Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Cree de verdad el editorialista del diario El País —la pluma que ha escrito “Por
una oposición útil”*— que solución de la crisis del PSOE es una cuestión ideológica? ¿Lo cree realmente o es un ejercicio
más del distanciamiento de la realidad que si en los políticos es gravísimo en
los informadores es demencial? ¿Es posible que se plantee en serio —denle el sentido que quieran a esta palabra— lo que se
pregunta en el escrito?:
El ex de Interior propone un
regreso a fórmulas socialdemócratas clásicas: crecimiento más redistribución, y
recuperación del apoyo de las clases medias, con la voluntad de construir un
partido con capacidad de atraer el voto útil de la izquierda si desde la
izquierda se le percibe con capacidad de conquistar el Gobierno. Chacón habla
de abrirse a la izquierda, insiste en la renovación del partido y agita vagas
banderas de refundación de la socialdemocracia, pero no acaba de decir qué
proyecto político tiene para combatir la crisis desde la oposición, y menos aún
desde un eventual Gobierno.
¿Redistribución? ¿Recuperación? ¿Refundación? ¿Renovación?
¿La oposición en clave de Re?
Curiosamente no habla de “reconquista” sino de “conquista del Gobierno”
omitiendo la “re”. ¿Política ficción quizá? Lo de "combatir la crisis desde la oposición", cuando se ha sido incapaz desde el poder, es una de los mejores chistes políticos que se recuerdan en mucho tiempo. Una muestra más de la burbuja de aislamiento en la que algunos viven.
Los dos candidatos del partido están haciendo ahora lo que
antes no hicieron pensando, con evidente error de cálculo, que sería un
desastre: unas primarias. Si hubieran
escenificado siquiera una mínima pantomima, un tongo, haciendo ver que alguien no estaba de acuerdo con el camino
al desastre de los cinco millones de parados y el déficit colosal, entre otras
muchas cosas, quizá alguien se lo hubiera creído. Pero fueron incapaces de
hacerlo. La sumisión fantástica y el silencio se
pagan. Se vendió en un caso como ejercicio
de responsabilidad (así se le llaman en España a retirarse) y en otro como ejercicio de responsabilidad (así se le
llama en España a no retirarse). Y siguieron a lo suyo, como personajes de El sexto sentido deambulando sin saber
que llevan muertos una buena temporada, como señalaban las perversas encuestas.
Pero en España —la España del ¡esto lo arreglo yo en un pis pas!—, desde El Cid, no se ve mal lo de muerto y a caballo. La leyenda dice que se ganan batallas.
Insiste mucho el editorialista en que, además de discutir
sobre el poder, traten de indagar
sobre por qué han perdido tan estrepitosamente unas elecciones. Le cuesta sumar
dos y dos al oráculo editorial. Si se hubieran tomado algo más en serio las
críticas que la ciudadanía realizó desde el estallido de los “indignados”, en
vez de tomárselos a chirigota, que es lo que hicieron, se habrían percatado de
que, independientemente de lo vago de las propuestas o lo extravagante de los
métodos o el romanticismo de las fórmulas asamblearias, se señalaban grandes
verdades que ignoraban: el profundo descontento popular originado por su incapacidad
comunicativa —fruto de su soberbia política— y por su incapacidad gestora para
solucionar nada—resultado de sus negaciones de los problemas—. La respuesta es
muy sencilla: perdieron estrepitosamente las elecciones porque lo hicieron muy
mal. Al final la gente se quedó con la musiquilla
más evidente: nadie se había hecho responsable de nuestra crisis propia, algo
inaceptable tras dos legislaturas en el poder. Pesó más el sostenerla que el enmendarla.
Lo que el editorialista pide urgentemente no es una explicación que, como
decimos es muy sencilla; lo que les pide de rodillas es una explicación
convincente, un argumento que les permita pasar históricamente de la muerte a
la vida: otra “re”, la de “resurrección”. Pero vemos que no es fácil.
La actitud de Alfredo Pérez Rubalcaba, proponiendo
soluciones imaginativas y eficaces quince días después de
renunciar al ministerio (que no al poder), era un insulto a la inteligencia
política de los ciudadanos. ¡Sigue felicitando a los Cuerpos de Seguridad, como
si fuera cosa suya, en cada detención
durante su campaña de primarias como ya lo hizo en la campaña electoral! Alguien
debería decirle que ya no es
ministro. O que, ya en clave interna, Carme Chacón se ponga a felicitar también al
Ejército para equilibrar. ¿Qué necesitan para volver a la realidad?
Los que enterraron al partido han sido sus propios miembros,
que fueron incapaces —por un mal sentido de lo que debe ser la política— de
parar la bola de nieve que llevaba tiempo rodando por la ladera, creciendo como
descontento ante la ineficacia y el agravamiento constante de una crisis inexistente, unos millones de
parados cuyo número ya no podía aumentar
porque se había tocado techo, o una recuperación económica que se esperaba para el siguiente semestre. ¡Maldita realidad!
Al contrario del pastor que mentía sobre la llegada del
lobo, aquí nuestros pastores políticos actuaron en sentido contrario, afirmando
que el lobo nunca llegaría. Y llegó.
Y se lanzó a la yugular de todo el que pilló por el camino.
Si se acepta que a Aznar le costó las elecciones su “mentira”
sobre los atentados de 11-M, atribuyendo a ETA la autoría, podemos aceptar — ¿por
qué no?— que las mentiras sobre economía también se cobran factura en las urnas.
No ha sido otro el argumento principal que la entonces oposición y ahora
gobierno ha tenido que esgrimir ante el electorado. Lo demás es de patio de
colegio.
El hundimiento electoral de un partido, tal como se ha
producido en España, no necesita grandes análisis de estrategias ni afinamiento
hermenéutico. Es de cajón. Los que votaban al PP lo han seguido votando y algo han subido y los
millones que votaron al PSOE dejaron de hacerlo porque habían llegado al límite
de su santa paciencia hartos de ver la distancia inmensa entre lo que les
decían cada día y lo que tenían delante.
El titular del editorial es “Por una oposición útil”. Habría
que preguntar: ¿útil, para quién? Dirán
unos que hace falta una oposición fuerte
y otros un partido fuerte. Pero hasta
el momento no se ve más que el deseo de verse fuertes en el partido, que es
otra cosa.
Esa fantasía del Ave
Fénix no lava los restos del naufragio. No, no es solo un problema de oposición. Evidentemente es necesaria una buena oposición, como es necesario un buen gobierno, para bien de los ciudadanos, no de los partidos sobre los que no hay que hacer recaer misticismo ni destinos manifiestos. Es un problema de la forma
de entender los partidos políticos y cuáles son sus funciones, a quienes tienen
que tener en su seno, cómo se deben renovar, qué deben hacer con los problemas
que ellos mismos causan, cómo evitar que se les peguen como lapas los parásitos
que se benefician de lo público, cómo evitar el clientelismo, etc. Ninguno es
un problema exclusivo del partido socialista, pero eso es otra cuestión.
* Editorial: "Por una oposición útil" El País 22/01/2012 http://www.elpais.com/articulo/opinion/oposicion/util/elpepiopi/20120122elpepiopi_2/Tes
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