Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Durante
siglos se ha debatido en la Filosofía el llamado "problema
mente-cuerpo". Se trataba de dar respuestas a lo que nosotros percibíamos
(la palabra es importante) como una dualidad a través de la conciencia, por un
lado, y la experiencia material del cuerpo. "Cuerpo" y
"alma", como entidades diferentes dan lugar a una cultural dualista
que les asigna destinos distintos. El cuerpo lo percibimos y decidimos su
destino; el "alma", en cambio, como entidad obvia por la experiencia
propia (no por la ajena) queda libre para imaginar origen y destino. Es sorprendente
la cantidad de combinaciones culturales que se pueden hacer con solo esta
pareja dual. La historia de las diferentes culturas asigna en cada una de ellas
un valor al cuerpo y otro al alma. ¿Existen las almas antes del cuerpo? ¿Pasan
de un cuerpo a otro? ¿Olvidan las vidas anteriores? ¿Hay almas gemelas que se
encuentran y desencuentran? ¿Son inmortales? El destino del cuerpo es evidente,
pero se le da un sentido diferente, tanto en la vida como en la muerte. No
significa lo mismo un cuerpo en Grecia, que un cuerpo en el Tíbet; no es lo mismo
el panteón funerario, la pira en la que arde, que el "entierro celestial"
tibetano, en el que los monjes descuartizan el cadáver para devolverlo a la
Naturaleza entregándoselo a los buitres.
Cuerpo
y alma —experiencias inmediatas con la materialidad del cuerpo, la conciencia
de habitarlo— dan lugar a esa especulación inicial alrededor de la cual se
organiza la cultura.
La
conversión del "alma" en "actividad cerebral" lo liga al
cuerpo. La mente es algo que emerge de la actividad cerebral, por lo que las
relaciones mente-cuerpo ya no son una forma dual, dos elementos separados. La
mente surge del cuerpo a través del fenómeno de la "consciencia",
algo que apenas estamos empezando a comprender. Las neurociencias y las
ciencias cognitivas han dado un enorme salto abordando la cuestión de una forma
diferente.
El
problema "mente-cuerpo" ha quedado redefinido como
"cuerpo-cuerpo" estableciendo que la consciencia tiene un origen
corporal, que es una propiedad de la materia de cierta complejidad. La mente es
un espejo de la naturaleza en la que se desarrolla un grado mayor menor de autoconsciencia. Somos sensibles al
entorno, como todo lo vivo, pero es específico de lo humano (y de otras pocas
especies) ser conscientes de nosotros mismos. A partir de ahí, se eleva el
colosal edificio de la cultura, en el que damos forma a nuestras mentes
interactuando no solo con el entorno sino a través de la sociabilidad, un
construir conjunto. El lenguaje es el acelerador de los procesos, tanto de los
que permiten la reflexión interna (la conciencia) como la interacción con los
otros (la comunicación, la memoria colectiva, el juego social, etc.)
Desde
esta perspectiva, gracias a las Neurociencias, es posible abordar la cuestión
mente-cuerpo como una cuestión interna. Los grandes avances en cirugía,
"reconectando" el "cableado" han permitido, por ejemplo, restablecer
las conexiones perdidas entre diferentes partes del cuerpo. Es un problema de
"comunicación", de transmisión de información entre dos puntos, el
cerebro y el resto de las partes del cuerpo. No se percibe ya como dos mundos
separados, sino algo que forma una totalidad. Eso es lo que hemos aprendido de
científicos como Antonio Damasio ("El error de Descartes", "Y el
cerebro creó al hombre", "Sentir lo que sucede"...). La
separación del cuerpo y la mente desaparece a través de las emociones,
fundamento de nuestro desarrollo y estar en el mundo. Sentir es el principio,
es la vida. La complejidad del sentir nos define e impulsa hacia una
consciencia también más compleja, más rica. Las emociones son esenciales en
nuestra vida —en el principio está el sentir—, no son un obstáculo, como
pretendía el "hombre racional" clásico. Conocer es conocer
emocionalmente.
