Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La BBC
no ofrece un vídeo con una pregunta muy pertinente: "Does your brain have
a gender?". La pregunta se contesta en la entrevista realizada la Dra.
Gina Rippon, neurocientífica, experta en el campo de interpretación de imágenes
del cerebro y autora de la obra "The Gendered Brain", aparecido en
febrero de 2019. En él, la doctora Rippon se enfrenta a los estereotipos establecidos
sobre las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres. Lo hace desde su
constatación profesional a lo largo de los años de que pesan mucho más las
diferencias culturales, asignadas como roles de género, que las que establecen
la biología.
Le toca a
la doctora Rippon enfrentarse a los estereotipos y a las resistencias dentro
del propio campo: «I think the most common myth that I've come across is that neuroscience
has 'proved', in inverted commas, that there are clear-cut differences between
the brains of men and the brains of women, and that just isn't the case".» Se refiere
a lo que llama "neurociencia basura" en desde la que se trata de
mantener la discriminación en función de una supuesta naturaleza distinta y,
obviamente, inferior. Según sus investigaciones no existe un cerebro
"masculino" diferente del "femenino", categorías
esencialistas, sino que existen "cerebros", cada uno el suyo y con
diferencias más allá de la diferencia sexual.
En el
blog "Mujeres con Ciencia", la profesora de Biología Vegetal de la
Universidad de Lleida, se hizo eco en 2018, de las críticas de Rippon (que
comenzaron en 2010) a la "neurotrash", sus causas y efectos:
Ciertamente, como experta en el
estudio de las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética, Gina Rippon ha
llegado a ser muy crítica con determinados trabajos. Así por ejemplo, denuncia
ante Llewellyn que «ciertos autores se han visto secuestrados por lo que yo
llamo “industria neurobasura”, afirmando que las imágenes pueden literalmente
usarse para leer la mente. En base a esta errónea especulación, han escrito
docenas de libros donde explican con supuesto rigor científico las razones por
las que «los hombres no lloran o las mujeres no saben leer los mapas». Se
atreven a sostener, continúa Rippon, que «la diferencia entre los hombres y las
mujeres se debe a la biología, pues nuestro cerebro es un órgano decisivo que
nos hace ser quienes somos. Sobre esto no podemos hacer nada».
La científica confiesa a Julia
Llewellyn su malestar frente a ese constante uso inadecuado de las nuevas
tecnologías: «Pretenden defender estereotipos que han existido siempre. La
“brigada de la neurobasura” está usando técnicas científicas para conseguir que
los argumentos misóginos y antiguos sean más creíbles […]. Extrapolan de forma
extrema y usan caprichosamente los datos de experimentos realizados con aves o
con peces para sacar conclusiones sobre los humanos, tergiversando los
resultados».
Siguiendo este argumento, Rippon
critica con énfasis que «es una dicotomía extremadamente simplista defender por
ejemplo que “el cerebro de las mujeres está dominado por el hemisferio
izquierdo, “emocional”, y el de los hombres por el hemisferio derecho, “más
lógico”. El error se evidencia sobre todo cuando los datos demuestran que no
todas mujeres tienen la parte izquierda del cerebro más desarrollada, y que
además, algunos hombres también tienen esa zona de mayor tamaño».**
Las diferencias reales se soslayan en beneficio de las
diferencias teóricas, que son el resultado de la configuración de cada cultura.
Cada persona ha ido "haciendo" modelando en gran medida su cerebro en
función de lo que ha recibido desde su infancia. En esa carga van los roles de
género, cómo debe reaccionar ante lo que tiene delante, ante las situaciones
que vive, etc.
Podría resultarnos sorprendente, pero hay demasiados
ejemplos de cómo, desde antiguo, la división (occidental) entre masculino y
femenino se ha centrado en la concepción masculino-racionalista frente a la
descripción sentimental-irracionalista de la mujer. En esas investigaciones se
encuentra lo que se quiere reafirmar socialmente: al varón como sujeto racional
frente a la condición sentimental
femenina, que conlleva una falta de control, falta de objetividad,
inestabilidad, etc. Todos estos elementos se concretan en un momento dado
estableciendo una separación canónica de los sexos que ahora, a través de la
"neurotrash" encuentra su justificación, tal como unos años antes la
encontró en la "Sociobiología" para los roles de género.
