Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
llego a imaginarme la tarea de los biógrafos de Donald Trump. Solo con el
análisis de sus informaciones falsas habrá varios tomos. Por el contrario, si
se trata de esquivar, se corre el riesgo de no saber qué decir. Del arte de la
negociación pasaríamos al arte de la insinuación. Creo que nunca se ha
producido un retorcimiento del lenguaje para decir y no decir simultáneamente.
En
apenas unas horas ha conseguido llevarse a la opinión pública y los medios de
sus ataques racistas a las cuatro congresistas norteamericanas a la nueva
polémica sobre el suicidio en la cárcel del millonario acusado de mantener una
red de abuso de menores, pasando por las polémicas de El Paso y Dayton. ¡Apenas
unos días y ha conseguido tapar con sus siguientes escándalos los anteriores!
En la
CNN, Jeremy Diamond titula su artículo "Trump promotes Epstein-Clintons
conspiracy theory, the latest in a pattern of baseless claims spread by
President" para anunciar que el presidente ha cambiado de tercio con la
idea de salir del embrollo en el que se había metido en El Paso. De esta forma,
cuando se ve en aprietos, Trump introduce una nueva polémica. Tenían razón las
congresistas demócratas atacadas por Trump: es una maniobra de distracción.
Todos
los presidentes de todos los países, da igual de cual, usan los medios o tratan
de hacerlo. Pero no creo que haya precedentes de un presidente como Trump. No
hay precedentes de tanto descaro ni de la conversión de los tuits desde la Casa
Blanca en fuente de desinformación e insinuación, como lo ha hecho el actual
inquilino.
Sabedor
de que el que "golpea primero, golpea dos veces", Trump tiene la ventaja
de poder elegir siempre el movimiento arrojando, como el calamar, la tinta de
sus tuits o declaraciones en cualquier lugar. Los medios se han jurado no
dejarse arrastrar, conocedores de sus mañas, pero es imposible. No se puede
ignorar al presidente de los Estados Unidos, aunque sea una máquina de fabricar
noticias falsas e insinuaciones sin fundamento.
En
cuanto que empezaron a salir las viejas fotografías de Jeffrey Epstein con Donald
Trump, se veía venir. Epstein, se dice, presumía mucho de su bien cuidada lista
de amistades poderosas, dinero y política o ambas cosas. Los Clinton estaban
también en la listas, junto a otros, como uno de los príncipes de Gran Bretaña.
La estrategia de Trump fue lanzar contra los demócratas el nombre de los
Clinton en una teoría conspiratoria sobre el suicidio.
Escribe Jeremy Diamond resumiendo algunas otras campañas
difamatorias de Trump a través de su Twitter:
Lawmakers and government officials have called
for inquiries into Epstein's death, but none have gone so far as to even suggest
that political rivals were behind it.
Unlike any other President before him, Trump
has repeatedly promoted evidence-free conspiracy theories and falsehoods
without regard for the consequences of his rhetoric.
Even before he was a candidate for President,
Trump grew his following on the political right by promoting the conspiracy
theory that President Barack Obama was born in Kenya -- and not the United
States -- even after Obama released a birth certificate showing he was born in
the US.
During his campaign for President, Trump spread
a conspiracy theory linking the father of his then-GOP presidential rival Sen.
Ted Cruz to the assassination of President John F. Kennedy. The Cruz campaign
denied it was Rafael Cruz and Cruz, a Texas Republican, responded at the time
by blasting Trump as a pathological liar.
And in the second month of his presidency,
Trump accused Obama without evidence of tapping his phones in Trump Tower
during the 2016 campaign. More than two years later, there is still no evidence
that Trump's phones were wiretapped during the 2016 campaign.
Trump has also repeatedly claimed without
evidence that millions of people voted illegally in the 2016 election; has fed
conspiracy theories about a "deep state" of government officials
working against him; and has also falsely smeared former special counsel Robert
Mueller's investigation as a "witch hunt" and called the
investigation into Russian interference in the 2016 campaign
"treason" -- among many others.**
La lista de Diamond la integran algunas de las más conocidas,
pero podrían recogerse otras muchas, algunas de ellas de gravedad para la
propia reputación de los Estados Unidos.
La carencia de sensatez y su instinto agresivo son las
condiciones que hacen de Trump un peligro para la política norteamericana y
para los propios Estados Unidos, cuyo nivel de credibilidad desciende a la par
que su presidente.
Los seguidores se encuentran pronto dentro de una burbuja
envolvente que les explica la "realidad" según "teorías"
carentes de pruebas, pero llenas de coherencias. Mediante estos relatos, Trump
les distrae de la realidad que provoca y, a la vez, les va sumergiendo en un
universo maniqueo lleno de coherencia. Trump no es un caos.
En su universo, todo es coherente. Los malos son siempre
malos y los males siempre los provocan los mismos. Ellos —es conjunto de
figuras invitadas, de Obama a los Clinton, de la prensa a China, de los mejicanos
a Angela Merkel— son los responsables de todo lo negativo; él., por contra, es
el remedio universal. Trump ofrece sentido, no realidad ni verdad, entes
complejos y desprestigiados.
