Joaquín Mª
Aguirre (UCM)
No hace mucho tiempo informamos aquí del escándalo que
sacudía Egipto, cuando un abogado clamaba desde un programa televisivo por el
deber patriótico de la violación contra aquellas mujeres que salían a la calle
con pantalones rasgados. La respuesta fue instantánea en las redes sociales y
desde todas partes se le consideraba un loco. Sin embargo, el "loco" en
cuestión había sido el que años atrás se había lanzado con la misma
contundencia contra la conocida feminista egipcia Nawal El-Saadawi pidiendo su
enjuiciamiento.
Hay muchos locos de este tipo en Egipto. Son
"virtuosos" ciudadanos cuya ocupación en la vida es ir a los juzgados
a poner denuncias con las que dicen proteger el pueblo egipcio de las malas
influencias. Atacan a intelectuales, artistas, a cualquier persona que tenga
una opinión propia o haga algo que no les gusta.
Con estas acciones consiguen dos cosas, llamar la atención y
crearse una reputación de "virtuosos", algo que se valora mucho en la
sociedad más tradicional. Hacen el trabajo sucio de los gobiernos, pues son los
que se llevan en protagonismo y los jueces aceptan sus denuncias para proteger
al pueblo de las malas influencias.
Pensamos que en Egipto existe un enfrentamiento entre laicos
y religiosos. No es cierto. Los laicos son el objetivo de todos. La lucha se
produce entre una ultratradicionalista clase política (y social), que mezcla
nacionalismo y religión en forma extrema —hacia la que ha ido derivando el
régimen— y la "internacional islamista", un fruto de los Hermanos
Musulmanes, lo que de forma global se llama el "islam político". Los
laicos y demócratas son una minoría perseguida por unos y otros, jóvenes la mayoría
de ellos que quieren un Egipto diferente al que nació en los 50. Los militares
les atacan porque cuestionan sus formas autoritarias, dictatoriales, sus
negocios económicos, sus censuras de los medios, las torturas y desapariciones;
los islamistas, por su parte, los critican porque no creen en la democracia, en
las libertades individuales y no hay más ley que la coránica. Los que están en
medio de ambos grupos están más tiempo en las cárceles que fuera, viven fuera
del país ante la desesperación de que nada cambia.
En una sociedad altamente conservadora y sometida a la
intervención religiosa constante desde arriba (Al-Azhar) y desde abajo, los
predicadores islamistas, la religión se ha convertido en una obsesión social,
haciendo retroceder los mínimos estándares existentes. El gobierno actual se ha
caracterizado —los datos son los datos— por la persecución de intelectuales, de
ateos, de reformistas, artistas, cineastas, novelistas, editores, etc. que no
han seguido las pautas religiosas.
El populismo de al-Sisi se basa en religión y nacionalismo:
los egipcios son únicos y son los
mejores cumplidores de la ley de Dios, los más piadosos, el faro que guía al
mundo desde los tiempos faraónicos primero y desde el islam después. Ellos
trajeron la civilización al mundo y expandirán la luz de la verdad. Agitando
estas dos ideas, se controla fácilmente y, en especial, se evitan las
acusaciones de entreguismo a Occidente, por más que se sigan manteniendo las
mismas alianzas, si bien bajo una discreción elevada.
La prensa egipcia recogía con esa misma discreción un nuevo
caso de puesta en marcha de la piedad, de la virtud, del azote de la incredulidad. Esta
vez la víctima es la mundialmente conocida feminista Nawal El-Saadawi. Es en
Daily News Egypt en donde aparece recogido este nuevo caso:
A lawsuit was filed against controversial
feminist Nawal El-Saadawi accusing her of “contempt of religion” over critical
opinions she voiced about religious texts.
The lawsuit was filed by pro-government and politically
conservative lawyer Samir Sabry, a vigorous plaintiff who files lawsuits
against famous figures and trending personnel in several fields.
He accused El-Saadawi of insulting religion and
“calling for atheism,” which he described as not part of freedom of speech. He
sent the lawsuit to the prosecution, demanding that El-Saadawi be referred to
the Criminal Court.
