Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Donald
Trump tiene previsto ir a El Paso. Tras el clamor de los ataques a sus mensajes
ambiguos o de sus silencios cómplices, Trump no puede eludir la responsabilidad
por lo que ha dicho y callado, hecho y dejado de hacer. Es el presidente de los
Estados Unidos, de todos los norteamericanos, incluso de los que insulta y
desprecia. Pero Trump ha preferido protagonizar su propia película.
Desde
todos los sectores, de la política a la cultura, del deporte a los ciudadanos
de a pie, las voces se levantan indignadas con una pregunta: ¿qué vas a hacer?
Las matanzas anteriores no tenía un programa tan diseñado: el asesino condujo
nuevo horas para ir a matar hispanos, los invasores. Fue a la ciudad por donde
llegan cada día y trató de eliminar todos los que pudo; dejó un manifiesto
describiendo los motivos, entre los que destaca evitar que se convierta en un
"bastión demócrata". Los demócratas son llamados desde la cadena Fox
News como "socialistas" o "izquierdistas". Son la doble
amenaza para América: raza e ideología. El apocalipsis.
Quien
no ha podido mantener más el silencio ha sido Barack Obama. Ha roto una norma
que Trump, sin embargo, no ha mantenido nunca. Esta vez Obama ha tenido que
hablar condenado sin paliativos lo sucedido y señalando el peligro de dividir a
los norteamericanos.
En la CNN, Zachary B. Wolf plantea: «It is a strange
fact of unfolding American history that the country's first black President
should be followed in office by a President who has openly said racist things.»* Hemos
tratado esta cuestión en diversas ocasiones desde la llegada al poder de Trump.
Nuestra idea es que es precisamente la reacción ante la elección de Obama lo
que impulsa la llegada de un personaje como Donald Trump, que capitaliza el
resentimiento racista contenido durante los ochos años. Nada une más que un
gran desastre y así fue cómo percibieron los supremacistas blancos la aparición
de Obama. La perspectiva de ser sucedido por una mujer, Hillary Clinton, acabó
de desatar el pánico republicano.
El odio hacia Obama no es por lo que hizo, sino por lo que
era. Solo la ceguera de la corrección norteamericana se negó a pensar en
términos de una involución ideológica basada en el revanchismo contra la
ocupación de la Casa Blanca por un afronorteamericano.
De hecho, muchos norteamericanos han tardado en asimilar que
el racismo de Trump. Otros, en cambio, lo detectaron inmediatamente y apostaron
por él. Trump jugó con la ambigüedad de la contestación a Obama: ¿a quién o qué atacaba Trump? Como otros manipuladores natos, Trump usaba de
ambos conceptos según los casos. Se trataba de mandar un doble mensaje en un
solo paquete. A lo largo de la campaña electoral, durante el periodo de
transmisión de poderes, y tras la llegada a la Casa Blanca, Trump fue aumentando
la intensidad su programa anti-Obama. Durante mucho tiempo, su política parecía
limitarse a ser la contraria a lo que Obama hubiera hecho. No hacía falta tener
un programa; solo una retórica. Y funcionó. Los tuits nocturnos y las giras de
fin de semana con sus seguidores son los momentos en los que Trump permite
compensar las frustraciones de muchos y las ilusiones de otros.
No, no es un "hecho extraño", como plantea en la
CNN Zachary B. Wolf. es una respuesta pendular que llevó allí donde se podía a
movilizar un voto al que se le había insinuado que América estaba en peligro,
que los peligrosos izquierdistas, que
los invasores desde el otro lado de la frontera sur, etc. estaban conspirando
para acabar con la tierra prometida.
Raza y tierra, unidas por la religión, crean el peligroso
mito norteamericano de la tierra prometida... a los blancos cristianos. No
estamos hablando del siglo XIX, sino del presente. La CNN y otros medios abren
hoy sus páginas con unas fotos estremecedoras, la de dos agentes de Policía,
montados en sus caballos, llevando a un detenido afroamericano atado con una
cuerda, paseándolo por las calles camino de la comisaría. Ha ocurrido en
Galveston, Texas. La indignación causada por la publicación de las fotos ha
sido grande. Y la falta de sentido común ("pobre juicio") de los agentes
ha sido reconocida por el propio jefe de Policía de Galveston, que ha pedido
disculpas, señalando que sus agentes deberían haber esperado un medio de
trasporte menos humillante.
