jueves, 22 de agosto de 2019

Cerebro, género y sexismo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La BBC no ofrece un vídeo con una pregunta muy pertinente: "Does your brain have a gender?". La pregunta se contesta en la entrevista realizada la Dra. Gina Rippon, neurocientífica, experta en el campo de interpretación de imágenes del cerebro y autora de la obra "The Gendered Brain", aparecido en febrero de 2019. En él, la doctora Rippon se enfrenta a los estereotipos establecidos sobre las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres. Lo hace desde su constatación profesional a lo largo de los años de que pesan mucho más las diferencias culturales, asignadas como roles de género, que las que establecen la biología.
Le toca a la doctora Rippon enfrentarse a los estereotipos y a las resistencias dentro del propio campo: «I think the most common myth that I've come across is that neuroscience has 'proved', in inverted commas, that there are clear-cut differences between the brains of men and the brains of women, and that just isn't the case".» Se refiere a lo que llama "neurociencia basura" en desde la que se trata de mantener la discriminación en función de una supuesta naturaleza distinta y, obviamente, inferior. Según sus investigaciones no existe un cerebro "masculino" diferente del "femenino", categorías esencialistas, sino que existen "cerebros", cada uno el suyo y con diferencias más allá de la diferencia sexual.


En el blog "Mujeres con Ciencia", la profesora de Biología Vegetal de la Universidad de Lleida, se hizo eco en 2018, de las críticas de Rippon (que comenzaron en 2010) a la "neurotrash", sus causas y efectos:

Ciertamente, como experta en el estudio de las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética, Gina Rippon ha llegado a ser muy crítica con determinados trabajos. Así por ejemplo, denuncia ante Llewellyn que «ciertos autores se han visto secuestrados por lo que yo llamo “industria neurobasura”, afirmando que las imágenes pueden literalmente usarse para leer la mente. En base a esta errónea especulación, han escrito docenas de libros donde explican con supuesto rigor científico las razones por las que «los hombres no lloran o las mujeres no saben leer los mapas». Se atreven a sostener, continúa Rippon, que «la diferencia entre los hombres y las mujeres se debe a la biología, pues nuestro cerebro es un órgano decisivo que nos hace ser quienes somos. Sobre esto no podemos hacer nada».
La científica confiesa a Julia Llewellyn su malestar frente a ese constante uso inadecuado de las nuevas tecnologías: «Pretenden defender estereotipos que han existido siempre. La “brigada de la neurobasura” está usando técnicas científicas para conseguir que los argumentos misóginos y antiguos sean más creíbles […]. Extrapolan de forma extrema y usan caprichosamente los datos de experimentos realizados con aves o con peces para sacar conclusiones sobre los humanos, tergiversando los resultados».
Siguiendo este argumento, Rippon critica con énfasis que «es una dicotomía extremadamente simplista defender por ejemplo que “el cerebro de las mujeres está dominado por el hemisferio izquierdo, “emocional”, y el de los hombres por el hemisferio derecho, “más lógico”. El error se evidencia sobre todo cuando los datos demuestran que no todas mujeres tienen la parte izquierda del cerebro más desarrollada, y que además, algunos hombres también tienen esa zona de mayor tamaño».**



Las diferencias reales se soslayan en beneficio de las diferencias teóricas, que son el resultado de la configuración de cada cultura. Cada persona ha ido "haciendo" modelando en gran medida su cerebro en función de lo que ha recibido desde su infancia. En esa carga van los roles de género, cómo debe reaccionar ante lo que tiene delante, ante las situaciones que vive, etc.
Podría resultarnos sorprendente, pero hay demasiados ejemplos de cómo, desde antiguo, la división (occidental) entre masculino y femenino se ha centrado en la concepción masculino-racionalista frente a la descripción sentimental-irracionalista de la mujer. En esas investigaciones se encuentra lo que se quiere reafirmar socialmente: al varón como sujeto racional  frente a la condición sentimental femenina, que conlleva una falta de control, falta de objetividad, inestabilidad, etc. Todos estos elementos se concretan en un momento dado estableciendo una separación canónica de los sexos que ahora, a través de la "neurotrash" encuentra su justificación, tal como unos años antes la encontró en la "Sociobiología" para los roles de género.
En otras culturas, el género se basa en otros factores que establecen la "inferioridad" o las "limitaciones" del género femenino, definido como "incompleto". Pueden ser explicaciones religiosas, filosóficas o científicas, como hemos visto por parte de la "neurotrash".


