sábado, 16 de noviembre de 2019

La famosa teoría que queda por probar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La forma en que el conocimiento científico circula por la sociedad es compleja. Lo que se piensa en los laboratorios o centro de investigación de diverso tipo, lo que dice en los congresos o se escribe los artículos científicos llega a la gente por una serie de filtros y a través de publicaciones con muy distinto rigor, comprensión de lo que se dice y supone y los medios que se utilizan.
Entre la publicación especializada y los medios generalistas existe toda una serie de variantes con diverso grado de comprensión de lo que debe ser la comunicación del conocimiento.
El diario ABC nos trae un titular drástico y dramático, "El último Nobel de Física reniega de la «Teoría del Big Bang»: «No tenemos pruebas de lo que pasó»", un titular que se verá matizado mucho en su interior sobre a qué se refiere James Peebles. Pero el titular espectacular ya está ahí, susceptible de ser usado en un sentido u otro o, simplemente, utilizado para desacreditar a la propia Ciencia en beneficio de los muchos interesados en debilitarla.

El ganador de Premio Nobel de Física en 2019, James Peebles, ha realizado unas declaraciones sorprendentes: odia escuchar el término «Big Bang» porque cree que «es bastante inapropiado». El científico, reconocido precisamente por su aportación en el campo de la cosmología y su investigación de la radiación de fondo cósmico, reniega del apodo de la «gran explosión» porque dice que no hay pruebas de que realmente sucediera así.
«Lo primero que hay que entender sobre mi campo es que su nombre, la Teoría del Big Bang, es bastante inadecuado», afirmó Peebles, de 84 años, ante una audiencia absorta en un evento en honor a los ganadores del Premio Nobel en la Embajada de Suecia en Washington (EE. UU.) este miércoles. «Tiene un significado sobre la noción de un evento y una teoría que están bastante equivocados», continuó, agregando que, de hecho, no hay evidencia concreta de una explosión gigante.*



Si nos fijamos en estos dos primeros párrafos, las nociones van variando entre lo "inadecuado", el "nombre", el "término", el "apodo", etc. hasta llegar a la "noción", en la que se dice que "teoría" y "evento" están "bastante equivocados".
Pero esta situación no es un problema científico por sí mismo, sino por el valor que la gente le da a lo que se produce en el campo de la Ciencia. El estatus de lo que sale es muy variado en función sobre todo de la capacidad de probarlo experimentalmente. Todo campo tiene zonas probadas y zonas sobre las que existe especulación mayor, menor o total, es decir, una o varias teorías que compiten por ser las próximas probadas y pasar al otro lado de la zona.
El problema de las teorías no probadas es el de la capacidad de convencer a los científicos de que deben trabajar experimentalmente para probarlas, diseñar experimentos que ayuden a probarlas. Los científicos se alinean con las teorías que les parecen más prometedoras, puesto que deberán dedicar esfuerzo, fondos y prestigio. A veces hay pocas teorías o una sola y la comunidad tiene que tratar de probarla o de encontrar otra mejor si no convence. Son teorías periféricas que buscan ocupar una posición central desplazando a las obsoletas o de menor poder explicativo, según nos enseñó T.S. Kuhn.
Harto de ser preguntado por una expresión tan simple y popular como "Big Bang", que todo el mundo da por una teoría verificada experimentalmente, James Peebles se rebela ante esta forma de aceptación acrítica. No todo está en el mismo estado de certidumbre, explica Peebles:

«Lo que sí tenemos es una teoría de la evolución bien probada desde un estado inicial hasta el actual, comenzando desde los primeros segundos de expansión», puntualizaba Peebles. Esos primeros momentos están probados gracias a unas firmas cosmológicas llamadas «fósiles», basados en el helio y otras partículas que resultaron del momento en el que el Universo estaba muy caliente y denso. Estos momentos sí que han sido bien argumentadas por pruebas y controles. Sin embargo, la misteriosa fase inicial aún sigue siendo eso, un misterio.*

No se trata, pues, de que Peebles "reniegue" de una teoría diciendo que no es "cierta" (algo que tendría que demostrar en algún sentido), sino que "no está probada" experimentalmente. Las diferencias son abismales porque esa es la forma tradicional de la Ciencia: se formulan teorías y después deben ser probadas para abandonar el terreno teórico y mostrar su eficacia en el experimental o práctico.
Peebles se ha limitado a establecer la diferencia entre lo que hay probado y lo que no lo está y puede que no lo esté si aparece una teoría con mayor poder explicativo, que también deberá pasar por el tribunal de los experimentos para ser comprobada.
Pero ¿cómo trasladar este estado de duda, propio de la Ciencia y sus formas de trabajo a un mundo que solo quiere certezas, estén probadas o no?