El-Saadawi is very well known within the Arab
world and is viewed as an “outspoken Egyptian feminist.” She immigrated to the
United States in 1993. Some 50 of her published works include novels, plays,
and political texts. Perhaps, she is best known for her book Memoirs from the Women’s Prison. Through
her works, she addresses domestic violence against women, prostitution, and
religious fundamentalism.
During her interview, she said that among the
objectives of the “renewal of the religious discourse” means the renewal of
several of the original religious texts. She cited an example of the Quran,
Islam’s holy book, saying that several verses should have been annulled, as it
contradicts with “the common benefit.” She explained that the status,
situation, and needs of society change, while these texts are constant.
She extended her criticism to say that changing
religious texts should not be specified to Islam, but should reach other
religions as well. She also described Al-Azhar, the country’s biggest Sunni
institution, as a “dangerous backward and reactionary force.”
However, the writer refused any criticism
directed to the government and the political leadership of the country. When
asked by the BBC presenter about the freedom of speech in Egypt under President
Abdel Fattah Al-Sisi, El-Saadawi angrily accused foreign media of “applying an
agenda against Egypt,” and of “trying to show that Al-Sisi is a dictator who
puts civilians in jails,” adding that Al-Sisi is better than former presidents.*
El texto de la noticia nos deja entrever interesantes
aspectos de la situación egipcia y confirma lo señalado anteriormente, el
interés del régimen en el control
religioso. Recordemos que en Egipto los sermones de los viernes son
escritos desde el ministerio del ramo y
son de obligada lectura. Sirve además de para el control de la mentalidad
religiosa, para detectar quiénes son los que no siguen las directrices. En un país
en el que todos están pendientes unos de otros, la distinción de las mezquitas
pasa a ser esencial.
La lucha en Egipto no es entre moderados e islamistas, sino
entre "tradicionalistas" e "islamistas". Los primeros están
amparados desde el gobierno, que no quiere como ocurrió con Hosni Mubarak (o
Nasser) ser acusado de irreligioso. Es lo mismo que ha hecho Putin en Rusia:
mezclar nacionalismo y religión ultraconservadora. Como suele coincidir el
progresismo con la democracia y el "libre pensamiento", la religión
sirve de excusa doble: marca la identidad reforzando el sentido de grupo y permite
convertir en enemigos (anti patriotas, traidores) a los que quedan fuera de él.
Desde el principio de su mandato, al-Sisi y sus gobiernos tuvieron (como Putin)
en su punto de mira a los ateos, a los reformistas, a los homosexuales y a las
feministas. Si los terroristas atacan la patria en un sentido, todos estos
grupos representan el peligro intelectual, la subversión, la pérdida de la
identidad, de la tradición, quieren destruir lo que une, básicamente
concentrado en una idea ultratradicionalista de "familia", que sirve
de metáfora de la patria. Por supuesto, es un sistema patriarcal, cuyas
virtudes se centran en la figura paternalista del "militar", símbolo
de entrega, pureza y disciplina. Son los valores que al-Sisi pretende que la
sociedad asuma como suyos. El militar, el policía, el juez, etc. son las
figuras paternales y paternalistas que tiene la responsabilidad de defender a
todos de los peligros.
El segundo aspecto interesante es que la denuncia se centra
en el ataque a la religión y por la propagación del ateísmo, del que se dice
que no entra en el concepto de "libertad de expresión". Es otra muestra
clara de la tendencia expresada anteriormente. La sociedad que al-Sisi está
creando no es una sociedad liberal. Es sencillamente una sociedad construida
tras el exterminio de los Hermanos, pero absorbiendo su intransigencia
religiosa disfrazada de moderación
relativa. Solo hay un matiz: los coptos. Aquí interviene la otra parte: la
idea de unidad nacional y de "protección" de los coptos, como
hermanos egipcios. Los coptos siguen, por ello, siendo objeto de doble ataque,
por ser cristianos y por ponerse bajo la protección de al-Sisi.
