domingo, 1 de julio de 2018

Seguridad y economía tras el 30 de junio egipcio


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Uno de los aportes foucaultianos es el análisis del control de los discursos que las instituciones del poder ejercen para mantener el poder. Regular los discursos lleva a la construcción de un tipo de "verdad" que es impuesta y aceptada mediante distintos tipos de mecanismos de sanción y potenciación según los casos. Se eliminan los que contradicen la verdad oficial mientras que se refuerzan aquellos que la fijan socialmente. La crítica desaparece y el silencio acaba siendo el fondo sobre el que resuena una única voz, una única verdad de la que dudar acaba siendo un acto solitario.
En este aniversario del 30 de junio egipcio —que del que ayer vimos cómo se establecía una versión triunfal y única— surgen las voces cuya función es la instauración / confirmación del orden. Entre ellas está, lógicamente, la voz de la que todos se hacen eco, la voz de la presidencia.
El estatal Ahram Online recoge las palabras del discurso del presidente al-Sisi en el que se concentran las líneas que definen esa verdad oficial, indiscutible, que señala los éxitos y los retos del régimen, que explica el pasado y abre el futuro. La reinterpretación del pasado, que veíamos ayer, es sustancial en este tipo de discursos que constituyen las interpretaciones canónicas. Marcan los hechos y su inserción en un constructo discursivo que se ofrece como "historia". Ese constructo funciona mediante la selección de los hechos y su valoración, positiva o negativa, construyendo los sujetos históricos (el "pueblo", el "ejército", la "presidencia", los "hermanos", "Occidente", los "conspiradores", etc.) y sus papeles (salvación, traición, sufrimiento, heroísmo, etc.)
Con sus palabras quedan fijados los límites interpretativos de los acontecimientos. Igualmente se establecen silencios. Aquellos aspectos que no aparecen reflejados en su discurso, simplemente dejan de existir al no ser reproducidos por los medios, cuya función ya no es crítica, sino propagandística.
Una voz necesaria, la voz suprema, es la del presidente. En ella se canoniza la interpretación de la historia y se establece como discurso aceptado y repetible. Así nos resumen los principales puntos desde Ahram Online:

Egypt’s President Abdel-Fattah El-Sisi said in a televised speech on Saturday that 30 June was a remarkable day in Egypt's history and that "Egyptians must be proud of the achievements made."
In his speech marking the fifth anniversary of the mass protests that led to the ouster of Mohamed Morsi, El-Sisi said that the country has been able to confront challenges and counter terrorism.
“Egypt celebrates the fifth anniversary of the revolution of 30 June  2013, when the great Egyptian people spoke with a loud and audible voice, making the world bow with respect to their will, which changed the course of the region from the path of evil, exclusion and terrorism to peace, security, and development,” he said.
El-Sisi said that the will of Egyptians is what “stopped the wave of extremism and division that was sweeping the region, which some thought had prevailed.”
Terrorism, the economy
The president said that the absence of security and political stability, the spread of terrorism and armed violence, and the collapse of the economy were the main challenges produced by the “turbulent years that Egypt and the region have experienced since 2011.”
“Every Egyptian should be proud of what Egypt has accomplished in confronting these three challenges in a timely manner, and we have almost achieved miracles,” he said.
Speaking about security and stability, El-Sisi said that many reforms had took place to rebuild the national executive, judiciary and legislative institutions.
“We have succeeded in curbing terrorism, stopping its spread despite the considerable external support that terrorist groups receive in funding and political support,” said El-Sisi.
In terms of economic conditions, he said that “Egypt's foreign exchange reserves in June 2013 were less than $15 billion only, and the economic growth rate at the time was about 2 percent, which is less than the rate of population increase, which means that the size of the Egyptian economy was not growing.”
El-Sisi said that currently Egypt's foreign exchange reserves had risen $44 billion, the highest level in Egypt's history, and the GDP has risen from 2 percent to 5 percent.
“We aim to continue this rapid growth in the next few years to reach 7 percent.”*


