viernes, 16 de agosto de 2019

El comentarista airado

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Creo que hay gente que lee las noticias solo para realizar comentarios sobre ellas. Su única finalidad parece ser gastar ingenio y mala baba a la vista de lo que leemos. 
Puede que lo que vemos hoy en las redes sea la evolución tecnológica de aquellos antiguos comentaristas de casinos y plazas, de cafés y bancos del parque. Se explicaba hace años la existencia de los "líderes de opinión", personas informadas que actuaban como difusoras de la información en sociedades poco letradas. Se intentaba explicar con ellos cómo la información fluye en el entorno social más allá de los que acceden directamente al medio. 
Mucho de lo que vemos hoy parte de ese principio de expansión. Es lo que se hace cuando se retuitea, se pone un enlace a la página de una información en nuestra página de Facebook o mandamos un enlace a un amigo.
Todos tenemos amigos que están constantemente enviando vídeos, artículos, etc. que toman de las redes. Los hacen llegar a sus círculos de amistades y comparten aquello que les parece interesante. 
El caso de los comentaristas airados es completamente distinto. Su función no es llamar la atención sobre un texto determinado, sino atraerla sobre ellos mismos. Hay un deseo narcisista de llamar la atención. Esto hace que se produzcan muchas veces (por no decir siempre) choques de egos de alta intensidad verbal. 


En la Era de Internet no existe lo que los lingüistas llaman la "cortesía verbal", es decir, todos aquellos recursos que utilizamos en el lenguaje habitual para evitar el conflicto o que el receptor se sienta ofendido. Los ponemos en marcha en las conversaciones para que todo ruede suavemente, dentro de los límites de la cortesía. 
Todas las lenguas del mundo tienen este tipo de mecanismos; otra cosa es que haya gente que voluntaria o involuntariamente los ignoren o no les importen. También están los que disfrutan de ese anonimato que la red les da para saltarlos y desahogar su ego sobre los demás.

Cuando todavía era posible tener una concepción romántica y libertaria de las redes, en los periodos anteriores a los noventa, una de las grandes ventajas que se teorizaban del "nuevo mundo" virtual creado, era la liberación de las ataduras (clase, sexo, etnia, edad...) que nos definen en el mundo real. La identidad virtual era algo que el participante podía escoger y dar lugar a un "personaje" a través del que vivir sin las ataduras del mundo real. 
Con algo así se juega en la película "Ready Player One", basada en la novela de Ernest Cline, que fue best-seller de The New York Times en 2011 y llevada al cine por Steven Spielberg en 2018. En el mundo virtual, cada uno de los personajes ha asumido una personalidad propia, alterando todo lo que les apetecía.
El anonimato en la red permite muchas cosas, buenas y malas, dejando ver tras una fachada irónicamente la personalidad real.
El que se contiene en público, en su vida diaria, para desahogarse con agresividad en las redes se aprovecha del anonimato que estas le brindan. Es un viejo tema moral y filosófico. ¿Haríamos cualquier cosa si supiéramos que no seríamos descubiertos? ¿Es el miedo el que no limita? Con el anonimato, queda claro que mucha gente saca lo peor de sí al no haber temor a saber quién es.
Los medios tienen muchas dudas y los profesionales más todavía. Hay algunos que han evitado los comentarios a los textos. Hay profesionales que dicen sentirse abochornados por los comentarios que cuelgan de sus artículos para, al ver las reacciones que suscitan.
La mayor parte de ellos son meros ejercicios  egocéntricos en los que se busca enzarzarse en disputas que sacan de su aburrimiento al que lo hace. Son provocadores natos que buscan atraer la atención llevando la contraria, insultando o riéndose de las personas que participan, de las que se habla en el artículo o del autor o autora del mismo. Es raro que no haya fricción más allá del tercer o cuarto comentario del foro.
La respuesta mediática es ambigua. Saben que, de una forma u otra, esto atrae lectores, aunque sean de este tipo. El pragmatismo se impone y se prefiere la mayor visibilidad del texto aunque sea a costa de los excesos verbales, los insultos, descalificaciones, etc. Algunos medios han incluido moderadores que eliminan, para irritación de los ególatras, los comentarios. Ellos suelen desafiar esa autoridad anónima que se enfrente a su deseo de decir.


