Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Antes de que se inventaran los gremios de emprendedores asesores, mediadores e intermediarios, España tenía su propio gremio: los revendedores o reventas.
Estos especializados financieros ibéricos invertían en comprar entradas de los espectáculos y buscaban su oportunidad de mercadeo. No
producían nada. Miento —perdón—: producían el encarecimiento de las entradas; vivían de encarecer, como manda la Teoría económica.
Estos personajes picarescos, típicos de los alrededores de plazas de toros, estadios de fútbol, cines y teatros, no daban un palo al agua durante la semana y vivían de esas inversiones especulativas. Se sabían delincuentes y siempre estaban pendientes de que no hubiera ningún gris o un secreta cerca que les pudiera trincar con las entradas en el bolsillo. Mientras intentabas llegar a la taquilla te iban asaltando por el camino. “Las tengo buenas y baratas. ¿Cuántas quiere?”
Estos personajes picarescos, típicos de los alrededores de plazas de toros, estadios de fútbol, cines y teatros, no daban un palo al agua durante la semana y vivían de esas inversiones especulativas. Se sabían delincuentes y siempre estaban pendientes de que no hubiera ningún gris o un secreta cerca que les pudiera trincar con las entradas en el bolsillo. Mientras intentabas llegar a la taquilla te iban asaltando por el camino. “Las tengo buenas y baratas. ¿Cuántas quiere?”
Como viví casi toda mi infancia y mi juventud frente a la Plaza
de Toros de las Ventas, la Monumental, los veía en los días de espectáculo pululando entre la
gente, acercándose hasta casi rozarte ofreciéndote buenos tendidos casi regalados. Estos trabajadores de
las oportunidades de mercado se paseaban por las colas de las salas cinematográficas
de estreno viendo las caras de desesperación de los que temían quedarse sin
poder ver la película por tener a muchos por delante en la fila y se les
acercaban con su oferta de buenas y
baratas. Igual ocurría en los teatros. Eso sí que era mercado libre. Las más de las veces tenían acuerdos con los de las
taquillas que les facilitaba suficientes entradas como para que se produjera
una carencia importante. Y entonces estabas en sus manos. El precio iba
subiendo según la demanda que hubiera. Más de un escándalo se formó en las
colas porque tras despachar unas cuantas entradas, después de horas esperando, se
ponía el cartel de “vendido” o de “no hay billetes”, señal inequívoca de que
estabas en manos de esos emprendedores y sus cómplices taquilleros. Ya se
hablaba de la mafia de la reventa.
En una España heredera del estraperlo, del mercado negro de la
posguerra, los reventas han seguido en las óperas, conciertos y sobre todo el
deporte, con tanto partido del siglo
y finalistas de todo, donde la
televisión tiene el mal gusto de indicarnos la importancia del partido
diciéndonos el precio que se paga en la reventa. Mal gusto y mal ejemplo. Así
somos.
En los años setenta y ochenta, aunque la historia venía de las dobles nacionalidades de los cincuenta, la palabra intermediario quedó asociada también a los que
hacían negocio quedándose con los derechos de fichaje de futbolistas de dudoso origen español, para
revenderlos con beneficio, por supuesto, a los equipos españoles. Fueron los
años de los llamados “oriundos”, los jugadores hispanoamericanos que decían ser
descendientes de ciudadanos españoles y que estos intermediarios traían a
España porque no contaban como
extranjeros y podían ser alineados en las formaciones de nuestros equipos. Así
se encareció el mercado futbolero (y
seguimos en ello). Pronto comenzaron las sospechas de falsificaciones de
documentos y aparecieron abuelos que aseguraban haber sembrado América de
vástagos desde el Río Grande a la Patagonia. Los intermediarios te encontraban parientes debajo de las piedras y
tenías la nacionalidad española en menos que se canta el himno español, que no
tiene letra. Un día, extranjero; al siguiente jurabas bandera, y el domingo a
meter goles y a por el pichichi.
Pero no se quedaba solo en el futbol. Pronto proliferaron en muchos campos, especialmente la agricultura, encareciendo con sus múltiples intermediaciones los productos agrícolas. Los agricultores se siguen quejando de los mismo, de lo poco que les pagan a ellos y de lo caro que está en el mercado. Como ejemplo de esto nos quedó ese monumento musical canario que se llama la “Polka frutera”, popularizada por el grupo Los Sabadeños y que hoy da vergüenza tener que recordar.
Todos estos revendedores nacionales —y si no
ellos mismos, su espíritu— son los que han proliferado como las setas, esta vez
no alrededor de cines, estadios y cosos taurinos, sino alrededor de
concejalías, consejerías, despachos oficiales y todo lugar en el que hubiera
algo que comprar barato y revender caro, incluidos los favores de alguien. Han
sido y son una auténtica lacra en todos los niveles.
