Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Donald
Trump es el centro; sobre él giran todos los comentarios, positivos y
negativos. Esto últimos son cada vez más concluyentes, mientras que los de
apoyo van quedando como más pintorescos, lo que hace manifestarse en este
sentido a aquellos que buscan algún tipo de notoriedad. Muchos se preguntan por
los efectos de las decisiones de Trump en política doméstica, mientras que
otros se centran en sus terremotos exteriores.
Las
políticas sobre inmigración, cambio climático, las sanidad pública, la política
energética, las guerras comerciales con la fijación de aranceles, las
injerencias rusas, los líos de Oriente Medio, Corea del Norte, la OTAN, etc.
Todas estas cosas se han visto sacudidas por su presencia en la Casa Blanca.
Pero hay otra cosa que Donald Trump ha hecho y de la que se habla menos. Me
refiero a su efecto sobre la percepción global de lo político.
Donald Trump
es un político anti político. Ha llegado a la Casa Blanca marcando las
distancias con el "sistema". Su argumento principal era "los
políticos han fallado", responsabilizando con especial virulencia a Barack
Obama, con el que posee una fijación obsesiva. Representaba los extremos opuestos
a Hillary Clinton: mujer, profesional de la política, miembro destacado de la
administración Obama y demócrata. Las simpatías de Clinton no eran excesivas y
Trump lo aprovechó.
Pudiera
sorprender que el cargo de mayor poder y complejidad haya ido a parar a una
persona que carece de experiencia política. Ha habido otros empresarios que han
intentado el camino de la Casa Blanca, pero había tenido experiencia política
como senadores o como gobernadores de algún estado. Trump carecía de ella y lo
usó como un argumento, para lo que tenía que atacar a los políticos con más
virulencia. La inexperiencia la convirtió en garantía de compromiso.
La
política de Trump se ha basado en restringir el papel de los medios mediante
dos fórmulas exitosas: a) llevar su propia comunicación directa a través esencialmente
de Twitter; y 2) restringir las comparecencias directas, usando un medio afín, en
este caso, la Fox News. Las demás intervenciones mediáticas se suelen saldar
con errores y falsedades que se suele ver obligado a, sin pudor alguno,
desmentir él mismo acusando a los demás de no entenderle. Puede echarle la
culpa a un traductor, como ha ocurrido hace apenas unos días y quedarse tan
tranquilo.
Trump
sabe que un escándalo tapa otro escándalo. Cuando se le va de las manos los
temas, organiza otro escándalo con nuevas declaraciones en esos mítines en los
que se rodea de sus fieles y desahoga sus iras con los que le presionan en la
semana: congresistas y senadores, periodistas, medios contrarios, políticos extranjeros,
etc. Mientras los medios analizan qué es verdad y qué mentira, Trump ya está
preparando otra andanada contra los enemigos fijos y circunstanciales.
Trump
tiene capacidad de producir titulares y la astucia de provocarlos en el sentido
que le interesa. Crece con las agresiones ya que juega con blancas. Siempre
llegará más lejos que sus rivales —por la falta de inhibiciones— y eso es otra
ventaja de no ser político profesional. Cada discurso es una batalla sin
cálculos hacia el futuro, lo que hace que sus rivales se vuelvan locos
intentado conocer sus planes, que son simplemente inexistentes, basados en el
día a día, organizados frente a unas cuantas líneas básicas, casi siempre negativas.
Es como
si usted estuviera jugando a un juego, mientras que su rival cambia de juego
(del póquer a la brisca) sin que usted se dé cuenta hasta que es demasiado
tarde y ha vuelto a cambiar de juego. Trump lanza carnaza al estanque para que
los peces acudan al punto. Y siempre lo hacen porque es la inercia de la
comunicación política. Hay que sudar para robar el protagonismo a quien toma
las decisiones, a quien puede poner todo patas arriba con solo unas
declaraciones. Trump ha dado espectáculo hasta en el discurso a los Boy Scouts.
No desaprovecha ocasión. El tiempo juega a su favor, mientras la Historia lo
hace en su contra, acumulando excentricidades y megalomanía. Incapaz de decir
cosas profundas, Trump expele trivialidades escandalosas, provocaciones sin
límite, amenazas constantes, acusaciones sin fundamento.
