Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
forma en que el conocimiento científico circula por la sociedad es compleja. Lo
que se piensa en los laboratorios o centro de investigación de diverso tipo, lo
que dice en los congresos o se escribe los artículos científicos llega a la
gente por una serie de filtros y a través de publicaciones con muy distinto
rigor, comprensión de lo que se dice y supone y los medios que se utilizan.
Entre
la publicación especializada y los medios generalistas existe toda una
serie de variantes con diverso grado de comprensión de lo que debe ser la
comunicación del conocimiento.
El
diario ABC nos trae un titular drástico y dramático, "El último Nobel de
Física reniega de la «Teoría del Big Bang»: «No tenemos pruebas de lo que
pasó»", un titular que se verá matizado mucho en su interior sobre a qué
se refiere James Peebles. Pero el titular espectacular ya está ahí, susceptible
de ser usado en un sentido u otro o, simplemente, utilizado para desacreditar a
la propia Ciencia en beneficio de los muchos interesados en debilitarla.
El ganador de Premio Nobel de Física en 2019,
James Peebles, ha realizado unas declaraciones sorprendentes: odia escuchar el
término «Big Bang» porque cree que «es bastante inapropiado». El científico,
reconocido precisamente por su aportación en el campo de la cosmología y su
investigación de la radiación de fondo cósmico, reniega del apodo de la «gran
explosión» porque dice que no hay pruebas de que realmente sucediera así.
«Lo primero que hay que entender sobre mi
campo es que su nombre, la Teoría del Big Bang, es bastante inadecuado», afirmó
Peebles, de 84 años, ante una audiencia absorta en un evento en honor a los
ganadores del Premio Nobel en la Embajada de Suecia en Washington (EE. UU.)
este miércoles. «Tiene un significado sobre la noción de un evento y una teoría
que están bastante equivocados», continuó, agregando que, de hecho, no hay
evidencia concreta de una explosión gigante.*
Si nos
fijamos en estos dos primeros párrafos, las nociones van variando entre lo
"inadecuado", el "nombre", el "término", el
"apodo", etc. hasta llegar a la "noción", en la que se dice
que "teoría" y "evento" están "bastante
equivocados".
Pero
esta situación no es un problema científico por sí mismo, sino por el valor que
la gente le da a lo que se produce en el campo de la Ciencia. El estatus de lo
que sale es muy variado en función sobre todo de la capacidad de probarlo
experimentalmente. Todo campo tiene zonas probadas y zonas sobre las que existe
especulación mayor, menor o total, es decir, una o varias teorías que compiten por
ser las próximas probadas y pasar al otro lado de la zona.
El
problema de las teorías no probadas es el de la capacidad de convencer a los
científicos de que deben trabajar experimentalmente para probarlas, diseñar
experimentos que ayuden a probarlas. Los científicos se alinean con las teorías
que les parecen más prometedoras, puesto que deberán dedicar esfuerzo, fondos y
prestigio. A veces hay pocas teorías o una sola y la comunidad tiene que tratar
de probarla o de encontrar otra mejor si no convence. Son teorías periféricas que buscan ocupar una posición central desplazando a las obsoletas o de menor poder explicativo, según nos enseñó T.S. Kuhn.
Harto
de ser preguntado por una expresión tan simple y popular como "Big
Bang", que todo el mundo da por una teoría verificada experimentalmente, James
Peebles se rebela ante esta forma de aceptación acrítica. No todo está en el
mismo estado de certidumbre, explica Peebles:
«Lo que sí tenemos es una teoría de la
evolución bien probada desde un estado inicial hasta el actual, comenzando
desde los primeros segundos de expansión», puntualizaba Peebles. Esos primeros
momentos están probados gracias a unas firmas cosmológicas llamadas «fósiles»,
basados en el helio y otras partículas que resultaron del momento en el que el
Universo estaba muy caliente y denso. Estos momentos sí que han sido bien
argumentadas por pruebas y controles. Sin embargo, la misteriosa fase inicial
aún sigue siendo eso, un misterio.*
No se
trata, pues, de que Peebles "reniegue" de una teoría diciendo que no
es "cierta" (algo que tendría que demostrar en algún sentido), sino que "no está probada" experimentalmente. Las
diferencias son abismales porque esa es la forma tradicional de la Ciencia: se
formulan teorías y después deben ser probadas para abandonar el terreno teórico
y mostrar su eficacia en el experimental o práctico.
Peebles
se ha limitado a establecer la diferencia entre lo que hay probado y lo que no
lo está y puede que no lo esté si aparece una teoría con mayor poder
explicativo, que también deberá pasar por el tribunal de los experimentos para ser comprobada.
Pero ¿cómo
trasladar este estado de duda, propio de la Ciencia y sus formas de trabajo a
un mundo que solo quiere certezas, estén probadas o no?