El hundir los foros se ha profesionalizado. Son los llamados "trolls" cuya función es arruinar los foros o también provocar polémica. Muchos trabajan para partidos políticos y grupos activistas reventando foros y haciendo comentarios insultantes para quienes escriben.
Se profesionaliza así lo que era la creación de opinión, cuyos roles se han difuminado al crearse los micromedios y dar el poder de emitir o contestar a los que antes solo podían escuchar. Hoy poseemos poderosas herramientas de comunicación desde un simple teléfono móvil. Muchos las aprovechan. El más "ilustre", el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump con sus tuits diarios y sus millones de seguidores. Es el ascenso de los micro medios a las grandes audiencias.
Las fronteras se han borrado entre los medios pequeños y grandes, entre emisores y receptores, entre noticias y fake news, entre identidades reales y avatares.
Hay sociedades vigilantistas que usan las redes como forma de control de las personas. Cualquier cosa que hagan pasa a estar bajo el escrutinio de cientos de miles con derecho a sancionar, a insultar, etc. a quienes hacen lo que a ellos no les gusta. Cuanto más cerrada es una sociedad, más sancionadora se vuelve. La presión sobre los que no siguen las normas se acrecienta.
Aquí hemos visto muchos ejemplos de esto, cuando lo que una persona ha dicho o ha hecho desencadena oleadas de críticas e insultos a través de las redes. También se producen intentos de defensa, pero desgraciadamente la maldad saca más energía y corre más deprisa. La idea de "linchamiento popular" se hace frecuente.


Los casos de acoso a través de las redes igualmente proceden de ese sentimiento de impunidad que da el anonimato. Es en todas partes. Ya desde la escuela se practica a través del acoso. El resto de la vida se ve como "normal", como un divertimento. Lo malo es que tiene muchas consecuencias.
Han hecho desagradable la tarea de escribir a muchos, que se hartan de ser insultados por el simple hecho de escribir. La mayor parte de las veces no es un debate, que se da como "natural" por el hecho de publicar. La desventaja está en quien pone su nombre frente al que actúa desde el anonimato y la mala fe.
Hace falta mucha educación, la creación de una "cortesía verbal". En su momento hubo la "netiquette", pero quedó en el olvido por la llegada masiva a la red. Hoy se echa en falta algo más que moderadores (muchas veces son automatismos). Lo que se echa en falta es quizá más educación, un valor que parece anticuado. De él sale el respeto y la responsabilidad. Pero es difícil que eso se dé cuando precisamente es desde la infancia que se empiezan a realizar estas prácticas.
Hemos entrado en una sociedad virtual, bárbara en muchos sentidos. Hay confusión sobre sus límites y pocos deseos de regulación por temor a perder audiencias. La lectura de muchos foros es un espectáculo muchas veces deprimente, donde sale lo peor. Quizá hemos sido siempre así, pero el temor nos hacía más "prudentes" y "educados". El anonimato nos envalentona y nos hace perder (quizá algunos no las han tenido nunca) las reglas de convivencia, de trato en las redes. No hemos creado un mundo más "libre", sino más "desinhibido", que es muy diferente. Muchos lo confunden.
¿Es posible hablar educadamente? Creo que sí... por gente educada. A la gente educada le importan los demás y es capaz de controlar el lenguaje de sus críticas si no está de acuerdo con ella para evitar que el desacuerdo se convierta en conflicto. El problema son los que van ya pensando en el conflicto, los que lo buscan por su propio ego o porque quieren actuar sobre los demás mediante la creación de violencia verbal. Y no están los tiempos para esto. Como comprobamos, la violencia de los comentarios en los foros o demás espacios de conversación acaba en la calle con muy poco impulso. No son dos mundos; es uno. Los efectos reales lo muestran.
El escrito de hoy ha surgido de la lectura del primer comentario de una sencilla entrevista. Ya el primero daba la nota insultando. Probablemente, ya es feliz; al menos por hoy.



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