Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
tres cánticos —"¡construye el muro!, "¡enciérrala!" y "¡mándala
a su casa!"— coreados en el mitin de Donald Trump sigue haciendo estragos
en la mentalidad norteamericana. Lo que era un ejercicio propagandístico de
reafirmación de los ataques de Trump contra las cuatro congresistas demócratas
se está volviendo contra el presidente al mostrar el espectáculo dantesco y
grotesco de unos Estados Unidos convertidos en una auto caricatura, insuperable
por los artistas y cómicos que intentan dan cuenta de lo que es el reinado de
Trump. El espectáculo ha sacudido las conciencias de mucha gente. Como una
salsa que se estuviera concentrando al calor del fuego, lo que Trump ofrece es
cada vez peor, tanto por la propia imagen como por la huida de los que temen
verse arrastrados por ella y condenados a una estigmatización arrastrados por
un líder que no tiene nada que perder y que puede aliarse con el diablo mismo o
llevar al mundo al borde de un conflicto por sus propios cálculos.
La CNN
publicó ayer un artículo de la especialista en el peculiar cristianismo norteamericano,
Diana Butler Bass, autora de 10 obras sobre la materia. El artículo comienza con
la confesión del impacto de las imágenes que señalamos anteriormente: «Shock is not the right word when I heard the crowd at a Trump rally
chanting "send her back." There has been so much shock
recently that it is hard to know what to call it anymore.»*
El
artículo lleva el título "The God of Love had a really bad week" y
hace referencia a los dos diferentes dioses en los que se divide hoy el
cristianismo norteamericano, el "dios del Amor" y un dios muy
diferente: blanco, patriarcal, autoritario y excluyente. La autora señala: «I do not feel shock. I feel grief. I do not recognize
this Christianity, even if the faces in the crowd were familiar.»* Butler Bass recuerda algo que
dice haber explicado ya en otros artículos: el distanciamiento de su propio
hermano tras los incidentes de Charlottesville, los que incluyeron una marcha
supremacista blanca y acabaron con la muerte de una joven que se manifestaba en
contra. Aquel episodio dejó en evidencia a Donald Trump que uso la "equidistancia"
para evitar condenar el incidente. Nada de extrañar en un presidente al que
apoyan expresamente el Klan, los grupos supremacistas blancos y los
ultranacionalistas.
En
varios artículos hemos mencionado la importancia que tiene dentro de la
mentalidad norteamericana el considerarse como una nueva "tierra
prometida". La mezcla de nacionalismo y cristianismo de corte evangelista
hace ver que esa América fue prometida a los blancos por un Dios blanco, ese
dios que ha olvidado el "amor" y la igualdad a manos de sus viejos y
nuevos seguidores. La "promesa" se ve amenazada por la
"ocupación" por parte de personas a las que se les niega la acogida,
incumpliendo el sueño fundacional, el de la libertad a los que son perseguidos
en sus lugares. No es otro el "sueño americano" original y su promesa
de un espacio de libertad e igualdad.
El
componente religioso es esencial en la cultura norteamericana a lo largo de su
historia y ha formado parte de esa división que Diana Butler Bass ve ahora presente
entre su hermano y ella. Son dos mundos irreconciliables: "Same Bible, Two
Gods".
La
situación se ha vuelto conflictiva llevando a una importante división social (o
familiar, como vemos). La idea de esas dos interpretaciones de la misma Biblia
es la que representa la división política. Igualdad frente a discriminación;
acogimiento frente a deportación, son ideas que ya percibía George Lakoff
cuando describía la mentalidad asistencial
demócrata frente al vigilantismo
republicano. Esta vez han sido las
comunidades cristianas las que han creado la base para Trump en una maniobra
perfectamente gestada en el tiempo, bien calculada, que no ha tenido miedo de
jugar con el elemento religioso.
Señala
la autora en su artículo:
Not all
Christians support Donald Trump. The president remains wildly unpopular among
Christians who are persons of color. A majority of white Christians continue to
approve of him. Of white Christians, according to Pew, evangelical support for
Trump hovers around 70%; white mainline Christians are split with 48% approval;
and around 44% of white Roman Catholics support him.
