Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
noticias sobre unas hipotéticas paces logradas por Donald Trump no son nada
buenas. Pese a su propia retórica, ni Ucrania ni Gaza tienen buenas
perspectivas, es decir, algo que se pueda llamar sin sonrojo "paz".
Lo que
Putin propone a Trump como "paz" no es más que la consolidación de la
conquista de territorios ucranianos y asegurarse que Ucrania quede lejos de la
OTAN y de Europa. La guerra es un poderoso instrumento de propaganda interna ante
la que cabe poca resistencia. El control de los medios por parte del Kremlin
garantiza que la resistencia a Putin se tenga que producir lejos del territorio,
Muchos rusos se han creído lo de las necesidades defensivas y ven normal su
comportamiento que, por otra parte, ha sido una constante rusa, hacerse con
todo el territorio. La cita en Alaska con Trump sirvió para recordar a los
rusos que antes fue "suya", pero que son un "país
generoso". Los que opinan de otra manera mantienen silencio ante las
perspectivas de la represión, ya sea por caídas de ventanas y puentes o ser
mandados a la otra punta del país, en la mejor tradición del uso de Siberia.
Lo que
ocurren en Gaza tampoco puede ser llamado "paz", aunque sea también
una forma de manipular el lenguaje por parte de Benjamín Netanyahu. Aquí el
caso es muy diferente porque no se trata de un "enemigo" tradicional,
como es el caso de Rusia, sino de un "amigo tradicional", Israel. La "paz"
de Netanyahu consiste en la destrucción del otro. La excusa es esa
"necesidad existencial" que presenta la destrucción absoluta del otro
como objetivo final. Tampoco evidentemente es paz o al menos lo que se entiende
en el resto del planeta.
La
frustración de Trump aquí es relativa porque cree que Israel hace lo que debe,
aunque se trate de un "genocidio" en toda regla. La hipocresía de
Netanyahu al pedir el Premio Nobel de la Paz para Trump es uno de los actos más
descarados que hemos visto en décadas. Nos muestra la "simpleza"
ególatra de Trump y cómo Netanyahu le tiene tomada la medida.
Rusia
acaba de decir que lo del encuentro con Zelenski requiere "mucha preparación"
mientras intensifica los ataques sobre Ucrania en un intento de conquistar más
territorio y que este se consolide como "ruso" en el caso de que la
paz de Trump llegue en cualquier momento.
La
visita de líderes europeos a Trump apoyando a Zelenski en su defensa del
territorio ucraniano anexionado —también el anexionado en diversos episodios
anteriores— muestra al presidente norteamericano que Ucrania no está sola. No
sería inteligente dejarla sola porque la experiencia europea sabe hasta dónde
puede llegar Rusia en su proceso de expansión, algo comprobado tras la II
Guerra Mundial y la creación de repúblicas títeres de Moscú.
Las
guerras de Ucrania y en Gaza son guerras imperialistas, territoriales, lo que afecta
a cualquier proceso de paz o similar. Las condiciones de Putin son inaceptables
para los ucranianos que luchan por liberar su territorio invadido y rusificado,
que es la estrategia que siempre ha mantenido. La paz rusa incluye desplazamientos
de población y su sustitución por emigrados rusos. La paz de Netanyahu incluye
la anexión de territorios y su repoblación por colonos israelíes.
Las dos
guerras desembocan en conceptos diferentes de lo que se entiende por "paz".
Por eso se suele hablar de "paz justa" y en este caso no lo son
ninguna de las dos. Para Donald Trump, la "paz" es la posibilidad de
hacerse una foto estrechando manos mientras sonríe a la cámara.
Hemos
visto el proceso seguido en Ucrania en lo que Putin y él han llamado la
"guerra de Biden" en un intento de desmarcarse de sus propias
acciones. En el caso de Putin está claro; en el de Trump, incluyen chantajes
sobre defensa e información y el cobro de servicios usando los depósitos de
"tierras raras" ucranianos como garantía. Con Trump, la paz tiene un
precio. Los testimonios de los ucranianos señalan que no han muerto miles de
personas para que luego se regalen sus tierras en un proceso llamado de
"paz".
En el
caso de Israel, ya sea por la interpretación peculiar de promesas bíblicas o el
simple fanatismo político, la "paz" incluye el exterminio, al final
del cual no habrá enemigo, una absurda idea que garantiza justo lo contrario.
Puede que Donald Trump sea un genio de la retórica, pero desde luego no lo es de la política y menos de la política internacional. Pese a lo que crea de sí mismo y su misión, no hay paz verdadera a la vista. Lo malo de esto es que a los conflictos existentes se les suman los nuevos, que son imprevisibles.





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