jueves, 4 de julio de 2019

Los antivacunas o la inteligencia también es nuestra

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las noticias sobre los anti vacunas nunca dejan de sorprenderte. Pensamos que las cosas son obvias, pero cada día se duda más y peor. Hay una duda crítica positiva, pero como ya señaló Popper, la duda debe ser para mejorar, no para cubrir las estupideces o los prejuicios. Es decir, la duda debe servirnos para avanzar con solidez y no para el inmovilismo o, peor, para retroceder. Los antivacunas y similares retroceden en el tiempo y llevan a situaciones de peligro.
El diario El País no trae una noticia con aires de fábula, la del hijo que ha esperado a tener dieciocho años para ir a un centro sanitario y vacunarse sin necesitar ya el permiso de sus padres. Los antivacunas, además, se apropian del derecho a la salud de sus hijos retorciendo —es su especialidad— el deber de protección. Para ellos los hijos son una propiedad cedida por Dios para su cuidado y protección, algo que para ellos se traduce en evitar que se vacunen.
Como necesitaban una excusa se recurre a un bulo: las vacunas producen autismo. Pero el fondo de la cuestión es otro, una pelea épica que existe en sus mentes: los avances científicos son cosa del diablo, ya que Dios cuida de nosotros y si nos vamos de este mundo es por su santa voluntad. ¿Quiénes somos nosotros para contradecir sus deseos?, dicen. El autismo es una excusa.
En otros lugares se evitaban las vacunaciones en nombre de que servían para hacer bases de datos de ADN para localizar a los terroristas o que inoculaban enfermedades para conseguir doblegar a los rebeldes luchadores. Pero también los que dicen estas cosas son enemigos de la Ciencia, algo muy molesto para los dioses y sus seguidores, partidarios del orden natural y del deseo divino.
Me viene a la memoria la historia del diputado salafista del parlamento del recientemente fallecido Mohamed Morsi en Egipto. Se presentó con la cara vendada diciendo que había sido asaltado y golpeado. La verdad era que se había hecho una operación de cirugía estética para arreglarse la nariz. Su piadoso cirujano no quiso contribuir a la mentira y dijo la verdad. El caso es que como las narices, por muy grandes que sean, nos las pone Dios, el corregir sus designios nasales se entendía como un desacato, como una muestra de desobediencia e ingratitud. Por supuesto, el salafista tuvo que abandonar aquel parlamento mayoritariamente islamista. Tuvo que disfrutar de su nueva nariz lejos de sus compañeros, que no se lo perdonaron.
La lucha contra las vacunas es un problema mucho más serio pero el fundamento viene a ser el mismo:

"Los líderes espirituales que ordenan no vacunarse con pretextos como que ya tenemos un sistema inmunitario que nos ha dado Dios lo hacen como justificación para ocultar su propia ignorancia. Yo llevo años preparándome para ser pastor y les diré a mis feligreses que tienen que llevar una vida plena física y mentalmente", explica [Ethan] Lindenberger al otro lado del teléfono momentos antes de participar en un panel sobre inmunización en Naciones Unidas el pasado viernes. Su nombre acaparó titulares cuando se hizo viral un texto en una red social en el que explicaba por qué había llegado a la conclusión de que su madre estaba equivocada. Tanto, que llegó a intervenir en la comisión de salud del Senado de Estados Unidos. "Solo en un día acumulé más de 6.000 comentarios, fue muy loco. Esto surgió de forma espontánea, pero seguiré con esta tarea hasta que sea necesario", detalla. Lindenberger asegura que mantiene buena relación con sus padres.*


La madre de Ethan Linderberger estaba equivocada, sí, y su equivocación podía haber causado la muerte de su hijo y la de muchos más, pues no se trata aquí de una nariz, como en el caso del salafista, sino de contagiarse y contagiar a otros.
La lucha contra las vacunas es la lucha contra la Ciencia. Los motivos son evidentes. Es un conflicto de autoridad y afecta a todas las religiones que tienen una visión acabada del mundo. Unas saben adaptarse, otras luchan contra ellas. La cuestión es el grado de dogmatismo y literalidad que se aplique a las creencias.
La cuestión central es que se quiere presentan el sentido autocrítico de la Ciencia, su capacidad de superarse y de no darse por cerrado el conocimiento, como una debilidad frente a la afirmación dogmática de lo que se considera revelado.
Frente al sentido crítico de la Ciencia y su demostración experimental, solo le enfrenta una indignación por la duda ante el dogma. Es entonces cuando empieza a levantarse el dedo hacia el cielo y se amenaza con el castigo a los incrédulos. Los hombres rebeldes ante Dios y su verdad necesitan ser reconducidos hacia la verdad revelada.