Los primeros párrafos definen al héroe colectivo, el "gran pueblo egipcio", que se levantó para protestar masivamente contra el gobierno de Mohamed Morsi, el villano. Quien reparte los papeles es evidentemente quien dice el discurso. Toda la primera parte es una declaración de obediencia al pueblo por parte de al-Sisi. La voz del pueblo sonó "alta y clara", se nos dice, y él escuchó el mandato, que es la parte implícita. Como representante del Ejército, se limitó a cumplir el mandato del pueblo, la autoridad suprema.
Esta conexión "ejército-pueblo" es esencial en la construcción retórica del discurso. Es algo más que una figura retórica. En Egipto se ha detenido a gente por intentar "separar al pueblo y al Ejército", como se hizo con algún candidato presidencial, al que se le responsabilizaba de intentar destruir esa unión. Las críticas al Ejército (o a la Policía) son inadmisibles porque abundan en la separación, forma de debilitar al país. Se crea así una lógica que blinda las críticas.
Cuando en el parlamento, alguien planteó la revisión de las cuentas del presupuesto militar, la respuesta airada del presidente de la cámara fue que nadie ofende a los que ofrecen gloriosamente a Egipto, dando su vida, revisando sus presupuestos. De esta forma se instaura una mística militar que la distancia de la crítica y que se acerca solo al canto militarista como forma de nacionalismo. "El Ejército y el pueblo, una sola mano", dice el cántico.
Es el "deseo de los egipcios" lo que motivó el "no-coup", se insiste en la primera parte, por lo que el papel de Policía y Ejército es el de servidor del pueblo. Eso parece eximir de responsabilidades en las acciones posteriores. Esas acciones incluyen la represión, ya que los villanos se oponen a la voluntad del pueblo y deben ser eliminados.
La segunda parte del artículo Ahram Online con las palabras del presidente al-Sisi se centran en las dos líneas que el propio medio señala: seguridad y economía. La primera es la que conecta con la protección anteriormente señalada del Ejército. Es la línea justificadora de las acciones policiales y militares. Las fuerzas de seguridad velan por la tranquilidad del pueblo frente a sus enemigos interiores y exteriores. Son figuras paternales que ofrecen amparo y cuyas vidas están dedicadas al sacrificio por el pueblo, entidad que asciende al punto más alto de la devoción hacia lo humano. La grandiosidad de la defensa es por la grandiosidad del objetivo, el pueblo, un caso único en la historia de la Humanidad. La insistencia en la unicidad del pueblo egipcio no es más que una forma retórica de justificar su protección. Sus enemigos son milenarios; envidiosos y rastreros. El Ejército cumple su papel y misión histórica de defensa.
En Mada Masr se incluye un análisis de la intensificación de la intervención del Estado y sus afines del sector privado en la producción de series durante el Ramadán. Mohamed al-Aswany realiza un completo estudio de cómo se ha ido reduciendo el espectro crítico en las series, que habían caracterizado el periodo anterior, tras la entrada de los ministerios del Interior y Defensa en la producción de series dramáticas junto con la entrada de capital controlado por los progubernamentales.
Señala al-Aswany en el artículo, titulado "A season of morality and police uniforms" Mada Masr, publicado el 24 de mayo pasado:

Egypt’s media scene has become crowded with bodies that directly or indirectly censor the production of TV series, including sovereign state entities represented by the Interior Ministry, in addition to the Supreme Media Regulatory Council, artistic syndicates, the owners of satellite channels in Egypt and Saudi Arabia, and the Censorship Board itself, which is, comparatively speaking, the most flexible censorship body that deals with drama productions. There is also occasional interference from religious authorities, represented by Al-Azhar. As such, it is not entirely surprising that most of the series this year revolve around police and military officers, and that the phrase “you son of a dog” is now considered too offensive for mainstream TV.
The police officer, or: Ramadan TV’s answer to superman
One of the outcomes of encroaching state control was the release of Kalabsh (Cuffs, 2017–2018), which was the first television series to be produced under the patronage of the Interior Ministry. The show’s screenplay was inspired by the Drama Committee’s instructions to spotlight the heroics of the Egyptian police through the story of an officer who fights corruption, hunts terrorists and aids citizens. The protagonist was to do all this, while simultaneously being a victim of injustice, perpetrated by human rights activists and through social media platforms. There were several other state-requested tropes in the series, among them the Armed Forces conscript who provides for his family, but is martyred in the conflict in Sinai.
Last year also saw the return of series about the General Intelligence Service, such as Al-Zeibaq (Mercury) and Al-Gamaa 2 (The Brotherhood 2). It was expected that this type of series would make an appearance this season too, however, it was announced that the second part of Mercury, and Al-So’oud ila al-Haweya (The Ascent to Hell), an adaptation of a book by Saleh Morsi based on General Intelligence Service files, and Al-Daher, which follows a military officer who falls in love with a Jewish girl during the Nasser era, were all postponed.
Despite these cancellations, Cuffs was by no means the only series aired this year in line with the state’s vision. In fact, many shows this Ramadan were nothing but reproductions of Cuffs, in one way or another. Most, at least, feature police officers with the same characteristics of Selim al-Ansary, Cuffs’ protagonist (played by Amir Karara): muscled, mustachioed men who display bravery and devotion, never mess up and barely sleep at night because they’re constantly worried about impending threats to the nation’s security.
We can find this character archetype in Malika, Raheem, Amr Waqea (De Facto), and, of course, Nisr al-Saeed (Eagle of the South). Eagle of the South is widely considered to be this year’s official state-sponsored TV series, since the producers, El Adl Group, secured its production rights with the help of the Egyptian Armed Forces. The casting of series lead Mohamed Ramadan conflicted with his contractual obligations to the Saudi-owned MBC channel. Producer Gamal al-Adl contested, however, that the MBC contract was illegitimate as, due to Ramadan’s mandatory military service, approval from the Armed Forces was required. The issue escalated to the point where Adl claimed that the Saudi company would be brought before an Egyptian military court should it hold Ramadan to his contract.**