No
tiene reparo en lanzar bulos infames que pueden ser repetidos por otros o
repetir los que otros lanzan en continua retroalimentación. A la vuelta del
fracasado encuentro con Putin, Carlson Tucker, uno de los presentadores de la
Fox News más beligerantes, recuperó el argumento de que quien interfiere realmente
en las elecciones norteamericanas es ¡México! Recogía así las insinuaciones, de
las que nadie ha encontrado una sola prueba, de que millones de inmigrantes
ilegales habrían votado en favor de Hillary Clinton impidiendo que Trump
lograra una enorme victoria. Recordemos que Trump perdió en número total de
votos por cerca de tres millones de papeletas. Tucker vuelve a hacer suyo ese argumento en favor de Trump:
es peor México que Rusia. De esta forma, los votantes de Trump se sienten
reconfortados y vuelven al reino de las sombras y ficciones en el que se
encuentran más cómodos y reconfortados.
Si
Donald Trump ha modificado los límites de hasta dónde puede llegar un político
con sus embustes descarados, ha arrastrado a los medios hasta llevarles a un
nivel de implicación nunca visto. Lo que muchos temían —que Trump requiriera un
estado de campaña permanente para reforzar a sus votantes— se ha vuelto cierto
para los medios. Pese a que en Helsinki ha logrado una condena prácticamente generalizada,
los medios afectos ya están tratando —como Tucker— de tapar los errores con
nuevas provocaciones.
No sé
cuánto tiempo estará Trump en la Casa Blanca; esperemos que sea poco. Pero lo
peor es el deterioro de la imagen de la política en sí y de los políticos.
Tendrán que llegar unos políticos capaces de devolver a los norteamericanos el
sentido de la realidad.
No es
un fenómeno único. El modelo ha cambiado allí donde puede cambiar. El sistema
político está íntimamente ligado al mediático, ya sea como propaganda
(autoritario) o como opinión pública (democrático). Trump es una señal para el
mundo, que le rechaza de forma sistemática con algunas interesadas excepciones.
Los que han aplaudido a Trump son líderes autoritarios que ven en sus desaires
constantes el refrendo de sus propios malos modos y falta de principios
democráticos. Lo ocurrido en Reino Unido ha sido más que elocuente. Le han
recibido, porque no tenía más remedio, ajustando el protocolo al máximo, un té
en palacio. No puede esperar cosas mejores por donde vaya.
El
encuentro con Putin —tras el realizado con el líder de Corea del Norte— marca
un ecuador en las pretensiones de espectáculo de Trump. No es fácil ya
encontrarle un nuevo episodio para mantener el interés. Ha empantanado lo que había que empantanar.
Necesita un nuevo conflicto con el que mantener las expectativas. El conflicto es su unidad de acción. Es la mezcla entre la provocación y la acción. A ello ayuda su incontinencia verbal y su ausencia de tacto o diplomacia, que el presenta como valores de "autenticidad" frente a la doblez de los profesionales. Pero es pose, un estilo de acción que quiere aparentar no ser política. Pero lo es, sin duda. Mala política y sobre todo destructiva porque le ha funcionado. Sus votantes siguen queriendo espectáculo y eso preocupa a los políticos demócratas que todavía no saben cómo enfrentarse al huidizo Trump.
Hay malos políticos y malos no políticos. Trump es pésimo, por más que él lo vea como un éxito. Su capacidad infinita de liar las cosas, de confundir o mentir con el mayor desparpajo, no se puede considerar "política", sino la conexión con electorado que tiene una imagen distorsionada del papel de su propio país en el mundo .Toda esa prepotencia le es jaleada, aplaudida por los que consideran que los Estados Unidos son una víctima de un mundo que les parasita. No creo que sea esa la realidad. La respuesta de Trump es que los políticos anteriores traicionaron a los Estados Unidos negociando mal todo Él es el maestro de la negociación, un "no político", que lo va a enderezar todo.
Veremos, tras el patinazo de Helsinki, pronto por dónde sale ahora.
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