domingo, 15 de julio de 2018

La visita del bebé engreído

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El mundo ha aprendido una cosa: los titulares los pone Trump. Da igual lo que se haya planificado en largas sesiones preparatorias a la visita. Un micrófono, un tuit... y todo rueda por la pendiente de los imprevistos.
El paso de Trump por la Gran Bretaña se asemeja a cualquier cosa menos a una visita entre aliados. Trump ha hecho de todo saltándose los niveles mínimos de cortesía diplomática y política, pero ¿espera alguien eso de él? Igualmente, la reunión con la OTAN acabó desmadejada gracias a sus intervenciones.
Hubo un tiempo en que Trump decía "¡Llamadme Mr. Brexit!" No se entendía muy bien qué es lo que quería decir hasta que se comprendió que los Estados Unidos de Trump pretendían la debilidad de la Unión Europea —"como China, pero en pequeño", ha dicho recientemente— para poder realizar sus planes económicos y armamentísticos.
La estrategia de Donald Trump se repite una y otra vez. Se trata de debilitar a los demás, de desconcertarlos y poder sembrar conflictos que le favorezcan. Para Trump no hay amigos y los socios lo son mientras él saque beneficio. El único que le ha dedicado hermosas palabras es el líder norcoreano. Trump sacó la carta y la hizo pública tras denunciar los coreanos una negociaciones gansteriles..
La BBC señala sobre los efectos de la visita del presidente norteamericano:

This is how it works in Trump world. The US president arrives at a party, causes a fuss, breaks some crockery, and leaves everyone stunned.
Then as the dust settles, he declares what a good time he has had, how it's all been a great success, while offering a few words of apology for the disruption caused. So it was at the Nato summit, and so it was during his visit to Britain.
Mr Trump used his interview in the Sun to throw a few plates at Theresa May, criticising her Brexit strategy, threatening to block a trade deal with the US, praising Boris Johnson. Cue outrage and much gnashing of teeth.
Then came the news conference at Chequers where the president revealed he had apologised to the prime minister, praising Mrs May as an "incredible woman... doing a fantastic job... a terrific woman", insisting the UK-US relationship was "the highest level of special", all the while accepting that a trade deal might be possible just so long as there were no "restrictions" on US firms.
And so it goes: the UK-US relationship settles back on to an even keel and life returns to normal. That, at least, is the hope of British officials.*


Pero las esperanzas de recuperar la vieja normalidad no son muchas mientras esté Trump en la Casa Blanca. La jugarreta que le ha hecho a Theresa May es más bien una infamia. Se recordará que May fue la primera en visitarle y la primera en padecer su manipulación, nunca mejor dicho, cuando salió cogiéndola de la mano, maniobra que ha intentado de nuevo.
Ponderar a Boris Johnson tras su dimisión del gobierno británico es una de las jugarretas más bajas que se han visto en un visitante. Pero Trump no se siente como un "visitante ilustre". El quiere demostrar a los norteamericanos que son ellos los amos del mundo o, si se prefiere, los amos maleducados del mundo. De grosería en grosería, de provocación en provocación, abrazando dictadores e insultando a los socios, Trump recorre el mundo y termina jugando al golf en sus campos en Estados Unidos o en Escocia, como acaba de ocurrir. El mundo sigue siendo para él una gran mesa de reuniones en las que se ponen las cartas sobre la mesa. Las de Estados Unidos son el armamento y el dinero. No necesita mucho más. En su mente, todos son parásitos de los Estados Unidos, unos porque reciben y otros porque no aportan. Los enemigos, en el fondo, son los más baratos.


Así refleja hoy mismo The Guardian la visita de Trump y los estragos causados:

With wheels up on Air Force One, Donald Trump vanished into the skies above Stansted airport on Friday evening, bound for his luxury golf resort in Scotland and leaving a trail of diplomatic destruction in his wake.
The presidential hurricane had swept through southern England, uprooting protocols, rattling institutions and leaving politicians with a sense of whiplash. As the disrupter-in-chief’s MV-22 Osprey helicopters departed, Theresa May could be forgiven for breathing a sigh of relief familiar to any sorely tested host.
This was a far cry from Bill Clinton strolling through Hyde Park during his presidential swansong or Barack Obama dropping in on a primary school in Newport. For Trump, making his first visit to the UK as president, there was no park and no school, no 10 Downing Street, no Houses of Parliament and no Buckingham Palace. Nor was this the state visit that May had promised when she dashed to Washington shortly after Trump took office. The tens of thousands of people marching in the streets of London might have had something to do with it.
Britain may have to humbly accept, however, that for Trump it was a mere stopover between hammering the German chancellor, Angela Merkel, at the Nato summit in Brussels and renewing his warm relationship with Russia’s president, Vladimir Putin, in Helsinki.**


Es difícil encontrar un visitante con una descripción como esta. En efecto, Trump no ha tenido lo que tuvieron los presidentes anteriores en su visita a Reino Unido. Theresa May habrá lamentado aquella primera visita en la que se le invitó a una visita oficial. Unos pocos meses después, visto lo visto, es difícil invitar a Trump. Pero a Trump le gusta ser invitado, especialmente si sabe que molesta, como ha ocurrido en este caso.
La compleja situación de May con el ala dura del partido conservador ante el Brexit ha hecho que el momento de la visita fuera el peor posible. Y Trump lo ha hecho con toda la intención del mundo. Las críticas a May diciendo que deberá elegir un acuerdo con Estados Unidos o con la Unión Europea o, lo último, señalando que debería "demandar" a Europa y no negociar con ella, han sido torpedos a May tratando de hundirla. Mr Brexit ha enseñado los dientes.
El último párrafo del texto de David Smith en The Guardian es un ejercicio de ironía poniendo las cosas en su sitio. Trump ha venido a entrenarse en las ofensas antes la visita Alemana, para la que necesita toda la artillería, y de dar el salto a abrazar a Putin.


El diario ABC se fija en el té de los Trump con la reina. No han asistido las personas que tenían que estar allí. Ni el príncipe Charles ni Camilla, ni el esposo de la reina. Nadie ha querido compartir la taza con él
La visita de Trump ha sido como un espejismo insultante en el que la voz que mejor se ha escuchado es la de cientos de miles de personas diciéndole que no es bienvenido a Reino Unido. Es la voz que se repite en distintas gargantas por todo el mundo.
La gran atracción, la que le ha robado protagonismo a Trump, ha sido el enorme globo del Trump Baby, con sus pañales y armado de un móvil. En Londres le estaba aguardando Sadiq Khan, el alcalde musulmán de la ciudad, que se la tiene jurada desde hace tiempo y no lo considera persona grata. Trump se ha pasado en sus comentarios sobre Khan en más de una ocasión. La autorización dada por la alcaldía al Trump Baby ha sido otra forma de responder a Trump. Según la CNN, la petición para que autorizara el vuelo del globo contó con 10.000 cartas de apoyo y mil personas consiguieron 16.000 libras para financiarlo mediante una campaña de crowdfunding.
La imagen del Baby Trump sobrevolando Londres quedará como el icono de la visita menos deseada a la capital británica desde las bombas V nazis.


* "What can we take from President Trump's UK visit?" BBC 14/07/2018 https://www.bbc.com/news/uk-44823349
** "Trump leaves London after wreaking diplomatic destruction" The Guardian 13/07/2018 https://www.theguardian.com/us-news/2018/jul/13/trump-leaves-london-after-wreaking-diplomatic-destruction

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