones te llegará un documento que es la factura de las llamadas y sms. Poner límites a las águilas es como ponerle puertas al campo, pero tu presupuesto si lo tiene y debes tener en cuenta estas cosas.
Los sistemas diseñados pueden ser buenos, pero siempre hay algo:

Para registrar su ubicación y realizar un seguimiento de sus rutas migratorias, colocaron a 13 de ellas un transmisor equipado con una tarjeta SIM que envía sus coordenadas a través de SMS. Con esa información y fotos satelitales, los investigadores detectan si han llegado a zonas seguras. Los SMS son por ahora, la manera más fiable de rastrearlas, aseguran los científicos del programa. Ese año, en vez de un paquete de mensajes a precio fijo independientemente del país de envío, se encontraron con una desagradable e inesperada sorpresa: cuatro de las águilas -Min, Sin, Aman y Jakas- pasaron directamente de la zona sin cobertura a las regiones más caras, sorteando las antenas que habrían abaratado la factura.*

La "desagradable sorpresa", como se dice en el texto, forma parte precisamente del mecanismo del descubrimiento. Si supiéramos dónde van las águilas no haría falta ponerles el artilugio de envíos de SMS. Tampoco podemos pensar que todas las águilas van al mismo sitio porque ya lo sabríamos, igual que las especies que van en bandadas. Las preguntas surgen precisamente de los vacíos con los que nos encontramos, como "¿qué diablos hizo la despilfarradora Min tanto tiempo en Irán?". Pero también otra: "¿cuánto nos va a costar saberlo?". Es una pregunta humilde, pero necesaria si no quieres que todo se vaya al traste.


La historia tiene ese punto de fábula que nos lleva a la imagen del sabio que por mirar las estrellas acaba en un agujero. Mucho de lo que tenemos delante se nos vuelve tan transparente que incluso el sentido común deja de verlo, como ha ocurrido con esta gente que de estar tanto tiempo en la naturaleza se ha olvidado que existen distintas tarifas y el roaming entre las zonas, que arruina a cualquiera. Aquello que cualquier turista primerizo sabe —dónde puede y no puede usar su teléfono, las diferentes tarifas en cada país, etc.—, los expertos en la naturaleza no lo acaban de ver en su ceguera: ya no queda espacio natural, solo con o sin "cobertura". Las aguilas no son "siberianas", solo son águilas y se mueven por donde quieren. Existen las águilas antes de que a alguien se le ocurriera llamar Siberia a Siberia. Ellas se mueven y ese espacio es el suyo, sin banderas, himnos o roaming. Nosotros, en cambio, vivimos en un mundo artificial, el de la cultura, lleno de lenguas, fronteras o tarifas; es el de los investigadores y no el de su objeto.
Nadie está libre de estas cosas, pero alguna vez debe pasar para darse cuenta que podemos estudiar el mundo sin acabar de estar en él. La historia de los investigadores y las águilas tiene un fondo didáctico muy útil para mostrar que por muy listos que nos creamos, nunca pensamos en todo. No está mal que alguien que no esté tan metido en el problema lo vea para darnos una visión que pueda ayudarnos a no cometer errores.


* María R. Sahuquillo "Unas águilas localizadas por SMS arruinan a los investigadores por el ‘roaming’" El País 31/10/2019 https://elpais.com/elpais/2019/10/28/ciencia/1572275992_790372.html

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