Al
redefinirse el problema mente-cuerpo como una cuestión de transmisión de
información, se ha desarrollado toda una mecánica informativa que permite
abordar desde una perspectiva diferente lo que había sido la forma tradicional,
que concebía el cuerpo como un títere y la mente como un titiritero (a veces en
manos del titiritero mayor, la divinidad). La metáfora ahora es otra. Nuestro
cuerpo es un complejo sistema de información en constante interacción con el
entorno. Esa información sirve para mejorar las condiciones y actuaciones del
sistema. Muchos de estos procesos son automáticos, es decir, sin que sean
conscientes, sin que intervenga la consciencia. Otros son llevados a cabo con
la intervención del control consciente, si bien siempre en contacto con el
cuerpo del que no se puede prescindir, aunque se nos muestre invisible en las
decisiones. El debate sobre la libertad de la consciencia, si es real o solo
una apariencia y que somos manejados por nuestros deseos profundos, es una
cuestión abierta. No es una novedad, ya que el problema del "libre
albedrío" se enfocaba anteriormente desde la perspectiva coherente con el
planteamiento del "alma", es decir, desde la teología. ¿Fue Judas
libre o un instrumento divino?, se preguntaban filósofos y teólogos (términos equivalentes
durante muchos siglos).
Los
nuevos retos plantean nuevas preguntas y las preguntas nuevos desafíos. Una vez
que hemos comprendido en forma satisfactoria una serie de problemas
relacionados con esa interacción, se abren nuevas. En su sección "Future", la BBC se
pregunta: "Will we ever control the world with our minds?". Estamos
de lleno en otro espacio de reflexión nuevo, derivado del problema
"mente-cuerpo", que hoy podemos redefinir como "problema mente-máquina".
Gracias a las Neurociencias, a la Cibernética, a la Teoría de
la Información, a la Sistémica, estamos uniendo nuestro cuerpo a las máquinas.
No hay día en que no tengamos noticias de los implantes que nos permiten conectar
el cuerpo a máquinas. Muchas personas tienen hoy prótesis que les permiten
hacer llegar las órdenes de sus cerebros a los miembros artificiales, a sillas
de ruedas y diversos tipos de dispositivos. Gracias a la comprensión de los
flujos de información que recorren nuestro cuerpo hemos podido crear conexiones
con máquinas convirtiendo el problema en una cuestión de conexión de dos
partes, la biológica y la artificial. Se trata de conseguir que el flujo vaya
de un lugar a otro. Hacia el miembro como acción u orden y del miembro hacia el
cerebro como respuesta sensible. No nos basta con actuar, queremos sentirnos en
contacto con el mundo. Hoy, por ejemplo se desarrollan pieles artificiales
sensibles a la presión o al calor. Nanotubos llevan las "sensaciones"
del tacto al cerebro.
Pero los nuevos objetivos tienen que ser más ambiciosos.
Hasta el momento se ha tratado de conectar piezas al cuerpo para que se
conviertan en prolongación de este. Ahora se va más allá, al ideal de la
conexión directa de la mente a la/s máquina/s sin elementos de mediación:
The goal of the Next-Generation Nonsurgical
Neurotechnology (N3) programme launched earlier this year is to remove the need
for electrodes, cables and brain surgery.
Al Emondi, who manages the programme, has given
scientists from six of the USA’s leading research institutes the task of
developing a piece of hardware capable of reading your thoughts from the
outside of your head and small enough to be embedded into a baseball cap or
headrest. In an approach that has been compared to telepathy – or the creation
of “a true brain-computer interface”, according to Emondi – the device has to
be bi-directional, able to transmit information back to the brain in a form
that the brain will understand.
Emondi has given the scientists only four years
to take the new technology from the laboratory to the point it can be tested on
humans. Even Elon Musk’s plan for an Upgrade-style brain–computer interface,
Neuralink, still requires risky surgery to embed the chip in the brain, even if
it does replace cables with a form of wireless communication.