En numerosas ocasiones el presidente al-Sisi ha clamado
—incluso con enfado— por la "reforma religiosa". Pero todos los casos
planteados en este tiempo muestran más bien la intransigencia demostrada desde
la Universidad de Al-Azhar. No existe el "islam moderado", solo existe
el "islam", le han venido a decir. Lo que Dios ha dicho está escrito.
Recuérdese que la denuncia contra El-Saadawi es precisamente sobre la forma de
interpretar los textos antiguos en una sociedad moderna. Es un caso parecido al
escándalo causado por Nasr Hamid Abu Zayd, el profesor acusado de ir contra la
religión al modificar las interpretaciones, algo grave en una religión que
sostiene que no fue Mahoma quien escribió el Corán, sino Dios.
La última parte contiene una gran ironía, la acusación de
una "agenda internacional" contra Egipto haciendo aparecer a al-Sisi
como un dictador que "encarcela a los civiles". Esperemos que Nawal
El-Saadawi, que siempre ha mantenido que es Occidente el que ataca a Egipto,
pese haber vivido refugiada en los
Estados Unidos, no tenga que aceptar las campañas que en Occidente se hagan
para pedir su libertad en el caso de que el abogado Sabri no se salga con la
suya.
Pero, ¿quién este Samir Sabri? Hace poco supimos de él por
la denuncia contra la cantante Sherine por decir que no bebería agua del Nilo
por estar contaminada durante un concierto. ¿Lo recuerdan?
En 2015, dos años después del "no-coup" que sacó a
Morsi del poder y envió a la cárcel a miles de detenidos, con juicios masivos
en pocas horas y cientos de condenas de muerte, saltó a la palestra el tal
Samir Sabri, abogado impulsivo que pedía la ejecución inmediata de todos los
detenidos. MEMO (Middle East Monitor) trazaba entonces un perfil espeluznante
sobre este abogado:
A senior, renowned Egyptian lawyer, Samir
Sabry, has exposed the Egyptian legal system by making rather frank revelations
of his beliefs, and what can well be perceived as the mind-set of the Egyptian
judiciary and legal system. The judiciary has been criticised internationally
by human rights organisations for its politicised rulings against those who
oppose the military regime in Egypt.
The Egyptian judiciary has, since the military
coup on 3 July, 2013, carried out unprecedented shambolic rulings against
political opponents, demonstrating the clear mockery of justice that now exists
in Egypt. The grave travesty of justice has been deplored worldwide, yet no
action, or condemnation on a governmental level, has been directed at the
Egyptian regime and its judicial system.
“I personally do not believe in something
called human rights,” Samir Sabry told Sabah Al-Assema on the Egyptian AlAssema
satellite channel, “or organisations for human rights.”
The violations taking place in Egypt since the
coup demonstrate clearly how the Egyptian regime and all its institutions,
including the judicial system, have no respect for, or abide by, any human
rights laws.**
Sabri dice "no creer" en algo que sean los "derechos humanos". Los que pierden no tienen derechos, solo ser
eliminados cuando su vencedor lo considera necesario. No es una forma atípica de entender el derecho. Más de uno
la entiende y la practica de esa manera rotunda. El destino del enemigo es
desaparecer.
En enero de 2018, The New York Times*** le dedicó otro artículo
a este personaje, mostrándolo como el azote de los intelectuales, de los famosos,
de todos aquellos que se alejan de la "virtud". Ha presentado más de
2.500 denuncias de este tipo, señalaba el diario norteamericano, aterrorizando
a los que temen verse envueltos en polémicas con él. Lo interesante del
personaje —muy egipcio— es su notoriedad y el público que se ha hecho. Sabri se
ha construido a sí mismo como una figura virtuosa, que debe velar por la
moralidad pública.