Los discursos de las series televisivas se corresponden con el discurso del presidente sobre la seguridad y en el enaltecimiento de las fuerzas de seguridad como parte de la protección del país. La progresiva introducción en el universo de los discursos es cada vez más activo como forma de configuración de la percepción egipcia de su propia seguridad, siempre amenazada. En la última Feria del Libro de El Cairo se produjo ya la creación de un stand de ministerio del Ejército, una forma de inserción dentro del campo de las publicaciones para ir tomando posiciones discursivas en el conjunto. La producción de series no es más que una variación del mismo movimiento de acotamiento del universo total de los discursos. Desde el primero momento, Abdel Fattah al-Sisi —Jefe de la Inteligencia Militar antes de que Mohamed Morsi le nombrara su ministro de Defensa— manifestó una especial sensibilidad a los efectos negativos de los discursos críticos, señalando que forman parte de una nueva forma de guerra, la de la información. En este sentido, el control de los medios es cada vez mayor, al igual que las acciones contra los periodistas o participantes en las redes sociales. No es casual que el gran objetivo contra Qatar fuera el cierre de Al-Jazeera o de las enormes pataletas del ministerio de Asuntos Exteriores cuando se ofrece una visión distinta de Egipto de la que ofrecen los medios oficiales.
El aumento de esos héroes militares y policiales es una forma de penetrar en el imaginario colectivo a través de las series, los libros, periódicos, etc. El egipcio medio se tiene que sentir en un punto medio entre la amenaza y la seguridad. Es un punto en el cual el miedo le debe llevar a la confianza en sus autoridades. Debe saberse amenazado por un ejército de villanos, internos y exteriores. Pero también debe sentirse seguro por estar en manos de sus defensores, los nuevos mártires.

La narrativa anterior a la revolución de enero de 2011 veía en la Policía a los villanos que vigilaban, detenían y torturaban al pueblo. El levantamiento se produjo en el Día de la Policía y tras una brutal acción de represión que inició el movimiento "Todos somos Khaled Saeed". ¡Cómo han cambiado los tiempos sin cambiar la Policía ni los que estaban y está a su mando! Se siguen produciendo crímenes como los de Shaimaa al-Sabbagh, asesinada a sangre fría por un oficial de Policía en plena calle, pero ahora ya no son mártires los que mueren o desaparecen, sino peligrosos enemigos del Estado. El caso Giulio Regeni ha dejado en evidencia cómo el aparato de represión policial sigue en perfecto estado. Lo último: al analizar las cámaras de vigilancia del metro, como se había exigido por los investigadores italianos, estas están llenas de huecos, de vacíos.
El ministerio del Interior se niega a considerar la existencia de la tortura como algo "habitual", pero las muertes se siguen produciendo en las comisarías, en donde aparecen brutalmente golpeados. Ante la imposibilidad de negar la brutalidad injustificable en las comisarías en casos sin conexión con el terrorismo, el ministerio se centra en la negación de que sea considerada una conducta permitida o constante. Del último caso hace apenas una semana ("Egypt's interior minister orders investigation into death of suspect in Cairo police station" Ahram Online 23/06/2018). Pese a los intentos del ministro de perseguir las torturas y muertes en comisarías y cárceles, el fenómeno no se acaba. Nadie cambió la Policía de Mubarak, que no se preocupaba mucho de estas cosas y, además, los jueces acaban revisando las condenas pasado un año y sacándo a la mayorías (caso Shaimaa al-Sabbagh) o poniendo dificcultades (caso Regeni).