Después
de lo dicho en el texto de ABC, puede sorprender el final del artículo:
Peebles continuó explican[do] que la
humanidad describe teorías «comparándolas con experimentos». «Simplemente, no
tenemos evidencia experimental que lo que ocurrió en el origen». Una de esas
teorías, la más aceptada, se conoce como el «modelo de inflación». Esta idea
sostiene que el Universo primitivo se expandió exponencialmente rápido durante
una fracción muy pequeña de un segundo justo antes de la probada fase de
expansión.
«Es una teoría hermosa», señala Peebles.
«Mucha gente piensa que es tan bonita que seguramente es correcta, pero la
evidencia en torno a esta teoría es muy escasa». Después fue preguntado acerca
de qué nombre deberíamos utilizar para ese momento del origen, pero dio una
lacónica respuesta: «Me he rendido, yo uso Big Bang. Pero no me gusta. Durante
años, algunos de nosotros hemos tratado de persuadir a la comunidad para que
encuentre un término mejor sin éxito. Así que 'Big Bang' es el mejor que
tenemos. Es lamentable, pero todos conocen ese nombre. Así que me rindo».*
¿En
dónde queda la noticia? Evidentemente en el titular espectacular en el que un
Premio Nobel "reniega" de una de las Teorías científicas más citadas. Enseñamos
muy mal la Ciencia y la tratamos muy mal de forma periodística. Habrá muchas
excepciones, pero eso de "buscarle el lado espectacular o
controvertido" ha hecho mucho daño en la comprensión de su funcionamiento. Hoy la Ciencia es atacada desde muchos puntos, incluida la presidencia de los Estados Unidos, ante la que la comunidad científica tuvo que reaccionar con un manifiesto, especialmente en lo referido al "cambio climático".
A James
Peebles no le gusta el nombre de "Big Bang" porque da por supuesto
algo que no está verificado experimentalmente. Eso no debe parecer una noticia
en muchas redacciones. Cosa suya,
dirán algunos.
La
equiparación de "teorías" con "experimentos", es decir, de lo
especulativo frente a lo probado experimentalmente, es un tipo de error
generalizado. No entender la diferencia es un problema que tiene consecuencias
de diferente tipo más allá del obvio error.
El destino de las teorías es
explicar lo suficiente como para poder ser superadas por una teoría mejor a través de la realización de experimentos que las verifiquen. Lo
último que debe ser una teoría es un dogma, que es precisamente aquello que se
considera una "verdad" absoluta que no necesita justificación. Son
precisamente los dogmáticos los que se benefician del "error". Ellos
tienen una "verdad eterna", incuestionable, mientras que los demás
solo tienen débiles teorías provisionales
destinadas a las papeleras. De esta forma, la Ciencia es atacada y está
retrocediendo en cuanto conocimiento público.
Las encuestas en países avanzados
tecnológicamente señalan que la gente se agarra a aquello que, con
convencimiento, le aseguran que es una verdad eterna. Las sutilezas de la
Ciencia son menos valoradas por muchos y se agarran con fuerza a lo que les dan
con garantía de eternidad, sin obsolescencia. De esta forma, los dogmas se
afianzan por su repetición sin pestañear y por presentar a los científicos como
gente cuyas teorías sobre el mundo se desmoronan.
La
rendición de Peebles ante el "nombre" que no le gusta para una teoría
sin probar experimentalmente no es un signo de debilidad de la Ciencia sino una muestra de su
forma de trabajar desde dentro (experimentos), pero también el hartazgo de
tener que estar lidiando todos los días con algo que se ha convertido en un
nombre popular y que todo el mundo da por hecho.
La
respuesta —que es calificada como "lacónica"— es significativa: «Me
he rendido, yo uso Big Bang. Pero no me gusta.» Para
él, el nombre no significa algo demostrado, sino una forma de entenderse con
los demás independientemente del grado de confianza que tengan en la teoría. No
le gusta la etiqueta.
La Phys-Org, una publicación sobre Física, titula la
noticia de otra manera: "Top cosmologist's lonely battle against
'Big Bang' theory"**. Es el mismo texto prácticamente que presenta ABC pero le han dado un sentido
diferente. En esa "batalla solitaria" se refleja la "rendición"
final.
Ya hablamos de Peebles anteriormente ( véase aquí ) cuando afirmó que no llegaríamos a comprender el origen del universo, algo que nos desbordaba. Se comprende su malestar ante lo que da por supuesto lo que no está probado, cuando nos queremos saltar la fase experimental.
Pero cuando la gente se pregunta qué sucedió antes del Big Bang, la batalla está perdida al menos en cuanto a los nombres.
* "El último Nobel de Física reniega de la
«Teoría del Big Bang»: «No tenemos pruebas de lo que pasó»" ABC 16/11/2019
https://www.abc.es/ciencia/abci-ultimo-nobel-fisica-reniega-teoria-bang-no-tenemos-pruebas-paso-201911160145_noticia.html
**
"Top cosmologist's lonely battle against 'Big Bang' theory" Phys Org
14/11/2019 https://phys.org/news/2019-11-cosmologist-lonely-big-theory.html
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