jueves, 11 de julio de 2019

La risa ausente

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La CNN nos ofrece un interesante reportaje al margen de las cuestiones del día a día. Su título es "Why so serious? The reason we rarely see smiles in art history" y lo firma Julia Wolkoff. El artículo se publica previamente en la plataforma Artsy, ala que se describe como "the global platform for discovering and collecting art".
Como su título anticipa, la cuestión planteada es la risa o, si se prefiere, su ausencia en los retratos del mundo occidental. Nuestros recorridos por los museos nos muestran su ausencia. "Walking down those grand halls among hundreds of years of masterpieces, there's rarely a face smiling out at you", nos dicen desde el inicio del reportaje tratando de explicar esta ausencia en nuestras pinacotecas.
No deja de ser cierto y son muchas las explicaciones posibles, una más plausibles que otras. Por ejemplo, no me resulta muy convincente la cuestión del posado o de las deficiencias dentales, muy frecuentes a lo largo de la historia. Creo que es un poco ingenuo pensar que posar tanto tiempo como requerían los cuadros implicaba una sonrisa constante. En cuanto al estado dental, no sería la primera vez que el retrato "mejora" al original.


Creo que las explicaciones de que hoy nos hacemos selfies con una sonrisa en segundos mientras que había que estar semanas o meses sonriendo son demasiado simples y mecanicistas. El retrato no funciona como una fotografía que luego colgaremos en las redes sociales. Hay risas espontáneas y risas de pose, de "pa-ta-ta". Pero creo que eso no tenía nada que ver con los cuadros en el mundo antiguo.
La risa ha tenido mala prensa en nuestra cultura. Reírse entonces no es lo mismo que reírse ahora. La risa tenía mucho de incontinencia y poco de la gravedad que se exigía desde el punto de vista de la persona honorable. La expresión "mantener la compostura" expresa en parte. En su sexta acepción del DRAE, leemos "Modestia, mesura y circunspección". Dentro del conjunto de la presencia, la expresión de rostro era una parte más que debía ajustarse al conjunto. Por su lado, esa "circunspección" es definida en el DRAE como "Seriedad y reserva de una persona al hablar o actuar, para comportarse comedidamente". Todos los elementos de la decencia, la honorabilidad, etc. nos llevan a la "seriedad". Reírse era mala señal. Como expresión, la risa era considera poco noble.
Los retratos nos mostraban a los nobles serios y las risas populares porque, por definición, el pueblo no era "noble", era "vulgar". La risa es entonces una forma de vulgaridad, es decir, de comportarse como el "vulgo". Nuestra lengua da cuenta de esa separación feudal que considera positiva la "nobleza de carácter" y condena la "vulgaridad".
La risa es un factor esencial en el pueblo, como bien nos mostró Mijaíl Bajtín a través de la idea de lo "carnavalesco". Ya en el inicio de su obra sobre la Edad Media y François Rabelais, Bajtín señala la incapacidad anterior de entender el fenómeno de la risa popular. Escribe Bajtín lo que será desarrollado a lo largo de su obra:

El mundo infinito de las formas y manifestaciones de la risa se oponía a la cultura oficial, al tono serio, religioso y feudal de la época. Dentro de su diversidad, estas formas y manifestaciones —las fiestas públicas carnavalescas, los ritos y cultos cómicos, los bufones y «bobos», gigantes, enanos y monstruos, payasos de diversos estilos y categorías, la literatura paródica, vasta y multiforme, etc., poseen una unidad de estilo y constituyen partes y zonas únicas e indivisibles de la cultura cómica popular, principalmente de la cultura carnavalesca. (M. Bajtín. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento)

Y señala inmediatamente:

Las múltiples manifestaciones de esta cultura pueden subdividirse en tres grandes categorías:
1) Formas y rituales del espectáculo (festejos carnavalescos, obras cómicas representadas en las plazas públicas, etc.);
2) Obras cómicas verbales (incluso las parodias) de diversa naturaleza: orales y escritas, en latín o en lengua vulgar;
3) Diversas formas y tipos del vocabulario familiar y grosero (insultos, juramentos, lemas populares, etc.).
Estas tres categorías, que reflejan en su heterogeneidad un mismo aspecto cómico del mundo, están estrechamente interrelacionadas y se combinan entre sí.


La gran transformación la cultura occidental se produce precisamente al liberar la risa. Reírse es un acto popular y revolucionario si se produce frente a la autoridad. El carnaval es la forma de controlar la explosión revolucionaria de la risa, redirigiéndola hacia unos objetos que no destruyan el mundo de la seriedad. La risa se regula para controlar sus efectos. Bajtín rastreó a lo largo de su obra el origen de esta forma revolucionaria, desde las sátiras antiguas a las novelas contemporáneas en las que la risa era formas de crítica.
Los cuadros que nos mostraban la seriedad nos mostraban también el orden social. Desde la máxima seriedad del poder hasta las risas del populacho. Los que estaban en lo más bajo de la escala podían mostrar las risas, que se tomaba como "falta de compostura".
Recordemos que en El nombre de la Rosa, la novela de Umberto Eco, todo gira sobre una conspiración para ocultar un supuestamente libros sobre la risa escrito por Aristóteles y que debe mantenerse oculto para evitar el deterioro de la autoridad.


