Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Preocupante
reportaje del diario El País sobre el acoso escolar, con el título "Cuando
el acoso escolar te hace dejar de estudiar". El caso de una muchacha que
sufre acoso desde hace siete años y que finalmente abandona los estudios tras
pasar por cuatro institutos, nos muestra que algo falla tanto en las
instituciones (inoperantes, tienden a tapar los casos, etc.) como en la
sociedad, que es donde reside la capacidad de resolver el problema. Es
indudable que fallan ambas.
Al
final del artículo hay un recuadro con información complementaria. Allí resalta
una frase que se pone en boca de la Policía Nacional y la Municipal de Madrid: “Los
móviles han cambiado todo”. Es una verdad cuyas múltiples aristas preferimos no
explorar. La del ciberacoso es una. Es una consecuencia de la idea de McLuhan
de la "aldea global". Lo global es la parte física, pero la idea de
"aldea" es la que nos da la idea de la interacción humana, la idea
psicológica del comportamiento. Nos quedamos con lo global, pero no sabemos
cómo gestionar la ruptura del anonimato que el principio de la
"aldea" establece. Lo que vivimos hoy es el equivalente a las
personas que se marchaban de sus pueblos pequeños porque les hacían la vida
imposible. El problema actual, como demuestran los cuatro cambios de
institutos, es que sigues perseguida, el pueblo va contigo.
El
mismo móvil que te permite estar en contacto con tu familia a miles de
kilómetros, es el que permite que tus acosadores estén junto a ti estés donde
estés. Puedes hacerle la vida imposible a distancia.
Con un
móvil, puedes sufrir el escarnio de tus compañeros. Una simple grabación subida
a ese monstruo llamado redes sociales basta para que te hundan la vida. Cualquier
persona que esté junto a ti puede estar grabando lo que dices o haces.
Cualquiera puede hacerlo.
La
queja de la Policía es que los móviles están junto a nosotros desde edad muy
temprana. Es cierto. Pero eso solo es parte del problema. La maldad no es el
móvil; es la persona con su forma de actuación. Quiere hacer daño y el móvil es
la herramienta.
Nos
hemos convertido es una sociedad mirona. Todo pasa por la mirada, otra
característica aldeana. El "Jeff" aburrido de La ventana indiscreta, la
película de Alfred Hitchcock, podía mirar desde la oscuridad de su habitación
la vida de los otros. Pero carecía de la capacidad, como decimos ahora, de
convertirla en "viral". El móvil, en cambio, es un dispositivo capaz
de registrar y transmitir, de convertir algo en espectáculo en segundos. Y ese algo es tu vida.
Más
allá de las imágenes, los móviles permiten articularse como grupos. Pueden
realizar acciones conjuntas contra personas, produciendo ataques masivos de
mensajes o usar su fuerza centrífuga para llegar a más personas y aumentar así
la sensación del acoso. La necesidad psicológica de estar conectado a tus grupos a través del móvil se mezcla con el miedo a abrirlo por temor a ser atacada. Basta con ver a los grupos de adolescentes con los teléfonos para saber qué papel juega en sus vidas.
Nos
cuentan los miles de charlas contra el acoso dadas por la Policía en los colegios
e institutos. Supongo que es necesario, pero también ofrece un marco morboso
que lo hace más atractivo para algunos, pues se trata de un reconocimiento del
poder que tienes.
Los casos
de suicidios no son bromas. Hablamos de los colegios, pero en el mundo de los
adultos funciona también. Forma parte de un comportamiento humano y no se pasa
con la edad, por lo que es previsible que aquel al que le ha funcionado antes
considere hacerlo después.
El gran
amigo del acoso es el miedo a que te lo hagan a ti. La mejor forma de de
cortarlo es la reacción de quienes lo reciben a través de los teléfonos,
denunciarlo o, mejor, enfrentarse a los acosadores. Pero muy pocos se atreverán
a hacerlo a la vista de los resultados. Corren el riesgo de que la corriente se
dirija contra ellos, pasar a ser víctimas. Saben de su fuerza
destructiva y hay que tener mucho valor para jugársela. Es más fácil ser mero receptor y seguir la gracia a los acosadores.
Por
dentro todos piensan lo mismo: que no me toque.
*
"Cuando el acoso escolar te hace dejar de estudiar" El País 7/07/2019
https://elpais.com/sociedad/2019/07/07/actualidad/1562516513_480279.html
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