domingo, 15 de enero de 2012

Secretos gananciales

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso de la dimisión de Philipp Hildebrand, presidente del Banco Nacional suizo, por el enriquecimiento especulativo de su esposa (y él) con la devaluación del franco suizo presenta una situación interesante sobre la "inocencia" o "culpabilidad" y la “falta de credibilidad”. La cuestión planteada es la siguiente:

[…] la prensa publicó que el Consejo Federal había solicitado dos investigaciones (una pública y otra privada) para determinar si Hildebrand o su entorno familiar habían cometido alguna falta al especular y enriquecerse en el mercado de divisas usando información privilegiada. Ambas investigaciones exculparon al directivo, pero señalaron como dudosa una transacción en que su esposa, Kashya Hildebrand, había comprado 500.000 dólares tres semanas antes de que el BNS estableciera un cambio fijo entre el euro y el franco suizo que revalorizó el dólar, lo que conllevó una cuantiosa ganancia para la pareja.*

En su comparecencia pública para notificar su dimisión, Hildebrand ha señalado que es inocente, pero que no puede probarlo. Esto es el centro de la cuestión, ya que cuando se es el presidente de un Banco Nacional que devalúa una moneda y se compran divisas, hay que ser capaz de dar muchas explicaciones, aunque lo haga tu esposa. En ocasiones, los listos se casan entre ellos, y es difícil convencer a los demás de que se llega tan alto siendo un ingenuo.


Sorprende el editorial del diario El País de hoy, titulado “Culebrón suizo”**, tratando de ver maniobras políticas en la sombra de este asunto, cuando el propio interesado ha dado cuenta del centro del problema: la necesidad absoluta de credibilidad en un puesto como el suyo. El hecho de que Hildebrand tenga enemigos políticos —que los debe tener tanto si lo ha hecho bien como si lo ha hecho mal—, no es una justificación, como tampoco —como señala el diario— lo es su buena gestión del Banco Nacional suizo. Aunque su gestión hubiera sido todavía mejor de lo que ha sido, no tiene nada que ver con su incapacidad de ofrecer una respuesta, una excusa plausible de porqué su esposa compró algo más de medio millón de dólares antes de que bajara el franco para venderlos después con un beneficio fruto de la devaluación de 50.000 dólares.

Las circunstancias de cómo se ha conocido el caso, también resultan reveladoras de la ambigüedad del mundo financiero. El secreto bancario ha sido violado por la intervención de un empleado del Banco Sarasin, quien filtró la información a los enemigos políticos de Hildebrand, los miembros del partido de derecha nacionalista SVP. El empleado que filtró la información ha sido despedido. Roma no paga traidores; Suiza tampoco.
No deja de ser curioso el rasero con el que se miden y explican las cosas. Esta historia no es nada ejemplar en ninguno de los niveles, salga lo que salga de las investigaciones posteriores. Tenemos una esposa ex bróker que compra divisas y un marido que toma la decisión de cuándo se devalúa, un empleado bancario que viola el secreto de su profesión y empresa, y un político que lo utiliza para cobrarse la cabeza de un rival. Nada ejemplar en ningún nivel.
Por eso es más sorprendente el editorial del diario El País en el que se afirma:

Si la justicia llegara a demostrar que la mujer del presidente del banco central suizo se valió de información privilegiada en su operación de compra de dólares, la dimisión de Hildebrand sería una prueba de que los sistemas de control para impedir comportamientos irregulares han funcionado. Pero si las acusaciones no son fehacientemente probadas, el caso podría dar un giro completo, puesto que quedaría de manifiesto que los ataques contra Hildebrand y el Banco Nacional Suizo obedecían a razones políticas. Aunque por distintas razones, ambas hipótesis perjudican la credibilidad del sistema financiero suizo, una pieza importante del engranaje europeo y global. La primera porque, en efecto, su principal responsable habría incurrido en un comportamiento irregular; la segunda, porque revelaría su vulnerabilidad frente a fuerzas políticas que se sirven de cualquier medio para imponer sus criterios.**

