Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Uno de
los aportes foucaultianos es el análisis del control de los discursos que las
instituciones del poder ejercen para mantener el poder. Regular los discursos
lleva a la construcción de un tipo de "verdad" que es impuesta y aceptada
mediante distintos tipos de mecanismos de sanción y potenciación según los
casos. Se eliminan los que contradicen la verdad oficial mientras que se
refuerzan aquellos que la fijan socialmente. La crítica desaparece y el
silencio acaba siendo el fondo sobre el que resuena una única voz, una única
verdad de la que dudar acaba siendo un acto solitario.
En este
aniversario del 30 de junio egipcio —que del que ayer vimos cómo se establecía
una versión triunfal y única— surgen las voces cuya función es la instauración /
confirmación del orden. Entre ellas está, lógicamente, la voz de la que todos
se hacen eco, la voz de la presidencia.
El
estatal Ahram Online recoge las palabras del discurso del presidente al-Sisi en
el que se concentran las líneas que definen esa verdad oficial, indiscutible, que señala los éxitos y los retos del
régimen, que explica el pasado y abre el futuro. La reinterpretación del
pasado, que veíamos ayer, es sustancial en este tipo de discursos que
constituyen las interpretaciones canónicas. Marcan los hechos y su inserción en
un constructo discursivo que se ofrece como "historia". Ese
constructo funciona mediante la selección de los hechos y su valoración,
positiva o negativa, construyendo los sujetos históricos (el
"pueblo", el "ejército", la "presidencia", los
"hermanos", "Occidente", los "conspiradores", etc.)
y sus papeles (salvación, traición, sufrimiento, heroísmo, etc.)
Con sus
palabras quedan fijados los límites interpretativos de los acontecimientos.
Igualmente se establecen silencios. Aquellos aspectos que no aparecen reflejados
en su discurso, simplemente dejan de existir al no ser reproducidos por los
medios, cuya función ya no es crítica, sino propagandística.
Una voz
necesaria, la voz suprema, es la del presidente. En ella se canoniza la
interpretación de la historia y se establece como discurso aceptado y
repetible. Así nos resumen los principales puntos desde Ahram Online:
Egypt’s President Abdel-Fattah El-Sisi said in
a televised speech on Saturday that 30 June was a remarkable day in Egypt's
history and that "Egyptians must be proud of the achievements made."
In his speech marking the fifth anniversary of
the mass protests that led to the ouster of Mohamed Morsi, El-Sisi said that
the country has been able to confront challenges and counter terrorism.
“Egypt celebrates the fifth anniversary of the
revolution of 30 June 2013, when the
great Egyptian people spoke with a loud and audible voice, making the world bow
with respect to their will, which changed the course of the region from the
path of evil, exclusion and terrorism to peace, security, and development,” he
said.
El-Sisi said that the will of Egyptians is what
“stopped the wave of extremism and division that was sweeping the region, which
some thought had prevailed.”
Terrorism, the economy
The president said that the absence of security
and political stability, the spread of terrorism and armed violence, and the
collapse of the economy were the main challenges produced by the “turbulent
years that Egypt and the region have experienced since 2011.”
“Every Egyptian should be proud of what Egypt
has accomplished in confronting these three challenges in a timely manner, and
we have almost achieved miracles,” he said.
Speaking about security and stability, El-Sisi
said that many reforms had took place to rebuild the national executive,
judiciary and legislative institutions.
“We have succeeded in curbing terrorism,
stopping its spread despite the considerable external support that terrorist
groups receive in funding and political support,” said El-Sisi.
In terms of economic conditions, he said that
“Egypt's foreign exchange reserves in June 2013 were less than $15 billion
only, and the economic growth rate at the time was about 2 percent, which is
less than the rate of population increase, which means that the size of the
Egyptian economy was not growing.”
El-Sisi said that currently Egypt's foreign
exchange reserves had risen $44 billion, the highest level in Egypt's history,
and the GDP has risen from 2 percent to 5 percent.
“We aim to continue this rapid growth in the
next few years to reach 7 percent.”*
Los primeros párrafos definen al héroe colectivo, el "gran
pueblo egipcio", que se levantó para protestar masivamente contra el
gobierno de Mohamed Morsi, el villano. Quien reparte los papeles es
evidentemente quien dice el discurso. Toda la primera parte es una declaración
de obediencia al pueblo por parte de al-Sisi. La voz del pueblo sonó "alta
y clara", se nos dice, y él escuchó el mandato, que es la parte implícita.
Como representante del Ejército, se limitó a cumplir el mandato del pueblo, la
autoridad suprema.
