Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El asesino iba a matar "mejicanos". Es tan sencillo como esto. Sus "mejicanos" son los que ha visto en series, películas, noticias... y cuyas descripciones ha escuchado al presidente, considerándoles criminales y asesinos, violadores o narcotraficantes. Lo ha visto en cientos de representaciones.
"Me
gustaría que el asesino hubiera conocido el auténtico El Paso"*, destaca la
BBC en su vídeo reportaje. Son palabras de un joven que ha perdido en la masacre a
un amigo. Tiene ahora estampada su fotografía en la camiseta que luce entre orgulloso
y entristecido. Es un acto simbólico que le ayudará a soportar la pérdida
durante algún tiempo. Sobre la fotografía de la camiseta, la fecha del
nacimiento del amigo muerto, el 11 de noviembre de 2003, un quinceañero.
La
pregunta es ¿es posible "ver" ese auténtico El paso que ayudaría a
una mejor convivencia? Probablemente es posible, pero poco probable. Todo está
en contra, empezando por los estereotipos creados expresamente para cubrirlos,
para hacer que esa imagen correcta o asumible no aparezca en la superficie.
Si hay
un "auténtico" El Paso significa que hay un "falso" El
Paso. Es El Paso distorsionado por los mecanismos de lectura (prejuicios, estereotipos,
malas interpretaciones, distorsiones, etc.) que acaban fabricando una versión
en la mente del asesino y, como él, en las mentes de millones de personas. Cada
una de esas "representaciones" son El Paso "propio", aquel
que los individuos aceptan como verdaderos, con unos rasgos agrandados y otros
disminuidos, con aspectos inventados unos y escuchados otros en los medios de comunicación o de los
conocidos. El Paso del asesino es profundamente negativo, nocivos, una cueva de
criminales. El Paso de Román, el niño que homenajea a su amigo asesinado en la
matanza de hispanos, no es ni parecido al que el asesino tiene en mente. Sus
filtros mentales lo han creado desde sus ideas y miedos. Ve lo que quiere ver.
Cuando
las autoridades municipales de la ciudad se enfadaron con la descripción dada
por el presidente Trump de la situación de la ciudad, tenían un conocimiento
directo de la población. Trump solo tenía unas cifras que usó de forma negativa
y caricaturesca. Dijo lo que le interesaba y estableció las conexiones. El
asesino le creyó y deseoso de subirse a la corriente que salía de su "comandante
en jefe", recogió sus armas y condujo nueve horas hasta llegar a su
destino y "matar mejicanos", como acaba de confesar. Él mismo no se
ve como un asesino, sino como un patriota, igual que un terrorista del Estado Islámico
se ve como un mártir siguiendo los amorosos mandatos de Dios.
Nueve
horas de viaje dan para mucho. Se puede cambiar de idea en cualquier momento.
No es un simple impulso, un arrebato. Es una decisión sólida en alguien que,
con veintiún años, tiene la vida absolutamente clara, nítida, sin temores ni
matices.
Más
allá del terrible caso, es necesario ver cómo se producen esas imágenes distorsionadas
y conflictivas porque no es un fenómeno exclusivo de los Estados Unidos, si
bien allí es donde parecen tener más intensidad por su propia potencia
mediática.
La
sociedad norteamericana lleva un siglo intentando desmontar sus propias
imágenes distorsionadas de aparato cultural, especialmente el cine y la
televisión que se han visto sacudidas por las reacciones de los afectados desde
los años sesenta hasta hoy mismo cuando los distintos grupos que constituyen su
identidad se han levantado para exigir la rectificación de las imágenes
públicas con las que son representados.
El
racismo se sostiene sobre la representación cultural constante, continuada,
incontestable. Comentamos aquí en su momento aquella escena de la película de
Spike Lee en la que los miembros de Ku Klux Klan se ríen divertidos viendo la
escenas de linchamientos y persecuciones de afroamericanos en el filme que
durante mucho tiempo encabezó la lista de las películas más importantes de la
historia del cine, El nacimiento de una
nación, de D.W. Griffith, el padre del lenguaje cinematográfico. Lee nos
muestra una sesión privada en la que los racistas disfrutan viendo el filme de
Griffith. "Infiltrado en el KKKlan" (2018) nos ofrece ese momento de
forma inteligente, dejando al descubierto el mecanismo de la representación
social, de la forma en que el "otro" es mostrado y asimilado.