La idea de Rippon —vía neurociencias— es que el género se hace culturalmente y que las diferencias cerebrales no justifican el "esencialismo" de un cerebro masculino frente a un cerebro femenino, dadas las diferencias existentes entre todo tipo de sujetos, masculinos y femeninos, incluso en tamaño.
El 5 de marzo pasado, el diario The Guardian declaró de The Gendered Brain como libro del día en Ciencias y Naturaleza. En la reseña realizada por Rachel Cooke se recogían las principales tesis del libro y se señalaba:

Our determination to look for differences between male and female brains may be traced to the 18th century: another way of proving that female biology was essentially deficient and fragile. In the 19th century, doctors and scientists developed a mania for measuring and weighing brains, tasks they performed by various means, including the pouring of bird seed into empty skulls (the amount required to fill it was then weighed). When this approach proved inconclusive, declarations of inferiority gave way to an insistence that the differences between men and women were “complementary”; that women, though they might not be suited to education or politics, had “compensating gifts” in the form of intuition.
What is fascinating is that even after the development of new brain‑imaging technologies at the end of the 20th century – technologies that, in essence, reveal how similar the brains of men and women are – the idea of the “male” and “female” brain has persisted both in science and the media.**



Las dos observaciones de Cooke son pertinentes y motivo de reflexión profunda. En la primera podemos apreciar el interés de estudio del periodo de las "Luces", es decir, un periodo con énfasis en la razón, que sirvió para convertirla en elemento distintivo asignando a la mujer un papel inferior del que se derivaron consecuencias. El siglo XVIII es el siglo de las clasificaciones naturales, comenzando por botánica y fauna. De ahí se deriva un nuevo árbol clasificatorio de la naturaleza en el que se insertó el prejuicio de género, creando limitaciones que se daban por hechas y cuyas consecuencias no eran más que una creación de unos géneros en los que la desigualdad se achacaba a la naturaleza misma o a la obra divina. Ya fuera porque Dios lo quería o porque la Naturaleza es sabia, lo cierto es que todas las vías llevaban a la infravaloración de la mujer, ser sujeto al hombre. A partir de ahí se va construyendo (o reafirmando), esta vez confirmado por las legiones de médicos, científicos, etc.  que dan sentido a sus prejuicios machistas.
De ahí que la pregunta sobre el papel y uso actuales de las Neurociencias sea un elemento esencial. Usar lo que sabemos para confirmar lo que creemos puede ser una trampa que haga que, bajo la apariencia de Ciencia y progreso, se está reafirmando los más retrógrados prejuicios.


Hemos mencionado antes el campo de la Sociobiología y cómo ha sido utilizado para trasladar esquemas de la naturaleza para, en un viaje de ida y vuelta, reforzar estereotipos y prejuicios. Somos introducidos rápidamente en un mundo "sexuado" en donde se da forma a nuestros plásticos cerebros que acaban mostrando lo que se les introduce.
Hoy volvemos a vivir una era retrógrada porque la resistencia —pese a todo— se encuentra en muchos puntos. No se trata de la igualdad de derechos sino de otra cuestión: la profunda marca que nuestra educación (en un sentido amplio) deja en nosotros. Vivimos dentro de burbujas culturales y nos vemos coartados en muchos comportamientos por las restricciones que nos dan en cada cultura sobre lo que se puede hacer, decir o pensar, incluso comer. Hemos sexuado la vida y la conducimos por carriles estrechos.
La profesora Martínez Pulido resalta las consecuencias de lo advertido por Rippon:

En un excelente artículo, publicado en 2016 en la revista The Psycologist, Rippon escribe que los avances conseguidos gracias a los escáneres cerebrales «deberían permitir una mayor comprensión de la verdadera naturaleza de los vínculos entre el cerebro y el comportamiento, y contribuir a disipar muchos mitos. Sin embargo, la difusión pública de los hallazgos conseguidos con tales técnicas no siempre es rigurosa». La prensa populista muestra representaciones a veces recargadas o engañosas, a las que la científica incluye dentro de «la abundante neurobasura existente». Una visión que sería «capaz de afirmar que “las diferencias entre los géneros son tan profundas que los hombres y las mujeres casi podrían pertenecer a especies distintas”».
A lo ya expuesto, Gina Rippon suma las peligrosas implicaciones políticas que tiene el exacerbar esas diferencias. En su entrevista con Julia Llewellyn, explicita: «La neurobasura puede usarse como “ingeniería sexual” para reforzar los papeles y el estatus de las mujeres y de los hombres. Eres lo que tu cerebro es capaz de hacer, y si tu cerebro no puede hacer cosas complicadas como dirigir un país, diseñar un puente, iniciar una guerra, no debes intentarlo y, además, la sociedad debe impedírtelo». Irritada ante argumentos tan precarios, la neurocientífica denuncia: «Retrocedemos directamente a la época victoriana, cuando se afirmaba que las chicas no pueden recibir una educación superior porque interferiría sobre su capacidad reproductora».
En The Psycologist, Rippon insiste en que los medios populistas difunden ampliamente aquellos resultados de investigación que enfatizan alegatos biológicos deterministas, anticuados y caducos. De esta manera, consiguen alimentar la noción de que la brecha de género surge de factores cerebrales fijos que, por tanto, no podemos cambiar.**

La interacción de los científicos con los prejuicios es la misma que la de cualquier otra persona dentro del sistema cultural. Una visión ingenua no definiría como "neutral" y "objetivo" su trabajo. Sin embargo no es así. El conocimiento logra avanzar cuando es capaz de desprenderse de la carga que supone el propio conocimiento. Es la base crítica necesaria.


Usar los nuevos conocimientos para consolidar los roles sociales tradicionales es un juego arriesgado en un mundo en el que muchas mujeres padecen esta estrechez de los estereotipos creados; un mundo en el que muchas mueren intentando ser de otra forma, demostrar lo que pueden hacer, etc. 
Nada está suelto en la cultura, todo está tejido sobre finos o gruesos hilos, según el caso. La desigualdad, los estereotipos, las limitaciones, etc. son difíciles de vencer porque son el hilo del collar cultural. De esta diferencia surgen todas las demás diferencias que se van extendiendo. Pero el núcleo es la diferencia sexual.
Además de vencer desde la Ciencia la resistencia de la Naturaleza para ser comprendida, hay que vencer también la resistencia al cambio cultural. Es más difícil de remover un estereotipo y un prejuicio que una montaña entera. Por eso es importante y necesario que se difundan los cambios y evitar los retrocesos o el inmovilismo. Por eso hay que cuidar los mensajes que se hacen llegar. Si no se hace así, estaremos condenados a repetir los errores que condicionan la vida de las personas, provocando sufrimiento y cercenando sus posibilidades de ser lo que pueden llegar a ser, que es la aventura de la vida.


* "Does your brain have a gender?" BBC 21/08/2019 https://www.bbc.com/reel/video/p07l2bx3/does-your-brain-have-a-gender-
** Carolina Martínez Pulido "La extraordinaria plasticidad del cerebro humano: el enfoque de Gina Rippon" Mujeres con Ciencia 5/06/2018 https://mujeresconciencia.com/2018/06/05/la-extraordinaria-plasticidad-del-cerebro-humano-el-enfoque-de-gina-rippon/
*** Rachel Cooke "The Gendered Brain by Gina Rippon review – demolition of a sexist myth" The Guardian 5/03/2019 https://www.theguardian.com/books/2019/mar/05/the-gendered-brain-gina-rippon-review

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