Esta conexión "ejército-pueblo" es esencial en la
construcción retórica del discurso. Es algo más que una figura retórica. En
Egipto se ha detenido a gente por intentar "separar al pueblo y al
Ejército", como se hizo con algún candidato presidencial, al que se le
responsabilizaba de intentar destruir esa unión. Las críticas al Ejército (o a
la Policía) son inadmisibles porque abundan en la separación, forma de
debilitar al país. Se crea así una lógica que blinda las críticas.
Cuando en el parlamento, alguien planteó la revisión de las
cuentas del presupuesto militar, la respuesta airada del presidente de la
cámara fue que nadie ofende a los que ofrecen gloriosamente a Egipto, dando su
vida, revisando sus presupuestos. De esta forma se instaura una mística militar
que la distancia de la crítica y que se acerca solo al canto militarista como
forma de nacionalismo. "El Ejército y el pueblo, una sola mano", dice
el cántico.
Es el "deseo de los egipcios" lo que motivó el
"no-coup", se insiste en la primera parte, por lo que el papel de
Policía y Ejército es el de servidor del pueblo. Eso parece eximir de responsabilidades
en las acciones posteriores. Esas acciones incluyen la represión, ya que los
villanos se oponen a la voluntad del pueblo y deben ser eliminados.
La segunda parte del artículo Ahram Online con las palabras
del presidente al-Sisi se centran en las dos líneas que el propio medio señala:
seguridad y economía. La primera es la que conecta con la protección anteriormente
señalada del Ejército. Es la línea justificadora de las acciones policiales y
militares. Las fuerzas de seguridad velan por la tranquilidad del pueblo frente
a sus enemigos interiores y exteriores. Son figuras paternales que ofrecen
amparo y cuyas vidas están dedicadas al sacrificio por el pueblo, entidad que
asciende al punto más alto de la devoción hacia lo humano. La grandiosidad de
la defensa es por la grandiosidad del objetivo, el pueblo, un caso único en la
historia de la Humanidad. La insistencia en la unicidad del pueblo egipcio no es más que una forma retórica de
justificar su protección. Sus enemigos son milenarios; envidiosos y rastreros.
El Ejército cumple su papel y misión histórica de defensa.
En Mada Masr se incluye un análisis de la intensificación de
la intervención del Estado y sus afines del sector privado en la producción de
series durante el Ramadán. Mohamed al-Aswany realiza un completo estudio de
cómo se ha ido reduciendo el espectro crítico en las series, que habían
caracterizado el periodo anterior, tras la entrada de los ministerios del
Interior y Defensa en la producción de series dramáticas junto con la entrada
de capital controlado por los progubernamentales.
Señala al-Aswany en el artículo, titulado "A season of
morality and police uniforms" Mada Masr, publicado el 24 de mayo pasado:
Egypt’s media scene has become crowded with
bodies that directly or indirectly censor the production of TV series,
including sovereign state entities represented by the Interior Ministry, in
addition to the Supreme Media Regulatory Council, artistic syndicates, the
owners of satellite channels in Egypt and Saudi Arabia, and the Censorship
Board itself, which is, comparatively speaking, the most flexible censorship
body that deals with drama productions. There is also occasional interference
from religious authorities, represented by Al-Azhar. As such, it is not
entirely surprising that most of the series this year revolve around police and
military officers, and that the phrase “you son of a dog” is now considered too
offensive for mainstream TV.
The police officer,
or: Ramadan TV’s answer to superman
One of the outcomes of encroaching state
control was the release of Kalabsh (Cuffs, 2017–2018), which was the first
television series to be produced under the patronage of the Interior Ministry.
The show’s screenplay was inspired by the Drama Committee’s instructions to
spotlight the heroics of the Egyptian police through the story of an officer
who fights corruption, hunts terrorists and aids citizens. The protagonist was
to do all this, while simultaneously being a victim of injustice, perpetrated
by human rights activists and through social media platforms. There were
several other state-requested tropes in the series, among them the Armed Forces
conscript who provides for his family, but is martyred in the conflict in
Sinai.
Last year also saw the return of series about
the General Intelligence Service, such as Al-Zeibaq
(Mercury) and Al-Gamaa 2 (The Brotherhood 2).
It was expected that this type of series would make an appearance this season
too, however, it was announced that the second part of Mercury, and Al-So’oud ila al-Haweya (The Ascent to Hell), an adaptation of a book by Saleh Morsi based
on General Intelligence Service files, and Al-Daher, which follows a military
officer who falls in love with a Jewish girl during the Nasser era, were all
postponed.
Despite these cancellations, Cuffs was by no means the only series
aired this year in line with the state’s vision. In fact, many shows this
Ramadan were nothing but reproductions of Cuffs,
in one way or another. Most, at least, feature police officers with the same
characteristics of Selim al-Ansary, Cuffs’
protagonist (played by Amir Karara): muscled, mustachioed men who display
bravery and devotion, never mess up and barely sleep at night because they’re
constantly worried about impending threats to the nation’s security.
