Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Francia acaba de aprobar una ley que condena el negar el
genocidio armenio y los turcos se han enfadado mucho. Ya son muchos los países
que han reconocido oficialmente este genocidio.
Se denominan negacionistas las
acciones conducentes a negar la existencia de un hecho específico que, además
de ser de una gran gravedad en sí, representa —como en este caso— un agravio
para la memoria de millones de personas, que pueden haberlo padecido. Los dos
grupos negacionistas más activos son
los que niegan el genocidio armenio y el holocausto nazi. Hay otras acciones,
no necesariamente cruentas, que también podrían entrar en la lista de esta obcecación negadora, como haber llegado
a la Luna o la evolución, por ejemplo, pero a estos no hay ley que les castigue.
La actividad negacionista
suele tener una vena obsesiva y muy dinámica, pues se hace de ella un
compromiso vital o nacional, como es en el caso de Turquía, un país entero que
niega la existencia de un genocidio que muchos otros países consideran
oficialmente probado.
La diferencia principal entre el negacionismo del genocidio
judío y el armenio es que el primero es sostenido por irredentos políticos y
neonazis —no necesariamente ni siempre alemanes—, mientras que el segundo está
sostenido por el gobierno de un país, que reconoce los hechos, sí, pero
discrepa en que fuera un exterminio
organizado y sistemático —considera que forman parte de los enfrentamientos de la I Guerra Mundial— y discrepa también en cuanto al número oficial de
víctimas. Turquía, por decirlo así, se niega a ser estigmatizada con la etiqueta haber llevado a cabo el primer
genocidio (1915-1917) en el sentido moderno del término. Podemos decir que el
negacionismo nazi es de oposición,
mientras que el turco es oficial. El
primero crea problemas de tipo político —
proliferación de neonazis, antisemitismo, etc. —, mientras que el segundo crea esencialmente problemas de relaciones
internacionales, por un lado, y de autoestima
nacional por otro, además, por supuesto, de aquellos causados a los propios armenios, los que quedan en Turquía, los de la actual República de Armenia (la ex república soviética) y los repartidos por todo el mundo a causa de las persecuciones.
La negación del holocausto llevado a cabo por los nazis se
hace por personas que pretenden lavar la
culpa de una ideología criminal que busca así hacer de nuevo su aparición; la
negativa turca pretende salvaguardar su pasado bajo otro tipo de
consideraciones. Al separar el “nazismo” de lo “alemán”, es posible condenar la
ideología y permitir avanzar al país
hacia un futuro que critique su propio pasado. Si en vez de criticarlo, lo
niegan, corren el peligro de olvidar primero y repetirlo después. La cuestión armenia es compleja históricamente, resultado de siglos de conflicto nacional y religioso, ya que los armenios son una comunidad cristiana con unas raíces identitarias muy fuertes bajo el imperio otomano.
La crítica histórica
no es masoquismo. Por el contrario, debería ser un ejercicio saludable para
evitar que los fantasmas más activos de cada pueblo comiencen a tomar cuerpo social de nuevo. Sin embargo, no
es fácil y requiere de generaciones y de constancia. Mientras que Alemania tuvo
que redefinir todo su sistema educativo para tratar de borrar los estragos deformantes
del nazismo, que había unido educación y propaganda para extenderse por todo el
tejido cultural, Turquía —por ser su negacionismo oficial— ha hecho y seguirá
haciendo una bandera de resistencia con la negación del genocidio armenio. Cuanto
mayor sea la presión internacional, mayor será su negación, que se volverá
reivindicación nacionalista y un factor de unión. Es lo que está ocurriendo
ahora mismo por efecto de la aprobación francesa. El que lo niegue en el
interior será considerado “traidor”. Eso hará que Turquía enturbie sus relaciones
con otros países, como ya está ocurriendo. Y se da la paradoja de que aquellos
historiadores turcos que consideran que sí
existió un genocidio armenio serán considerados negacionistas (¿afirmativistas, quizá?) en su propio país. Ya ha ocurrido.
No sé qué extraños caminos son los que llevan a que alguien
se le multe con 45.000 euros o se le meta hasta un año en la cárcel, como
ocurre con la ley aprobada en Francia. Eso significa que cualquier turco que pise
Francia es susceptible de ser encarcelado por recitar la lección de su libro de
Historia de Primaria si es preguntado. Sinceramente, no me imagino a nadie
yendo a Francia expresamente a negar el genocidio armenio. No sé si este tipo
de medidas es el más adecuado para resolver algo. Me imagino que a los armenios
les parecerá adecuado.
Más preocupante me parece la proliferación de neonazis por
Europa que no solo niegan el holocausto judío —que ya es malo—, sino que además
les parece que se quedaron cortos y lo amplían a turcos, armenios o todos los
que no hayan nacido de pura cepa aria o simplemente en casa. El caso de la red
de crímenes en serie racistas y xenófobos en Alemania o el exterminador de Oslo
y su matanza de traidores a Europa
(bajo su punto de vista) son ejemplos de dónde están los problemas acuciantes.
No sé muy bien en qué consiste esta escalada europea por
crear conflictos con Turquía, porque la lista se va agrandando entre la Alemania
de Merkel, por un lado, y la Francia de Sarkozy por otro. Por lo pronto, el
primer ministro Erdogan ha prometido no pisar Francia, ha tildado la ley de “racista”
y ya se han aplicado medidas que afectan a las relaciones entre ambos países,
tanto militares como económicas. Aunque ambos países llamen a la calma, los
actos contradicen las palabras.
La pretendida incorporación de Turquía a la Europa
comunitaria cada día se parece más al juego del parchís, en el que cuando crees
que ya has llegado a la meta, te hacen retroceder varias casillas. Curiosidades
de las relaciones internacionales.
* "Turquía eleva el tono de sus amenazas a Francia por
la ley sobre el genocidio armenio". El País 24/01/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/01/24/actualidad/1327398707_277907.html
Protesta de armenios en Líbano contra la visita de Erdogan |
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