Un aspecto destacado del artículo es cómo, entre los villanos, ya no están solo los "hermanos", sino los "activistas de derechos humanos", que pasan a formar parte del discurso oficial de forma negativa. Ellos son los que andan difamando a Egipto, otra de las graves acusaciones ascendente en el régimen de al-Sisi. Por "difamar a Egipto" se ha detenido a activistas, periodistas, opositores, etc. "Difamar a Egipto" es, sencillamente, no seguir la versión oficial, la única verdad posible. Bajo esta acusación, se pasa a ser un "enemigo del pueblo", alguien que pasa además a ser corresponsable de las crisis que ocurran ya que son los que impiden que lleguen ayudas económicas y turistas.
Bajo esta acusación han sido múltiples las detenciones. Publicar en un medio extranjero ya es sospechoso y puede llegar a ser delito. Reproducir lo que diga un medio extranjero, puede llevarte igualmente a la cárcel. Los medios extranjeros, se nos dice una y otra vez, mienten y forman parte de la conspiración de la Hermandad, una venganza contra el pueblo egipcio al que se pretende insultar con tantas mentiras.


Con la inserción de estos nuevos "villanos" mediáticos, los discursos buscan su tipificación. Así podrán ser identificados claramente en la realidad, denunciados y repudiados. Se crea sí un maniqueísmo en los discursos, en los que se muestra a los héroes y a los villanos con nitidez. Su aparición en la realidad debe ser denunciada. Hay que defenderse de ellos.
El segundo aspecto, la situación económica, es más compleja. Es difícil presentar como logros del régimen la situación actual de crisis profunda que se vive y que se trata de calmar con una modalidad discursiva, la promesa. Todo el sufrimiento caído sobre una sociedad fuertemente castigada en lo económico por un depreciación brutal de su moneda, recortes en los subsidios, inflación galopante, etc. se tratan de compensar remitiendo a un futuro de promisión en donde las acertadas decisiones del gobierno se traducirán en una especie de paraíso que hará que Egipto crezca al 7%, como se ha señalado. Sin embargo, los egipcios solo ven subidas de precio, pérdidas de sus salarios,  y recortes en todo lo que antes tenía subsidiado.
Los préstamos del FMI se han hecho con la exigencia de poner orden en una economía que nunca lo tuvo, altamente controlada por los militares y fuertemente condicionada por la corrupción. La gran mayoría del pueblo egipcio vive y ha vivido en la pobreza y el abandono. La protesta del ministro de Desarrollo Local, Abu Bakr El-Guindy, (de formación militar) porque los pobres del país iban a la capital, El Cairo, a molestar, se percibió como una falta de sensibilidad de alguien que debería luchar por erradicar la pobreza y no esconderla. Es revelador de la falta de sensibilidad de la clase superior egipcia ante la pobreza: un estorbo y un mal espectáculo.

Las promesas de un futuro mejor tras las penurias económicas se encuentran trufadas de mensajes triunfalistas. ¿Cómo se puede vender "éxito" económico en las situaciones actuales? 
Las noticias de la macroeconomía sirven para disfrazar el desastre social de la economía real, la de la compra (que se encarece) y el sueldo (que mengua). Por más que Egipto suba el sueldo a los funcionarios del estado en un intento de controlar el malestar absoluto, no hay dinero como para cubrirlo.
Las ideas estrafalarias como la de las escuelas japonesas, cuyas matrículas son prohibitivas, esperan ser inauguradas, después de un año de retraso, por alguna autoridad que diga en su discurso que el objetivo de Egipto es ser Japón en un par de años y crecer como China. Se empieza por vestir a los niños con quimono —como muestran las fotos— y se cambia la cultura de un pueblo. Mejor harían en enviar al Japón a los ministros, diputados, al presidente (¿por qué no?), para poder tener dirigentes a la altura de Japón. Pero no, solo el pueblo es quien debe corregir sus defectos.


El quinto aniversario del 30 de junio abre el segundo mandato del presidente. Ya no hay margen oficial para más. Solo queda el cambio de la constitución, para lo que será necesario aleccionar a los egipcios en que este es el camino a la perfección y, además, que no hay recambio, que como Mubarak es posible pasarse treinta años en el poder celebrando éxitos mientras todo se viene abajo.
Seguridad y economía son dos campos con enormes peligros si se confunde el primero con el autoritarismo represivo y el segundo como algo separado de las personas que padecen sus efectos. Egipto parece obsesionado con la idea exterior de seguridad como forma de atraer el turismo, auténtico indicador y, sobre todo, ingresos para los que viven directamente de los ingresos que produce. Pero está muy lejos de lograrlo.


* "Sisi hails 30 June anniversary, cites progress on economy, security" Ahram Online 1/07/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/305878/Egypt/Politics-/Sisi-hails--June-anniversary,-cites-progress-on-ec.aspx
** "A season of morality and police uniforms" Mada Masr 24/06/2018 https://www.madamasr.com/en/2018/06/24/feature/culture/a-season-of-morality-and-police-uniforms/







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