We can find this character archetype in Malika, Raheem, Amr Waqea (De Facto), and, of course, Nisr al-Saeed (Eagle of the South). Eagle of
the South is widely considered to be this year’s official state-sponsored
TV series, since the producers, El Adl Group, secured its production rights
with the help of the Egyptian Armed Forces. The casting of series lead Mohamed
Ramadan conflicted with his contractual obligations to the Saudi-owned MBC
channel. Producer Gamal al-Adl contested, however, that the MBC contract was
illegitimate as, due to Ramadan’s mandatory military service, approval from the
Armed Forces was required. The issue escalated to the point where Adl claimed
that the Saudi company would be brought before an Egyptian military court
should it hold Ramadan to his contract.**
Los discursos de las series televisivas se corresponden con
el discurso del presidente sobre la seguridad y en el enaltecimiento de las
fuerzas de seguridad como parte de la protección del país. La progresiva
introducción en el universo de los discursos es cada vez más activo como forma
de configuración de la percepción egipcia de su propia seguridad, siempre amenazada.
En la última Feria del Libro de El Cairo se produjo ya la creación de un stand
de ministerio del Ejército, una forma de inserción dentro del campo de las
publicaciones para ir tomando posiciones discursivas en el conjunto. La
producción de series no es más que una variación del mismo movimiento de acotamiento
del universo total de los discursos. Desde el primero momento, Abdel Fattah
al-Sisi —Jefe de la Inteligencia Militar antes de que Mohamed Morsi le nombrara
su ministro de Defensa— manifestó una especial sensibilidad a los efectos
negativos de los discursos críticos, señalando que forman parte de una nueva
forma de guerra, la de la información. En este sentido, el control de los
medios es cada vez mayor, al igual que las acciones contra los periodistas o
participantes en las redes sociales. No es casual que el gran objetivo contra
Qatar fuera el cierre de Al-Jazeera o de las enormes pataletas del ministerio
de Asuntos Exteriores cuando se ofrece una visión distinta de Egipto de la que
ofrecen los medios oficiales.
El aumento de esos héroes militares y policiales es una
forma de penetrar en el imaginario colectivo a través de las series, los
libros, periódicos, etc. El egipcio medio se tiene que sentir en un punto medio
entre la amenaza y la seguridad. Es un punto en el cual el miedo le debe llevar
a la confianza en sus autoridades. Debe saberse amenazado por un ejército de
villanos, internos y exteriores. Pero también debe sentirse seguro por estar en
manos de sus defensores, los nuevos mártires.
La narrativa anterior a la revolución de enero de 2011 veía
en la Policía a los villanos que vigilaban, detenían y torturaban al pueblo. El
levantamiento se produjo en el Día de la Policía y tras una brutal acción de
represión que inició el movimiento "Todos somos Khaled Saeed". ¡Cómo
han cambiado los tiempos sin cambiar la Policía ni los que estaban y está a su
mando! Se siguen produciendo crímenes como los de Shaimaa al-Sabbagh, asesinada
a sangre fría por un oficial de Policía en plena calle, pero ahora ya no son
mártires los que mueren o desaparecen, sino peligrosos enemigos del Estado. El
caso Giulio Regeni ha dejado en evidencia cómo el aparato de represión policial
sigue en perfecto estado. Lo último: al analizar las cámaras de vigilancia del
metro, como se había exigido por los investigadores italianos, estas están
llenas de huecos, de vacíos.
El ministerio del Interior se niega a considerar la
existencia de la tortura como algo "habitual", pero las muertes se
siguen produciendo en las comisarías, en donde aparecen brutalmente golpeados. Ante
la imposibilidad de negar la brutalidad injustificable en las comisarías en
casos sin conexión con el terrorismo, el ministerio se centra en la negación de
que sea considerada una conducta permitida o constante. Del último caso hace
apenas una semana ("Egypt's interior minister orders investigation into
death of suspect in Cairo police station" Ahram Online 23/06/2018). Pese a los intentos del ministro de perseguir las torturas y muertes en comisarías y cárceles, el fenómeno no se acaba. Nadie cambió la Policía de Mubarak, que no se preocupaba mucho de estas cosas y, además, los jueces acaban revisando las condenas pasado un año y sacándo a la mayorías (caso Shaimaa al-Sabbagh) o poniendo dificcultades (caso Regeni).
Un aspecto destacado del artículo es cómo, entre los
villanos, ya no están solo los "hermanos", sino los "activistas
de derechos humanos", que pasan a formar parte del discurso oficial de
forma negativa. Ellos son los que andan difamando a Egipto, otra de las graves
acusaciones ascendente en el régimen de al-Sisi. Por "difamar a
Egipto" se ha detenido a activistas, periodistas, opositores, etc.
