Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
medida tomada por Donald Trump de separar a los menores de sus padres según
iban siendo detenidos en las fronteras no solo se ha vuelto contra el por su
inhumanidad, sino que ha dejado en evidencia la incompetencia de las acciones
tomadas. Es sencillo separar a la gente y meterlos en jaulas, campos de
detención, etc. Pero el acto de juntarlos de nuevo, como han exigido los jueces, está resultando un
completo desastre. Por utilizar un símil: es más fácil deshacer un puzle que
volverlo a hacer. Destruirlo apenas toma unos segundos; rehacerlo, mucho más de
lo que se piensa. Eso es lo que están comprobando los norteamericanos.
La CNN
señala el caos y la actitud de los Trump ante este asunto que será uno de los
que marquen sus puntos críticos en el mandato, algo por lo que será recordado
dado el impacto emocional y mediático que ha tenido en todo el mundo. El propio
Trump ha salido de "gira", que es la forma habitual de responder a
los medios más allá del tuit cuando se siente "tocado".
Explica la cadena norteamericana sobre el caos creado con la separación:
(CNN) The family separations saga has revealed
failures of governance, competence and humanity and made one thing clear: President
Donald Trump doesn't believe Harry S. Truman's famous mantra, "The buck
stops here."
Seventeen days ago, Trump, in a rare display of
bending to public outrage over his policies, seemed poised to fix the family
separation crisis with a stroke of his pen.
It didn't turn out that way.
The administrative and moral morass over
children taken from their parents under the White House's "zero
tolerance" policy after illegally crossing the southern border is as
intractable as ever -- even though it's no longer tearing at the public's
conscience in such a direct and emotional way.
On Friday, in the latest sign of disarray in
the administration, officials admitted in court that they may miss a judge's
Tuesday deadline to reunite children under 5 with their parents. One of the
complications is that officials are conducting DNA tests on children to ensure
they are reunited with their own parents.
The revelation suggests that the political time
bought when Trump signed an executive order on June 20 designed to end the
storm, precipitated by audiotapes of crying children and footage of kids herded
together in cages, may be running out.
"Anybody with a heart would feel strongly
about it," Trump said at the time, and he got a congratulatory tweet from
his daughter Ivanka as if he had nothing to do with the practice in the first
place.*
La opinión pública norteamericana queda expuesta al goteo de
imágenes diarias de la reunión de niños con sus padres. Cada abrazo, cada llanto,
cada emoción... quedan en el debe de Trump y su administración, por más que
—como cuenta la CNN— pareciera que la decisión de la separación haya salido de
algún sombrero de copa en una actuación en un casino de Las Vegas.
¿Sorprende? En absoluto. Sorprenderse con algo que venga de
Donald Trump es algo ya difícil, por extravagante, absurda o cruel que pueda
ser la medida tomada. Trump carece de capacidad empática y un día justifica el
bombardeo en Siria por las imágenes de los niños muertos y un mes después separa
a los hijos menores de los padres que cruzan la frontera. Simplemente usa en
cada momento lo que le viene mejor para justificar sus acciones ante la opinión
pública. Nada más.
La CNN ha reproducido las imágenes del encuentro de una niña
de unos 4-5 años con su madre destrozada emocionalmente, sintiéndose culpable y
pidiendo perdón a su hija por "haberla dejado sola". Contrasta con la
frialdad de la respuesta de la niña, que ha quedado absolutamente traumatizada
y anestesiada emocionalmente. Algunos de los que les rodean no pueden contener
las lágrimas ante la situación, que afecta a cualquiera que la vea y se pongan
en el lugar de ambas. Los niños han quedado marcados para el resto de sus
vidas.
Creo que no se recuerda algo así desde los encierros de las
familias japonesas-americanas en campos de internamiento en suelo norteamericano.
Si entonces las personas de origen japonés fueron encerradas por "prevención",
choca que no se aplicara el mismo rasero a las de origen alemán, como los
Trump, por ejemplo. Lo que implica un racismo "blanco", como bien
señaló en su momento una gran conocedora de China en la que vivió cuarenta
años, la premio Nobel de Literatura, Pearl S. Buck. En Estados Unidos la
percepción de los peligros ha estado ligada a los "colores" de la
piel. Los nazis podían ser peligrosos, pero al menos eran "blancos".
El caos que se atisba para reunir a las familias puede dejar
en evidencia a la administración, más interesada en el terror emocional de las
familias que en poder reunirlas después. Con la separación de los menores, la
administración de Trump ha llegado a extremos de sadismo notables, ya que se
trataba de jugar con la crueldad y el miedo como elementos disuasorios el paso
de la frontera.
Como respuesta, Trump está embarcado este fin de semana en viajes
para recibir el aliento de sus fanas. Esparce ráfagas de agresividad contra
todos para desviar la atención del problema que ha creado. Se burla del
movimiento #metoo, vuelve con lo de los violadores, ataca a las congresistas
demócratas, comparando a una de ellas con Pocahontas, etc. Es su forma de
atraer la atención sobre sí mismo y así hacer cambiar de tema.
Con Trump, la Casa Blanca es un circo con una pista única en
la que unos días se disfraza de tragasables, otros echa fuego por la boca o se
mete en la jaula con los leones, que deben meter su cabeza en su boca,
invirtiendo el número. Sin embargo, las gracias del payaso solo hacen reír a
sus más afectos, que aplauden en primera fila, mientras el resto de las gradas
permanecen vacías.
Trump sigue la gira del circo ambulante este fin de semana.
* "The
Trump administration separated families. Reuniting them is a giant mess." CNN
7/07/2018
https://edition.cnn.com/2018/07/07/politics/donald-trump-immigration-separations-crisis-politics/index.html
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