Lo peligroso de todo esto es cuando compromete la vida de personas que usan el mismo sentido de autoridad divina como autoridad paterna sobre los hijos en cuestiones peligrosas, como es el caso de las vacunaciones. Comienza entonces el desafío.
Es cierto que los líderes ocultan su propia ignorancia, como señala Linderberger, pero también es cierto que esa ignorancia es la fuente del poder. No se manifiesta como tal ignorancia, sino como un orgulloso conocimiento superior. Ellos tienen la verdad y si mueres por seguirles no es por ignorantes, sino porque Dios lo quiere. Esta afirmación no puede ser refutada porque sencillamente es indemostrable. Si mueres de viruela, dirán que ha sido Dios quien lo ha querido, lo mismo que si te caes a un pozo o te arrolla un tren. De esta forma la "verdad" que poseen se mantiene incólume y el poder de quien la manipula también.
Es su Conjeturas y refutaciones, Karl Popper explicó el papel de lo que llamó "doctrina de la verdad manifiesta". Lo expresó así: 
    
Por doctrina de la verdad manifiesta entiendo, como se recordará, la concepción optimista de que la verdad, cuando se la coloca desnuda ante nosotros, es siempre reconocible como verdad. Si no se revela por sí misma, sólo es necesario develar, esa verdad, o descubrirla. Una vez hecho esto, no se requiere mayor discusión. Tenemos ojos para ver la verdad, y la «luz natural» de la razón para iluminarla.
Esa doctrina está en el centro mismo de la enseñanza de Descartes y de Bacon. Descartes basaba su epistemología optimista en la importante teoría de la veracitas dei. Lo que vemos clara y distintamente que es verdadero debe serlo realmente; pues, de lo contrario, Dios nos engañaría. Así, la veracidad de Dios hace manifiesta a la verdad. [V]



Y un poco más adelante expresó en el texto de su conferencia:

Pero la teoría de que la verdad es manifiesta no sólo engendra fanáticos —hombres poseídos por la convicción de que todos aquellos que no ven la verdad manifiesta deben de estar poseídos por el demonio—, sino que también conduce, aunque quizás menos directamente que una epistemología pesimista, al autoritarismo. Esto se debe, simplemente, a que la verdad no es manifiesta, por lo general. La verdad presuntamente manifiesta, por lo tanto, necesita de manera constante, no sólo interpretación y afirmación, sino también re-interpretación y re-afirmación. Se requiere una autoridad que proclame y establezca, casi día a día, cuál va a ser la verdad manifiesta, y puede llegar a hacerlo arbitraria y cínicamente. Así muchos epistemólogos desengañados abandonarán su propio optimismo anterior y construirán una resplandeciente teoría autoritaria sobre la base de una epistemología pesimista. Creo que el más grande de los epistemólogos, Platón, ejemplifica esta trágica evolución. [VI]


Popper trataba de superar las ideas tanto de optimismo como de pesimismo del conocimiento e intentó enseñar a navegar por las modestas aguas humanas del error y de la forma de intentar librarnos de él. Pero como seres falibles, debemos aspirar a ser conscientes que eso está en nuestra naturaleza y debemos vivir con ello. Debemos, además tratar de liberarnos de esos intentos de fundamentar la verdad en esa idea circular sobre la verdad manifiesta porque nos deja en manos de los que consideran que todo está ya previsto y dicho.
La idea de que ponerse una vacuna es una ofensa a Dios porque ya nos dio un sistema inmunológico y, por ello, intentar librarse de las enfermedades es una ofensa es una clara forma de mantener un autoritarismo cerrado, basado en la administración de esa verdad inamovible. Para estas doctrina (y para otras) cualquier mejora es ofensa y olvidan (porque quieren hacerlo), que la inteligencia se nos dio para algo. Pero no en vano, los problemas proceden del árbol del conocimiento, el del bien y del mal.
También Prometo desafió a los dioses para entregar el fuego, con el que iba la tecnología, a los seres humanos. Por ello fue castigado. Eso está presente hasta en el "moderno Prometeo", es decir en el Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Cuando el ser humano pretende desafiar a Dios venciendo a la muerte, llega el castigo. Y es fácil interpretar como castigo divino casi todos los males humanos. Pero el peor de los males humanos es la estupidez, el no aprovechar el conocimiento para mejorar nuestras vidas. Los que ven en ello un desafío quedan en evidencia pues lo que pierden es su propia capacidad de manipular a través de una verdad que administrar y usan para mantener el control.
La ignorancia es siempre peligrosa. En algunos campos, como la salud, muy peligrosa. Cuanto más irracional es nuestro comportamiento, más necesita justificarse en los prejuicios y en la "autoridad" exterior, que se ve reforzada. Con cada persona que no se vacuna, aumenta el poder de los que manipulan —por una causa o por otra— mediante estas doctrinas. Es la creencia irracional la que les da poder. Y si la irracionalidad es enorme, su poder también lo es, pues han sido capaces de sacrificar a sus hijos por lo que ellos creen. Siempre les quedará Abraham. Es interesante que casi todos los medios destaquen en sus titulares la idea de "rebelión ante sus padres". Adquiere así el caso resonancias míticas y nos muestra la importancia que se le concede a la autoridad familiar y los comportamientos que se esperan de cada rol.  Las autoridades se establecen sobre esa jerarquía que va de la cuna al cielo.
Ethan Linderberger ha tenido que cumplir 18 años para poder entrar, guiado por su intelecto, en un centro de salud en donde ha sido vacunado. Puesto que dice haber elegido la carrera de pastor, ya nos ha dicho que les dirá a sus feligreses que se vacunen. Debemos sobreentender que es a eso a lo que se refiere cuando habla de una "vida plena física e intelectualmente". No bendecirá sus enfermedades ni sus estupideces.



* "La rebelión viral del hijo de dos antivacunas" El País 3/07/2019 https://elpais.com/elpais/2019/07/01/planeta_futuro/1561987159_176331.html
Karl Popper (1963) "Sobre las fuentes del conocimiento y la ignorancia" (1960), en Conjeturas y refutaciones. Trad. Nestor Míguez.

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