El hecho llega tras lo ocurrido en El Paso y con una
sensibilidad enorme hacia las cuestiones de racismo:
"When they drag Donald Neely down the road
by horses and rope, it was like they (were) dragging our entire community down
the road," [Benjamin] Crump [abogado de derechos civiles] said.
"This is not 1819. This is 2019. And that
image projected back to 1819, as if those were the fugitive slave hunters, and
that Donald Neely was a slave being ... with horse and rope brought down the
street," Crump said.
Neely family attorney, Melissa Morris, echoed
Crump's criticism.
"This is the behavior in 2019 that we have
to deal with. Unfortunately, these police officers lacked the judgment, and the
fitness to decide that this imagery that comes from the way that they handled
Mr. Neely is painful, and that it just ... just dredges up all of these painful
memories of the past."
La falta de criterio para el traslado del detenido, un sin hogar
con trastorno bipolar, buscado por su familia es obvia. Las imágenes se quedan
prendidas en la mente y se asocian con otras imágenes.
Trump quiere ir a El Paso y Dayton, pese a que muchos lo consideran
mala idea. Puede ocurrir cualquier cosa. El alcalde de Dayton es demócrata y ya
ha dicho que si sus conciudadanos quieres manifestarse en contra, que lo hagan.
El de El Paso es republicano, pero está en desacuerdo con la forma en que el
presidente ha estado apuntando a su ciudad en comentarios previos, definiéndolo
como un nido de violencia.
Todos critican al presidente que haya centrado el problema
de la violencia en la salud mental de los atacantes o en los efectos de los
videojuegos. Es un ejercicio enorme de cinismo.
Si visita las dos ciudades, habrá que ver lo que allí
ocurre. Puede que la estrategia de Trump de darle la vuelta a las cosas no le
funcione bien. Ya no es fácil jugar con las palabras tras las campañas racistas
contra las congresistas o contra el representante demócrata de Dallas, Beto
O'Rurke, que es de esa zona, y ha responsabilizado a Trump desde el principio
por lo ocurrido.
Esta vez el juego de las insinuaciones, de las acusaciones
genéricas contra ciudades, personas, pueblos enteros, países, etc. no le van a
valer de mucho. Las ciudades le van a estar esperando. Pueden ser un clamor
contra su política o, una vez más, lograr dividir al país por la mitad.
Las fuerzas que ampararon a Trump para llevarlo a la
presidencia lo tienen cada vez más complicado para la reelección en 2020. El
presidente ha llevado el debate a espacios demasiado complicados como para que
pueda salir airoso de esta confrontación. Como hemos dicho en otras ocasiones,
Trump ha llevado la vida norteamericana a un extremo que será difícil recuperar.
Los republicanos, además, han elegido la huida hacia adelante. Muchos se bajan
del barco, pero otros han decidido estrellarlo contra los arrecifes. Van a por tl todo o nada. Pero ¿somos conscientes de lo que sería para el futuro de los Estados Unidos la reelección de Trump, el respaldo de su persona y actos en las urnas? Antes podía haber la excusa de que no se sabía lo que traería. Ahora ya no es posible. La división sería absoluta.
En estos momentos, Dondald Trump debería estar llegando a Dayton, la primera escala de la visita inoportuna.
* Zachary B. Wolf "Obama takes on hate and
Trump takes on Obama" CNN 6/08/2019 https://edition.cnn.com/2019/08/06/politics/obama-trump-racism-guns/index.html
**
"Texas police department apologizes after photos emerge of officers on
horseback leading a handcuffed black man" CNN 7/08/2019
https://edition.cnn.com/2019/08/07/us/galveston-police-officers-arrest/index.html
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