El artículo de 2015 en MEMO dejaba al descubierto a este
siniestro personaje en sus móviles interiores, en su dureza extrema:
In his TV interview, Sabry attacked the calls
by human rights groups for a moratorium on executions. “No, we will not end
executions,” he insisted. “On the contrary, we want to intensify the punishment
of the death penalty… I have demanded that we execute and burn [the bodies]. We
want the hearts of the mothers, and the children, of those executed, to burn
with pain.”
With such vengeance and animosity towards the
defendants and their families from the legal system, it is no wonder that
detainees face the most horrific forms of torture and sexual assault. These are
inflicted on men, women and children. Rights organisations have reported 948
cases of children being tortured by the security forces, and 78 cases of sexual
violence against minors. Horrific reports claim that “anyone who hasn’t been
raped is the exception.” Meanwhile, thousands lie deteriorating in solitary confinement
for many months, against all international norms and conventions.
Sabry is a perfect reflection of the mind-set
of the Egyptian legal system, a system which is used as a tool by the Egyptian
military government to eliminate all opponents of the regime. Today, there have
been 1,666 death sentences issued and referred to the Grand Mufti, including
one given to Egypt’s first democratically-elected President, Dr Mohamed Morsi;
529 of the sentences have been approved by the mufti. Over 42,000 others wait
in Egypt’s notorious prisons to hear their fate; many are being held without
trial in conditions best described as inhumane, with police station cells
filled to 400 per cent of their capacity and prisons to 160 per cent. On top of
all this, detainees face torture and sexual assault as a matter of routine.**
Para el régimen todo esto son calumnias, pero aquí es Samir
Sabri el que muestra esa sed de venganza que hace que Egipto siga siendo un
país en el que la violencia física e institucional siga rigiendo las vidas.
Ante planteamientos como este, se puede interpretar el concepto de
"seguridad" de una forma confusa, alejada de los límites admisibles
en la defensa.
El caso de la denuncia contra Nawal El-Saadawi tendrá
repercusiones en el momento en el que un juez lo acepte. Por mucho menos de lo
que El-Saadawi ha dicho hay reformistas en la cárcel desde hace tiempo. Para la
feminista egipcia, todas las religiones son perversas porque todas van contra
las mujeres. No sé si eso le servirá de mucho en su caso.
Mientras el abogado Samir Sabri sigue convertido en un héroe
popular. Para evitar quedar en evidencia, jueces y fiscales tienen que llevar
adelante los juicios y condenar. A Sherine le cayeron seis meses de cárcel por
dudar de la salubridad del Nilo. No sabemos cuánto le puede caer a Nawal El-Saadawi
por dudar del Corán.
No sabemos si le servirá de algo a la veterana feminista
haber señalado que Abdel Fattah al-Sisi es mejor presidente que los anteriores.
Hay más ministras en el gobierno, pero también hay mucha más gente en las
cárceles. No sabemos si considera a Samir Sabri como un conspirador a sueldo de
Occidente y si es condenada una maniobra para acusar al régimen de al-Sisi de
dictatorial y de no respetar los derechos humanos, esos en los que el abogado
no cree (ni el presidente, según su propia declaración).
Por supuesto, deseamos —como a todos los egipcios— que se le
reconozca su libertad de pensamiento, de ser musulmana o atea según le dicten
su razón y conciencia. A nadie le debería importar, pero... en Egipto todo importa a todos.
*
"Lawsuit accuses feminist Nawal El-Saadawi of ‘contempt of religion’"
Daily News 10/07/2018
https://eklutdvotyzsri.dailynewssegypt.com/2018/07/10/lawsuit-accuses-feminist-nawal-el-saadawi-of-contempt-of-religion/
**
"Lawyer Samir Sabry: A perfect reflection of the Egyptian legal
system" MEMO Middle East Monitor 5/06/2015
https://www.middleeastmonitor.com/20150605-lawyer-samir-sabry-a-perfect-reflection-of-the-egyptian-legal-system/
***
"Protecting His Nation From Puppeteers and Belly Dancers" The New
York Times 12/01/2018
https://www.nytimes.com/2018/01/12/world/middleeast/cairo-lawyer-lawsuit.html
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