Por eso la noticia que nos dan hoy es otro
agujero en el tiempo, un agujero de
gusano, y nunca mejor traída a cuenta esta expresión que aúna esta vez la
Física y la Moral. Nos dicen que una gran parte del dinero destinado a los ERE andaluces se lo han llevado los intermediarios:
"Ahí está el
gran mangazo Sin ninguna duda”. La tosca frase de fuentes de la investigación
es reveladora. Cualquier observador del caso de los ERE debería dar un paso
atrás para ver con perspectiva cómo la mayor parte de los beneficios ilícitos
del millonario fraude se la llevaron las consultoras y los intermediarios. De
un fondo público de 647 millones, ni los intrusos (prejubilados que nunca
trabajaron en las empresas beneficiadas) ni las ayudas directas a empresas
representaron un fraude tan descomunal y concentrado en pocas manos como el de
las consultoras, cuyo porcentaje rondó entre el 15% y el 25% del costo total de
los expedientes.*
En la España que cierra fábricas, que está en
el puesto 39 de las listas de innovación, que tiene el número uno de parados,
que propone “minijobs”, que exporta licenciados y doctores en Física —sí, en
esta España nuestra—, han proliferado en cambio estos reventas, comisionistas, intermediarios, que han vivido de tramitar el dinero público, de hacerlo llegar mermado
escandalosamente hasta el destino. ¿A quién le interesa acabar con el paro
cuando estás viviendo de los parados?
Esto no ha ocurrido solo con los ERES, se ha hecho lo mismo en muchas partes, en las que con la excusa de la gestión exterior, se han trasladado servicios y funciones a empresas de gestión, intermediarias, que se quedaban con una parte cada vez más importante del total. Lo que la administración ha podido hacer, se ha dejado en manos de otros. La famosa externalización de muchos servicios no ha acabado en otra cosa la mayor parte de las veces. Se ha vendido que la modernización de la administración pública pasaba por su reducción y esto ha degenerado en la proliferación de estas empresas cuya única finalidad y beneficio es quedarse con parte y encarecer muchos servicios. Por supuesto, muchas de esas empresas —como ha saltado con frecuencia la prensa— se creaban el día antes, cuando no el día después.
Esto no ha ocurrido solo con los ERES, se ha hecho lo mismo en muchas partes, en las que con la excusa de la gestión exterior, se han trasladado servicios y funciones a empresas de gestión, intermediarias, que se quedaban con una parte cada vez más importante del total. Lo que la administración ha podido hacer, se ha dejado en manos de otros. La famosa externalización de muchos servicios no ha acabado en otra cosa la mayor parte de las veces. Se ha vendido que la modernización de la administración pública pasaba por su reducción y esto ha degenerado en la proliferación de estas empresas cuya única finalidad y beneficio es quedarse con parte y encarecer muchos servicios. Por supuesto, muchas de esas empresas —como ha saltado con frecuencia la prensa— se creaban el día antes, cuando no el día después.
La España de la baja productividad es la España de la alta intermediación, del encarecimiento por las rapiñas intermedias. Cómo, tras casi cuarenta años de democracia, tenemos que estar escuchando y denunciando los mismos males que se daban en la oscura España dictatorial de la posguerra, es un misterio sociológico profundo. La España en la que, por primera en mucho tiempo, vez salen más que entran; la de los jóvenes doctores y licenciados haciendo la maleta de la emigración; la de la espera de los inversores como si fuera un Plan Marshall, pero está vez de dineros chinos, saudíes y kuwaitíes, dictaduras a los que hay que pedir que inviertan aquí y dar las gracias si lo hacen; la del fútbol y las fiestas patronales para recaudar de los que vienen al pueblo; la España de las colas, pero esta vez no las de los cupones de racionamiento, sino las colas del paro. Sí, de aquella a esta España: un país en color con el corazón en blanco y negro.
¡Qué pena, penita, pena!... la España revendida y reventada.
* “Las
consultoras se llevaban hasta el 25% del coste de los ERE en comisiones” El
País 20/01/2012 http://politica.elpais.com/politica/2012/01/20/actualidad/1327014546_199955.html
POLKA FRUTERA
¿Quién es ese elegantísimo,
orondo y gran caballero?
-Ése es un intermediario
en el negocio frutero.
¿De quién es ese palacio,
orgullo del pueblo entero?
-Ése es un intermediario
en el negocio frutero.
¿De quién es ese automóvil
tan lujoso y tan ligero?
-Ése es un intermediario
en el negocio frutero.
¿De quién es ese vapor,
de quién es ese velero?
-Pues, eso es un intermediario
en el negocio frutero.
¿Quién fue el que emprendió viaje
a Madrid y al extranjero?
-Pues, ése es un intermediario
en el negocio frutero.
En el negocio frutero,
en el negocio frutero,
es todo un intermediario,
en el negocio frutero.
¿Quién es ese potentado,
quién es ese consejero?
-Esos son intermediarios
en el negocio frutero.
¿Quiere darme cinco duros
para comer, caballero?
-¿Quién sos tú?
-Yo soy un pobre del campo
agricultor platanero.
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