“The ability to really change the world doesn't
happen often in a career,” says Emondi. “If we can build a neural interface
that’s not invasive, we will have opened up the door to a whole new ecosystem
that doesn’t exist right now.”*
A los problemas tecnológicos se suman los éticos, con
enormes desafíos. La investigación que puede plantear problemas éticos se suele
comenzar por algún tipo de beneficio sobre la salud, una "buena
obra", que es la forma en que es más fácilmente aceptable por la sociedad,
pero pronto vemos que la investigación se incorpora a otro tipo de campos, de
la industria a los usos militares. El temor a las protestas o recelos camufla
mucha investigación en estos campos como "humanitaria" para resultar
posteriormente aplicada a otros fines. Las grandes compañías y estados saben
cómo vender lo beneficioso de sus
investigaciones, luego no vemos muchos beneficiados en determinados campos.
Muchas lo son, pero hay que tener cuidado con el control del conocimiento.
Tiene efectos sobre la sociedad misma, sobre todos. No es lo mismo controlar un
miembro artificial que controlar otro tipo de dispositivos exteriores, no
pertenecientes al propio cuerpo. Igualmente, tampoco lo es dar algún tipo de
ventaja a las personas por encima de lo que ya tienen, una especie de dopaje
cibernético.
El artículo de la BBC se cierra con advertencias:
The development of powerful brain-computer
interfaces may even help humans survive the hypothetical technological
singularity, when artificial intelligence surpasses human intelligence and is
able to self-replicate itself. Humans could use technology to upgrade
themselves to compete with these new rivals, or even merge with an AI,
something Elon Musk has made explicit in his sales pitch for Neuralink.
“Our artificial intelligence systems are
getting better and better,” says [Michael] Wolmetz. “And there is a question of
at what point humans become the weakest link in the systems that we use. In
order to be able to keep up with the pace of innovation in artificial
intelligence and machine learning, we may very well need to directly interface
with these systems.”*
Un futuro de máquinas que sean mejores que nosotros en
determinados aspectos no tiene nada de
extraño. La función de las máquinas, desde la más sencilla, es ir más allá de
lo que nosotros podemos hacer. Pero las máquinas inteligentes, un futuro que
comenzó hace ya setenta años implican unos desafíos nuevos. Hasta ahora siempre
hemos sido nosotros los que decidíamos que hacían las máquinas. Ahora estamos
trabajando en sentido contrario, dándoles una autonomía que no sabemos cómo
puede resultar. Es, sin duda, peligroso y, en un sentido irresponsable. El
concepto de responsabilidad es esencial en la construcción de nuestras
culturas. Es una palabra que esconde muchos niveles que tienen que ver con
nuestra responsabilidad sobre lo que hacemos.
Cada vez somos más conscientes de nuestras decisiones erróneas en muchos campos. Descubrimos que hemos hecho algo mal o descubrimos cosas que antes no vimos. Esto debería enseñarnos a ser más cuidadosos, sobre todo cuando las decisiones que tomamos afectan globalmente y con intensidad notable, a veces ,sin vuelta atrás. El efecto de los cambios introducidos ligados a la revolución industrial están siendo comprobados ahora, puede que demasiado tarde. El crecimiento sin cesar puede ser bueno para la economía, lo que no significa que lo sea para el planeta y, hoy por hoy, es lo que tenemos.
La pregunta sobre si no estaremos siendo el eslabón más
débil en la cadena es pertinente. La aceleración competitiva hace que muchas
decisiones se tomen antes de ver los efectos o evaluándolos defectuosamente. La
pregunta no es solo "¿podemos hacerlo?", sino "¿qué consecuencias
puede tener, cómo nos va a afectar?"
Estamos, en efecto, en el umbral de una nueva civilización que puede que, debido a la velocidad acelerada del tiempo, sea la más efímera. Casi todas se basaban en la idea de los ciclos, que era lo que daba seguridad, el eterno retorno. Nuesta cultura el lineal y basada en el cambio constante, en la no repetición. No puede ser sostenible mucho tiempo. Aprendamos.
* Mark
Piesing "Will we ever control the world with our minds?" BBC
15/08/2019
http://www.bbc.com/future/story/20190814-will-we-ever-control-the-world-with-our-minds
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