CNN |
Ha
costado décadas en el mundo audiovisual (es la forma masiva de cultura)
sacudirse sus propios estereotipos internos. No se aceptó de buena manera; ha
sido una larga lucha desde que se comprendió el papel que las ficciones juegan
en la construcción social.
El
norteamericano consume toda una serie de ficciones (literarias, periodísticas,
audiovisuales, etc.) en las que se ve al "blanco" convertido en
normalidad frente al resto, convertidos es exótica excepción o barbarie
peligrosa. De esta forma el "norteamericano blanco" se ha autoproclamado
rey de la creación. Así se lo aseguran sus historias, del cómic a la película,
de la comedia televisiva a los videojuegos. Es una "verdad" incontestable".
Al menos lo es pera personas como el asesino de El Paso.
Cada
vez que asistimos a una película norteamericana tardamos poco descubrir en los
criminales un sospechoso acento extranjero, un diferente color de piel,
creencias extrañas. Ha tenido que pasar mucho hasta que las princesas Disney
han podido tomar colores diferentes a los considerados "americanos", incluida Pocahontas.
¿Hay un
El Paso "auténtico"? Puede que no haya una verdad final, pero sí, desde luego, hay muchas diferencias entre las de unos y otros. El problema es
cuando una de ellos es el de un irresponsable presidente de los Estados Unidos
y se aleja demasiado de la realidad próxima, además de cubrirla de un
repugnante maniqueísmo basado en la diferencias de procedencia.
El asesino iba a matar "mejicanos". Es tan sencillo como esto. Sus "mejicanos" son los que ha visto en series, películas, noticias... y cuyas descripciones ha escuchado al presidente, considerándoles criminales y asesinos, violadores o narcotraficantes. Lo ha visto en cientos de representaciones.
Ciertos
medios están tratando de abrir el lado humano de aquellos que han sido
"deshumanizados" por el presidente y demás supremacistas blancos. De
monstruos criminales pasan a ser familias trabajadoras, muchos están regularizados
desde hace mucho tiempo y, con ellos, sus familias, que han nacido allí.
El
supremacismo blanco es algo más que racismo. Es el deseo de una "América
blanca", es un provincianismo inculto y profundamente desconocedor de los
propios ideales fundacionales de los Estados Unidos, de cuya constitución solo
se saben la enmienda sobre la tenencia de armas.
Durante
décadas, ese sentimiento se ha mostrado y reforzado a través de los medios, del
entretenimiento. Ha servido para mofarse o para mostrar la sumisión. Tras casi
cincuenta años de intentar reducir los estereotipos negativos con los que ven
al resto del mundo (siempre seres "extraños" para su
"normalidad"), algunos claman contra la "corrección" como
si fuera un mal tonto y pueril. No lo es. Hay que evitar los excesos que puede
producir, corregirlos con la crítica, pero el verdadero mal es el que muestra
como bárbaros a todos con la excepción propia. Es lo que te lleva a conducir
nueve horas para matar "mejicanos".
Es una pena que el viaje para matar no se hubiera producido antes solo para ver el "auténtico" El Paso, el de las familias trabajadoras ahora castigadas por la violencia. Hoy El Paso es llanto, dolor. Pero el deseo del niño es una invitación para todos, para comprender que hay otras realidades más allá. Hay que cambiar las imágenes predominantes. Los medios tienden a centrarse en los aspectos negativos de determinadas zonas o ciudades. La acumulación de elementos negativos hace creer que esa es la única realidad. Se acaba viviendo de estereotipos negativos. Por eso es importante comprender el valor y los efectos de las informaciones, la necesidad de informar de otra manera más abierta, sobre todo más amplia, menos mono temática. Hay muchas cosas más allá de los "bad hombres" de Trump.
Tratemos de conocer El Paso. Y muchos otros lugares bajo amenaza de descripción única, negativa, prejuciosa. Lo único positivo de esta tragedia es que está enseñando que la ciudad y sus ciudadanos son algo más que lo que les habían contado.
* Vídeo "I wish the killer had known the real El Paso" BBC 10/08/2019 https://www.bbc.com/
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