These
numbers demonstrate the strength of white Christian base, but they also suggest
something else: America's white churches are roiled by political division.
Although pro-Trump evangelicals are a solid majority, the divides in other
white Christian groups are fairly even. Many white Christians are struggling
with fractured families and frayed friendships. White clergy friends have
reported to me that angry congregants have intimidated them after preaching a
political sermon with threats to rescind donations or to have them fired. A
recurring feature of progressive Christian Twitter has become white people
bemoaning the fact that their relatives and friends have turned away from
Jesus' command to love one's neighbor.
White
Christianity right now is a dumpster of discord; internecine warfare has not
been this bad since the 1920s when controversy ripped American churches apart
on whether human beings evolved from monkeys.
In the
last three years, Donald Trump has replaced Charles Darwin as
troublemaker-in-chief in many white American churches. Scholars have offered
sound theories as to the cause of this sharp divide, especially around issues
of race and gender. There are excellent books on how white supremacy shaped
American Christianity; and equally solid work regarding misogyny in churches,
particularly around abortion politics. The media publishes stories about
Christian Democrats pushing back against Trump with liberal renderings of faith
and politics.*
Hay
suficientes elementos preocupantes en esos tres párrafos en los que la
descripción de la situación, desde las estadísticas hasta los efectos sobre las
comunidades, para comprender que el futuro es complejo.
Quizá
algunos recuerden una de las primeras afirmaciones de Trump tras su llegada a
la Casa Blanca hablando de "él, Dios y el pueblo" como una trinidad
que dejaba fuera a todos los que no "creyeran" en él, que
automáticamente dejaban de ser parte del "pueblo". Es un
planteamiento profundamente anti igualitario y, por ello, peligroso, ya que como
estamos viendo puede decidir quién es norteamericano y quién no, como acabamos
de ver en el caso de las cuatro congresistas, "acusadas" de no ser
"americanas", por lo que deben volver a sus "agujeros de
mierda", a "sus horribles lugares".
La
observación de los efectos de la transformación política de las iglesias
cristianas es certera ya que van a ser quienes refuercen en la base la presión
para que Trump se mantenga al frente del país.
La
fuerza de la religión se vuelve negacionista. Ese dios patriarcal y blanco
niega la igualdad racial, la igualdad de género, la ciencia; es aislacionista y
beligerante, iracundo y armamentista.
No es descabellada la comparación que propone Butler Bass sobre la división con el
momento, en los años 20, del llamado "el juicio del mono", la
negación del evolucionismo darwinista. La fractura es la misma y se resuelve
negando todo aquello que debilita lo confianza religiosa y convirtiendo a los
otros en representantes del pecado.
Cuando
se nos dice que las comunidades presionan sobre los pastores amenazando con
cortarles el suministro económico de las donaciones o en despedirles cuando
predican la igualdad o el principio del amor, vemos que la forma en que se ha orientado
el movimiento pro Trump es desde la base, aprovechando la fuerza de las comunidades
y mediante un sistema de células vigilantes en la base. Esto va más allá del
partido republicano, que ya se vio desbordado por Trump en las primarias.
La elección como objeto de ataques de la congresista demócrata Ilhan Omar, musulmana, nacida en Somalia, le sirve para canalizar todo ese odio que se acumula en la base. Es lo que intentó en su momento contra Obama, al negar su nacionalidad norteamericana y señalando que era musulmán. No es vedad, pero es lo que los suyos quieren oír. Se trata de eso, de lo que queremos escuchar. ¿Recuerdan Elmer Gantry?
No deja
de ser irónico que el "nuevo mesías" de la ultraderecha nacionalista,
supremacista y religiosa, armamentista sea un mujeriego, amoral y manipulador. Se necesitaba un
histriónico, narcisista y mentiroso, sin principios, solo con ambiciones y un
implacable afán de poder. Por ahora da lo que le piden. Son malos tiempos, dice Diana Butler Bass, para el "Dios del amor". Y tiene razón.
* Diana
Butler Bass "The God of Love had a really bad week" CNN 20/07/2019
https://edition.cnn.com/2019/07/20/opinions/god-of-love-had-a-really-bad-week-bass/index.html
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