Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Mientras que las altas esferas de la nación están
profundamente preocupadas por las implicaciones que la imputación del Duque de
Palma por sus turbios eventos en el Instituto Nóos tiene para las instituciones
y su imagen pública, en los otros lugares el drama se vive de otra manera.
¿Qué hacemos con la colección de yernos defenestrados? Este
es el problema planteado en el Museo de Cera de Madrid en el que la sala
destinada a la familia real está sujeta a las mismas crisis de la real familia real. Me imagino la
desesperación del personal del museo que ven menguada la representación.
Nada más lejos de nuestra intención que gastar bromas
respecto a asunto tan serio, pero la imagen —que descubrimos ahora— del
traslado en carretilla del señor Marichalar tras la separación de la infanta es tentadora. La Voz de Galicia lo describió así en su
momento, en 2010:
Durante varios años el Marichalar
de cera se mantuvo junto a la Familia Real, sin embargo, cuando los Duques
anunciaron su separación, la escultura fue colocada detrás de un burdalero [sic] en el Salón del Ruedo observando
una corrida de toros, donde permaneció hasta esta mañana, cuando fue retirado
por el personal del museo.*
En el museo, según parece, no se andan con bromas ni con
presunciones o ejemplaridades, temerosos —supongo— de las reacciones de los
visitantes, el museo, una vez separado de la familia real, aunque sea
temporalmente, te manda a la sala de los toros, que no sabemos si es porque
allí había sitio, que es costumbre, o es porque el real Marichalar hubiera
manifestado alguna preferencia, gusto o afición taurinos en algún momento de su
vida. Sea por lo que sea, tras un burladero y a la espera. La foto que nos
muestra su salida del Salón del Ruedo, camino del trastero, es de una crueldad intolerable, que dirían los Coen.
Y más porque a la figura no se le ha plegado el brazo y va estirado cargado
como un fardo, sonriente, sobre una carretilla.
Tiene algo de fallera la imagen, algo de Berlanga, algo de
valleinclanesca, en fin, algo de espectáculo digno del Bombero Torero, que no
sé si sigue funcionando por algún ruedo cutre de esta España nuestra. La salida
del señor Marichalar, como la de cualquiera que no haya ingresado en el Museo
por la puerta de la cámara de los horrores, debería ir acompañada de un poco
más de respeto porque choca tanto ver al real en el cuché y al de cera tan maltratado.
La figura del Duque de Palma
entró a formar parte del museo en calidad de esposo de la Infanta Cristina y no
por su condición de exjugador de balonmano, motivo por el que el museo ha
decidido su traslado junto a la sección de deportes pero no vestido con atuendo
de deportista.
Da la impresión así que Urdangarín ha ido de visita a
saludar a sus compañeros en los vestuarios, que pasaba por allí y entró a
darles ánimos, como tantas otras veces. Cualquier cosa menos los toros, claro.
Ese sí que es un destino cruel. No sé si existen actas de la toma de decisiones
de este tipo por parte del museo, pero sería estupendo poder leer las
deliberaciones a las que se han sometido los cambios de sala. No es morbo,
simple curiosidad sociológica porque el caso es bastante insólito. Si el Duque
de Palma volviera a ser aceptado en el redil, tras quedar limpio de cualquier
imputación o sombra de duda, es de imaginar que la dirección del Museo lo
devolviera a su Sala de Reyes.
Está este caso dividiendo a la opinión pública entre los que
consideran que falla la monarquía y los que consideran que quienes han fallado
han sido los burgueses consortes y que
esto les está bien empleado a la realeza cuando cometen el suicidio de
introducir la burguesía en casa. Los nobles siempre consideraron que eso de
querer ser rico era de una vulgaridad espantosa. Y tenían razón.
¡Pero es tan tentador!
* “Jaime de Marichalar
sale del Museo de Cera” La Voz de Galicia 11/02/2010 http://lavoz.es/sociedad/2010/02/10/00031265829991095512870.htm
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