"Difamar a Egipto" es, sencillamente, no seguir la versión oficial,
la única verdad posible. Bajo esta acusación, se pasa a ser un "enemigo
del pueblo", alguien que pasa además a ser corresponsable de las crisis
que ocurran ya que son los que impiden que lleguen ayudas económicas y turistas.
Bajo esta acusación han sido múltiples las detenciones.
Publicar en un medio extranjero ya es sospechoso y puede llegar a ser delito.
Reproducir lo que diga un medio extranjero, puede llevarte igualmente a la
cárcel. Los medios extranjeros, se nos dice una y otra vez, mienten y forman
parte de la conspiración de la Hermandad, una venganza contra el pueblo egipcio
al que se pretende insultar con tantas mentiras.
Con la inserción de estos nuevos "villanos"
mediáticos, los discursos buscan su tipificación. Así podrán ser identificados
claramente en la realidad, denunciados y repudiados. Se crea sí un maniqueísmo
en los discursos, en los que se muestra a los héroes y a los villanos con
nitidez. Su aparición en la realidad debe ser denunciada. Hay que defenderse de
ellos.
El segundo aspecto, la situación económica, es más compleja.
Es difícil presentar como logros del régimen la situación actual de crisis
profunda que se vive y que se trata de calmar con una modalidad discursiva, la
promesa. Todo el sufrimiento caído sobre una sociedad fuertemente castigada en
lo económico por un depreciación brutal de su moneda, recortes en los
subsidios, inflación galopante, etc. se tratan de compensar remitiendo a un
futuro de promisión en donde las acertadas decisiones del gobierno se
traducirán en una especie de paraíso que hará que Egipto crezca al 7%, como se
ha señalado. Sin embargo, los egipcios solo ven subidas de precio, pérdidas de
sus salarios, y recortes en todo lo que
antes tenía subsidiado.
Los préstamos del FMI se han hecho con la exigencia de poner
orden en una economía que nunca lo tuvo, altamente controlada por los militares
y fuertemente condicionada por la corrupción. La gran mayoría del pueblo
egipcio vive y ha vivido en la pobreza y el abandono. La protesta del ministro
de Desarrollo Local, Abu Bakr El-Guindy, (de formación militar) porque los
pobres del país iban a la capital, El Cairo, a molestar, se percibió como una
falta de sensibilidad de alguien que debería luchar por erradicar la pobreza y
no esconderla. Es revelador de la falta de sensibilidad de la clase superior
egipcia ante la pobreza: un estorbo y un mal espectáculo.
Las promesas de un futuro mejor tras las penurias económicas
se encuentran trufadas de mensajes triunfalistas. ¿Cómo se puede vender
"éxito" económico en las situaciones actuales?
Las noticias de la macroeconomía sirven para disfrazar el
desastre social de la economía real, la de la compra (que se encarece) y el
sueldo (que mengua). Por más que Egipto suba el sueldo a los funcionarios del
estado en un intento de controlar el malestar absoluto, no hay dinero como para
cubrirlo.
Las ideas estrafalarias como la de las escuelas japonesas,
cuyas matrículas son prohibitivas, esperan ser inauguradas, después de un año
de retraso, por alguna autoridad que diga en su discurso que el objetivo de
Egipto es ser Japón en un par de años y crecer como China. Se empieza por
vestir a los niños con quimono —como muestran las fotos— y se cambia la cultura
de un pueblo. Mejor harían en enviar al Japón a los ministros, diputados, al
presidente (¿por qué no?), para poder tener dirigentes a la altura de Japón.
Pero no, solo el pueblo es quien debe corregir sus defectos.
El quinto aniversario del 30 de junio abre el segundo
mandato del presidente. Ya no hay margen oficial para más. Solo queda el cambio
de la constitución, para lo que será necesario aleccionar a los egipcios en que
este es el camino a la perfección y, además, que no hay recambio, que como
Mubarak es posible pasarse treinta años en el poder celebrando éxitos mientras
todo se viene abajo.
Seguridad y economía son dos campos con enormes peligros si
se confunde el primero con el autoritarismo represivo y el segundo como algo
separado de las personas que padecen sus efectos. Egipto parece obsesionado con la idea exterior de seguridad como forma de atraer el turismo, auténtico indicador y, sobre todo, ingresos para los que viven directamente de los ingresos que produce. Pero está muy lejos de lograrlo.
* "Sisi
hails 30 June anniversary, cites progress on economy, security" Ahram
Online 1/07/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/305878/Egypt/Politics-/Sisi-hails--June-anniversary,-cites-progress-on-ec.aspx
** "A
season of morality and police uniforms" Mada Masr 24/06/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/06/24/feature/culture/a-season-of-morality-and-police-uniforms/
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