Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Nos
preguntábamos hace unos días cuál sería el siguiente número de Donald Trump
tras el fracaso político del encuentro con Vladimir Putin, la irritación
británica, el enfado de los socios de la OTAN y demás consecuencias de su gira
por el viejo continente. Era una cuestión de curiosidad.
La
técnica de montar un nuevo espectáculo para alejarse de los fracasos o
conflictos creados por sus intervenciones sigue en marcha y las nuevas
maniobras de distracción o entretenimiento, por decirlo de forma más próxima al
mundo del espectáculo, no han tardado en llegar. Las maniobras le llevan a
dirigir la atención a dos conflictos, uno exterior y otro interior.
El
exterior lo hemos visto con el cruce de amenazas bélicas con Irán. La
irresponsabilidad de Trump se hace manifiesta. Irán no es Corea del Norte, un
régimen altamente teatral, que le ha servido a Trump para mostrar músculo y
arrogancia. Las quejas de los norcoreanos tras la visita de Pompeo han sido
claras: los Estados Unidos de Trump realizan prácticas que entran en el
matonismo. Y lo malo es que es cuestión de imagen. La irresponsabilidad de un
Trump acostumbrado a las fanfarronadas en clave interna a lo largo de su vida
—no ha hecho otra cosa en su vida de alardear de todo lo que tenía, mujeres,
dinero, negocios...— chocan con el mundo de las relaciones exteriores, en el
que lo dicho puede afectar a muchos durante mucho tiempo.
La
obsesión enfermiza de Donald Trump por cambiarlo todo es una forma de
afirmación de que es superior a los que le antecedieron. Se manifestó con la sorprendente
revelación en entrevista televisiva de que "Obama le admiraba" pero
que le daba pudor reconocerlo. Trump quiere pasar a la Historia aunque sea
destruyendo la Historia.
La CNN
acaba de publicar un artículo sobre Trump —otro— esta vez firmado por el
profesor de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs, con el título:
The United States was born in a revolt
against the tyranny of King George III. The Constitution was designed to
prevent tyranny through a system of checks and balances, but in President
Trump's America, those safeguards are failing.
Donald Trump holds the grandiose belief that
only he should rule America. Unchecked by cowed or complicit Republicans in Congress, Trump invokes
executive authority to alter policies and practices long established by law and
treaty.
Days after his summit meeting with Vladimir
Putin, no one knows what the two autocrats agreed to, or even talked about --
not the President's top aides, nor the Pentagon, nor security establishment or
Congress, never mind the rest of us. And in the midst of the ensuing uproar,
Trump has invited Putin to Washington, without telling his top intelligence
official and no doubt most other key aides and officials.
The list of one-man actions grows rapidly. Trump is single-handedly imposing
hundreds of billions of dollars of tariffs -- that is, taxes -- on imported
goods from key US allies and China, without any explicit or implicit
Congressional backing.
Trump abrogated the Iran nuclear deal despite
its unanimous support by the UN Security Council. Trump is in the process of imposing new and
severe sanctions against Iran, including the cutoff of all of Iran's oil
exports, against the international agreement with Iran and with no vote of
Congress, presumably to try to topple the Iranian regime.
Not surprisingly, and perhaps as intended,
Trump's drumbeat of belligerency triggered an ominous warning from Iran, and
now an escalation from Trump, casting the increasingly ominous confrontation
with Iran as yet another one-man Trump show.
Trump used executive authority without
Congressional mandate to impose a travel ban on several Muslim-majority states;
to announce the US withdrawal from the Paris Climate Agreement despite
treaty-bound US obligations under the UN Framework Convention on Climate
Change; and to change the status quo regarding Jerusalem against the will of
the UN Security Council and UN General Assembly. Trump extended the stay of US
troops in Syria without oversight or approval by Congress.
Political scientists are documenting
America's descent toward one-man rule. A recent ranking of democracies around
the world by the Swedish academic think-tank the V-Dem Institute put the US at
the 31st position in 2017, a precipitous fall from 7th place in 2015. According
to the report, "There is clear evidence of autocratization [the movement
towards one-person rule] on several indicators.*
La preocupación
del teórico del gobierno sobre pasar de ser una democracia presidencialista al
gobierno de "un solo hombre", es decir, una tiranía es lógica, más
teniendo en cuenta —como se hace en el párrafo inicial— los propios orígenes de
los propios Estados Unidos. Se ha pasado de la preocupación madisoniana por la demagogia en los
primeros meses de mandato por la preocupación por la tiranía, es decir, por la
creación de facto de una pseudo monarquía con tendencias absolutistas. No es
una broma. La caída de los Estados Unidos, como se señala en el párrafo final
de la cita, del puesto séptimo al treinta y uno en términos "democráticos,
según la evaluación del instituto sueco.
Esto para un país que se considera "líder del mundo libre", "líder
del mundo occidental" o líder de cualquier otra cosa es muy grave.
Desde
el principio de su mandato, una de las cuestiones que se plantearon
inmediatamente fueron los límites de la paciencia republicana y de su
electorado. Empezando por el último, Trump parece haberse asegurado un nivel
estable de adhesión sobre un treinta por ciento que se mantiene fiel a lo que
haga. Son los que le jalean cualquier insulto, amenaza militarista o exceso
sobre China, Europa o al que le toque ese día.
Es una parte de la población que los especialistas se empeñan en analizar
para comprender los lazos que se han establecido entre el presidente y sus
seguidores.