La risa fue una eficaz arma revolucionaria en manos de autores como Voltaire, que hicieron de ella una respuesta que debilitaba a sus enemigos. Nada hay más destructivo que reírse de algo o de alguien. Lo inhabilita para representar la gravedad que el poder quiere mantener. Por eso casi nadie sobrevive al ridículo, a la risa de los demás, que puede convertirse en un auténtico tormento para la persona.
Los mecanismos para provocar la risa pueden ser de enorme agresividad y llegar a destruir a la personas. Pueden dejarlo fuera socialmente, como ocurre en los casos de acoso, en lo que se recurre con frecuencia a construir esos muros de risas alrededor de la persona acosada. Todos conocemos probablemente a personas que usan esas estrategias de aislamiento consistentes en hacer que se rían de alguien. Son verdaderamente crueles. Ese dedo que apunta y se acompaña de la risa es terrible.
Nuestra cultura occidental tiene un concepto muy diferente de la risa en ciertos aspectos. Tiene mucho que ver con esa "sencillez", antes negativa, y que hoy —en un mundo democrático e igualitario, al menos sobre el papel— se valora como positiva. Reírse junto a otros implica compartir, establecer una "comunidad" de la risa.
Hay también una cierta exhibición de la risa como forma saludable. La persona que ríe o sonríe, aparentemente, se encuentra bien. Es algo que en una sociedad tan observadora como la nuestra, por decirlo así, se valora como despreocupación.
La seriedad de los viejos retratos no se puede mantener hoy en nuestras fotografías en donde se nos anima a sonreír como norma. "Una sonrisita", decían los fotógrafos para captar ese momento de la risa.
La risa es un fenómeno humano. Henri Bergson es lo primero que señaló en su célebre estudio. Nos reímos de lo humano, aunque sea en los animales. Señaló como una de sus características más relevantes precisamente ese carácter compartido de la risa:

Diríase que la risa necesita de un eco. Escuchadlo bien: no es un sonido articulado, neto, definitivo; es algo que querría prolongarse y repercutir progresivamente; algo que rompe en un estallido y va retumbando como el trueno en la montaña. Y, sin embargo, esta repercusión no puede llegar a lo infinito. Camina dentro de un círculo, todo lo amplio que se quiera, pero no por ello menos cerrado. Nuestra risa es siempre la risa de un grupo. (H. Bergson. La risa)


A veces nos reímos solos, es cierto, pero ello no anula el sentido grupal de la risa, que busca extenderse o delimitar en ocasiones un interior y un exterior, dejando a unos fuera y a otros dentro. Hablamos de risa contagiosa. Primero nos reímos porque los otros se ríen; luego preguntamos de qué se ríen. Es esa comunidad de la risa que nos hace sentirnos bien, nos relaja y hasta es saludable, según nos dicen hoy los expertos.
Los cuadros antiguos eludían la risa porque la temían de alguna forma. La cultura de la seriedad era la de un tipo de autoridad, como bien estudio Bajtín. Hoy vivimos en un mundo en el que la risa tiene un valor sin que por ello se haya reducido su potencial revolucionario o antiautoritario. La estrategia de presentar al otro de forma risible se sigue empleando. Las viñetas de los caricaturistas políticos tratan de convertir en risa la crítica.
Ningún presidente de los Estados Unidos ha generado tantas reacciones de cómicos como Donald Trump. Sus biógrafos deberán estudiar los programas, puro género carnavalesco, de sus imitadores. Es un ejemplo que nos muestra esa tensión existente entre la autoridad y la risa. De nada nos reímos más a gusto que de los que representan esa pompa ridícula. Como ya lo era antaño, es nuestra forma de compensar nuestra situación ante la autoridad.


Por todas partes tenemos ofrecimientos para que riamos. En ocasiones son profesionales; en otras, simplemente nos reímos por la ocasión. El mundo ha apostado por la comedia, la sátira, por la risa. Las autoridades tratan de sonreír, aunque solo sea por recomendación de sus asesores de imagen. Los médicos nos lo recomiendan. Tenemos canales enteros dedicados a intentar mantenernos riendo durante veinticuatro horas, lo que puede llegar a ser excesivo, por lo que se agradecen los anuncios. La gente tiene sus cómicos favoritos, incluso.
Culturalmente, hemos pasado de la seriedad a la risa, del autoritarismo a la tolerancia., Por eso el primer signo de intolerancia suele caer en los cómicos. Aquí hemos hablado de algunos de ellos en países que se han vuelto autoritarios y no admiten ninguna broma con el poder. Te empiezas riendo de un chiste del presidente y acabas asaltando el palacio presidencial. La risa tiende a ser conflictiva.
Puede que en el futuro, al igual que hoy nos preguntamos por qué no se reían antes, se pregunten por qué nos reímos tanto hoy. Quizá el mundo no desaparezca, como decía T.S. Eliot, con un bostezo, sino con una carcajada.


* "Why so serious? The reason we rarely see smiles in art history" CNN /Artsy 10/07/2019 https://edition.cnn.com/style/article/artsy-smiles-art-history/index.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.