Los controles no han funcionado, ya que el comportamiento se ha producido. No puede llamarse “controles” a la filtración de un empleado al que se ha despedido en vez de darle una medalla. Puede que llegue a funcionar la Justicia, pero lo más que puede hacer ya es que vaya o no a la cárcel, independientemente de sus efectos sobre el sistema financiero. Tanto si lo consiguen probar como si no, el sistema financiero no se mueve por esos parámetros de inocencia o culpabilidad, sino primero por los de credibilidad, como reconoce Hildebrand. Aquí no se trata de que te condenen o te exculpen; se trata de ser o no ser presidente del Banco Nacional suizo, y esa decisión ya ha sido tomada. Luego sus amigos y familiares se alegrarán si resulta inocente o no fehacientemente culpable, como quiere el diario español.
El mundo no es un sistema maniqueo. Menos todavía las finanzas o la política. Puede que el sustituto de Hildebrand lo haga mucho peor que él y que haga añorar a un buen financiero y marido cariñoso que salga de casa diciendo “Cariño, hoy regresaré tarde porque estamos pensando devaluar el franco uno de estos días”; y puede que a ella, camino de su galería de arte, le apeteciera revivir los viejos tiempos de la carrera de Economía, de su anterior trabajo de bróker, y compre medio millón de dólares, algo que uno hace casi todas las semanas si no está muy ocupado.

Christian Wulff dando explicaciones en la TV pública alemana

El presidente alemán, Christian Wulff, está en estos momentos en la cuerda floja política por unos créditos personales que le fueron concedidos en condiciones ventajosas ***. Como se enfadó porque ese asunto saliera a la opinión pública, llamó al director de la publicación que iba a sacar la información con amenazas, error más grave si cabe.

Wulff ha salido a pedir disculpas y a reconocer que no debería haber llamado para presionar o amenazar a nadie. Es indudable que el caso tiene implicaciones políticas de las que se aprovecharán sus enemigos y los de Angela Merkel, pero ¿no es esta la forma habitual de hacer política que vemos todos los días?
Hildebrand es un cargo público, su puesto se basa en la confianza y en la credibilidad, además de en la eficacia. Juzgar a los cargos públicos solo por la eficacia es un grave error que tiene consecuencias para la democracia. Puede que los suizos echen de menos su buen hacer, pero los que le pusieron en su puesto saben que ha traspasado una línea y que desde el momento en que las cuentas del matrimonio son conjuntas—y aunque no lo fueran—, se ha beneficiado, aunque no lo haya querido y haya dado los beneficios a obras de caridad. El mal ya estaba hecho, la confianza perdida.
Aunque hubiera hablado en sueños, Philipp Hildebrand sería responsable, porque los Bancos Nacionales no se pueden permitir personas que hablen de más, sea en sueños, en el desayuno o en la ducha. Si no ha encontrado una explicación convincente, él sabrá por qué. Culpable es una cuestión de otro orden, y aquí sí será a otros a los que les competa demostrarlo. Mientras tanto, tiene mucho que hablar en casa.
Hasta el momento, el único que ha cometido un “delito” —y ha sido castigado por ello— es el empleado bancario que le denunció sacando a la luz sus cuentas, por irónico que parezca. Quizá debería haber dejado que fuera su esposa la que filtrara la información de las cuentas al SVP. Todos podemos hablar en sueños, pero solo a unos pocos reporta beneficios.

* “El presidente del Banco Nacional Suizo dimite tras ser acusado de enriquecerse especulando”. 20 minutos 9/01/2012 http://www.20minutos.es/noticia/1270967/0/banco-suizo/presidente/dimision/
** “Editorial: Culebrón suizo”. El País 15/01/2012 http://www.elpais.com/articulo/opinion/Culebron/suizo/elpepiopi/20120115elpepiopi_3/Tes
*** “El presidente alemán amenazó al grupo que publicó su presunto trato de favor”. El Mundo 02/01/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/02/internacional/1325508998.html


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