Después de lo dicho en el texto de ABC, puede sorprender el final del artículo:

Peebles continuó explican[do] que la humanidad describe teorías «comparándolas con experimentos». «Simplemente, no tenemos evidencia experimental que lo que ocurrió en el origen». Una de esas teorías, la más aceptada, se conoce como el «modelo de inflación». Esta idea sostiene que el Universo primitivo se expandió exponencialmente rápido durante una fracción muy pequeña de un segundo justo antes de la probada fase de expansión.
«Es una teoría hermosa», señala Peebles. «Mucha gente piensa que es tan bonita que seguramente es correcta, pero la evidencia en torno a esta teoría es muy escasa». Después fue preguntado acerca de qué nombre deberíamos utilizar para ese momento del origen, pero dio una lacónica respuesta: «Me he rendido, yo uso Big Bang. Pero no me gusta. Durante años, algunos de nosotros hemos tratado de persuadir a la comunidad para que encuentre un término mejor sin éxito. Así que 'Big Bang' es el mejor que tenemos. Es lamentable, pero todos conocen ese nombre. Así que me rindo».*

¿En dónde queda la noticia? Evidentemente en el titular espectacular en el que un Premio Nobel "reniega" de una de las Teorías científicas más citadas. Enseñamos muy mal la Ciencia y la tratamos muy mal de forma periodística. Habrá muchas excepciones, pero eso de "buscarle el lado espectacular o controvertido" ha hecho mucho daño en la comprensión de su funcionamiento. Hoy la Ciencia es atacada desde muchos puntos, incluida la presidencia de los Estados Unidos, ante la que la comunidad científica tuvo que reaccionar con un manifiesto, especialmente en lo referido al "cambio climático".
A James Peebles no le gusta el nombre de "Big Bang" porque da por supuesto algo que no está verificado experimentalmente. Eso no debe parecer una noticia en muchas redacciones. Cosa suya, dirán algunos.

La equiparación de "teorías" con "experimentos", es decir, de lo especulativo frente a lo probado experimentalmente, es un tipo de error generalizado. No entender la diferencia es un problema que tiene consecuencias de diferente tipo más allá del obvio error. 
El destino de las teorías es explicar lo suficiente como para poder ser superadas por una teoría mejor a través de la realización de experimentos que las verifiquen. Lo último que debe ser una teoría es un dogma, que es precisamente aquello que se considera una "verdad" absoluta que no necesita justificación. Son precisamente los dogmáticos los que se benefician del "error". Ellos tienen una "verdad eterna", incuestionable, mientras que los demás solo tienen débiles teorías provisionales destinadas a las papeleras. De esta forma, la Ciencia es atacada y está retrocediendo en cuanto conocimiento público. 

Las encuestas en países avanzados tecnológicamente señalan que la gente se agarra a aquello que, con convencimiento, le aseguran que es una verdad eterna. Las sutilezas de la Ciencia son menos valoradas por muchos y se agarran con fuerza a lo que les dan con garantía de eternidad, sin obsolescencia. De esta forma, los dogmas se afianzan por su repetición sin pestañear y por presentar a los científicos como gente cuyas teorías sobre el mundo se desmoronan.


La rendición de Peebles ante el "nombre" que no le gusta para una teoría sin probar experimentalmente no es un signo de debilidad de la Ciencia sino una muestra de su forma de trabajar desde dentro (experimentos), pero también el hartazgo de tener que estar lidiando todos los días con algo que se ha convertido en un nombre popular y que todo el mundo da por hecho.
La respuesta —que es calificada como "lacónica"— es significativa: «Me he rendido, yo uso Big Bang. Pero no me gusta.» Para él, el nombre no significa algo demostrado, sino una forma de entenderse con los demás independientemente del grado de confianza que tengan en la teoría. No le gusta la etiqueta.



La Phys-Org, una publicación sobre Física, titula la noticia de otra manera: "Top cosmologist's lonely battle against 'Big Bang' theory"**. Es el mismo texto prácticamente que presenta ABC pero le han dado un sentido diferente. En esa "batalla solitaria" se refleja la "rendición" final. 
Ya hablamos de Peebles anteriormente ( véase aquí ) cuando afirmó que no llegaríamos a comprender el origen del universo, algo que nos desbordaba. Se comprende su malestar ante lo que da por supuesto lo que no está probado, cuando nos queremos saltar la fase experimental.
Pero cuando la gente se pregunta qué sucedió antes del Big Bang, la batalla está perdida al menos en cuanto a los nombres. 



* "El último Nobel de Física reniega de la «Teoría del Big Bang»: «No tenemos pruebas de lo que pasó»" ABC 16/11/2019 https://www.abc.es/ciencia/abci-ultimo-nobel-fisica-reniega-teoria-bang-no-tenemos-pruebas-paso-201911160145_noticia.html
** "Top cosmologist's lonely battle against 'Big Bang' theory" Phys Org 14/11/2019 https://phys.org/news/2019-11-cosmologist-lonely-big-theory.html

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