Acercándose
a la mitad de la legislatura, Trump necesita remontar sus propios errores
políticos para convertirlos en éxitos mediáticos por más que su guerra a los
medios forme parte de la propia estrategia. Sus tuits y arengas públicas son
una forma de autopromoción, ya que está en campaña continua.
Recuerdo
las preocupaciones morales planteadas por un columnista de The New York Times
sobre cómo iban a tratar a Trump ahora que se había convertido en el presidente
de los Estados Unidos. Las dudas venían dadas por el propio respeto al cargo, a
la presidencia. El problema se resolvió pronto: fue el propio Trump el que
pisoteó la dignidad del cargo con su comportamiento.
Las
preocupaciones que manifiesta el politólogo de Columbia son de otro orden. Ya
no implica la dignidad de la presidencia sino la dignidad de la República, de
las instituciones, sometidas a la ignorancia extrema de Donald Trump.
El
segundo foco, el interior, se acaba de abrir: la acusación de que los demócratas
están al servicio de Rusia. En un gesto de osadía, solo comprendido desde su
irresponsabilidad, Trump pretende dar la vuelta a las acusaciones (más bien
constataciones) de que era el candidato de Rusia, como el propio Putin señaló
en el encuentro. Y lo hace en un giro inesperado: ahora que hay un clima
adverso a la Rusia de Putin y sus manejos, no solo por los Estados Unidos sino
por Reino Unido y la Unión Europea en su conjunto, Trump trata de convertir a
los rusos en agentes de los demócratas o, según toque, a los demócratas en
agentes de los rusos.
El
retorcimiento del argumento es asombroso: 1) Trump es América, 2) los que van
contra él van contra los Estados Unidos; 3) Rusia apoya a los que van contra los
Estados Unidos, es decir, contra él; y 4) demócratas norteamericanos y rusos
tienen los mismos intereses.
El diario estatal egipcio Ahram Online publica la
información de Reuters con el titular " Trump: Russia will push hard for
Democrats in November election", en la que se señala:
President Donald Trump said on Tuesday he
believed Moscow will work hard to sway November congressional elections toward
Democrats and not his fellow Republicans, despite U.S. intelligence agencies'
conclusion that Russia tried to put Trump in the White House in 2016.
"I'm very concerned that Russia will be
fighting very hard to have an impact on the upcoming Election. Based on the
fact that no President has been tougher on Russia than me, they will be pushing
very hard for the Democrats. They definitely don’t want Trump!" the U.S.
president wrote on Twitter.
U.S. intelligence officials have said Russia’s
efforts to undermine elections are continuing and now target the Nov. 6
congressional races.**
El gran desafío de los humoristas es cómo superar las
salidas del propio Trump en sus imitaciones. De hecho, algunos de sus
imitadores podrían parecer más "serios" que el propio Trump en sus
actuaciones. Pero ya no queda mucho margen para el humor ante situaciones provocadas
por Trump, lo que implica moverse entre el cambio climático, el comercio
mundial o las amenazas constantes a todos aquellos que le apetece desbaratando
los intentos de estabilidad mundial.
La necesidad de protagonismo personal de Trump teniendo en
manos la gran potencia mundial no es algo que tranquilice a nadie. Por más que
pueda ser jaleado por los suyos, son cada vez más las voces entre los
republicanos que consideran un suicidio político lo que Trump está haciendo en
su nombre.
Las elecciones que habrá en noviembre serán un test
importante. El problema es el caos que Trump puede haber acumulado entonces.
Las nuevas vueltas de tuerca al caso ruso, más los escándalos como los que hoy
refleja la prensa norteamericana con la publicación de las grabaciones de las
conversaciones con su abogado sobre el caso de ex modelo de Playboy Karen
McDougal.
Los saltos que hay que dar en la comprensión de un personaje
como Donald Trump son realmente grotescos pero reveladores de cómo pasará a la Historia
de los Estados Unidos: una mezcla de escándalos de alcoba, desastrosas
relaciones internacionales, negocios oscuros, amenazas a los aliados y abrazos
a lo que no lo son, ataques a su propia administración, etc.
Trump no es compatible con la democracia porque la entiende
de forma perversa. Él tiene todo el
poder y cree que puede hacerlo todo. Es la misma percepción que tenía para
hacer sus negocios. Pero la política no son los negocios, por lo que el baile
de entradas y salidas de la Casa Blanca obedece en gran medida a su incapacidad
de escuchar o de ser asesorado por personas que tengan experiencia. La imagen
que tiene de sí mismo se lo impide. Por eso cada vez sus decisiones son más
personales, más concentradas, como señala Jeffrey Sachs en su artículo. Es
Trump contra todos. Eso es lo que le motiva más.
La tiranía del gobierno de un hombre solo se funde con una
versión política del club de la comedia en el que se suceden los agresivos
monólogos sin gracia. Es una sola pista la que acoge al comediante experto y al
político aficionado. Es allí donde se presentan los discursos convertidos en
malos chistes ante la audiencia.
Es la era del espectáculo, sí. Y no hay a quien quejarse por
la baja calidad de la programación. Trump ha llevado la política hasta un extremo de degradación del que los Estados Unidos tardarán mucho en recuperarse anímicamente.
* Jeffrey Sachs "Trump is taking US down the path to tyranny" CNN 24/07/2018 https://edition.cnn.com/2018/07/23/opinions/trump-is-taking-us-down-the-path-to-tyranny-sachs/index.html
**
"Trump: Russia will push hard for Democrats in November election"
Ahram Online 24/07/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/308483/World/International/Trump-Russia-will-push-hard-for-Democrats-in-Novem.aspx
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