En otras culturas, el género se basa en otros factores que establecen
la "inferioridad" o las "limitaciones" del género femenino,
definido como "incompleto". Pueden ser explicaciones religiosas, filosóficas o científicas, como hemos visto por parte
de la "neurotrash".
La idea de Rippon —vía neurociencias— es que el género se
hace culturalmente y que las diferencias cerebrales no justifican el
"esencialismo" de un cerebro masculino
frente a un cerebro femenino, dadas
las diferencias existentes entre todo tipo de sujetos, masculinos y femeninos,
incluso en tamaño.
El 5 de marzo pasado, el diario The Guardian declaró de The Gendered Brain como libro del día en
Ciencias y Naturaleza. En la reseña realizada por Rachel Cooke se recogían las
principales tesis del libro y se señalaba:
Our determination to look for differences
between male and female brains may be traced to the 18th century: another way
of proving that female biology was essentially deficient and fragile. In the
19th century, doctors and scientists developed a mania for measuring and
weighing brains, tasks they performed by various means, including the pouring
of bird seed into empty skulls (the amount required to fill it was then
weighed). When this approach proved inconclusive, declarations of inferiority
gave way to an insistence that the differences between men and women were
“complementary”; that women, though they might not be suited to education or
politics, had “compensating gifts” in the form of intuition.
What is fascinating is that even after the
development of new brain‑imaging technologies at the end of the 20th century –
technologies that, in essence, reveal how similar the brains of men and women
are – the idea of the “male” and “female” brain has persisted both in science
and the media.**
Las dos observaciones de Cooke son pertinentes y motivo de
reflexión profunda. En la primera podemos apreciar el interés de estudio del
periodo de las "Luces", es decir, un periodo con énfasis en la razón,
que sirvió para convertirla en elemento distintivo asignando a la mujer un
papel inferior del que se derivaron consecuencias. El siglo XVIII es el siglo
de las clasificaciones naturales, comenzando por botánica y fauna. De ahí se
deriva un nuevo árbol clasificatorio de
la naturaleza en el que se insertó el prejuicio de género, creando limitaciones
que se daban por hechas y cuyas consecuencias no eran más que una creación de
unos géneros en los que la desigualdad se achacaba a la naturaleza misma o a la
obra divina. Ya fuera porque Dios lo quería o porque la Naturaleza es sabia, lo
cierto es que todas las vías llevaban a la infravaloración de la mujer, ser
sujeto al hombre. A partir de ahí se va construyendo (o reafirmando), esta vez
confirmado por las legiones de médicos, científicos, etc. que dan sentido a sus prejuicios machistas.
De ahí que la pregunta sobre el papel y uso actuales de las
Neurociencias sea un elemento esencial. Usar lo que sabemos para confirmar lo
que creemos puede ser una trampa que haga que, bajo la apariencia de Ciencia y
progreso, se está reafirmando los más retrógrados prejuicios.
Hemos mencionado antes el campo de la Sociobiología y cómo
ha sido utilizado para trasladar esquemas de la naturaleza para, en un viaje de
ida y vuelta, reforzar estereotipos y prejuicios. Somos introducidos
rápidamente en un mundo "sexuado" en donde se da forma a nuestros plásticos
cerebros que acaban mostrando lo que se les introduce.
Hoy volvemos a vivir una era retrógrada porque la
resistencia —pese a todo— se encuentra en muchos puntos. No se trata de la
igualdad de derechos sino de otra cuestión: la profunda marca que nuestra
educación (en un sentido amplio) deja en nosotros. Vivimos dentro de burbujas
culturales y nos vemos coartados en muchos comportamientos por las
restricciones que nos dan en cada cultura sobre lo que se puede hacer, decir o
pensar, incluso comer. Hemos sexuado la vida y la conducimos por carriles
estrechos.