The Washington Post |
Las preguntas que surgen, al margen del caso en sí, son
sobre las posibilidades de mantener una democracia "sana" en un
contexto de falsedades rápidamente construidas a través de los nuevos medios,
muchísimo más rápidos que los convencionales. A diferencia de la información
seria, que debe ser investigada, las mentiras se improvisan o simplemente se
inventan. El viejo "sin comentarios" con el que muchos salían al paso
en los momentos complicados, se ha sustituido por las riadas de comentarios en
todo momento. Es el efecto de la carencia de filtros mediáticos.
Los nuevos medios, digitales (instantaneidad, velocidad,
extensión, reproducción) y sociales (directos desde la fuente, sin control,
anónimos si interesa) han transformado la forma de hacer política o, mejor
decir, han incorporado a nuevos "políticos" que imponen sus maneras
en un sistema de opinión pública basado en la atención.
Cuando Barack Obama ganó las elecciones, los analistas
explicaron como un gran avance el papel que habían jugado las redes de
comunicación para atraer votantes a su causa. Lo de Trump es distinto. Es un
arma destructiva.
Trump tiene la misma cuenta que pueda tener el Twitter
cualquiera. El poder se lo da la audiencia que consigue, con la que mantiene
una relación intensa, convertido en su fuente de "verdad", en su
desahogo de frustraciones y satisfacción de sus odios acumulados. Lo hace
transmitiendo lo que los demás ya esperan. Se han hecho adictos a esta información
que el presidente les sirve, en la que se plasma mediante insinuaciones sus
deseos de destruir a los personajes a los que desean ver pisoteados. Los
Clinton cumplen esos requisitos en los votantes de Trump. Recordemos los gritos
de "¡enciérrala!" en sus mítines electorales y postelectorales. Trump
canalizó todo el odio hacia ella y el ex presidente. Si Obama era malo, los
Clinton eran peores.
En The Washington Post, Abby Ohlheiser titula "The
dangerous cycle that keeps conspiracy theories in the news — and Trump’s
tweets" en un análisis más intentando comprender el funcionamiento de
Trump, sus argucias para tapar lo suyo y llevar la atención hacia otros
mediante las teorías conspirativas:
Conspiracy theories aren’t fueled by facts; they
are fueled by attention. On Saturday, a baseless conspiracy theory about the
death of Jeffrey Epstein gorged itself on a feast of the stuff, as a viral
hashtag spammed by believers trended on Twitter. In less than a day, a viral
tweet from a conservative Internet personality promoting that hashtag —
#ClintonBodyCount — was retweeted by the president.
This rapid spread on Twitter of an
unsubstantiated claim (one, in this instance, that is in conflict with
information from Trump’s own Justice Department) is not an aberration. It’s
part of a cycle that represents social media platforms working as intended,
showing users the things they are most likely to share and click.
Twitter in particular, as the platform of
choice for many national journalists as well as Trump, has become the perfect
vehicle for conspiracy theories, misinformation and racist screeds to find
massive audiences, as messages grow from a few viral tweets, to a trending
topic, to news coverage, to a tweet from the president’s popular account. The
rapid spread of #ClintonBodyCount indicates that things aren’t really getting
any better.**
En efecto, el futuro no pinta bien. Trump está mostrando un
camino que le funciona (por ahora). La atracción a la política de personas sin escrúpulos,
interesadas tan solo en el poder, está transformando nuestros sistemas de forma
negativa. El aumento de las falsedades, de las insinuaciones, de la
agresividad, etc. no pueden ser un buen sustrato para la convivencia o el bien
común, palabras de las que los expertos en comunicación política se ríen por lo
bajo. Sin embargo, deberían ser las bases políticas en los sistemas
democráticos. Hay que recuperarlas y abandonar la lucha marrullera del golpe bajo continuo.
Trump está enseñando que cuando algo pinta mal, basta con
echar pequeños ríos de tinta, los que caben en un tuit, que no son muchos pero
que, por ahora, le valen.
De nuevo algunos analistas recomiendan a los medios no
seguirle el juego. No es sencillo. Es un problema que se planteó desde el
principio de su mandato, qué hacer con sus mentiras e insinuaciones. Mientras se piensa en una solución, el tejido social norteamericano sigue enfermo salpicado por esa tinta que el presidente esparce o da la señal de hacerlo a sus sicarios informativos.
La tinta del calamar tiene dos funciones, nublar la vista de su perseguidor e impulsarle en dirección contraria alejándose del peligro. Son los dos objetivos de Trump. Pero puede que en alguna de estas quede atrapado.
* Jeremy
Diamond "Trump promotes Epstein-Clintons conspiracy theory, the latest in
a pattern of baseless claims spread by President" CNN 11/08/2019
https://edition.cnn.com/2019/08/11/politics/jeffrey-epstein-trump-conspiracy-theory-clintons/index.html
** Abby
Ohlheiser "The dangerous cycle that keeps conspiracy theories in the news
— and Trump’s tweets" The Washington Post 11/08/2019
https://www.washingtonpost.com/technology/2019/08/11/dangerous-cycle-that-keeps-conspiracy-theories-news-trumps-tweets/
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