La profesora Martínez Pulido resalta las consecuencias de lo
advertido por Rippon:
En un excelente artículo,
publicado en 2016 en la revista The
Psycologist, Rippon escribe que los avances conseguidos gracias a los
escáneres cerebrales «deberían permitir una mayor comprensión de la verdadera
naturaleza de los vínculos entre el cerebro y el comportamiento, y contribuir a
disipar muchos mitos. Sin embargo, la difusión pública de los hallazgos
conseguidos con tales técnicas no siempre es rigurosa». La prensa populista
muestra representaciones a veces recargadas o engañosas, a las que la
científica incluye dentro de «la abundante neurobasura existente». Una visión
que sería «capaz de afirmar que “las diferencias entre los géneros son tan
profundas que los hombres y las mujeres casi podrían pertenecer a especies
distintas”».
A lo ya expuesto, Gina Rippon
suma las peligrosas implicaciones políticas que tiene el exacerbar esas
diferencias. En su entrevista con Julia Llewellyn, explicita: «La neurobasura
puede usarse como “ingeniería sexual” para reforzar los papeles y el estatus de
las mujeres y de los hombres. Eres lo que tu cerebro es capaz de hacer, y si tu
cerebro no puede hacer cosas complicadas como dirigir un país, diseñar un
puente, iniciar una guerra, no debes intentarlo y, además, la sociedad debe
impedírtelo». Irritada ante argumentos tan precarios, la neurocientífica
denuncia: «Retrocedemos directamente a la época victoriana, cuando se afirmaba
que las chicas no pueden recibir una educación superior porque interferiría
sobre su capacidad reproductora».
En The Psycologist, Rippon
insiste en que los medios populistas difunden ampliamente aquellos resultados
de investigación que enfatizan alegatos biológicos deterministas, anticuados y
caducos. De esta manera, consiguen alimentar la noción de que la brecha de
género surge de factores cerebrales fijos que, por tanto, no podemos cambiar.**
La interacción de los científicos con los prejuicios es la
misma que la de cualquier otra persona dentro del sistema cultural. Una visión
ingenua no definiría como "neutral" y "objetivo" su
trabajo. Sin embargo no es así. El conocimiento logra avanzar cuando es capaz
de desprenderse de la carga que supone el propio conocimiento. Es la base
crítica necesaria.
Usar los nuevos conocimientos para consolidar los roles
sociales tradicionales es un juego arriesgado en un mundo en el que muchas mujeres padecen
esta estrechez de los estereotipos creados; un mundo en el que muchas mueren intentando ser de otra forma, demostrar lo que pueden hacer, etc.
Nada está suelto en la cultura, todo está tejido sobre finos
o gruesos hilos, según el caso. La desigualdad, los estereotipos, las
limitaciones, etc. son difíciles de vencer porque son el hilo del collar
cultural. De esta diferencia surgen todas las demás diferencias que se van extendiendo. Pero el núcleo es la diferencia sexual.
Además de vencer desde la Ciencia la resistencia de la Naturaleza para ser comprendida, hay que vencer también la resistencia al cambio cultural. Es más difícil de remover un estereotipo y un prejuicio que una montaña entera. Por eso es importante y necesario que se difundan los cambios y evitar los retrocesos o el inmovilismo. Por eso hay que cuidar los mensajes que se hacen llegar. Si no se hace así, estaremos condenados a repetir los errores que condicionan la vida de las personas, provocando sufrimiento y cercenando sus posibilidades de ser lo que pueden llegar a ser, que es la aventura de la vida.
*
"Does your brain have a gender?" BBC 21/08/2019
https://www.bbc.com/reel/video/p07l2bx3/does-your-brain-have-a-gender-
** Carolina Martínez Pulido "La extraordinaria plasticidad
del cerebro humano: el enfoque de Gina Rippon" Mujeres con Ciencia
5/06/2018
https://mujeresconciencia.com/2018/06/05/la-extraordinaria-plasticidad-del-cerebro-humano-el-enfoque-de-gina-rippon/
*** Rachel
Cooke "The Gendered Brain by Gina Rippon review – demolition of a sexist
myth" The Guardian 5/03/2019
https://www.theguardian.com/books/2019/mar/05/the-gendered-brain-gina-rippon-review
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